Especial de navidad

[Años atrás]
[Edades de cinco a ocho años]

Connor

Mi esposa debido a que se acerca la navidad hizo las compras unas dos semanas antes, siempre en estas fechas los centros se saturan con personas y los niños se vuelven locos por querer comprar juguetes a la vista de las tiendas. Estoy en la universidad en la carrera de medicina, nadie puede creer que tenga seis hijos, estudie y trabaje al mismo tiempo, a pesar de ser un largo y agotador día son los mejores al ver las caritas de mis pequeños. Mis papás se puede decir que son los que más me ayudan en gran parte, tengo un pequeño puesto en la empresa de mi padre que insistí por cierto en no aceptar y él no dejó que me fuera por el buen sueldo que gano.

- ¿Amor? - Melisa me sacó de mis pensamientos. - Como te comenté tengo que ir a ver a mi padre que está en el hospital durante dos días, ¿puedes cuidar a los niños?

- Si, no te preocupes.

- ¿Seguro? Cualquier cosa me puedes llamar.

- Todo estará bajo control. - con suavidad tomé sus manos. - Te voy a extrañar...

- Yo más. - me abrazó y unimos nuestros labios con un tierno beso.

- Iugh. - Marco se asomó por la puerta. - Pueden darse besos en otro lado, quiero ver la televisión.

- No dirás lo mismo cuando tengas una novia pequeño. - para molestarlo le repartí muchos por alrededor de su carita y puso una mueca de asco.

- ¡Quedaré pegajoso! - me empujó como pudo.

- Hazle caso a tu papá, hijo. - Melisa los reunió a todos en la sala y ellos inquietos por querer salir a jugar apenas le prestaron atención a su aburrido discurso de comportarse.

Aman quedarse conmigo cuando su mamá tiene que salir a algún lado, digamos que soy el padre consentidor, me enojo muy poco y ella siempre queda como la mala de la película por castigarlos con cosas tan simples mandándolos a la pared o con regaños simples.

Debe ser por el poco tiempo que paso con ellos al tener que estudiar mucho, la universidad me consume la mayoría del tiempo incluyendo los fines de semana pero como ahora se dieron vacaciones por adelantado podré dedicarme más de lo pensado.

- Despídanse de mamá. - dije con todos en una fila desde el frente de la casa. - Con la manito.

- Nos vemos, los voy a extrañar. - Melisa les dio un beso a todos y al irse me di cuenta de la pésima idea que tuvimos.

Mateo se puso a llorar a mares en cuanto puso un pie en el jardín, tiraba sus bracitos para que lo alzara y lamentablemente no había tiempo porque el taxi ya se encontraba estacionado en la calle.

- Ven aquí mi vida. - lo tomé en brazos acomodándolo en mi cintura. - Entren a casa que hace frío.

Muy obedientes entraron y se sentaron, el menor no dejaba susurrar "mami" en mi hombro.

- Tranquilo, campeón. Papi se va a quedar contigo. - ordené el cabello que caía de su frente. - Alguien necesita un corte de pelo.

- ¿Podemos sacar una galleta? - preguntó Liam.

- Mami dijo... - Ethan dispuesto a relatar todo fue interrumpido por su hermano quien le quitó su peluche de las manos.

- Mío.

- ¡No, es mío!

- Cariño devuelve ese juguete que no es tuyo, después tu hermanito lo va a compartir, ¿cierto Ethan?

- No. - este se abrazó del osito.

- ¿Cómo que no? Los hermanitos comparten tesoro. - los miré y sus ojos se cristalizaron.

- ¡Papi! - Emily gritó desde el pasillo. - ¡Mira, mira!

- Ahora voy, princesa. - respondí y fui con un pequeño mimoso en brazos.

Ella se miraba facinada en el espejo con su diente flojo, abría los ojos de forma exagerada para luego saltar de la emoción.

- ¡El hada de los dientes vendrá!

- Si mi niña y se llevará ese hermoso diente a su castillo.

- Viven en un bosque papi. - se molestó. - Te conté la historia ayer.

- Toda la razón.

- ¿Me lo puedo sacar ya? - mi cara cambió completamente. - ¡Quiero que venga ahora!

- Dejemos se caiga solito.

Cuando yo era pequeño una vez quise sacarme al igual que Emily ese pequeño diente de leche, mi madre lo envolvió en un hilo y lo tiró con su mano para no hacerlo con la puerta, fue el bendito trauma de mi vida alrededor de los siete años pero luego me pareció divertido hasta que lo intenté solo.

- Oh. - puso un puchero y bajo la cabeza.

- ¿Vamos a la cocina por galletas?

- ¡Si! - corrió por el pasillo.

- ¡No corras que te vas a caer! - caminé dando palmaditas en la espalda de Mateo.

En la cocina separé la porción de cada uno en cuanto a meriendas. Tal y como dije les entregué su pequeña galleta mientras veía la comida.

Esta hora es un problema todos los días, el mayor jamás deja de reclamar por todo y los mellizos le siguen la corriente. Tengo que estar constantemente supervisando que no vayan a botar lo del plato o se distribuyan entre ellos parte de la comida para hacernos creer que "comieron".

- Niños, a lavarse las manitos para almorzar. - fueron directamente al baño.

- ¡Yo quería jugar! - Ryan llegó dando pisotones.

- Después cariño.

- ¡No!

- Pero mira, ¿qué tenemos aquí? - me hice el sorprendido y su carita cambió a una de confusión al acercarme a su panza. - ¿Si señor, tiene hambre?

- ¿Qué dijo?

- Que quiere comerse toda la comida. - formó un arco con la boca antes de disparado al comedor.

Son tan inocentes que me causan ternura, están relativamente bien en cuanto a comportamiento hoy porque algunas veces los berrinches son incontrolables y la paciencia es escasa.

- Muy bien, se come despacio, ¿sí mis amores? - asintieron. - Tomen su tiempo, luego sacamos los juguetes.

- No me gusta.

Señal de problemas.

- Marco hijo, está riquísimo. - dejé a su hermano en su silla.

- Odio los vegetales.

- Pero te hacen bien, prueba un poco con puré.

- No.

- ¿Y con un poquito de pollo? - volvió a negar pero esta vez se bajó de la silla y corrió a su cuarto.

- Quiero jugo, papi. - los demás me pidieron y no tuve más remedio que atenderlos antes de ir a ver al mayor.

Sus habitaciones son compartidas, la casa no es muy grande pero tampoco pequeña. Las paredes son azules a excepción de donde comparte Emily quien prefirió el naranjo y sus hermanos para no hacerla sentir mal accedieron.

- La comida es horrible. - susurró cuando entré y me quedé apoyado en la puerta.

- Usted jovencito tiene que alimentarse para crecer y ser fuerte, así que arriba porque su plato lo espera.

- Nooo. - se tiró al piso.

- Vas a ir a la pared, hijo. - advertí.

- ¡No importa!

- Si te comes la mitad del plato te daré un rico postre.

- ¿Banana?

- Banana. - completé.

- Mmm. - puso la mano en su mentón pensando. - No.

Quería reír ahí mismo pero en gran parte estaba un poco molesto por no querer obedecer nada. Es igual que los mellizos, ama la palabra "no" para todo.

- Entonces a dormir tu siesta. - su labio tembló y lloró como si le hubiera dicho la peor palabra en la vida. - No, sin lágrimas que usted no quiso ir al comedor.

- ¡Papiii! - dijo entre hipidos. - ¡No tengo sueño!

- Tuviste una mala noche eso es lo que pasa, ¿vas a ir a comer?

- Si.

- Bien. - lo levanté y de la mano volvió a la mesa.

Al volver era un desastre, restos de alimentos por la mesa donde claramente los mellizos lo hicieron por la unión de sus platos.

- A ver jovencitos. - quedaron en silencio. - Los que terminaron pueden levantarse.

Ethan, Emily y Mateo corrieron a la sala con los juguetes, lo mismo iban hacer los mellizos pero con una mirada se enojaron al sentarse otra vez.

- Ya les he dicho que no se hace eso. - les mostré la mesa. - Les voy a servir otro plato y se lo comerán.

Tuve que ignorar sus quejas al servir mucho menos de lo que tenían, fue una larga hora de almuerzo pero logré mi objetivo después de contarles un cuento para despistar sus mentes.

Cada uno se fue por su lado y casi me da un infarto al ver a Mateo dando volteretas en la alfombra.

- Con cuidado, ¿bueno?

- ¡Soy como un auto! - respondió con una no muy buena pronunciación.

- Si, corazón.

- ¿Podemos ir al parque? - Liam se acercó a pasitos pequeños.

- Va a nevar pronto, no creo que sea posible.

- Pero yo quería salir.

- ¿Y si vemos una película? - dije mirando la hora del reloj.

- ¡Marco me pegó! - Ethan me abrazó llorando.

- ¡No es cierto, lo empujé! - levanté una ceja.

- ¿Y se puede saber por qué razón?

- ¡Uno de mis legos se perdió y él los tenía!

- ¡Yo quería construir! - se excusó.

- Pero si piden las cosas hijo y tampoco se empuja.

Pasando alrededor de una hora me senté en la sala y el sueño me iba venciendo poco a poco. Los niños gastan mucha energía.

Liam

Mi hermano mellizo estaba triste porque se rompió su robot favorito y yo me sentí mal al verlo así. Para que estuviera feliz saqué el mío del baúl y se lo presté.

- Toma, yo jugaré con esto. - le mostré la pelota.

- Gracias.

- Quiero mis crayones. - busqué por debajo de la cama. - ¡Unas tijeras!

- ¿Dónde?

- Aquí, pero papá dice que no se ocupan.

- ¿Papel? - indiqué mi hoja. - ¡Bien!

- ¿Vas a cortar mi dibujo? - puse un puchero. - Te lo iba a regalar.

- No, el pato.

- Es de Ethan. - recogió el juguete del piso. - Va a estar triste.

- No lo creo.

- Si, es uno de sus favoritos.

- Así se ve más bonito. - le cortó la cabeza de una. - ¿Ves?

- ¡Señor bigotes! - gritó nuestro hermano que se asomó por la puerta.

- ¿No que así se deberían llamar los gatos? - me quedé pensando. - Está mal.

- ¡¿Que le hiciste?!

- Yo no, fue Ryan.

- ¡Te voy a acusar!

- Pero si yo no fui.

- ¡Tonto, tonto!

- Son malas palabras. - negué con los brazos cruzados.

Escuchamos atentos las pisadas de papá y al decir nuestra historia nos dejó a ambos en la pared. Es injusto, no tuve la culpa de nada y recibo los estúpidos castigos.

- ¡Es tu culpa! - me limpié las lágrimas de mis mejillas. - ¡Yo te dije que no las usaras!

- Perdón hermanito...

- Devuelve a robot, no te perdono.

- Liam no, te lo pido.

- Bueno, ya. Pero solo un ratito.

- ¿Puede dormir conmigo?

- Solo hoy. - susurré molesto. - extrañará a su mamá.

Me fijé en Mateo quien brinca y da saltitos viendo la televisión, es su hora favorita porque muestran a unos perritos que hablan.

- Quiero una mascota.

- ¡Yo también!

- ¡Se lo pedimos a santa! - hablé emocionado. - Yo hago la carta.

- ¡Sii!

- ¿Le dejamos un poco de nieve? Tal vez extraña el polo norte.

- La puerta del patio. - apuntó. - Está sin llave.

- Pero hace frío.

- Todo por ver a santa feliz y que nos traiga regalos.

- Pero ya pasé los tres regalos.

- Mañana dejan las cartas, podemos borrar una cosa.

- Son importantes. - me quejé. - Un camión, una pelota nueva y un hermanito.

- ¿Qué? Somos muchos.

- ¡Pero podríamos jugar fútbol con más!

- No creo que la cigüeña venga en navidad, debe estar muy cansada y cuidando a los otros bebés.

- Oh. - me senté triste. - ¿No nos quiere?

- Si, nos trajo a todos estos. - mostró seis dedos de la mano.

- Pero Mateo no juega con nosotros, solo sabe escalar y caerse.

- Va a aprender, tenemos que enseñarle.

- ¿Papá se dará cuenta si salimos de aquí?

- No, Emily sigue hablando de un cuento de princesas.

- Por el piso. - pensé. - Como un gusano.

- Shh.

Nos costó un poco salir porque al minimo ruido nos escondiamos con temor a que nos fueran a regañar por terminar un castigo antes.

La nieve empezó a caer y se nos olvidó por un buen rato a que vinimos. Saltamos, nadamos porque Ryan dijo que es agua congelada hasta que nos dolieron las manitos.

Mi nariz se puso roja y lo noté por el espejo del auto, parecía un reno.

- ¡Una competencia!

- Tengo frío. - temblando me abracé. - ¿Vamos por las chaquetas?

- ¡Y un balde! Hay que llenarlo.

- Si, si. - estábamos por entrar cuando papá nos quedó mirando fijamente.

- ¿Se puede saber por qué están desobedientes? Afuera hace frío, les dije que no podían y lo hacen. - nos tomó de las manos. - Están helados, caramba.

PLAS

Nunca esperé esa palmada, mis ojos amenazaron con llenarse de agua y mi colita me dolió por un segundo. Ryan también reaccionó igual.

- No vuelvan a salir sin permiso y mucho menos terminar un castigo antes, ¿estamos?

- S-Si. - lloré a todo pulmón arrepentido. - ¡Perdón papi!

- ¡Era nieve para santa! - balbuceó Ryan.

- Mis niños se pueden enfermar y ninguno quiere ir al médico, ¿cierto?

- No.

- Entonces le hacen caso a papá, los estoy cuidando. - dejó un beso en nuestras frentes y sentí un gran alivio.

- ¡Tus besos son mágicos papi!

- Y pegajosos. - Marco bebió un chocolate caliente.

Connor

Nunca les había dado una palmada, su madre si, una que otra pero yo creí que el ser más cruel del mundo estaba reflejado en el espejo que me estoy viendo.

Unos mimos y se les pasó, nada grave aunque es horrible escucharlos llorar por mi causa. Por lo menos aprenden a que eso no se hace y les recuerda.

La noche apareció por lo que a las ocho en punto todos ordenaron lo que sacaron para ir a dormir, una hora antes les di la cena.

En la mañana se bañaron, el único que necesita dos es Mateo para descansar completamente o a las cuatro de la madrugada despierta.

- ¿Todos tienen sus pijamas? - pregunté en el cuarto de los mellizos y Marco.

- ¿Me ayudas con la camiseta? - Liam estiró sus manos.

- Ven, la cabeza va primero.

- ¿Dormimos e iremos a ver los trineos? - Marco ilusionado se quedó acurrucado.

- Si mi niño.

- ¿Mami cuando llega?

- Esperemos que mañana, Ryan. - me despedí como todos los días con un gran beso. - Buenas noches, los amo.

- ¡También nosotros papá! - apagué la luz.

- ¡No encendimos la lámpara! - gritaron los tres.

El miedo a la oscuridad se presentó el año pasado cuando hacían travesuras en la cocina y sin querer se quedaron encerrados en el mueble, con Melisa los buscamos por dos horas hasta dar con su paradero.

- Ahora si.

Por último pasé por el cuarto de los menores a los que tuve que contarles un cuento diferente, terminé inventando que una princesa se enamoraba de un dinosaurio y la rescataba un León.

- Fin. - cerré el libro. - ¿Grandioso, no?

- ¡Que historia más rara y hermosa!

- ¡Otro!

- Papá tiene que descansar también. - di un bostezo.

- Quiero dormir contigo. - lloró Mateo.

- Si bebé, los bracitos. - se estiró y lo llevé a mi cama. - Eres un consentido. - le hice cosquillas.

Se durmió en segundos y al taparme los ruidos de piecitos provocaron que abriera un solo ojo. Todos, absolutamente todos en puntitas se metieron a mi cama y rieron bajito.

- Así que tenemos unos intrusos. - solté una carcajada. - A dormir.

Es cómico que a la hora en que se acuestan yo también lo haga, perfectamente podría quedarme viendo la televisión pero hacer dormir a cada uno es difícil, realmente difícil.

•••

¡Hola a tod@s!

El próximo capítulo seguiría la línea normal y este solo es un especial, fue escrito a petición de una seguidora por lo que es un pequeño regalito.

Les quiero desear una muy feliz navidad, espero que la pasen excelente en compañía de los que quieren.

Un abrazo y nos leemos pronto❤

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