77. Terceros molares

Ethan

Nunca imaginé que los días lluviosos traerían tantos problemas cuando uno está perdido. Bueno, es que tampoco imaginé estar perdido alguna vez.

Mi hombro cansado, tuvo que soportar por cuarta vez consecutiva el peso de mi bolso, fue de idiota no traer una mochila que es definitivamente mucho más práctica. Decir que eso me duele es como una de un millón más y no se quedan atrás.

Estoy enojado conmigo mismo pero más con papá, él es el culpable de todo esto. Nunca debió defender más a Ryan viendo que yo soy la víctima aquí y menos castigarme en la sala donde estaba la posibilidad de que mis hermanos entraran en cualquier momento. Tal vez se me salieron algunas palabras pequeñitas pero no era para que reaccionara así.

Puede que me haya equivocado al saltar por la ventana de mi cuarto siendo impulsivo. Podría ir a casa de mis abuelos pero siempre me quedaba dormido o no prestaba atención al camino en los viajes, menos a mis tíos.

Encontré una cafetería donde me pude refugiar hasta que la lluvia bajara un poco y poder devolverme, tengo pensada una buena excusa que de seguro conmueve a papá.

"Tu hijo está sufriendo y necesita mucho amor para ser feliz pero si se lo das a Ryan aumentas mi dolor"

No, soy pésimo en esto.

- Buenas tardes, bienvenido, ¿puedo tomar su pedido? – preguntó una chica unos años mayor.

- Hola, chocolate caliente por favor. – relámpagos sonaron de la nada provocando un escalofrío involuntario.

- De acuerdo. - me miró por unos segundos. - Si quieres cambiarte hay un baño al fondo a la derecha. - dijo amable.

- Gracias. – analicé mi alrededor. - ¿Tienen enchufes? Mi celular se descargó y...

- Atrás de ti. - suspiré de alivio.

- Muchas gracias. – sonrió y caminó a una mesa más alejada.

Rápidamente corrí al baño para poder mantener un poco de calor en el cuerpo y sacar toda la ropa mojada que por cierto pesa bastante y luego ver que tantos mensajes tenía.

"Find my iphone"

Mi pantalla se iluminó con esa notificación. Solté el celular llamando la atención de las demás personas y luego volví a leer la frase para asegurarme.

Estoy totalmente jodido pero en letras grandes. Me encontraron, de seguro no tardan en venir por mí y todas esas disculpas se esfumaron de mi mente dejándola en blanco cuando vi el carro de papá aparcar a metros de la cafetería.

Trajeron mi café antes de que pusiera un pie dentro y traté inútilmente de esconderme mirando el piso con mis manos en la cara.

- Ethan Daniel Miller Parker. – mi nombre completo, genial. – Ni te imaginas el susto que pasé y en los problemas que estas metido jovencito.

- Puedo...

- ¿Explicarlo?, oh claro que sí. Me dices ahora en que pensabas al irte sin decirle a nadie. – su voz seria y autoritaria me hizo estremecer. – Quiero que me des una muy buena razón.

- Quería salir, me tienes harto.

Creo que no comencé del todo bien.

- Súbete al auto, Ethan. – no quería desafiarlo por lo que saqué todas mis cosas y obedecí su orden caminando fuera del local. Los truenos hicieron que frenara y retrocediera unos pasos queriendo su compañía.

No me dijo ninguna palabra pero si colocó una mano en mi espalda para darme un pequeño empujoncito que me alivió un poco la culpa que traía acumulada. Necesitaba un abrazo, mimos tal vez pero con lo que hice están bien lejos de suceder.

- Papi... - su silencio me dolía. – Papi...

- ¿Qué pasa? – me encogí en el asiento.

- Te amo. – logré oír un pequeño suspiro como si estuviera pensando en perdonarme. – Y lo siento, de corazón.

- Abróchate el cinturón. – mis ojos se llenaron de lágrimas que me negué a soltar y sentí como la rabia volvía.

- Dime si soy un problema, me puedo ir con la abuela y te dejo de molestar. – sollocé causando que me mirara por el retrovisor. - ¡¿Para qué me fuiste a buscar entonces si ni me vas a dirigir la palabra?!

- En primer lugar quita esos pensamientos de tu cabeza, ¿estamos? – me regañó. - ¿Has escuchado eso salir de mi boca? No amor y jamás pasará pero ahora me siento muy decepcionado. Hablaremos en casa.

Auch.

- ¿No me vas a perdonar? – los hipidos no tardaron en aparecer.

- Lo hice hace mucho, cariño. – puse mi cara en mi hombro y me volteé para seguir llorando.

La verdad sentía culpa y mucha. Es algo que me tiene ahogado y no me deja tranquilo por más que luche por sacarlo de mí.

- Está no es la casa. – le dije en la carretera y rodeó el auto para venir a abrazarme.

- Yo también te amo. Nunca más vuelvas a salir así, te pudo haber sucedido cualquier cosa y fue muy peligroso. La irresponsabilidad también, huir de los problemas no los soluciona.

- Fui impulsivo.

- Exacto y tienes que controlar eso. Me dices si algo te molesta, no llegas y corres exponiendo tu vida. – asentí. – No llores más que me pones triste, hijo.

- Pero tú deberías ser el enojado. – bromeé.

- Créeme que lo estoy pero no quita que verlos así no me deja mal. – dejó un beso en mi frente. - Ahora a casa que tus hermanos nos esperan.

Se bajó y volvió al asiento del conductor mientras que yo preferí un cambio para estar a más cerca.

- ¿Que tan enojado estas del uno al diez? Sé sincero por favor.

- Doce y un poquito más. - tragué saliva. - Si llegas a hacer esto otra vez jovencito vas a pasar por mis rodillas antes de pensarlo una tercera.

- No lo...

- Perdimos tu hora al dentista, ¿aún te duele?

- Sí.

- Te cambias en casa y te arreglas que a las ocho conseguí que la movieran. - abrí los ojos exageradamente. - ¿Qué? Quita esa cara cariño que ya hablamos de esto.

- Bien...

- Marco quiere ir con tus primos mañana a acampar pero yo no podré llevarlos. Tu hermano menor volvió a tener fiebre, ¿quieres?

- No estoy muy seguro.

- Los mellizos también lo consideraron, es más bien una despedida. - asentí. - Si cambias de opinión me avisas para ayudarlos a arreglar las carpas y cosas para la noche.

- ¿Me vas a dejar después de esto? - pregunté desconfiado.

- Para que quede claro no es un premio porque tenemos que conversar pero no te puedo negar el último viaje que será después de meses quizás sin ver a Marco.

- ¿Por qué se tiene que ir tan lejos?

- La universidad de sus sueños, quiere completar su carrera profesional allá. Solo queda apoyarlo, hijo.

- No me lograré acostumbrar sin él en casa. - se formó un nudo en la garganta.

- Ninguno pero son etapas de la vida, vendrá a visitarnos y nosotros de igual manera.

- Las fiestas son el paraíso. - dije para mí mismo.

- ¿Cómo? No, la universidad es para estudiar.

- Pues sí pero hay muchas libertades, si quiero falto a clase... - pensé en voz alta.

- ¿Y cuándo te reprueben? ¿Estarás con una sonrisa cuando te expulsen de la universidad? - puse una mueca. - Hay límites y responsabilidades.

- Si, pa. - rodé los ojos y el estómago me rugió.

- ¿No almorzaste? Dios mío, por irte te saltas las comidas. - comencé a pensar que fue mala idea cambiarme de asiento. - Te vas a sentar a la mesa apenas entres.

- Pero me tengo que cambiar...

- Primero comes. - me mordí el labio.

Pensé que iba a ser una entrada dramática y lo fue, mis hermanos me esperaban en la sala con caras de preocupación a excepción del menor quien me miró entre pálido y una expresión de querer vomitarme encima.

Sus preguntas y regaños fueron una bomba directa. Ryan me pidió disculpas un millón de veces por lo que yo antes que dijera una palabra ya se las devolvía. Acepto mi error y lo reconozco. Las personas no somos perfectas, hay que pensar antes de actuar y tomar una decisión importante como esa. Salir de casa no es cualquier cosa mucho menos vivir la verdadera realidad.

Tal y como lo indicó papá tuve que sentarme a comer sin rechistar. No era mi favorita pero tampoco la peor, solo que le quitaría la zanahoria, cebolla y un par de cosas extra.

- Ethan. - con el tenedor revolví la comida y la dejaba a un lado para que el plato al verlo generara una sensación de que existía una porción mucho menor. - Te estoy mirando.

- Papá si le quito... - me sonrió y dejó un beso en mi cabeza.

- Come lo que puedas pero sin ver ese plato a la mitad no te levantas.

- Técnicamente perdería por segunda vez la hora.

- Te lo llevas a la consulta. - levanté una ceja. - Si, con cubiertos y todo porque de comer, comes.

- Uy.

- Hablo enserio.

- ¿Pa? - Emily entró al comedor con dos chaquetas. - ¿Rosada o amarilla?

- Las dos son preciosas, cariño. - siguió ordenando unos vasos en el mueble de cocina.

- Esa respuesta no me sirve, tiene que combinar con lo que llevo puesto.

- ¿Negra no tienes? - la interrumpió Liam sacando leche del refrigerador.

- Si pero...

- Amarilla definitivamente. - Mateo fue por una galleta.

- Rosado, ¿qué dices? - Ryan le reclamó.

- Ay decídanse. - reí bajito y seguí comiendo. - ¿Qué es lo chistoso?

- Que no puedas elegir. Tu misma sabes cuál es mejor solo que eres insegura.

- Siempre con los mejores consejos. Te adoro. - me abrazó y corrió. - La verde, ni sé para qué les pregunté.

- Chicas. - susurramos todos apenas se fue del comedor.

Connor

Estuve a nada de castigar a Ethan por irse y arriesgarse de tal manera pero al reflexionar cuando no tenía idea de donde estaba me hizo considerar la opción de tomarlo con calma y mi principal preocupación era saber si él estaba bien. Me alegra que no tenga ni un rasguño, pero me molesta que no haya probado ningún bocado en todo el día.

Cuando lo encontré en la cafetería esperaba otra reacción, su boca otra vez lo traicionó y mi paciencia bajaba bastante rápido por lo que mi única solución fue mandarlo al auto para pagar su café y suspirar antes de hablarle correctamente. Me causó ternura ver que se quedó esperándome por el miedo a los truenos, aguante mis ganas de abrazarlo y darle muchos mimos pero si le di un pequeño impulso para que pudiera continuar.

En casa hice algunas cosas pendientes y obviamente más aliviado, sin ese peso encima. Los chicos por suerte estaban tranquilos sin ningún tipo de problema en el cual tuviera que intervenir y le calenté la comida a Ethan.

A Mateo le volvió a dar fiebre producto del resfriado pero es normal y espero que no sean muy repetitivas. Lo tendré que cuidar por lo que exponerlo al frio en la noche de mañana lo perjudicaría en su salud, pero si le di la posibilidad a los demás de asistir y mi hermano estuvo de acuerdo. Quería ayudarlos con las cosas temprano pero el cambio de hora al dentista me lo impedía. Hoy me acostaré tarde, es seguro.

- Si me devuelves el celular para hablar con mis amigos seré el chico más bien portado de todo el mundo.

- Ayer les di tiempo Mateo. - se cruzó de brazos. - Ve a la cama.

- ¿Puedo comer el chocolate que...? - Liam habló y su mellizo lo interrumpió.

- ¡No! Lo guardé ayer ahí, es mío por derecho. - Ryan se lo quiso quitar pero este se resistió.

- Devuélveselo a tu hermano.

- Papá no quiero comer más. - Ethan apenas tocó los vegetales. - ¿Puedo levantarme?

- Si cariño pero apresúrate que ya casi nos tenemos que ir.

- ¿Me lo vas a entregar?

- Liam Miller basta. - seguían con lo mismo. - Lo comparten, a la mitad pueden...

- ¿Qué? Es injusto.

- Ryan no te cuesta nada darle un poco, te compras otro mañana.

- ¡Pero este era uno de los que me dio la abuela! Ella lo cocinó, no se lo daré.

- Liam entonces...

- ¡Es un mal hermano! - me detuve con lo que hacía y suspiré profundamente.

- Perfecto, mi paciencia se acabó. Ninguno de los dos come ese chocolate, lo voy a guardar y hasta que no sean hermanables no lo volverán a ver. - lo guardé en el mueble. - Uno, solo a uno quiero ver aquí sin mi permiso y estará castigado, ¿de acuerdo?

- No. - dijo Liam y Ryan le movió el hombro. - Sí.

- ¿Si, que?

- Si papá. - de mala gana salieron de la cocina.

Por la tarde acompañé a mis dos hijos a la cita en el centro dental y eran los dos últimos pacientes para atender. Fue suerte encontrar un cambio para el mismo día. Primero rellené algunos datos de ellos en un papel y llamaron a Emily en primer lugar. No tuve que acompañarla porque quiso ir sola, no como su hermano quien con una mano al apretar tanto el borde de mi camisa estaba arrugada.

- Cariño cálmate.

- Lo estoy. - respondió a la defensiva.

- Ajá. - le toqué el hombro y estaba tenso. - ¿Has mirado esas revistas?

- ¿Las de señoras esas? No me sorprendería que estuvieras mirando una. Además son aburridas. - solté una carcajada.

- Cuando era pequeño venía con un peluche al dentista. - confesé y él se interesó en el tema.

- ¿Tu? ¿De verdad?

No puedo creer que vaya a contarle esto. Era un secreto que jamás iba a decir pero aquí estoy, solo contándoselo para sacarle sus nervios.

- Pues a los once años digamos que aún no maduraba del todo. Incluso una vez en el cine fui a ver una película de dinosaurios con mis hermanos y lo traje conmigo. Era mi mejor amigo.

- ¿Cómo se llamaba? - moví la cabeza en señal de negación. - Vamos pa, quiero saber.

- Hijo sería la vergüenza de la vida.

- Yo guardaré tu secreto.

- Eso es como decirme que no te comerás tu helado favorito en una heladería, Ethan.

- Cuenta, cuenta. - se apegó más a mí.

- Señor vainilla. - susurré. - Era un niño, junté el sabor de mi galleta preferida.

- ¿Y dónde está?

- Se perdió. - dije con las mejillas rojas.

- No te creo. - entrecerró los ojos. - ¿Lo botaste?

- Pues... - Emily salió feliz hablando con la enfermera y enseguida dijeron el otro nombre. - Te toca, campeón.

- Ethan Miller.

- Segunda vez que dicen mi apellido, lo detesto.

- ¿No te gusta?

- Si papá. Solo que ya me lo dijiste y me sentí regañado.

- Porque ese si era un regaño. - le di la razón. - En mis tiempos presumía que tenía un apellido así, en el colegio siempre se destacaba y tus tíos eran buenos en casi todos los deportes.

- Esperemos que en este colegio sea así.

- Por supuesto, ya verán que fue una buena decisión cambiarse. - me levanté. - ¿Listo?

- Siempre. - mintió perfectamente.

- Emily nos esperas...

- Viendo esas revistas, muy entretenidas por cierto. - completó Ethan.

La dentista nos saludó amablemente antes de invitarlo a recostarse en esa silla. No hizo problemas por lo que me quedé un poco alejado para que no se sintiera solo.

- Buenas tardes. - me sonrió e hice lo mismo.

- Hola, buenas.

- ¿Ethan, verdad? - ella le trataba de sacar algún tema de conversación antes de empezar. - ¿Qué los trae por aquí?

- Dile. - mi pequeño negó. - Vamos cariño...

- ¿Y que podría ser? - ella dijo divertida.

- Un dolor de muelas. - tuve que hablar yo porque él no quería nada.

- Te voy a pedir que abras la boca para poder encontrar lo que te está pasando. - buscó los implementos previamente sellados. - Abre grande.

Debe estar pensando en que se siente como un niño pequeño en este minuto, lo conozco súper bien y por ese color rojo intenso de sus mejillas me lo confirma.

- Necesitaré una radiografía panorámica (ortopantomografía) para verificar si son los terceros molares los cuales están provocando el dolor. - asentí. - Se realizará en la segunda puerta del fondo, enseguida llegará una persona para hacerla.

Después de aquello le hicieron la radiografía con una máquina y no esperamos mucho por los resultados. La verdad espero que estén bien y no tenga que sufrir el dolor de quitarse las muelas del juicio, por experiencia sé lo que es pasar por el proceso.

Sus nervios eran completamente justificados, cualquiera estaría así en su lugar. No quiso dar ningún paso a la silla otra vez, me tenía con una mano apretado un extremo de la camisa y con la otra se mordía las uñas.

- No hagas eso. - le susurré.

- Ay papá, exageras, ¿qué tiene de malo?

- Bueno, Ethan tiene efectivamente los terceros molares, es recomendable extraerlos para prevenir problemas futuros. Pueden ser una, dos o hasta cuatro cirugías pero es su decisión. - la dentista explicó.

- ¿Cuándo puede iniciar? - mi hijo me miró como el peor monstruo de la tierra.

- Mañana si le parece, ¿qué proceso va a escoger?

- Una cirugía, es mejor.

- Le iba a decir lo mismo.

- No, yo no quiero...

- Hablamos en casa mi vida. - le acaricie la espalda pero su cara reflejaba miedo.

La secretaria pudo agendar una hora para las dos de la tarde y me tenía con un nudo en la garganta el llanto de Ethan durante todo el camino. Su hermana quiso animarlo pero no funcionó.

- Ya hijo, no sigas llorando que te va a doler la cabeza.

- ¡Mañana no podré comer!

- Pues lo haces hoy. - su puchero y su rabieta comenzó. - No jovencito, no.

- Papi cancela, puedes cancelar. - me suplicó. - Yo me aguanto el dolor, te lo prometo.

- ¿Cómo se te ocurre?

Entré el auto y aproveché de estacionarlo en el lugar principal donde se guarda ya que no se volverá a ocupar por ahora.

- Cierren las ventanas. - se bajaron y el menor dio un portazo. - ¡Ethan!

Corrió alejándose, estoy seguro que sacarlo mañana de casa será un verdadero reto.

○○

¡Holaa! Mil disculpas por no actualizar antes, esta semana fue completa de evaluaciones y recién anoche pude terminar el capitulo. Espero que les haya gustado y tengan un gran fin de semana❤

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