75. Viaje y problemas

Marco

Levantarme a las seis de la mañana no es para nada agradable, de mil alarmas que coloqué la última me despertó y con mala cara me fui a duchar para irme a desayunar. Ayer papá me estuvo diciendo demasiado que me tenía que apresurar en la mañana para no perder el vuelo.

Fue extraño escuchar ruidos y pisadas desde el pasillo si mis hermanos jamás están en pie a esta hora. Me asomé con cuidado y se me salió una carcajada con los cinco ya vestidos con sus mochilas en las manos.

- ¿A qué hora nos íbamos? – bostezó Mateo. – Corre Marco.

- Chicos si saben que no van a ir, ¿cierto?

- Quizás así lo convencemos más rápido, papá verá estas caritas tristes y correrá por comprarnos un pasaje para ir. – dijo Emily convencida.

- Ahora como lo planeamos. – Liam se acomodó la camiseta. – no se les ocurra decir groserías, siempre le brindamos nuestra ayuda y andamos cariñosos, fin.

- ¿De verdad? – volví a reír. – La abuela llega en diez minutos chicos, será un esfuerzo lamentablemente quedará directo en la basura.

No les importó y bajaron callados, los seguía impresionado por su insistencia. La cara de papá tuvo que enmarcarse de lo sorprendido. Al principio no quiso decir nada como analizando la situación.

- ¡Buenos días papi! – Liam lo abrazó. – Que bello está el día hoy.

- Sigue oscuro idiota. – su mellizo se tapó la boca. – Digo, hermano...

- ¿Nos quieres? – Emily se acercó por mimos al igual que los demás. – Porque nosotros te amamos.

- Pequeños manipuladores. – papá sonrió. – ¿Por qué razón están despiertos a esta hora? Ya les comenté ayer que no pueden ir conmigo.

- Hay que colocarse en el lugar de otro. – Ethan habló. – Queremos ir a esa fantástica ciudad.

- Siéntense todos. – le hicieron caso rápidamente. – No puedo llevarlos debido a que son muchos, no entraremos a la universidad todos juntos y les aburrirá estar en el departamento arreglando pero el viernes podrán ir ya que dejaremos a su hermano.

- ¡¿El viernes?! – se alteraron los cinco y bajé la mirada a mi cereal para no incomodarme.

- Si niños, al igual que ustedes que entran a clases el lunes. – quejas por doquier eran las que se escuchaban en el comedor. – Ahora tienen dos opciones, desayunar e irse a acostar porque es muy temprano y la segunda es directamente a la cama.

- No quiero quedarme, por favor llévame. – insistió el menor.

- Mateo no, vuelvo a repetirlo. – sus ojos quedaron repletos de lágrimas y no se movía de su asiento. – Tampoco aceptaré algún berrinche porque aman quedarse con la abuela.

- Papi...

- Basta cariño. – su tono de voz cambió y se notó d inmediato que se estaba enfadando. – ¿Van a comer?

- Sí. – se escuchó por parte de todos menos Mateo.

- El jugo de naranja está en el refrigerador, ve a buscarlo Ethan. – este asintió. – ¿Amaneciste con dolor hoy?

- Si, mucho.

- De acuerdo cariño, en la caja de los medicamentos sacas uno que es para desinflamar un poco y se llama... – le dieron consejos y me fui a cepillar los dientes apenas terminé.

Mientras estaba en el baño mirándome al espejo suspiré al pensar en dejar la casa en unos días, otra vez ese pensamiento me dejó algo en el pecho por lo que creo que es miedo.

- ¿Estás bien? – Emily me dio una sonrisa.

- Si peque, ¿por qué no lo estaría?

- No pienses que nosotros no te vamos a extrañar, entre los dos te confieso que eres el mejor de todos. – me reí y la abracé. – Será horrible no tenerte en tu cuarto para ir a molestarte, ni escuchar tus consejos de hacer ejercicio o verte jugando play hasta las tres de la mañana.

- Vendré en cuanto pueda, lo prometo. – sentí esas ganas de llorar que le dieron. – Y fuera tristeza que solo me voy a estudiar, tú también en algún momento tendrás que hacerlo.

- Si, tienes razón.

- Les ayudaré en todo, un universitario si requiere más responsabilidad en sus estudios y ahí estaré yo para decirles las cosas. Obviamente me van a hacer falta, sus peleas diarias las extrañaré.

- Si puedes ir a fiestas mandas foto y a la botella para decir que fui yo.

- Pensando en beber y así de chiquita estas. – puse mi mano en mi cabeza. – ¿Ves cuánto te gano?

- Así no vale, según san Liam son los conocimientos.

- ¿Según quién?

- Liam, está diciéndole a todos que es como google, tiene conocimientos y tiene respuesta a todo.

- Vaya. – reímos caminando a la sala.

La abuela llegó poco tiempo después y la ayudamos con las cosas que traía en las manos, fue la mismísima eternidad saludarla porque se puso a hablar de la vida, en ese transcurso Mateo se quedó dormido en los brazos de papá y los mellizos bostezaban frente a la televisión.

- Gracias. – papá le susurró al ver al menor dormido. – Lo voy a dejar acá porque si lo despierto no habrá caso...

- ¿Nos vamos? – asintió.

- Saca tus cosas y las carpetas con la información, no se te olvide.

- Si papá.

- Los amo mucho, quiero que por favor se comporten con su abuela que amablemente vino a cuidarlos. Si hay problema lo voy a saber y conversaremos seriamente cuando llegue. – atentos lo escucharon. – Cuídense, aprovechen este tiempo y otra vez los amo.

Repartió besos y abrazos a todos pero más al menor que dormido tenía una sonrisa en su rostro.

- Te entrego a mi vida. – fue lo último antes de salir a tomar un taxi para ir al aeropuerto.

No tuvimos que esperar mucho por lo que abordamos el avión antes de lo pensado. El viaje a la cuidad de New York fue de aproximadamente tres horas. Ninguno durmió y nos quedamos conversando de cosas entretenidas en los asientos mientras no podía parar de reír porque papá casi se le queda atorado un trozo de una galleta.

- Tengo hambre. – le hablé caminando por los pasillos. – ¿Almorzamos después?

- Si hijo, primero vamos a la universidad y luego al departamento que está muy cerca.

- Daniel quiere irse el viernes entonces viajaré después, quiero disfrutar estos días.

- Bueno cariño, en todo caso le comunicas que te vas luego para que no haga planes contigo.

- Sí, sí.

Compramos unas galletas en un pequeño negocio y nos fuimos en taxi para nuestra primera parada. Pude haber elegido la NYU pero preferí la universidad de Columbia, me gustó bastante la malla curricular de la carrera entonces opté por esta opción. Su campus es enorme, nada comparado en las fotos de internet, la conocí el año pasado antes de la pandemia.

- Ingeniera en geología. – leyeron en su papel de admisión dirigiéndose a papá. – Tiene que firmar estas dos hojas y luego pasar a la oficina para ingresar algunos datos como actualización. Verá que con lo ocurrido el año anterior se están tomando nuevas medidas.

- Si, por supuesto.

Le entregaron muchísimos documentos y los leyó todos mientras que a mí me tenían organizando el horario de mis asignaturas junto a la explicación más larga de toda mi vida sobre la famosa vida de la secretaria, fue por una estúpida pregunta que hizo que charláramos por mucho tiempo. Tuve que verme obligado a pedir ayuda porque de un tema sacaba otro.

El estómago me rugía de las ganas de probar un delicioso panqueque, no sé por qué pero se me antojó de la nada.

Salimos de ahí unos cuarenta minutos después y lo primero que hicimos fue pasar a un gran restaurant que me dejó impresionado con la exquisita comida que tenían. Una de las mejores partes de viajar.

Mateo

Me desperté queriendo tener a papá a mi lado y no fue así, estaba solo en el sofá. Con una gran pena caminé hasta mi cuarto para encerrarme y no hablar con nadie.

Me dejó, eso hizo. No le importo por esa razón prefirió irse sin mí.

Odio tener que quedarme en casa, me hacen falta sus abrazos y quiero mimos en este minuto pero nadie puede dármelos.

El sabor salado llegaba a mi boca producido por las lágrimas, mi mal humor se nota a kilómetros y de verdad necesito algún beso. Mientras temblaba por el frío me cubrí con todas las mantas que encontré, no entiendo por qué la calefacción no está funcionando.

Estoy pegajoso y es el sudor, maldita sea. Tendré que bañarme.

- ¿Mateo? – Liam me dio un susto cuando entró a mi cuarto de sorpresa.

- Tenías que tocar, para eso están las puertas. Necesito mi privacidad.

- No inventes.

- ¿Sientes ese frio? Joder. – me coloqué dos sudaderas.

- Hace mucho calor en el segundo piso hermano, quítate eso. – dijo con un jugo en caja en la mano. – ¿Tienes fiebre? Papá te dejó medicina por si pasaba.

- No tengo y no las quiero.

- Si es porque se fue en la mañana...

- ¡Ni se preocupa en despertarme y despedirse!

- Hablas cosas sin saber, te dejó repleto de besos antes de irse. – me acosté rápidamente porque no aguantaba el frío. – Llamaré a la abuela.

- ¡No! – lo detuve. – Estoy bien, gracias.

- Ajá.

- Si no me crees es tu problema, ahora vete.

- A lo que venía, ¿tienes un cargador con la entrada de este celular?

- Creo que sí, revisa el mueble.

- Que desastre, ¿viven ratones aquí?

- Pues... – reímos. – Algo así.

- Perfecto, gracias bro. – caminó a la salida. – La abuela está subiendo, suerte.

- ¡Espera!

Fui totalmente ignorado y el cuerpo me pesaba tanto que no pude ser capaz de cerrar mi puerta.

- Así que despertó el dormilón de la casa. El almuerzo está listo, ¿bajas mi niño? -– negué. – ¿Te duele algo? Estás pálido.

- No, quiero seguir durmiendo.

- Son muchas mantas, ¿no crees? – me tocó la frente y no logré captar su reacción porque cerré los ojos. – Estás ardiendo tesoro.

- No.

- Voy por unas pastillas, esas te quitarán el dolor pero primero tienes que comer. – asentí y me quedé dormido en cuanto salió.

Dos minutos más tarde o así sentí que pasó el tiempo, un ruido molesto me obligó a abrir un solo ojo. La abuela venía con una bandeja con sopa y unas pastillas a su lado.

- Siéntate en la cama. – le hice caso. – ¿Quieres que encienda la televisión?

- Bueno.

- Me dices cuando termines, no te vayas a quemar con la sopa, está caliente. – la sopló un poco. – Le avisé a tu papá.

- Pero abue...

- Nada de peros, mírate. – tomé la cuchara. – Primero el termómetro que tu padre insiste en que le mandé cuanto tienes.

- Es exagerado, no lo dejes pincharme. – di un lloriqueo.

- No, por supuesto que no.

- Es su solución para todo, lo detesto. – me quejé.

- Si supieras que esa era su última opción. – dijo para ella misma. – Mientras esperamos buscaré una buena película, ¿de cuáles te gustan?

- Una de acción, esa. – le apunté. – La de la izquierda.

- Se ve buena, ¿superhéroes?

- Los mejores.

- Tu hermana cocinó una tarta de frambuesa conmigo, te va a encantar. – sonreí. – ¿Listo?

Me quitaron el termómetro y trató de colocar su mejor cara pero no funcionó. Tuvo que sacar cuatro mantas gruesas con la excusa de que subió la calefacción lo cual dudo.

Una llamada de papá me sacó de mis pensamientos y no le contesté.

Segunda, tercera y a la cuarta fue un mensaje de texto con advertencia. Tiene poca paciencia hoy, se le nota.

- ¿Qué?

- ¿Cómo es eso jovencito? – me regañó a través del celular. – Háblame de buena forma.

- Dime papá.

- La abuela me contó que tienes fiebre, ¿se te quitó con la pastilla?

- No.

- ¿Te la tragaste? – miré la pared con culpabilidad porque no pude. – ¿Hijo?

- Sí. – mentí.

- Bien, debería bajarte, si en veinte minutos no pasa me informas, ¿bueno?

- Ajá.

- Pollito lo siento pero debo colgar, tengo que ver algunas cosas. Te amo, hablamos luego y hazle caso a tu abuela.

- Adiós.

Tiré el teléfono lejos y me puse la almohada en la cara. Necesito jugar en la consola un rato, dudo que se enojen por eso. Con los pies descalzos salí en puntitas para completar mi objetivo, ya nada me puede impedir si está lejos.

Ethan competía por la copa mundial del fútbol por lo que veía desde la puerta de la sala de juegos.

- Vas bien, pero anda por la izquierda, Ryan me enseñó. – me senté a su lado.

- Te lo paso en diez. – se refirió al control.

- Si, venía por el juego de sobrevivencia, estoy por terminarlo.

- Yo pasé al nivel quince, si necesitas ayuda me dices. – se concentró en cambiar la pelota hacia la derecha. – ¡Maldición, falta!

- Tarjeta roja, nada de amarilla.

- Wow, cayó nieve y no me enteré. – rodé los ojos. – Pareces un oso polar de lo abrigado.

- Si me vas a molestar...

- Lo siento señor sensible. – levantó las dos manos. – ¿Quieres?

- Obvio pero puedo esperar, me traerán tarta luego.

- Ojalá pudiera comer. – se calló al instante porque por su cara me decía que le dio un fuerte dolor.

- Ay.

- ¡Necesito un calmante, no, denme diez!

Nos quedamos juntos entretenidos en nuestro mundo y entre risas cambiamos cinco veces de juegos, lo bueno de tener muchos hermanos es que hay una variedad impresionante. Los escalofríos eran muy seguidos y ya me atacó un dolor fuerte de cabeza.

- ¡Mateo Miller! – el grito de la abuela me revolvió el estómago y me fui enseguida al cuarto. – ¿Usted cree que se puede mandar solo jovencito? Le dejé bien claro que en cama se tenía que quedar.

- Lo siento...

- Tu papá está por llegar, terminaron allá y me llamó hace poco para decirme que está en el avión. – asentí. – ¿Vemos otra vez que tal esa temperatura?

- ¡No! – corrí escaleras abajo porque se me dio la gana.

- Está de malas. – escuché a Emily decirle entre mi huida.

- ¡Ponte zapatos!

Busqué con la mirada las llaves del cuarto donde teníamos las bicicletas hasta que las encontré. Si salgo quizás el golpe de frio me provoque un cambio y la fiebre se vaya.

Porque frio y calor no se mezclan, ¿cierto?

Que pésima idea.

Tres pasos di en la entrada y casi me caigo porque me tropecé con papá en un intento de correr.

- ¿A dónde vas tan rápido? – su mano rodeó mi brazo.

- ¡No me hables, suéltame!

- Ni hablar de lo irrespetuoso que estas hoy. – recalcó la palabra. – Te me calmas y me explicas.

- Yo...

- ¿Por qué razón y circunstancia andas descalzo? Entra ya, estas con fiebre por Dios. – me fui quejando hasta sentarme en el sofá. – Hijo estás ardiendo.

- ¡Ya me lo dijeron! – lloré a todo pulmón. – Ahora déjame.

- No quiso tomarse la temperatura. – gruñí cuando la abuela bajó tranquilamente. – Es un mini tú.

- Ahora estoy aquí lo va a hacer, ¿verdad? – me preguntó y saqué la lengua en un acto muy infantil que hasta yo desconocí. – Hey.

- ¡Necesito estar solo! – me quise ir pero otra vez me dejaron en la misma posición.

- No te podía llevar cariño, ustedes son muy insistentes. Si es porque te quedaste dormido perdóname pero perdería el avión con tu hermano.

Quise aguantar mis lágrimas para agregar más drama a la situación y que él sintiera culpabilidad pero no pasó, entre hipidos me hice una pequeña bolita para refugiarme.

- Mi amor. – acarició mi espalda. – Dime la verdad, ¿tomaste esa pastilla?

- Sí.

- Pero quiero que me lo digas mirándome a los ojos, no escondido como estas ahora.

Seguí en lo mío y escuché muy poco de su conversación con mi abuela, ella se quedó un tiempo diciéndome cosas para que me calmara porque de verdad quería a papá lejos.

- Él te ama, Mateo.

- Si lo hiciera me hubiera llevado.

- Hay lugares donde los niños no pueden ir, hay que entender eso. De todas formas un pajarito me dijo que vas a ir a New York esta semana a dejar a Marco.

- Pero ahora...

- Basta de berrinches mi vida, ve a lavarte esa carita. – me abrazó. – ¿Estamos?

- ¡Papá! – los chicos se fueron a abrazarlo y yo lo quería solo para mí.

Odio no tener un minuto con él, tengo que compartirlo.

Connor

El menor es muy dependiente de mí, no en todo sentido pero lo es. Creí que sería el que mejor se iba a comportar en mi ausencia pero fue todo lo contrario. En el fondo sabe que ama quedarse con la abuela pero hoy no es su día.

Los chicos se quedaron hablando de miles de cosas que para ellos eran importantes así que los escuché. Agradecí infinitas veces a mi madre por tomarse el tiempo de cuidarlos y se quedó para cenar.

Guardé los pequeños regalitos que les traje a los chicos porque sinceramente no veo que los tengan tan merecidos, si le doy a uno tiene que ser a todos. No puedo dejar a Mateo fuera solo porque hizo berrinches todo el día.

Buscando en su cuarto su cepillo de dientes porque había vomitado todo lo que comió, me encontré en el basurero la misma pastilla que le había pasado anteriormente.

Esto va a ser más difícil de lo que pensé.

Me va a escuchar y más si está comportándose mal en presencia de la abuela, mínimo esperar hasta que ella se vaya a su casa.

- Papá iremos a comprar. – me avisó Liam y Emily.

- ¿Si?

- La abuela quiere llevarnos, serán dos minutos. – asentí con una sonrisa. – Ryan también.

- Con cuidado, que no se esfuerce tanto.

- Yo los cuidaré. – dijo mamá sacando una bolsa para las compras.

- ¿Quieres venir con nosotros? – preguntó Ethan a Mateo.

- Abuelita...

- No, él se queda aquí porque está castigado. – su cara cambió a una de enojo total, me equivoqué con la palabra y realmente no la pensé.

- ¡¿Otra vez?! – dio pisadas fuertes y respiré profundamente.

- Si, porque yo lo digo. – saqué un poco de dinero de mi billetera. – Por si quieren comprarse algo.

- Connor. – mamá con solo usar ese tono de voz me hizo entender lo que pensaba.

- Tranquila. – todos fueron saliendo menos Marco quien se quedó dormido hace un rato.

El menor tenía la cara roja, por las dos cosas supongo y amenazaba con armar un claro escándalo.

- A tu cuarto jovencito que hablaremos seriamente los dos.

- ¡Todo lo decides por mí, no tengo derecho de mi puta vida!

- Cuida el tono en el que me hablas. – corrió por las escaleras y azotó la puerta con la fuerza. – ¡Mateo Nicolás!

- Es un adolecente...

- Que necesita unas buenas palmadas para que aprenda a comportarse cuando hay gente. – suspiré. – ¿Te acuerdas del medicamento? Me mintió, ahí estaba en el basurero.

- A su edad eras peor.

- Me pongo en su lugar, de verdad. Igual le traen alguna cosa para que no quede triste.

- Por supuesto que sí, no era necesario recordarlo, volvemos pronto. Arreglaremos la mesa en cuanto traigamos lo que falta.

- Claro, de todas formas voy a ordenar.

Cuando se fueron coloqué mis manos en la cara y cerré mis ojos esperando que la paciencia cayera de algún lado. Tengo que llevar la situación pacíficamente, por lo que saqué dos trozos de tarta y los lleve conmigo hacia su habitación.

- Hijo abre. – di dos golpecitos. – ¿Está mi bebé ahí dentro?

- Vete.

- Te traje algo, mira.

- No. – volví a hacer lo mismo.

- Tenemos que hablar, cometí un error pero tú también. Hay que reconocerlos cariño. – el seguro de su puerta fue reemplazado y me abrió despacio. – Para que quede claro no estas castigado.

- Tu...

- Fue un accidente, nada más que eso. Lo que si tenía que conversar contigo es el respeto. – entré y me senté en su cama. – Por favor compórtate en presencia de la abuela o cualquier persona que venga a la casa. Mira todo el esfuerzo que ella colocó para hacerte feliz y venir a cuidarte.

- Lo siento.

- No, conmigo no. Le debes una disculpa a ella. – bajó su cabeza aguantando las lágrimas. –- ¿Por qué me mentiste?

- ¿Ah?

- La pastilla.

- Me dio asco, no pude. – confesó.

- Por eso te encuentras así. Tienes que seguir las instrucciones. – lo regañé. – Ahora levanta el brazo que quiero saber tu temperatura y haremos un trato.

- ¿Cuál?

- Si pasas de los treinta y ocho, hay inyección. – abrió la boca y tembló. – Si no es así intentamos con otra cosa.

- No, no hay trato.

- Miremos primero, no hay por qué alarmarse. – se lanzó a la cama entre hipidos. – ¿Para qué lloras? Mateo, basta amor.

- Soy un desastre, me odio.

- Hey.

- ¡Quiero mimos papi! Te lo he querido decir toda la tarde y ni siquiera me los has dado.

- Te doy todos los que quieras si vemos el resultado primero. Y el doble si ganas.

- Hecho. – levanté una ceja.

Le acariciaba el cabello esperando y poco a poco se iba quedando dormido al relajarse. Despertó de mal humor, eso pasaba. Ya cuando miré el termómetro efectivamente tenía razón pero su carita me conmovió y pensé en lo estresado que debía estar.

- Descansas un ratito y te entrego el regalito que traje. – fue como si le hubiera dicho la mejor cosa del mundo de la emoción.

- ¿Cuántos minutos?

- No hay unos exactos pero lo pensaré. Me comeré tu porción si no la reclamas.

- Eso sería traición de padre a hijo.

- ¿Tú crees? – a carcajadas nos sentamos.

- ¿Quién ganó? – levanté las manos como si no supiera.

- Nadie sabe.

○○

¡Holaaa!

Espero que se encuentren muy bien y que tengan una maravillosa semana. Les dejo por aquí el nuevo capítulo y me encantaría saber que les pareció porque siendo sincera no me convence del todo.

La historia sigue, no se preocupen. Muchas gracias a todas por comentar, amo estar respondiendo cada uno de sus mensajes y saber que les gusta esta historia.

Un abrazo gigante, nos leemos pronto❤

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