80. Berrinche monumental
Mateo
Sigilosamente pasé por el jardín tratando de no ser descubierto. En una casa con tanta gente es claro que hay un 2% de probabilidad que logre cumplir mi objetivo. Todo se vino abajo cuando el cachorro ladraba feliz y corría hacia mí para luego saltarme entre juegos en la pierna lastimada.
- ¡Shh! – lo quise callar pero este se perseguía la cola sin parar. - Max silencio, no ladres que me van a descubrir.
Corrí como pude hacia la pequeña escalera que daba a mi cuarto y me mordí la lengua cuando quise avanzar un escalón, no había notado que era más que un simple raspón, un hilo de sangre recorría la mitad de mi pierna y me mordí la lengua para no hacer un escándalo aquí mismo. Se ve horrible pero valía la pena porque quería ganar.
Al intentarlo por segunda vez tuve éxito y pasé por mi ventana. Pensé que sería un solo moretón feo, no todo esto. Un poco enojado fui al baño pero me detuve a mitad para mirarme al espejo y arreglarme un poco el cabello.
- Pero que guapo soy. - dije desordenándolo un poco.
- ¿Mateo?
- ¡Puta madre, Emily! – me sobresalté. - ¡Me asustas!
- Ups, ¿Qué cochinero tienes acá?
- Mi cuarto, mis reglas, mi desorden. – sonreí.
- Sí, sí. En cuanto vea una rata caminando y que pasé por mis pies...
- ¿De verdad crees que...? – cambié la pregunta. - ¿Qué haces en mi cuarto?
- Te buscaba, no sé si recuerdas ese libro morado que dejé en tus cajas cuando nos mudamos...
- No. – me metí al baño.
- ¡Pero haz el intento de recordar! Es uno de mis favoritos y no lo encuentro por ningún lado.
- Pregúntale a los demás.
- Mateo por favor... - se quejó fuera. – Ayúdame a busc...
Que se quede callada en mi cuarto es sospechoso, por lo que dije su nombre unas tres veces y como no me dio respuesta salí a ver lo que tramaba.
- ¿Qué haces sonriendo como una loca?
- "Eres bueno jugando, a la próxima te invito un café" – en voz alta chilló. - ¡Ay no me digas que...!
- ¿Ah? No, sal de aquí. – la empujé hasta la puerta. – No leas mis mensajes.
- Apareció la notificación, fue sin querer.
- Ajá...
- ¡Mateo! – la voz de papá se escuchó desde el primer piso. - ¡Te estoy llamando hace cinco minutos, baja!
- ¡Si, voy!
- ¡Mateo! – repitió.
- ¡Que ya voy! – grité y me arrepentí.
Connor
De por sí ya mi día está siendo estresante, tengo a los tres regañados en la parte trasera del auto y a Ryan mordiéndose las uñas porque sabe que sé algo de lo que no debería saber.
- ¿Nos podemos bajar? – preguntó Liam ansioso. – Quiero ver si las galletas que dejé antes de irme siguen en el escondite.
- Sí. – apagué el motor y el primero en salir fue Ryan por lo que preferí hablar con él estando dentro de casa.
Todo estaba en silencio lo cual fue raro y pregunté por cada uno, primero bajando las escaleras me encontré a Emily y en la cocina a Ethan.
- ¿Eso es jalea? – dijo Marco. - ¿De fresas?
- Sí, es lo único que puedo comer. – Ethan volvió a probar.
- Uy, eso sí que es mala suerte.
- ¿Qué habrá de almuerzo? – las preguntas invadieron mi espacio.
- Calma, calma. Ni siquiera he entrado a la cocina y ya me preguntan lo que habrá de comer.
- ¿Ryan? – su hermana se fue a sentar a su lado. - ¿Quieres escuchar una fabulosa historia que me pasó?
- No.
- ¡Genial! - la contó de todos modos. - ¿Te dije alguna vez la historia de cómo terminé en un lugar para caer en paracaídas?
- ¡Papá sálvame! – reí y encendí el microondas. -¡Tu hija me tiene aburrido!
- ¿Dónde está Mateo que no baja? – suspiré. - ¡Mateo!
Siempre se quedan callados cuando los estoy llamado, tengo que estar media hora gritándoles para que se desconecten de la tecnología y puedan hacer algo productivo. Necesito ver si se encuentra mejor o peor, que me diga cómo se siente pero ni señales hay de él.
- ¡Cariño!
- ¡Que ya voy! – detesto que me contesten desganados, como que fuera una molestia bajar a contestarme o ayudarme.
- Si vas a venir con esa cara jovencito mejor que te quedabas en cama.
- Uy es que me llamas tanto...
- Tú tendrías que... - miré su pierna y me lavé las manos rápidamente para mirar su herida. – ¿Cómo y que te hiciste ahí, Mateo?
- ¿Dónde?
- No me digas que no notas como cae la sangre.
Ryan
La competencia se adelantó por el mal tiempo que se viene en la semana y el estómago me duele de los nervios. Avisaron por su página web que se realizará hoy en la tarde, intenté pisar un poco y ya no me duele como antes. Una cosa que de verdad quiero evitar es otra lesión y un castigo de papá, claro.
Ayer dijo que íbamos a hablar, nunca mencionó nada de la competencia por lo que tiempo que no sea aquello.
- ¿Siete? Que tramposo, eran seis puestos. - Emily se enfadó con Ethan quien avanzó en Monopoly. - ¿Cómo sé yo que no me has engañado todo este tiempo?
- Una vez, exagerada.
- Yo soy testigo y dice la verdad. - dijo Mateo comiendo Nutella.
- ¿De dónde sacaste? yo quiero. - Liam notó su cuchara. - ¿Trajeron del supermercado?
- Es mejor que sueñes. - reí con su comentario. - Papá es la persona menos indicada para comprar comidas deliciosas.
- Te acabo de oír, Ryan. - sonreí y caminó hacia el sofá donde estábamos los seis. - Son unos pequeños mentirosos, les compro de vez en cuando esa comida chatarra que tanto les gusta, ¿quieren fruta?
- No, prefiero comer tierra.
- Ahí está el patio. - le robé de las manos la cuchara.
- Que asqueroso, tiene mi saliva.
- Y ahora la mía. - saqué la lengua. - Por cierto, esto está muy bueno.
- Era lo último. - se quejó.
- ¿Y no compartiste? - Emily indignada abrió la boca.
- Ya se viene el drama. - me cubrí el rostro con un cojín.
- ¡Tu cállate!
- ¿Le dieron comida al perro? - nos quedamos callados. - Lo voy a regalar, si ustedes no lo cuidan...
- ¡Nooo! - Mateo corrió a ver al cachorro.
- ¿Por qué andas descalzo si estas enfermo? – tosí un poco y la mirada fue directa a mí. - ¿Y tú Ryan por qué motivo o razón no andas con algo abrigador?
- Ay pero...
- Supongo que anoche lo hicieron, ¿o no? – Liam se fue al baño como otras veces dejándome solo a mí.
- Si papá, te hicimos caso.
- Ve por algo, una chaqueta, dos tal vez.
- ¿Es necesario exagerar?
- ¿Así es como tratas a tu padre? Quien te dio la vida... - reímos todos y yo corrí a buscar lo que me dijo porque lo conozco enojado por estas cosas tan simples.
Es mejor obedecer y evitarse problemas.
Claro que algunas veces es divertido salirse y omitir las normas.
Connor
Quise el momento perfecto para conversar sobre esa botella con Ryan aunque dudo que me de mucha información al respecto.
- ¿Hijo? – este se volteó a mitad de camino. – Cuando bajes sales al patio que quiero hablar contigo.
- ¿Conmigo? ¿Qué hice?
- Apresúrate. – sus ojos me indicaban que estaba nervioso y para no aumentar eso salí yo primero a ver el jardín.
Como lo he dicho antes es una actividad no muy agradable tener que ver las plantas y árboles, no es mi fuerte pero dos veces por mes me doy una vuelta por si necesitan un poco más de tierra o agua. Tengo suerte que sigan vivas las plantas que venían ya con la casa.
Mientras analizaba que hacia una lista mental del supermercado escuché a Ryan tropezar.
- Con cuidado. – asintió.
- Papi...
- ¿Sí? – me acompañó a sentarme a la mesita que tenemos en el jardín.
- ¿Estoy en problemas?
- ¿Tú que crees? – me crucé de brazos y bajó la mirada por uno segundos. - ¿Por qué tendrías que estarlo? ¿Hay algo que me estas ocultando, Ryan?
Quise poner a prueba su sinceridad, nunca se delata, su mellizo lo hace por el sin intención alguna de maldad, claro. No sabe guardar secretos y tampoco mentir, eso va para ambos. Sin embargo noté la intención de querer decírmelo.
- Estoy esperando cariño.
- Perdóname. – volví a hacerme el desentendido. - ¡Ya lo sabes y me quieres hacer sentir culpable!
- ¿Qué yo sé qué?
- Te juro que el dinero era lo único que me motivaba en la compet...
- ¿De qué hablas? – ahora era de verdad, no entendía en lo absoluto de lo que me hablaba.
- Espera...
- Ryan Miller hablo enserio. – abrió la boca pero no emitió ninguna palabra. - ¿Cómo compraste la botella de alcohol?
- Ah, eso. – relajó la expresión.
- ¿Me quieres decir que hay algo más grave que eso?
- No papá.
- ¿Seguro? Porque escúchame bien Ryan Iván, si yo me llego a enterar por otra persona de algo malo y peligroso la charla no será agradable. Prefiero mil veces enterarme por ti que alguien me lo cuente. Entonces vuelvo a repetirte, ¿estás seguro?
Que haya dudado en decirme la respuesta afirmativa me hizo quedar con un mal sabor en la boca, no me gustó para nada esa expresión. Como adolecente es obvio que tiene secretos, espero que no sean sinónimo de peligro porque no me conocen cuando estoy muy enojado.
- La compré con un amigo que tengo aquí pero antes de que empieces a decirme que soy menor de edad, él fue quien se ofreció a comprarla.
- Y tú aceptaste.
- ¿No estaba eso obvio?
- Cuidado con responderme hijo.
- Lo siento. – dijo a regañadientes. - ¿Fue Liam?
- Ninguno te delató, fuiste tú solo con las actitudes que tuviste. Te conozco como la palma de mi mano.
- Ajá.
- No me gusta que te juntes con esas amistades que son malas influencias, cuidado con elegirlas que no todos van por buen camino.
- Es mi amigo y si quiero me seguiré juntando con él. No me puedes obligar.
- En primer lugar te me calmas y bajas el tono de voz que no estás hablando con tus hermanos si no conmigo. Te estoy dando un consejo y opinión, si quieres lo tomas pero ten en cuenta que si sigues sus pasos los dos tendremos problemas.
- ¿Es una amenaza?
- Por supuesto que no, en esta casa hay reglas por lo tanto se respetan. Primera y última vez que te permito que ingieras o compres alcohol.
- Ya he tomado muchísimas. – se puso a la defensiva.
- ¿Y por eso te tengo que castigar, quieres eso ahora?
- No.
- Entonces como mínimo espero que me entiendas. Lo que te digo no es por ser un papá molestoso o como me quieras llamar, es por tu bien y siempre voy a querer lo mejor para ti tanto como a tus hermanos.
Se quedó reflexionando un poco o eso pienso ya que me miró con los ojos cristalizados y jugó con sus manos un momento.
- Hay algo que no sab...
- ¡Papá, papá! – lo interrumpió su hermano menor. - ¡Emily te necesita!
- ¡Dile que enseguida voy!
- Le está sangrando la nariz y dejó manchado el sofá.
- Vamos cariño. – Ryan fue junto a mí a ver su hermana que efectivamente trataba de contener la sangre.
- Yo me voy de aquí, voy a vomitar.
Emily no se quedaba quieta para ayudarla y se desesperaba al no poder respirar.
- La cabeza tiene que ir hacia adelante, no atrás princesa. – entre lloriqueos le ayudé como pude y sus hermanos no paraban de gritar con el partido de futbol que tenían a todo volumen desde el segundo piso.
- ¡Gané, en tu cara imbécil! – conocí esa voz a la perfección pero antes de decirle algo me gritó de vuelta. - ¡Disculpa papá!
- ¿Me das permiso para ir a comprar al centro comercial en el auto? – Marco se puso un audífono.
- Necesito ir yo también, enciende el auto que vamos de una pasada.
- ¡Yo quiero! – saltó Mateo en el asiento. – Papi por favor.
- Te tienes que quedar con tus hermanos para que cuides a Emily, ¿bueno?
- Pero yo me porto bien siempre.
Si le negaba el permiso seguramente creaba un berrinche con llanto y todo incluido porque cuando quiere algo se lo propone hasta lograrlo pero pocas veces le funciona conmigo cuando se comporta así. Le pedí a los mellizos que se cuidaran entre todos, no pelearan y cerraran todo mientras que Marco, Mateo y yo íbamos por algo puntual a comprar. Jamás mencioné que al centro comercial porque correrían por subirse al auto.
Me encargué de que todo quedara bien antes de salir.
(30 minutos después)
Hemos pasado por diferentes tiendas por unos zapatos que necesita Marco y más siendo que se va a ir a la universidad en unos días. Ya habíamos pasado por ropa hace poco y es lo único que quedó pendiente.
- ¿Y si me compro estos? – me preguntó indeciso.
- Los que más te gusten cariño.
- Es que ambos me gustan. – se quejó.
- ¿Cuál te combina con todo? – bostecé con sueño.
- Este. – levantó un par negro de zapatillas.
- ¿Y el mas cómodo?
- Los de acá. – asentí.
- Ya tienes la respuesta. – cerré los ojos. – Pero puedes llevarte los dos, ve a pagar. Aquí tienes la tarjeta.
- ¡Gracias papá!
No son buenos decidiendo que quieren exactamente pero terminar comprado la primera opción y me hacen volver a la tienda que entramos desde un principio, eso ocurre siempre con sus hermanos.
Me descuidé un momento, solo uno de Mateo y se me perdió de vista. Medio desesperado lo busqué entre la gente pero ni rastros de él hasta que lo vi mirando un gran cartel a lo lejos que indicaba que se venía un famoso concierto. Estaba tan concentrado y con sus ojos brillando que no fui capaz de regañarlo y sonreí.
- Casi me das un susto. – le desordené el cabello.
- ¿Lo viste? Mira llegan pasado mañana, ¿voy a poder asistir al concierto, verdad?
- Mientras tengas con quien estar, no lo sé cariño.
- Pero si ya tengo la entrada y no puedo perderla. – dijo descontento. - Me lo prometiste, el castigo ya fue, soy libre y me lo merezco.
- Hablaremos de esto en otro momento porque faltan cosas por comprar, en casa...
- No hasta que me digas que si voy a ir. - insistió queriendo una respuesta inmediata.
- Me voy a enojar jovencito. – caminé hacia Marco que estaba a unos metros pero no sentía la presencia del menor detrás. Este no se movió y se quedó en el mismo lugar con los brazos cruzados demostrando que haría un berrinche. - Mateo, camina.
- ¡Quiero que me digas!
- No lo volveré a repetir. - me acerqué nuevamente acumulando paciencia. - Hay gente a tu alrededor, no te comportes...
- ¡Deja de decirme niño! – no me dejó terminar.
- Jamás mencioné aquello y no me grites.
- ¿Por qué no puedo?
- Camina por las buenas o por las malas. - al parecer le gustó la segunda opción porque se fue a sentar en unos asientos de descanso que estaban allí.
- Quiero...
- Te voy a dar unas buenas palmadas para que me obedezcas. - puso un puchero que no me convenció. - En cuanto no te levantes hasta que cuente hasta el número tres no me va a importar si te doy el castigo aquí mismo.
- Pero...
- Uno. - sus ojos se colocaron llorosos y puse las manos en mi cadera. - Dos.
- ¡No!
- Tres. - cuando le tomé el brazo para levantarlo ya que no tenía tiempo forcejeó queriendo escapar. - Sales corriendo y espérate a llegar a la casa.
- Yo quería que me dijeras que sí. - se puso a llorar en silencio como un niño sin impórtale los demás. Su pecho subía y bajaba dando pequeños temblores.
Lloraba con tanto sentimiento que se me estrujó el pecho. Aún estoy decidiendo sobre darle permiso, está muy equivocado al pensar que es por algo que hizo mal. La verdad me da miedo que le pueda pasar algo sin estar en compañía de un adulto responsable, que se pierda, le ocurra algo. Todo miedo de padre por el bienestar de sus pequeños.
- Amor. – le hablé con toda la dulzura del mundo. – Tengo que explicarte algunas cosas. Los motivos son diversos y por eso lo quiero hablar contigo pero no aquí, vinimos para otras cosas.
- Pero hay tiempo... - sorbió su nariz siguiendo con el tema.
- Límpiate la carita. – me obedeció. – Nos vamos.
- ¿Ya? – me preguntó siguiéndome. - ¿Tan pronto?
- Yo no me voy a quedar así como te estas comportando. Olvida la salida a comer algo, tiendas y lo que te iba a comprar.
- Papi no, ahora sí que...
- Se acabaron las oportunidades.
Todo pasó muy rápido.
Muchísima gente se acercó con cámaras rodeando a un par de chicos que venían con unas bolsas saliendo de una tienda y los guardias de seguridad del centro comercial los estaban cubriendo. Mateo desapareció de mi lado, no alcancé a sacarlo de ahí y se fue con una sonrisa acompañado de esa multitud.
- ¡Hijo! – corrí tras él pero iba tan entusiasmado por seguir a esa gente que no me escuchaba ni a mí ni a su hermano. - ¡Mateo Miller!
Si es que se me pasó por la cabeza no ponerlo sobre mis rodillas hoy eso cambió ahora.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top