85. No, no y no
Mateo
Si antes había pasado vergüenzas como ayer nunca.
Mi única intención era ver que tenía la tienda, por eso crucé la calle y me escabullí por la empresa. Cuando estaba viendo los maravillosos videojuegos ubicados en los estantes me llevé la sorpresa de que papá apareció de repente con una cara de enfado y dándome la bronca de mi vida frente a las pocas personas que se encontraban ahí.
¿Cómo se supone que debía reaccionar a eso si nunca me había regañado de tal manera en público? Me sentía un como un puto crio de cinco años que no sabía dónde esconderse, mis mejillas estaban tan rojas que corrí sin mirar a los lados ni atrás esperando que no me siguiera y un auto tocó la bocina espantándome. Era de esperarse haber oído mi nombre pero aun así seguí en lo mío.
El error más grande de la semana fue irme al auto teniendo privacidad. No estuve pensando en lo que me esperaba, claro está. Me dieron los azotes más inesperados de toda mi vida en ese auto además de decirme que el castigo continuaba en casa por si no fuera poco. Lloré absolutamente todo el camino intentando librarme pero no cambiaba de opinión incluso después de que la abuela quisiera ayudarme en algo.
Pensar que me acercaba a casa me daba dolor de estómago, no es lindo saber que te ganaste un par de palmadas extra y conducen hacia tu destino.
- Por eso te digo, no veas esa película que la calificaron mal. - Ethan le comentó a Liam.
- Eso es exactamente todo lo contrario que tienes que hacer, verla y criticarla tú mismo. - debatieron ambos.
- ¿De qué hablan? - Ryan se integró a la conversación. - ¿Y tú Mateo, por qué tan perdido? ¿Te pasa algo?
- ¿A mí?
- No, a Emily. - dijo con sarcasmo. - Sí.
- Nada Ryan, es solo que... - Marco se vino a mi mente.
¿Por qué no lo pensé antes? Él me podría salvar, tiene el poder del convencimiento. Miré a los asientos delanteros y ahí se encontraba con los ojos cerrados tratando de dormir. Es muy arriesgado preguntarle ahora porque tiene a papá al lado y no serviría de nada.
- ¿Qué dije que sonríes como tonto? - entrecerré los ojos por lo que dijo Liam.
- Estoy castigado. - resoplé.
- Vaya que novedad. - habló Emily.
- ¿Quieres irte por ese camino? Porque tengo muchas cartas para jugar. - me sacó la lengua y cerró los ojos. - ¿Qué tienen con dormir?
- Son casi las once de la noche.
- ¿Y? - papá nos miró por el retrovisor.
- Hay que descansar para mañana niños. - le prestamos atención. - Nos queda una media hora de viaje todavía. Por favor dejen sus mochilas listas para mañana y los uniformes también
- ¿Es necesario despertar a las seis? - los mellizos se quejaron.
- Si porque ustedes son muy lentos y no quiero peleas por el desayuno, zapatos sin lustrar o algo parecido.
- Seis con quince. - propuso Ethan.
- Seis con veinticinco. - negoció Emily. - Y dos minutos extras para despertar...
- Quedamos en... - suspiró mirando la carretera. - Bien, seis con quince pero se acuestan inmediatamente llegando a casa.
- ¡Sí! - respondí en voz alta.
- Tú primero vas a ir a mi cuarto que tenemos que conversar y luego a la cama. - mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas.
- Ya Mateo no llores. - Emily me abrazó y los demás también haciendo sentir culpable a papá.
Connor
Conducir a casa fue un poco agotador pero pudimos llegar bien que es lo principal. Bajamos las cosas y entramos a la casa. Dejé todo en perfecto orden pero los chicos no entienden lo que cuesta arreglar y organizar las cosas de hogar por lo que sus pertenencias fueron quedando en los sillones, mesas y estanterías.
- Guarden eso, una cosa que vea fuera de su lugar para que sus quince minutos "extra" se acaben. - de la mala gana fueron recogiendo. - Los que se van a dar una ducha que sea ahora y los que prefieren hacerlo mañana a la cama que es demasiado tarde.
- No queremos ahora. - dijeron al unísono. - Hace frio.
- Bien pequeños flojos, a dormir. - subieron las escaleras pero el menor de mis hijos se quedó limpiándose las lágrimas en el pasillo esperando a que le diera alguna orden.
- ¿Y yo?
- Siéntate aquí. - le indiqué el sofá. - ¿Por qué estamos aquí, Mateo?
- Porque me fui sin permiso... - espere a que continuara. - No... esto es ridículo.
- ¿Sí? - levanté las cejas. - ¿Qué no me obedezcas y te encierres en tu habitación sin abrirle a nadie porque simplemente no quieres ir donde tus abuelos por capricho? ¿Qué corras por la carretera sin pensar en que vienen autos detrás? ¿Ignorar mi orden de quedarte en un lugar en específico? ¿Preocuparme por no hallarte en casi trece pisos? ¿Eso es ridículo para ti?
- Me refería a nombrar las cosas, pero si lo pones de esa manera...
- ¿Dije alguna mentira?
- ¡No pero me avergonzaste! - gritó. - ¡Toda la tienda me quedó mirando!
- ¿Hubiera pasado si siguieras mis órdenes?
- ¡Me haces quedar como un niño y no lo soy!
- Mateo...
- ¡¿Qué mierda quieres?! - abrió los ojos exageradamente y chilló cuando lo dejé boca abajo en segundos. - ¡No, espera que fue sin querer!
- ¿Cuántas veces te lo he dicho?
PLAS PLAS PLAS
- ¿Qué tan difícil es hacerme caso, Mateo? ¿Demasiado? ¿Es un sacrificio? Respóndeme.
- ¡No te estaba escuchando! - lloriqueó.
- ¿Tampoco me prestabas atención? - me molesté. - ¿Hablas en serio jovencito?
PLAS PLAS PLAS PLAS
- ¡Lo hice porque no me dejas tomar mis propias decisiones y lo volvería a hacer de nuevo! - su actitud no me está gustando para nada.
La parte de pasarle el castigo al haber pasado ya dos veces en el día lo había considerado pero cuando me faltó el respeto la idea se desechó al instante. Una cosa es admitir haber cometido un error y pedir disculpas porque en realidad se sienten culpables pero otra muy distinta es justificarlo.
- Siempre te he dado la libertad de decidir, no digas que no. Respecto a cosas como el capricho de la mañana...
- ¡No lo era!
- Tuve que cancelar la reunión con personas importantes de la empresa porque te habías perdido y no sabes el susto que tuve, ya van dos veces. Era capricho porque podías estar sin mí unas horas mientras trabajaba, solo que tú no querías.
- Yo...
- Estoy muy cansado de dar y seguir dando órdenes cuando no tienen interés de cumplirlas, he sido un papá bastante comprensivo con cada uno de ustedes. - el menor seguía llorando. - Pero si sigue esta rebeldía e ignorar cosas básicas e importantes me conocerán mucho más estricto de lo que piensan que soy ahora.
La verdad es una típica frase de los padres para que sus hijos entren en razón y eso espero que los lleve a reflexionar de alguna manera. Uno siempre va a intentar mantener felices a sus hijos al máximo, darles absolutamente todo lo que esté a su alcance y protegerlos como si su vida dependiera de ello. Es difícil ser padre y más cuando nadie te enseña como debes serlo, el actuar y lidiar con etapas como la adolescencia que de por si los jóvenes quieren hacer lo que ellos creen que está correcto sin preocupaciones de lo que puede traer a futuro.
- ¿Me perdonas? - su labio tembló y sus hipidos ahogados me generaron angustia.
- Claro que si mi vida pero prométeme una cosa. - este asintió. - Cuando quieras hacer algo dímelo, cuéntame de aquello porque no hay manera de yo saber lo que tú piensas. Y en cuanto a escucharme no quiero que se repita, menos la escena de la mañana con tu berrinche.
- Si papá...
- Perdón si en la tienda te avergoncé pero créeme que me tenías al borde del colapso nervioso. - dio una risa. - Jamás quise hacerte sentir mal cariño.
- Ahora que lo pienso es lo de menos, te debí haber dicho... - lo abracé y limpié esas lágrimas de su rostro.
- ¿Por qué no preparo un delicioso chocolate caliente? - aumenté mi volumen de voz con la intención de que sus hermanos escucharan y Mateo carcajeó cuando Liam respondió.
- ¡Yo quiero! - luego seguido de él su mellizo se agregó a la lista.
- Queremos Liam, queremos. - le corrigió y bajaron con sus pijamas puestos.
- Mateo ve a cambiarte mientras preparo tu taza.
- ¿Puedo dormir contigo?
- Por supuesto que sí.
- ¿No me vas a castigar? - hice como si estuviera pensándolo.
- Camina antes de que me arrepienta, pollito. - le susurré y reí cuando desapareció por las escaleras.
Mateo es tan infantil algunas veces que tengo que estar mucho más pendiente de él que de sus hermanos, cree saberlo todo pero en realidad a esa edad y en plena adolescencia casi no saben nada, recién está conociendo el mundo.
- ¿Y nosotros? - los mellizos me abrazaron. - ¿Podemos? Di que sí.
- Bien pero en silencio, solo ustedes tres que sus herm... - bromeé.
- ¡Te escuchamos! - gritaron los otros desde los escalones con pucheros. -¿Tan poco nos quieres?
- Los amo, a todos. - repartí mimos a todos incluyendo al mayor quien parecía sentirse peor que antes con una fiebre que lo consumía. - ¿Marco?
- ¿Sí? - apoyó la cabeza en la pared.
- Ve a la cama, hablaré contigo luego.
- No hice nada... - levantó las manos. - Bueno que yo recuerde.
- A la cama. - repetí.
Acostar a cinco chicos con ganas de querer mirando películas y series antes de ir a clases no es muy fácil que digamos. A ellos les entra por una oreja lo que les estoy diciendo y se les sale por la otra cuando se concentran demasiado en la televisión.
Tuve que desenchufar todo aparto tecnológico en el hogar para casi "obligarlos" a abandonar la sala para dormir. Mientras que ellos se cambiaban a pijama fui por unos medicamentos para mi hijo mayor quien de seguro tiene la fiebre por las nubes y es un terco en cuanto a que una inyección lo puede curar todo, gran parte en realidad.
Su temperatura tal como me lo imaginaba no era normal.
- Papá estoy bien. - abrazó una almohada. - Te lo prometo.
- ¿Seguro?
- Si no lo estuviera no te lo diría...
- ¿Cuánta temperatura crees que tienes? - se mordió el labio. - Te quiero escuchar.
- ¿Treinta y seis tal vez?
- Casi los treinta y ocho. - se quedó callado y me levanté a buscar la jeringa que tenía cerca para prepararla.
- ¡Hey, nunca fue parte del trato! - ignoré sus quejas. - ¡Papá!
- Hijo.
- No la necesito. - se fue a la esquina más alejada de la cama.
- Quiero a un adulto en este minuto. - dije intentando buscar su valentía. - A uno que pronto cumplirá los diecinueve y ya se va a la universidad.
- Ay pero mi edad no tiene que ver con mi miedo.
- ¿Y si lo superamos? - di dos golpecitos a la lo que tenía en las manos y chilló. - Marco Andrés por favor.
- Es que ni prepararme me dejaste.
- Date la vuelta.
- ¿Es mucho? - preguntó. - ¿La aguja es tan grande? Quiero ver...
- ¿Para asustarte más? Olvídalo. - hizo una pataleta acostado. - Marco...
- Connor. - lo miré molesto y se disculpó. - Perdón, quería decir papá.
- Bájate ese pantalón que es tarde.
- ¡Es que...!
- Cinco, cuatro. - comencé a contar y obedeció de mala gana. - Cierra tus ojos y respira, es lo único que te va a ayudar en estos momentos. No pienses en lo que viene, solo concéntrate en algún otro pensamiento, ¿comprendes?
- ¿Y si el pánico me invade?
- Pues vuelves a respirar. - cubrió su cara con dos almohadas.
- ¿Vas a contar?
- Bien. - suspiré y orgulloso porque estuviera poniendo de su parte intenté ser lo más suave posible para que la inyección no doliera. La verdad es el líquido lo que provoca alguna molestia, la aguja es lo de menos. - Tres.
- ¡Del diez en adelante!
- Dos y uno. - al no oír de su parte nada asumí que era lo suficiente despacio.
- Sigo esperando.
- Terminamos. - sorprendido miró.
- ¿Esa mierda?
- La boca...
- ¿Por qué son jodidamente grandes las agujas? Las detesto.
- Espero que en un rato te sientas mejor y te baje esa fiebre cariño. - le dejé un paño tibio en su frente. - Tus hermanos van a dormir en mi cuarto, ¿prefieres descansar aquí?
- Si...
- Buenas noches. - le dejé un beso en su cabeza. - Cualquier cosa me hablas, en caso de molestia...
- Me duele mucho. - ahora se puso a lloriquear. - No era un piquete.
- Claro que te dolerá luego Marco, ni que fuera...
- ¡Es horrible!
- No exageres, amor. Ven con los demás para que no te quedes solo.
- ¿Tendré mimos? Estoy malito. - sonreí porque cuando pequeño decía exactamente lo mismo.
- Tu pregunta me ofende, por supuesto.
Unos susurros provenientes de mi cuarto me hicieron darme cuenta que algo tramaban sus hermanos y los encontré como dice el dicho con "las manos en la masa".
- Si creen que cambiando la hora de mi celular los dejaré dormir minutos más, están muy equivocados. - como niños inocentes haciendo una pillería dejaron mi celular caer.
- ¿Eres adivino?
- Soy su padre y los conozco pequeños traviesos. - se acomodaron felices en mi cama.
- ¿Cuándo se va a ir Marco a la universidad? - preguntaron. - Creemos que no quiere...
- Hablan por mí. - se acomodó junto a los otros. - Es complicado, peques.
- Muy cierto, además hablamos nosotros del apoyo, ¿no?
- Si papá.
- Correcto, déjenme un espacio.
- ¡Yo duermo con esa almohada! - Mateo forcejeó con Liam.
- ¡Pero si yo la vi primero! - apagué las luces y su discusión quedó a medias.
- No me digan que le tienen miedo a la oscuridad. - se taparon las caras con la manta y solté una carcajada. - Dios mío chicos, ¿a qué no le tienen miedo?
Día siguiente
La alarma me despertó a la hora que correspondía y todos mis hijos roncaban a mi lado, es un bonito día cuando amanecemos todos juntos. Fui inmediatamente a la cocina para preparar el desayuno, como a todos les gusta algo diferente los quise consentir con cosas favoritas que de seguro les sacará una sonrisa.
Despertarlos fue la mismísima guerra.
- Chicos. - encendí la luz de la habitación. - Despierten que hay clases.
- ¡Noo! Vacaciones vuelvan. - susurró Liam.
- No quiero. - el menor volvió a cerrar sus ojos.
- Tuvieron minutos demás para ir despertando, a las duchas que se nos va a hacer tarde. - los mellizos salieron tranquilos pero sus tres hermanos no.
- Ethan hablo en serio, arriba cariño.
- No.
- ¿Fue pregunta? - sus lloriqueos se notaron e intenté levantarlo. - Campeón...
- ¡No!
- ¿Castigado antes de ir a la escuela, eso quieres? - siguió a Ryan y ahora me quedan dos más, a excepción del mayor quien podrá dormir el resto del día.
- Papi déjame aquí, te lo ruego.
- Mateo no podemos negociar con esto, tienes que ir y aquí se acaba la conversación. - se colgó a mi cuello como un koala. - Mi vida sabes que no te puedo llevar.
- Entonces sigo durmiendo.
- ¡Mi zapato, Max! - gritó Ryan persiguiendo al perro. - ¡Devuélvemelo!
- ¿Qué hora es? - Emily se estiró.
- Tarde y usted jovencita tiene que estar lista porque pasaremos a la clínica. - asintió.
- Lo sé, que pesadilla.
- Es una radiografía, no dolerá Emily.
- ¿Puedo ir yo también? - levanté una ceja y Mateo sonrió.
- No. - se puso a llorar, si, a llorar a las seis de la mañana. - ¡Me quiero quedar!
- ¿Este escándalo? Por dios. - Marco se despertó.
- Mateo no quiero empezar tu primer día así, lo mismo que le dije a Ethan. Saldrás castigado y ayer...
- ¡No, no y no!
- Vas a tener muchos amigos si es lo que te preocupa. - sus ojos llorosos me pusieron atención. - También será un gran cambio, puedes verlo del lado positivo.
- ¿Y si me quedo solo?
- No pasará.
- ¿Cómo estás seguro?
- Nos tienes a nosotros. - Liam le sonrió desde la puerta. - Jamás te dejaríamos solo, tonto.
- ¿Ya lo ves?
- Pero en el caso de que me sintiera muy solo, pero mucho. - dio una pausa. - ¿Me vendrías a buscar?
- Sí.
- Okay. - salió de la cama.
- El uniforme lo tienes en tu cama, hijo. - cuando íbamos caminando por el pasillo le hablé. - No tengas miedo, ve con la mejor actitud.
- Quiero que me acepten.
- ¿Por qué no lo harían? Se van a pelear por ser tus amigos. - sorbió su nariz. - Y los que no, se perderán a la mejor persona que existe en este planeta.
- Gracias papá.
Si de por si pensé que les iba a encantar la idea de conocer nuevas personas no quiero imaginar cuando los tenga que dejar solos en la entrada. No son niños pequeños pero si muy dependientes y por lo que veo Mateo no está muy convencido de poner un pie en ese establecimiento.
La única que habla en el desayuno es Emily, sus hermanos comen y escuchan. Liam por su lado se limita a observar por la ventana de vez en cuando al igual que su mellizo. No sé lo que se les pasa por la cabeza pero al que angustian y preocupan es a mí con sus pocas ganas de conversar con otras personas.
- ¿A qué hora nos pasarás a buscar? - Ryan movió sus manos nervioso.
- Tres y quince minutos, ahí termina el horario solo por ser primer día. - serví la leche al tazón con cereal.
- ¿Nos podemos ir solos?
- ¿Eso por qué seria? - Liam se removió incómodo.
- Somos grandes y...
- ¡No lo hagas sentir mal, idiota! - lo pisaron por debajo de la mesa.
- ¿Les avergüenza que los retire? - bebí un vaso con agua. - ¿Es eso? Díganme, tengan confianza que no me voy a enojar.
- Es que... - ahora Ethan habló. - Nos invi...
- Arruinará todo. - Ryan se tapó los ojos.
- ¡Podemos tomar el autobús!
- Quiero que me hablen claro, no a medias como ahora. - me senté en la mesa. -¿Tienen planes, saldrán? si es así háganmelo saber porque sorpresas luego...
- Sí.
- ¿A que ahora, cuando y con quién?
- Amigos. - Ethan se cruzó de brazos. - De Liam...
- ¿Quiénes?
Por lo que tengo entendido sus amistades no son muy buenas sobre todo las de Ethan que la vez pasada entró a la casa drogado y en Los Ángeles más de una vez estuvo en dirección por intento de fugarse de la escuela.
- Mmm...
- Si no me dicen mi respuesta es no y los iré a buscar sin importarme quejas en el camino.
- Nuestros primos, quieren ir a comer algo al salir de clase. - respondieron con rapidez.
Confío en mis hijos, con mi vida pero en algunas situaciones mentir se vuelve su mejor aliado y por eso se meten en problemas. Llamaré a Nick para confirmar y si por alguna extraña razón ocultan la verdad sus permisos se acabaron hasta fin de año.
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