81. La competencia

Liam

Estamos solos en casa y lo que más me aterra en este minuto es que Ryan vaya a la competencia, es un poco tarde y casi anochece. Papá nos avisó que tuvo un inconveniente lo cual para mi mellizo fue una oportunidad.

De por si escuché que la competencia es peligrosa, no por el ambiente sino los trucos y requisitos que piden. Además de firmar algo que no los hace responsables a ellos en caso de un accidente en la patineta.

- Tengo que ir Liam. - dijo envolviendo su pie con una venda.

- Pero si el dinero no lo necesitamos.

- Es como la mesada de tres años, si tengo suerte quizá gane el premio completo.

- A cambio de quedarte sin pie, que gran oferta. - dije con sarcasmo.

- Una pregunta, ¿tú fuiste él que me delató con papá? - soltó de la nada.

- Fue sin querer, me presionó con la respuesta.

- ¡Que gran hermano tengo! - rodé los ojos. - Grandioso eres para guardar los putos secretos.

- Somos mellizos, tienes que perdonarme además fue una idiotez.

- Mínimo me hubieras avisado, casi se me sale frente a él que iba ir a la competencia.

- Joder.

- ¿Crees que resista? - caminó de la punta de la habitación a la otra. - Puedo bien, quiero hacer el salto triple.

- Pero si ese lo practicamos y no funcionó...

- Nadie sabe si me sale...

- Dios mío. - dije entre dientes y cerré los ojos en su almohada.

- Hey no la babees.

- Déjame tranquilo, me preocupo por ti y no me tomas en cuenta.

- Que sí, pesado.

- ¿Entonces como era el truco? - abrí una libreta. - ¿Por qué me miras así? Necesito un apoyo si quieres que te remplace en caso de algo.

- Dos vueltas al final.

- ¿En la tercera ronda? - asintió. - Si me quiebro algo por tu puta culpa ya me las pagarás Ryan.

- ¿Anotaste?

Ethan

Comer papillas y estas cosas es una verdadera mierda, no me gusta nada. Me siento como un bebé pero pronto puedo volver a comer cosas normales, ya no es tan doloroso pero si un poco incómodo.

Emily me tiene bostezando con sus libros esos que lee. Son infinitos, parece un diccionario.

- ¿Te leerás la Biblia?

- Son 967 páginas tarado, no es tanto.

- Yo con 50 estoy apenas. - me comí un flan de chocolate.

- ¿Hace frio o son ideas mías? - se asomó por la ventana de mi habitación.

- Un poco. Ni se te ocurra abrirla que tiene malo el... - un fuerte ruido la hizo sobresaltarse. - Demasiado tarde.

- Fue sin querer, disculpa.

- ¿Qué estarán haciendo que no nos llevaron? Dudo que el supermercado tenga largas filas hoy.

- Iban al centro comercial. - cambió el canal de televisión. - ¿Me das?

- ¿Flan? Pues búscate el tuyo.

- Egoísta. - me fulminó con la mirada. - Ya vas a ver cuando tenga un trozo de chocolate.

- Lo que tú digas Emily. - dije burlándome y casi me pega con una almohada. - ¡Cuidado que me sacas los otros dientes!

- Esa era la idea. - me sacó la lengua.

- Eres una infantil. - reí y me escondí antes de que otra más impactara en mi cara. - ¡Ayuda, papá!

- Se te olvidó que él no se encuentra en casa maldito idiota, ahora sí que me las pagas. - corrí apenas por los pasillos gritando como un loco y mis demás hermanos que se podían convertir en mi salvación no aparecían por ningún lado.

- ¡Aquí me roban y ustedes no se dan cuenta! - les toqué la puerta y nos dimos una mirada con Emily al no escuchar a los más ruidosos de la casa.

- ¿Liam? - mi hermana puso la oreja en la puerta. - ¿Ryan?

- Abre despacio y los asustamos.

- Bien. - riéndonos entramos al cuarto de uno pero nos llevamos la sorpresa de que nadie estaba ahí. - ¿Y si salieron?

- ¿Dónde? Papá nos va a regañar si nos metemos en problemas.

- Corrección hermanito, a ellos. Nosotros no tenemos que ver en su problema.

- Voy por un jugo y el control remoto de la sala.

- ¡Haré palomitas!

- Ay ya se me antojaron por tu culpa.

- Ups, le echaré caramelo extra ya que voy a comer sola. - le saqué la lengua y bajé las escaleras con una parlanchina a mi lado.

Mateo

¿En que estaba pensando?

Me di cuenta que me había alejado lo suficiente del centro comercial cuando unas calles más allá estaba el gran hotel en donde se hospedaba mi banda favorita. La gente estaba vuelta loca, unos guardias grandes y robustos se colocaron en frente del auto donde salieron cada uno de los integrantes.

Volví a la realidad cuando desaparecieron de mi vista y me encontraba solo, sin papá y mi hermano mayor.

Estoy frito, no saldré vivo.

Si le digo a papá que quiero mimos no será precisamente eso lo que me darán.

¿Por qué soy tan impulsivo? No pienso y actúo.

Aquí estoy medio perdido y con miedo de mirar mi celular con mil llamadas de papá.

- Si lo apago es excusa... - susurré para mí mismo.

Hablando de excusas, ¿qué voy a inventar?

《Hey papá, una persona me robó mi bufanda favorita y la seguí, pero fíjate que llegué al hotel por coincidencia.》

No me creerá, soy pésimo en esto. Además el sueño no me ayuda a pensar y los bostezos por cada cuadra que avanzo me hacen desear mucho más mi cama para dormir. Quiero tomar una siesta.

Treinta minutos después me atreví a mirar la pantalla que se iluminó al reconocer mi rostro y se desbloqueó automáticamente. Pensé que sería peor pero treinta y cuatro no está tan mal.

Si no le marco a papá ahora estará más enojado conmigo pero no quiero eso, si no muchos besitos y abrazos...

- ¿Papi? - dije bajito sentado en un asiento frente a la playa y el aire desordenando mi cabello.

- ¿Es Mateo? - le escuché decir. - Marco pásame el celular, dios mío.

- ¿Hola?

- ¡Hijo! - tragué saliva. - ¿Dónde estás corazón? ¿Te perdiste? ¿Te encuentras bien?

- Si...

- ¿Si qué? ¿Te perdiste? - su voz se quebró por segundos.

- No, estoy en la playa.

- De ahí no te muevas, voy enseguida. Tampoco me cortes que quiero saber si estás bien.

- Lo estoy pero tengo hambre, sueño también. - comenté.

- ¿Cómo se te ocurre salir y desaparecer de la nada jovencito? Me diste el susto de la vida.

- Ethan lo hizo y no lo castigaste entonces creo que yo tampoco me lo merezco.

- Es muy diferente. - le corté el teléfono cuando lo vi a metros con mi hermano mayor.

Esperé sus regaños pero ocurrió algo totalmente diferente cuando estuvimos cerca.

- Mi bebé. - susurró envolviéndome en un cálido abrazo que me hizo sonreír. - Te amo hijo, no vuelvas a hacer esto.

- Fue...

- ¿Irresponsable, peligroso, inconsciente? Si, si y si jovencito. - coloqué un puchero. - Tus caritas no me convencen.

- ¿Me vas a dar besitos?

- Palmadas te voy a dar. - bajé la mirada y se me cayeron lágrimas falsas para que fuera un poco más blando. - Ahora sí que nos vamos pero me tomas la mano.

- ¡Hay gente! - chillé. - ¡No soy un niño chiquito!

- Dame la mano, no quiero llevarme la sorpresa de llegar al auto y que tú no estés porque seguiste a la primera multitud que se te cruza por delante.

- Sin la mano. - las escondí en mi espalda.

- Mateo. - dijo mi nombre de una manera autoritaria y con advertencia incluida aunque no la explicara.

- Yo me quedaré, mira cómo voy sin separarme y es poco necesario ¿verdad, Marco? - busqué su apoyo.

- Es vergonzoso. - papá levantó una ceja.

- ¿Quieren los dos ir de la mano? - mi hermano mayor abrió la boca. - Bien, entonces obedecen.

- Perdón. - le oí decir a Marco cuando se alejaba seguramente a buscar el auto que no veía por ningún lado.

- Si me ve una chica arruinaré mi reputación de por vida.

- Exageras, campeón.

- ¡Le diré a la abuelita de esto! - no sirvió porque me siguió esperando. - Que injusto, puedo tomar mis propias decisiones.

- Esto no, apresúrate que hay que cruzar la calle.

- ¿Qué tal si te hablo cada dos segundos y sabes de mi existencia?

- Avanza hijo. - resoplé y me miró de una manera adorable. - Cada día estas más grande, pollito.

- ¿Eso significa que puedo ir al concierto? - su cara cambió y se puso serio. - ¡Pero si me estás diciendo....!

- ¿Tienes quién te acompañe? - iba a protestar pero me hizo callar. - Quiero solo esa respuesta Mateo.

- Nosi.

- ¿Qué? Eso no existe.

- ¡Claro que sí! Puedes tomarlo con una combinación. Es que mi acompañante era Emily.

- Que sea mayor de edad.

- Será aburrido, no conozco a nadie.

- Yo te acompañaría pero tengo muchas cosas que hacer.

- ¿Y Marco, él puede? - negó. - ¿Por qué?

- Tiene que arreglar las maletas que se va el domingo al departamento pero le podrías preguntar.

- ¿Es un sí?

- Un tal vez. - asentí contento. - Algo es algo.

- Parece que voy a tener que hablar con tu hermano y contigo sobre escaparse o irse sin saber las consecuencias. - temí por la vida de mi trasero.

- Yo si entendí, ¿no me vas a castigar cierto? - no respondió al llegar al auto. - ¿Cierto?

- Abróchense el cinturón y coloquen seguro en las puertas por seguridad.

- ¡Me estas ignorando!

- No Mateo. - miró el retrovisor. - Te escucho perfectamente y si, en casa hablamos.

- ¡A eso no se le llama hablar!

- No grites. - encendió el motor y fuimos en dirección a casa.

Ryan

La música estaba a todo volumen inundando el lugar de gritos y bulla desde los asientos. Cada persona tenía la ubicación en una tabla donde indicaba la posición que avanzaba en categoría. Pronto sería mi turno y Liam se comía las uñas a mi lado.

- No me sirve tu apoyo hermanito. - reí. - Vamos que no es tan terrible.

- Cuidado con esas vueltas del final, son peligrosas.

- ¡Estamos de vuelta! - el altavoz retumbó en mis oídos. - Como ya fue demostrado por estos chicos talentos el próximo en quedar descalificado es, redoble de tambores por favor....

- Que te apuesto a que es el pequeño de allá. Hizo unas malas miradas al que presenta.

- Lamentamos la salida pero como también felicitamos a quien va tres puestos adelante. - la pantalla gigante se iluminó con sus nombres.

- Te daré toda mi mesada pero vámonos. - negué muy terco como siempre y me nombraron para entrar.

- ¡Liam, Ryan, hola! - una voz que conocemos muy bien nos asustó y desde un auto Mateo movía la mano en señal de saludo.

- Mierda, mierda. - dije tapándome la cabeza aunque fuera inútil.

- Ya no vale la pena, nos descubrieron.

- Puedo, si, puedo. - corrí alejándome de si lado hasta saludar al público y fue ahí cuando lo vi colocarse blanco como papel porque a unos metros venía papá con una cara de no muy contento.

Ahora estoy cagandome en los pantalones.

- ¡Con ustedes Ryan Miller! - papá se volteó y abrió los ojos exageradamente cuando me vio en la pista con una patineta en la mano.

No le va a gustar, definitivamente no.

Seguí todos los pasos del ensayo realizando bien los saltos que creí imposibles en algún punto, para luego quedar calificado en la segunda ronda donde era consiente que no podría participar. De todos modos lo que acaba de ver fue una rutina "segura".

Me acerqué a pasos lentos con el corazón en la garganta.

- Papá...

- Eres muy bueno en eso. - subí la mirada sorprendido. - Tengo a unos niños muy talentosos en la familia.

- Gracias.

- Pero como también irresponsables total. - ya sabía yo que el regaño no faltaba. - Recién estas saliendo de una lesión y viniste a escondidas a esto.

- De verdad quería hacerlo.

- Pero cuando estuvieras recuperado, no en estas condiciones. Y lo digo por tu bienestar Ryan Miller así que me cambias la carita.

- ¡Quiero hacer la última ronda!

- A casa. - lo ignore y me atreví a irme a la dirección contraria. - Te di una orden.

- No, dije que quería.

- Y yo que es peligroso por lo que te subes al auto y nos vamos a casa que están aquí sin permiso incluso, caramba.

- Te odio...

- Si, ódiame todo lo que quieras por cuidarte y querer lo mejor para ti. - muy enojado fui al auto dando un portazo que hizo que algunas personas se voltearan.

- No te desquites con las cosas. - dijo encendiendo el motor. - Hoy se han comportado muy mal ambos.

- ¡Pero si me disculpe! - se quejó el menor y hundí mi cara en el último asiento queriendo desaparecer por un ratito.

El camino a casa fue silencioso y obviamente no faltaron aún más regaños. Me estaba quedando dormido cuando estacionaron el auto y nos tuvimos que bajar. En ese lapso de tiempo no miré ni le dirigí la palabra a papá.

Subí las escaleras como si mi vida dependiera de ello y me encerré con seguro en mi habitación para luego gritarle a la almohada.

¡Podía ganar y me quitó la oportunidad!

Aunque tengo que admitir que los saltos que venían a continuación eran un poco extremos, quería probar pero aquí estoy como idiota en casa por ser descubierto. Si Mateo hubiera cerrado la boca vendría con el premio en las manos o me quedaría con "lo intenté".

Cuando saqué las tapas de la cama para acostarme escuché del otro lado que tocaban la puerta.

- ¡Déjenme solo, váyanse!

- Papá te llama desde la cocina. - escuché los sollozos de Mateo y me puse en alerta.

- ¿Por qué?

- Para mimos no.

- Me va a castigar. - susurré para mí mismo. - Dile que no, dile que me dormí.

- Vete a la cama cariño. - del otro lado la voz de papá provocó que corriera a apagar la luz para no levantar sospechas. - Ryan Iván, abre la puerta.

No le contesté.

- Sé que no estas dormido, Ryan te estoy hablando. - seguí en silencio. - Bien mañana hablaremos pero te llevas cinco palmadas más por no obedecer.

Quise protestar.

- ¡No! - cerré la boca de golpe. - ¡Es que tu...!

- ¿Cuento hasta cinco, es necesario? - quise llorar. - Uno.

- Papá...

- Te estoy pidiendo solo que abras esta puerta, no es mucho pedir.

- Claro que sí, estoy enojado y no quiero compañía.

- Por eso lo dejamos para mañana... - saqué el seguro, me arrepentiré después pero esas "cinco" palmadas no serán suaves. - ¿Muy difícil?

Me senté en la cama abrazando mi almohada.

- ¿Qué fue eso de salir y encontrarte en la calle? Era muy tarde para que un joven como tu ande por las calles.

- Puedo cuidarme solo, además Liam estaba conmigo.

- Cuando seas mayor me dirás eso, no ahora. - me cubrí la cara.

- Hijo creo que la patineta se irá por unos meses.

- ¿Qué? ¿Es una puta broma? - me miró fijamente por la grosería. - No puedes hacerme esto.

- Por tu seguridad por supuesto que sí.

- ¡Viste que soy muy bueno!

- Tal vez exageré, dos semanas.

- Pero tengo que practicar, mi mellizo también.

- Mientras no estés cien por ciento recuperado no quiero volver a verte en esas cosas, eres muy talentoso y no te lo niego hijo pero no cuesta nada esperar.

- Yo no te odio de verdad. - algo en el pecho me molestaba. - No lo dije enserio.

- Lo sé. - no podía detener las lágrimas que descendían como cascadas de mis ojos, quería sacar todo lo que tenía dentro y su abrazo era tan reconfortante que me mantuve así por unos largos minutos. - ¿Mejor?

- ¿Me amas?

- Te amo más de lo que te imaginas. - me quedé abrazando su brazo. - Pero hay un castigo pendiente que no creo que dejarlo para otro día sea lo mejor.

- ¿Tan rápido se acabó el amor? - lo hice reír y negar con la cabeza.

- Es un momento serio Ryan, tienes que aprender que esto no se hace, mucho menos a escondidas. Deberías decirme, siempre te apoyaré en todo lo que decidas mientras esté seguro que estarás bien.

- Perdón. - hizo un gesto de que me acercara a sus rodillas y mis mejillas se tiñeron de rojo. Esto es vergonzoso a mi edad.

PLAS

- ¡Ese estuvo fuerte, ni tan grave fue lo que hice! - me sobresalté. - Ya me duele.

- No seas dramático hijo y como lo mencioné antes es para que aprendas.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

Siendo sincero si está en modo "blando" y no me ha dado muy fuerte pero quiero que termine, si pican un buen. Ya casi no recordaba lo que era un castigo, tampoco los quiero de nuevo.

PLAS PLAS PLAS

El tirón del pantalón jamás me lo esperé.

- ¡Espera, espera! - me cubrí con las manos.

- Pusiste en riesgo tu salud y con eso no se juega.

Quedaría como un crío si me quejo más, sería como Mateo.

PLAS PLAS PLAS PLAS

¿Dije que picaban? Me equivoqué, este sí. Hoy no dormiré boca abajo.

- Todo perdonado. - sorbí mi nariz. - ¿De acuerdo?

- Necesito mimos extra. - hablé en medio del llanto.

- Pero si no fue un gran castigo, ven acá campeón. - me abrazó dándome miles de besos por la cabeza. - ¿Nunca más?

- Nunca más.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top