82. El esperado concierto

Connor

Cuando se le dice que la palabra "no" al menor esperar una rabieta de su parte no es novedad. Últimamente ha estado tan entusiasmado por ese concierto que sin ser consciente de ello lo repite en cada oportunidad y me hace sentir horrible porque aún no le doy permiso. Lo acompañaría pero no me lo permite la situación de cuidar a sus hermanos y tener que trabajar a la misma vez desde casa.

Es tarde, aproximadamente las 01:30 de la madrugada y no he podido dormir. Pienso demasiado en las cosas, podría decirse que es algo negativo en cierta manera al considerar opciones que tal vez no son las mejores.

Mateo duerme a mi lado porque hoy quiso mimos y se escondió en mi cama porque según él vendrían pesadillas. Liam por otro lado está a mi derecha al sentirse culpable por ir con su mellizo a una competencia sin permiso.

Los demás ni enterados están que sus hermanos vinieron o la cama estaría repleta con los seis aquí.

- Papi. - se quejó el menor.

- ¿Si mi vida? - le acaricie el cabello. - Shh, sigue durmiendo.

- ¿Por qué estas despierto? - abrió un ojo y se quedó acurrucado.

- ¿Y tú? - levanté una ceja aunque no me pudiera ver por la luz apagada.

- Tengo nervios, quiero ir de verdad y mañana se presentan.

- Bien cariño, puedes ir. - saltó en la cama. - Hey pero duerme que despiertas a Liam.

- ¡Te amo, te amo! - me abrazó y reí.

- Yo igual campeón. Escúchame, mañana le pediremos a tu hermano mayor que te acompañe pero si no puede iremos juntos, intentaré dejar mis compromisos para otro momento.

- ¡Sii!

- Pero tienes que estar dormido o no descansaras lo suficiente pollito. - cerré los ojos.

- ¿Papá?

- ¿Mhm?

- Eres el mejor del mundo y universo entero. - sonreí antes de caer en un sueño profundo.

[La mañana siguiente]

Despertar temprano no es parte de la rutina de mis hijos, lo detestan por el solo hecho de que hace frío y tienen sueño, su justificación por años siempre fue aquella.

Limpié la casa alrededor de las seis y como a las ocho preparé el desayuno. El cachorro corría contento como siempre por el patio y ladraba a cualquier pájaro que se le pasaba por delante.

- Muy bien, anda a ladrarle a los que duermen arriba. - movió su colita. - Le tiras las orejas a Liam.

Cuando pequeño me encantaban los animales y recuerdo que se los pedía repetidas veces a mis padres hasta que un día por sorpresa me engañaron en llevarme supuestamente al supermercado y trajeron a un pequeño cachorro de color blanco a mis brazos. Fue uno de los mejores días de mi vida.

Hoy a esta edad y ya siendo padre creo que entiendo a mis papás cuando me decían que era mucha responsabilidad. Pero claro que los niños no se hacen responsables de ello.

- Voy a despertar a esos dormilones. - dije para mí mismo subiendo las escaleras con la aspiradora en mano.

Puede ser cruel pero si voy uno por uno no terminaré nunca. Apenas encendí la aspiradora recordé a mi madre cuando los días domingos me despertaba así.

- ¡La puta madre! - gritó Ethan cuando pasé por fuera de su cuarto y escuchando la rabieta en su cama seguí por el pasillo.

- ¡Es sábado! - se quejó esta vez Ryan.

- Una grosería más y se van castigados cada uno.

- ¡Pero si yo no dije nada!

- ¡Agh!

- ¿Pero que es este desorden? - entré al cuarto de Emily quien dormía tranquilamente a pesar del ruido. - Cariño despierta, ya es tarde y tienes que ordenar un poco esto.

- Si quisiera ya lo hubiera hecho.

- ¿Estamos de mal humor hoy? No era una pregunta señorita, vamos. - puse las manos en mi cintura. - Jamás tienes tu cuarto así.

- Estoy triste, déjame. - me quedé a su lado doblando una camiseta que estaba en el piso.

Su actitud era predecible, ayer por la tarde le negué el permiso de comprarse un libro porque ya van tres este mes y el drama no faltó, me ignoró el resto del día. Ella es un poco más fría que sus hermanos y menos sensible a la hora de regaños.

- Todo no te lo puedo comprar hija, entiende eso, podrás el otro mes ir por un libro o dos si quieres.

- ¡Pero si no nos falta dinero!

- Pues eso no significa que puedes ir y comprar lo que quieras. Hay que ganarse las cosas. Ahora obedece y baja a desayunar.

- Vete. - abrí las ventanas y las cortinas esperando una buena reacción de su parte pero fue todo lo contrario.

- Arriba, Emily.

- ¿Estas sordo? Dije que no. - habló con una actitud alterada, levantando la voz y sus mejillas rojas.

- A mí no me hablas así, contaré hasta tres. - abrió la boca dispuesta a protestar de nuevo pero prefirió cubrirse la cara con una manta que tenía cerca.

- Uno.

- Papá, ¿has visto mi camiseta gris? - Liam entró al cuarto y se quedó en silencio. Le hice una señal de que en otro momento hablábamos por lo que salió en dirección al pasillo.

- Dos. - la vi tomar una almohada. - Si me lanzas eso me enfadaré. - advertí.

- ¡Vete! - gritó otra vez y le quité la manta de encima.

- Tres.

- ¿Qué parte no entiendes?

- ¿Por qué tan irrespetuosa hoy? Las oportunidades te las doy por montón y te encanta llevar la contraria.

Mientras ella daba sus quejas la levanté despacio dejándola en mis rodillas.

PLAS PLAS PLAS

- ¡Ay! - dio un salto. - ¡Suéltame!

Es raro que se meta en problemas, a diferencia de sus hermanos que lo hacen a menudo y esta actitud no me está gustando. Ahora se encuentra con un pantalón de pijama por lo que creo que esos azotes para nada fuertes le duelen un poco y es obvio que cosquillas no tendrá. Se está ganando a pulso este pequeñísimo castigo.

- ¿Vas a hacer lo que te dije?

- Bla, bla.

- ¿Cómo? - me miró y se dio cuenta que mi orden no era un juego por cómo reaccionó.

- Papá, no...

Sus hermanos nunca se han burlado de tal manera, si se le salen palabrotas pero llegar a ese punto por supuesto que no. Cada uno es diferente y estas actitudes conmigo al estar enojada veo que sobrepasan los límites.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

- Emily Miller - me escuchó. - Es la primera y última vez que me contestas como lo acabas de hacer.

PLAS PLAS

- ¡Me duele! - chilló. - ¿Y cómo quieres si tengo la boca cerrada?

PLAS PLAS

- Sigue. - sus mejillas se tornaron de un color rojo intenso... - Vamos, puedo estar toda una tarde si quieres repitiéndote exactamente lo mismo.

PLAS

- Bien, perdón.

- Olvídate de la mesada, libros y permisos que me pediste ayer. Queda estrictamente prohibido el uso de computador y celular esta semana a menos que sea para la escuela. También me entregas el control del televisor.

- ¿No crees que es mucho?

- Te estoy esperando. - se levantó a buscar sus cosas y apretó con fuerza sus puños.

- ¡Voy a quedar prácticamente sin vida, estaré desconectada una eternidad!

Quizás con quitarle el control del televisor fue un poco excesivo pero tiene que aprender de alguna u otra forma. El respeto es la primera regla que siempre se mantuvo en casa tanto conmigo como con los demás.

Cuando su madre tomó la decisión de irse y al poco tiempo se llevó a Emily le dio ciertas libertades con las que jamás estuve de acuerdo como padre.

- Tú no puedes...

- ¿No? - mi paciencia fue cayendo muy rápido. - Soy tu padre y con eso es suficiente.

- Ya, lo siento pero no me...

- El castigo ya está dicho y no por pedir disculpas significa que quedó en la nada. Hago todo esto para que aprendas que no puedes andar por ahí faltándole el respeto a todos, mucho menos a mí.

- ¡Para que le aumentas si con dos días bastaba!

- Si encuentro necesario que sean dos semanas lo serán Emily no lo dudes. Otro reclamo y olvídate que pronto tendrás de vuelta tus cosas. - su labio tembló. - Y bajas a desayunar.

Saliendo al pasillo escuché un grito casi inaudible. En el fondo no es para perjudicarla si no para que aprenda de sus errores.

Al punto de bajar las escaleras casi me tropiezo con unos zapatos. No entiendo para que dejan esto aquí si saben que es peligroso.

- Ryan ven aquí.

- ¿Qué quieren ahora? - abrió la puerta de su habitación de golpe y me dio una sonrisa inocente. - Papá, hola...

- Guárdalos, el pasillo no es un lugar para dejarlos. Puede provocar cualquier accidente.

PLAS

- ¡Auch! ¿Y eso? - llevó las manos hacia atrás cubriéndose.

- Parece que estás enojado. - pasó Mateo bostezando por su lado. - ¿Qué, no es verdad?

- Cállate tonto no ves que lo enojas peor.

- Ve a bañarte que a las diez tienes que ir a hacer la fila donde será el concierto. - asintió el menor.

- ¿Ahora si puedes? - Liam apareció corriendo. - Esa camiseta la levé al lavado hace tres días.

- Debe estar para planchar, ahora la veremos. - me acompañó. - Dile a los demás que bajen.

- Si, pa. - su mellizo fue a avisarles.

Marco

¿Es normal sentir un cosquilleo y unas tremendas ganas de vomitar todo lo que comiste el día anterior al despertar?

Porque así me siento.

He querido salir de la cama todo este tiempo al escuchar como regañan a mis hermanos a metros de mí para darles una ayuda pero no tengo las fuerzas de hacerlo. Mi respiración está muy agitada y parece que hay menos treinta grados allá afuera.

Tengo que acompañar a Mateo y no sé lo que voy a hacer para solucionar eso.

Es increíble que a un día de irme de casa esté enfermo siendo que me cuidé relativamente bien estos días. Tenía planeado salir con Daniel por la noche, no quiero que mis planes se arruinen por lo que a la fuerza me obligué a levantarme.

- Mierda, es como si hubiera bebido y tuviera resaca. - caminé hasta el baño a pasitos cortos. - Hasta pálido me veo guapo.

Arreglé mi cabello frente al espejo y oí cuando mi celular comenzó a sonar porque entraba una llamada.

- ¿Qué quieres? - susurré y al otro lado de la línea una voz alegre me dio dolor de cabeza. - Daniel habla.

- Estaba por el supermercado.

- ¿Ya...?

- Y me topé de frente con la chica de la que te hablé. - hizo una pausa. - Además quiere verme por la noche, no podré...

- ¿Me vas a dejar por ella? - aguanté una risa. - ¿A tu primo, hermano?

- Si pero te recompensare. Lo juro, idiota.

- Bien pero en el departamento nuevo, ahora quiero vomitar, adiós.

- ¿Qué? A mí no me enfermes que tengo que cumplir el record de beber una semana seguida.

- Estas loco. - reí. - Te quiero ver cuando tu papá llegue a buscarte.

- ¿Apostamos que vienen por ti primero?

- Ni de joda.

- Prepárate primo que mañana se viene la fiesta de tu vida.

- Sí, sí.

- Tengo todo listo, las maletas hasta en el auto me esperan. - el estómago se me revolvió y no entiendo el por qué.

Creo que son nervios, hace días que esos pensamientos no se quitan de mi mente repitiéndose una y otra vez.

- Me faltan algunas cosas. - miré mi cama con la maleta vacía.

- Bien, te hablo más tarde. - cortó la llamada.

Sentado en la cama me sentía aun peor por lo que bajé a desayunar porque de seguro es por estar con el estómago vacío. Todos habían una que otra cosa menos comer, los mellizos por ejemplo peleaban por quien ganaba el último trozo de pan.

- Es mío. - le di una mordida y abrieron la boca dispuestos a comenzar la guerra.

- Hey, chicos chicos. - papá caminó a la sala donde estaban Ethan y Emily pegándose con las almohadas del sofá. - Basta con la pelea, ¿hasta cuándo?

- ¿A qué hora nos vamos? - el menor se quedó a mi lado contento.

- No lo sé peque. - no quería decirle como me sentía y arruinar sus planes por lo que me limité a sonreír. - Veinte minutos.

- ¡Genial!

- Que suertudo, él puede salir y nosotros aquí.

- Un puto día para la escuela. - Ryan lloriqueando dio una cucharada a su comida. - ¿Ves cómo publican cosas la página escolar?

- Les irá bien.

- Marco eso no lo dudo, soy un genio. - dijo alardeando. - Los amigos es lo que me complica.

- ¿Para qué se tienen ustedes cinco?

- No vamos a andar juntos por los pasillos, dios.

- Entonces quédate solo. - Liam se cruzó de brazos.

- Ya te enojaste, agh. - siguió comiendo y papá entró con los dos faltantes al comedor.

- Se sientan. - les indicó notablemente molesto ya que su cara lo expresaba todo.

- ¿Pap...? - Mateo calló de inmediato a Ethan quien iba a hablar. - ¿Que rayos?

- Si respiras quizás no sobrevivimos.

- Y así me preguntan quién de mis hermanos es el idiota.

- No seas así. - lo empujé suave y me fulminó con la mirada.

Minutos más tarde se calmó un poco el ambiente, medio mareado saque mis cosas y busqué las llaves en mis bolsillos por si se hacía tarde. No pienso decepcionar a mi hermano menor por no encontrarme en las condiciones de ir, es una nueva experiencia y lo desea con tantas ganas que me haría sentir culpable.

Sus ojos brillaron cuando le dijo a papá que estaba extremadamente emocionado y nervioso lo que me dio ternura.

- Estas tan grande. - papá abrazó al menor. - No puedo creer lo rápido que estas creciendo.

- Ay me asfixias. - exageró.

- Te comportas allí, ¿eh? - asintió repetidas veces.

- ¿Puedo dejar esto aquí? - se refirió a la sudadera y se lo negaron al instante.

- ¿Es que tu buscas los resfriados? No mi vida.

- Pero bailando me dará calor.

- ¿Y afuera? Siempre está helado y vas a venir con algo tan delgado.

- ¿Nunca voy a ganar? - me susurró Mateo y reí.

- Algún día, peque.

Nos íbamos yendo cuando papá pegó en la cocina un horario con las normas correspondientes los días que tienen clases y siempre me ha causado gracia ya que los chicos detestan verlo cada vez que abren la nevera. Yo también pasé por eso y debo decir que papá es mucho menos estricto con ellos de lo que fue conmigo.

- Esa cosa en la pared nos tiene harto y eso que recién lo vemos, dice a gritos que hay clases en un día. - se quejó la mayoría.

- Supongo que arreglaron su mochila para no dejar todo para última hora.

- Quiero vacaciones. - habló Ethan

- ¿No fueron suficientes? - movió la cabeza de un lado a otro. - Hay que tenerle ganas a la escuela o será una tortura, tampoco es como si les quedara mucho.

- Será el año más difícil de la vida. - Ryan se tapó la cara.

- No quiero ir de todos modos, ya me iré sin que nadie me vea. - susurró Ethan bajito pero para su mala suerte papá estaba cerca.

- Piensa bien antes de actuar jovencito que no quiero irte a buscar a dirección. - bajó la mirada. - Este año queda claro que es sin problemas.

Eso es ligeramente imposible porque mis hermanos son un desastre cuando asisten a clases, estoy más que seguro que cuando no esté a la semana estarán pasando por dirección y detención.

- Deberían abrirse a nuevas posibilidades, el colegio es la mejor etapa de toda su vida. Cuando son grandes las responsabilidades aumentan.

- ¡Estoy listo! ¡Vámonos que llegaremos tarde! - me olvidé por completo de Mateo a quien ya se le formaba un puchero.

- Verdad, sí.

Nos despedimos y fuimos con rapidez al auto porque tiene toda la razón. Mientras pasa el tiempo estaremos lejos en la fila.

Él se encargó de colocar música por el camino. Le encanta la bachata, aprendió a bailarla el verano pasado en un curso mientras los mellizos asistían a un campamento de verano obligados por la escuela para recuperar la calificación que reprobaron en la misma asignatura, según ellos nunca habían tenido una tan mala experiencia como aquella.

Casi llegando al lugar me estacione una cuadras antes porque estaba repleto de autos. Para mí era una fila enorme interminable, miles de personas esperaban de pie y sentadas. Una vez vine a un concierto pero teníamos los puestos reservados.

- Wow. - susurró fascinado y corrió hacia una fila de las tantas que habían.

- ¡Mateo no te alejes! - ni me escuchó pero logré llegar a su lado. - No te separes de mí que después no te encuentro.

- Están haciendo la prueba de sonido. - escuchamos hablar a un grupo de chicas cerca de nosotros.

- ¿Viste? Ay ya quiero verlos. - sonrió.

- Mínimo nos veo unas seis horas aquí de espera.

El sol precisamente hoy estaba más fuerte que los otros días casi quemándonos la espalda.

- Aun no me lo creo.

- A las cosas que te acompaño.

- Por eso eres mi hermano favorito. - me abrazó. - Pero shh, que los chicos no se enteren.

- Soy un cofre, no te preocupes.

Recorrí con la mirada el grande lugar donde se iban a presentar y me hizo sentir muy bien estar acompañando a uno de mis hermanos a una actividad tan especial a sus ojos, es algo inolvidable que recordarán siempre como una de las mejores experiencias de su vida.

- Trata de sentarte un poco más allá cuando avancemos. Papá nos envió unos sándwiches en todo caso.

[Siete horas después]

Pensé el dolor de cabeza iba a disminuir con las pastillas que consumí pero veo que es parecida a una jaqueca. Estoy afirmado en una pared a cinco personas de entrar y no puedo estar más pálido.

Sin mentir es inmenso todo este espacio, el escenario tiene los instrumentos listos para los artistas y nosotros nos posicionamos en los asientos. Generalmente esto comienza una hora después de entrar por lo que consideré que cerrar los ojos un momento es lo mejor.

- ¿Y también sabías que él estuvo en Hawái dando el mejor concierto de todos sus tiempos? Yo lo vi por Instagram...

- Mhm.

- ¿Marco, me escuchas?

- Sí.

- Uh, mira. - me zarandeó. - Una chica salió desmayada.

- ¿Qué? - miré con un solo ojo a la zona vip donde todas las personas estaban juntas. - Ah eso pasa muy seguido.

- ¿De verdad?

- Allí hace mucho calor. - le comenté. - Hace unos años también compré el ticket en esa parte y tienes que ponerte de puntitas para respirar. La emoción también les juega en contra y después tienen que ver el concierto en enfermería.

- Ay que feo.

- Pero de mil personas unas veinte a lo mucho les pasa. Tienes que tener muy mala suerte para estar en ese porcentaje.

- ¿Te sientes bien? - escuché su voz lejos y mi cuerpo pesaba. - ¿Marco?

Mierda.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top