71. Picadura de abeja
Mateo
Cuando me asustaba de pequeño por los truenos y relámpagos la cama de papá era mi refugio, quedarme ahí me hacía sentir seguro, protegido y calientito.
Por alguna extraña razón el tiempo cambió en pleno verano. Las noticias anunciaban una gran lluvia durante tres días con tormentas eléctricas, no son de mi agrado pero hace mucho tiempo que no pasaba.
Disfruté lo que pude de la mañana en la piscina y veía como las nubes cubrían el cielo por completo.
- Tesoro sal de ahí. - papá abrió la puerta de la cocina. - No es el momento para bañarte con este frío.
- Quiero nieve.
- En esta ciudad es muy difícil, lo mismo le dije a tu hermano.
- Seis minutos. - me puse a negociar y un viento fuerte me jugó en contra.
- Definitivamente no, entra a la casa.
- Prácticamente estoy en ella.
- Sabes a lo que me refiero jovencito, te vas a resfriar. - me regañó. - Colócate zapatos.
- Me gusta andar descalzo. - sonreí saliendo de la piscina y su cara de enojo se presentó. - Es liberador.
- No corras que te puedes resbalar.
- Mira que no pasa.
Con la toalla en la mano ignore sus advertencias y corrí literalmente pero algo me hizo frenar. Un dolor me recorrió el pie y mi pecho se apretó, no quería mirar solo llorar.
Pisé una abeja, una jodida abeja.
- ¡Papi! - me tiré al piso ahogando un sollozo y tomando con fuerza para disminuir el dolor. - ¡Ay!
- Te lo dije. - se apresuró por venir a verme. - Porque no me haces caso.
- ¡Auu!
- No te muevas. - quiso sacar el aguijón pero no se lo permití de lo desesperado.
- ¡Me arde!
- Hijo déjame ver, tengo que quitarte esto pero quédate quieto. - sentí un leve mareo.
Tal vez mis hermanos o los vecinos crean que estoy exagerando pero es que duele como una puta inyección. Desde hoy odio a las abejas y avispas, no quiero volver a verlas.
- ¡No!
- Mírame. - mis manos no dejaban de temblar. - Hey.
- ¡Nadie toque mi pie! - dije apenas vi a mis cinco hermanos saliendo por el semejante escándalo que formé en segundos. - ¡Estoy envenenado!
- Ya Mateo, basta que no es eso. - como un gusano me moví en sus brazos para salir.
- No aguanto.
- Drama Queen. - susurró Liam y levanté el dedo del medio.
PLAS
- ¡Me dolió más que el mismo pie! - le dije a papá con su cara de enfado.
- Te me calmas.
Si quería lograr una distracción lo hizo, por más corta que fue.
- Así por las buenas cualquiera.
- Por Dios, caramba. Siempre les digo que no anden descalzos y es una guerra, esto pasa cuando no obedecen y quieren... - no solté un suspiro solo porque me podía ganar otra.
- ¿Estás bien? - el mayor se quedó a mi altura.
- ¿Me ves con cara de que...? - cerré la boca de golpe. - Si, no te preocupes.
- Deja de llorar amor, no fue nada. - me ayudó a levantarme.
Eso lo dice porque no lo picaron.
- Para la próxima ten más cuidado y obedece. - me apoyé en su pecho. - Y ustedes se me entran inmediatamente, ¿no ven como está de fuerte el viento?
- Alguien se enojó.
- Eso te voy a decir yo cuando entre y te vea desabrigado, Liam. - me aguanté una sonrisa.
- Ahora soy un Ryan dos punto cero. - con mi comentario se le escaparon unas carcajadas.
- Vamos que se pone más helado.
- ¿Podemos pedir pizza? Me cansé de la lechuga.
- Quién te escuchara diría que en esta casa se mueren de hambre.
- Pues... - me hizo cosquillas.
- Comer sano es muy bueno. - rodé los ojos. - Solamente hoy pediremos pero en la cena.
- ¡Gracias!
- Ahora te quitas todo el cloro con una buena ducha.
- ¿Cuándo era el cumpleaños de los gemelos?
- No me acuerdo en este momento cariño.
- No hemos comprado regalos.
- Cierto, recuérdame antes de ir al supermercado.
- ¿Podemos ir todos?
- No. - puse un puchero. - Y no me vengas con que es una injusticia porque tu hermano está todo el día quejándose de que quiere caminar.
- ¿Y yo?
- Si estás bien del pie, claro.
Luego de entrar al baño, colocar música y ducharme deje un pijama en mi cama listo para más tarde, tenía sueño y era evidente cuando bajé al comedor sin apoyar el pie por cierto.
El almuerzo estaba servido y mientras que Ryan contaba experiencias con los deportes yo luchaba con una aceituna que se iba de un lado a otro en el plato.
- Con la mano. - se encogió de hombros Liam.
- Agh.
- ¿Soy yo o no queda nada para entrar a clases? - Ethan dijo antes de tomar jugo.
- Maldición, días que pasaran volando. - Emily le dio la razón.
- Los útiles...
- Pediremos una lista mejor por internet, no creo que se pueda esta semana por todas las cosas que tengo que hacer.
- ¡Noo! - me negué ya que este año quería buscar unos cuadernos diferentes. - Queremos elegir en la tienda.
- Por mayor es más económico. - papá me insistió antes de seguir comiendo. - Y con las tormentas mucho menos saldrán.
- Pero... - yo no le llamo berrinches, para mí son reclamos justificados debido a un problema menor.
- Ahí tenemos que ver, come. - el plato seguía más de la mitad y la verdad se me fue el apetito.
No es mi comida favorita pero tampoco se le puede reclamar ya que no es un restaurante como siempre dice. Papá es totalmente igual a una madre, con sus frases típicas y regaños por nada. He visto que muchas personas latinas publican comentarios en videos que les dan hasta con un zapato si le hablan de una forma irrespetuosa a su madre y agradezco que aquí no sea así. Bueno, tiene sus maneras de castigarnos pero jamás con algo.
Es bastante comprensivo, tampoco es como "sigue llorando y te doy una razón" si no trata de hacer las paces con uno de inmediato. Pero sé que si hubieran zapatos de por medio no vuelvo a cometer una tontería en mi vida porque sí que debe doler.
- Si apartas más los vegetales se va a dar cuenta. - Marco susurró a mi oreja. - No son tan tan malos.
- Las zanahorias dan asco.
- El único que no se va a levantar vas a ser tu si lo haces enojar, por favor...
- ¿Emily? - volvió a la realidad cuando se concentró. - ¿Estás en otro lugar?
- Me duele la cabeza Mateo.
- Solo preguntaba. - levanté las manos demostrando paz.
- ¿Te vas a comer eso? - Ethan preguntó por lo único comestible en mi plato, el pollo.
- Sí. - con los ojos entrecerrados se lo pidió a alguien más.
- ¿Te sirvo de nuevo?
- No papá, gracias. Mi encantadora hermana compartió. - resaltó las palabras para provocarme culpabilidad.
- Pues que te de todo ella. - dije en broma.
- ¿Por qué no comes? - me encogí en el asiento poco a poco.
- Ya no tengo hambre.
- Hay niños que no tienen un plato de comida, que desean...
¿Para qué abrí la boca?
Ahora que recuerdo, el día que le pedí a Ethan que borrara el número de la enfermera no pudo hacerlo y creo que es la nueva amiga de papá, es sospechoso porque mira su celular cada diez minutos como si esperara un mensaje.
- ¿Quién lava la loza? - cerré los ojos pensando en un plan para evadir tal acción.
El baño. Soy un puto genio.
- Ya acabé. - mentí y dejé la comida que sobra en el plato de Ryan pero este me habló con la mirada.
- ¿Tan rápido? - puse mi mejor cara. - Bien, ¿algún voluntario?
- Que la lave Liam, hace días que no hace nada. - lancé la bomba.
- ¡Mentiroso lo hice ayer!
- Pero no te vimos. - sonreí cuando la pelea fue con Ethan.
- ¿Marco? - lo cuestionaron. - ¡Tu!
- El desayuno fue mío, ahora arreglen entre ustedes...
- Excusa barata.
- Esperen. - Ryan me buscó y yo disimuladamente mientras todos se culpaban me fui al baño. - ¡Siempre nos hace lo mismo!
- Ryan hazlo tú. - papá entró a la cocina y reí. - No les cuesta nada, para ayudar es un problema pero que les manden a decir que hay juego en el play...
Salí justo a la hora de regaños.
Estas técnicas me las enseñó el tío Alex como hermano menor, un día cualquiera cuando visité su casa reveló secretos que ni yo sabía que podía utilizar a mi beneficio y nos hicimos cómplices. Sobrino favorito me hice llamar por meses y la envidia crecía por parte de mis otros primos.
No soy el menor en la familia, ya viene uno en camino que tomará el lugar de Halsey con tres años, hija pequeña del tío Nick. Aunque es adorable tengo que admitir que la abuela tiene a su preferido y sigo pensando que ese soy yo. Nadie conoce a esa pequeña demonio cuando se enoja.
Connor
Intenté horas con un café en la mano estar despierto, tengo experiencias con las guardias del hospital pero sigue siendo agotador después de todo.
Antes de que comenzara la lluvia pronosticada para hoy fui al supermercado así que me preparé y dejé a cargo a mi hijo mayor. Hubo unos lloriqueos por no llevarlos pero me atrasan, siempre pasamos por todos los pasillos y es más tiempo del que debería ser.
Casualmente viendo los detergentes nuevos en el estante me encontré a Valeria, la enfermera del otro día que atendió a Emily.
- ¿Tu? - me sonrió a pocos metros de distancia.
- Hola. - reí. - ¿Me sigues ahora?
- Si, mi pasatiempo favorito.
- Que coincidencia. - dejé las compras en el carrito.
- Estaba por responder el mensaje de esta mañana, ¿ves? - movió su celular. - Estuve ocupada con el trabajo...
- No te preocupes, me pasa siempre. Hoy decidí faltar porque mi hija está medio enferma.
- Ya sé, ¿efectos secundarios? - asentí. - Son los peores pero con cariño se van.
- Pensamos igual.
- ¿Cuántos hijos me dijiste que tenías? Disculpa pero estaba un poco dormida en la llamada.
- Te aburro. - su cara se transformó con mi broma. - Ya lo presentía...
- No, no. - me tocó el hombro y mi sonrisa fue aún más grande. - Solo que...
- Seis adolescentes, entre ellos solo una mujer.
- Pobre chica, apuesto que novio no puede tener.
- Son temas conversables.
- Yo tengo tres. - dijo pero una llamada la interrumpió. - Aquí me están llamando.
- Contesta, tranquila.
No fue una conversación larga pero si muy agradable, es una mujer muy dedicada por lo que veo, le apasiona su trabajo como me pasaba a mí solo que por otras razones tuve que alejarme. Contarles esto a los niños sería muy malo porque si me hicieron una escena de celos por nada literalmente no sé qué reacción tengan a pesar de ser solo conocidos.
La casa estaba muy ruidosa cuando entré con las bolsas del supermercado, los mellizos peleaban con el control remoto en sus manos desde el sofá.
- Liam. – ambos se voltearon y se vistieron exactamente igual. – Dejen de jugar, Liam te estoy llamado.
- ¿Qué? – sonrieron y me hubiera cruzado de brazos si no fuera por tener las manos ocupadas.
No son idénticos pero si muy parecidos, las personas generalmente piensan que por ser mellizos tienen que ser diferentes y no es así, hay muchos casos como este por ejemplo en que se diferencian pero por lo más mínimo. Cuando bebés un lunar que tienen cerca del cuello me ayudaba a saber quién era quien y una medalla que decidimos regalarle a cada uno con su madre.
- Aprendí otro acorde en la guitarra. – Ethan bajó con el instrumento. – Mira papá.
- ¿Sí? Espera cariño. – cerré la puerta. – Ryan deja de esconder tu pie porque te acabo de ver y tú ven a ayudarme.
- ¿Cómo supiste? – se quejaron.
- Fácil, son mis niños.
- Me siento ofendido. – su hermano comenzó a toser falsamente.
- Tu también eres mi niño Ethan, más bien uno de mis bebes. – arrugó su nariz cuando dejé un beso en su frente.
- Siguiendo con el tema de la guitarra es uno de los más difíciles pero con práctica estaré en un mes listo.
- Bien dicho, hay que ser perseverante, ¿Por qué no aprovechan de sacar los tomates?
- Que aburrido.
- ¡Papi! – el menor corrió con sus mejillas empapadas.
- ¿Tesoro? – no dejaba de llorar. – Dime que pasó.
- ¡Mira que feo se ve!
- Ay que me asustas. – negué con el corazón acelerado. – Es normal, se te va a hinchar.
- Necesito otra pastilla. – Emily entró a la cocina con la cara roja. - ¿Dónde dejaste la cajita de paracetamol?
- Ahí mismo. – le respondió Ryan desde lejos. - ¡Búscala!
- ¿Volvió la fiebre? – pregunté. – A la cama.
- Le enseñaba a Max...
- No señorita, hazme caso.
- Piénsalo, voy a estar deprimida y sola en mi cuarto deseando ver el exterior.
- ¿Para qué tienes ventana? – Ethan se burló.
- Muy gracioso. – rodó los ojos. – Ja, ja.
- ¡Tengo quebrado el pie! – lloriqueó a todo pulmón el menor.
- Mateo Nicolás ve a acostarte. – su puchero aumentó. – Ya mismo.
- ¿Quién sacó mi cargador sin permiso? No se los presté, siempre rompen todo. – Marco bajó las escaleras.
- Ups, muy tarde. – en la sala escuche una leve pelea.
Un día en cierto grado de tranquilidad es casi un sueño acá, ni tiempo para descansar tengo. Mandé a cada uno fuera de la cocina y preparé las cosas para la cena, mientras tanto se calentaba me quedé con todos los chicos viendo una película, a los dos que mandé a la cama me convencieron con abrazos para quedarse con las medidas correspondientes que para ellos es una manta y las calcetas puestas.
- ¿Está durmiendo? – oí a lo lejos la voz de alguno. – Te lo dije.
- Siempre se duerme a mitad de la película, además ni tan aburrida era.
- Anoche se quedó cuidándome, no seas así.
- Emily tu no hables.
- ¿Quieres pelea imbécil?
- Tengo las de ganas así que quítate.
- Ese no me gusta, Ethan. – supongo que hablan de la televisión.
Ya van a pelear, lo presiento y lo peor es que no puedo abrir los ojos del cansancio.
- Pero a mí sí.
- ¿La cambias?
- No, yo tengo el control. – me estiré.
- ¡Dámelo! - se lo quitó de las manos y yo los quedé mirando con una cara de enfado pero no se percataron de eso. - Ahora lo tengo yo.
- No, enserio.
- ¿Y esta?
- No me gustan las románticas, entiende.
- Entonces algo que nos guste a los dos.
- Bien...
- ¿Esa?
- ¡No!
- Eres imposible, ¿y sabes qué? - se acomodó. - Colocaremos el que a mí me gusta.
- ¡No, yo lo tenía primero!
- ¡Pues te aguantas!
- Sigan que yo los espero. – les mostré el reloj de mi mano y se quedaron en silencio. - ¿Cuánto le aumentamos a su castigo, tres minutos o seis?
- ¡Es tu hija la que no comparte, es egoísta porque no piensa en mí!
- No me grites, te escucho hijo.
- ¡Nadie me quiere en esta casa! – se levantó y corrió a su cuarto a encerrarse.
Respecto al problema de ayer no comentó nada, quiso dejarlo en el olvido y claramente lo respeté. Se disculpó en secreto por la mañana conmigo y ahora ya volvió a enojarse.
¿Cómo puede decir que nadie lo quiere?
Lo amo con mi vida e ignora eso, es un berrinche, perdí la cuenta de los que van junto a sus hermanos
- ¿Era necesario? A arreglar la mesa. – obedeció pisando con fuerza camino a la cocina. – Y quitas esa cara.
- Es la única que tengo.
- No comiences tú también.
- ¿Papá puedo salir? – Marco bajó arreglado y perfumado sacando las llaves del auto como si nada.
- ¿Después de arreglarte me preguntas? No.
- Pero...
- Nadie piensa en el padre, el que se sacrifica siempre por darles de comer y quiere lo mejor para ustedes.
- ¿Quién te hizo enojar? Si fue Liam dime que lo expulso de mi cuarto.
- Mira como llueve, te vas a mojar y abrígate. – su cara fue de ilusión.
- ¿Es un sí?
- Pero con hora. – la cambió por una mueca. – Más tardar a las once te quiero aquí.
- Son las ocho, es muy poco.
- ¿Con quién vas? – se apresuró a la puerta.
- Daniel. – susurró.
- ¿Dónde?
- Ay papá, me controlas demasiado, ¿te acuerdas que tengo dieciocho?
- Tendrás veinte y sigues siendo mi hijo, ¿dónde? – repetí la pregunta y suspiró.
- Un bar.
- ¿Otro? Unas semanas pasadas que yo recuerde... - abrió la puerta escapando a carcajadas. - ¡Te cuidas y a las once!
- ¡Si, si!
- Con alcohol duermes con el perro, no te dejo entrar a la casa. – dije con sarcasmo. – Si vas a beber no conduzcas, te quedas allá.
- Te aviso. – asentí. – Te amo, pa.
- Yo más. – entré porque se puso a llover más fuerte. - Dale mis saludos.
Ni me quiero imaginar la universidad, son horarios libres, fiestas por doquier, drogas, malas influencias pero bueno, tiene que conocer la verdadera realidad. Solo espero que no falte a clases o me digan que lo expulsaron por algo porque ahí sí que Marco me va a conocer.
- ¿Este paquete Mateo? – se mordió el labio cuando se lo entregué. – Es tuyo, ¿Qué pediste?
Sinceridad, solo pido eso.
- Un...
- ¿Un qué? – le di un empujoncito. - ¿Un teclado, mouse o algo para tu pc?
- Si, adivinaste.
- Que raro, ¿no? El vaper lo acabo de guardar con tu celular que dejaste en la sala. – abrió la boca sorprendido sin saber que decir. - Y me pasas las entradas del concierto.
- ¡Papá no, espera, mira, entiende...!
A prepararme para su llanto porque con solo escuchar esa voz quebrada lo sé. Puede que sea extremo y que a sus ojos soy el peor ser humano en la tierra o universo por dejarlo sin lo que más quería pero las mentiras no las soporto y tiene que aprender.
- Es importante para mí, no vendrán nunca más. – sollozó en el piso. - ¡Tú lo sabes!
- Levántate y lava tus manos.
- ¡No me hagas esto! – sus mejillas parecían cascadas.
- ¿Mateo para que me mientes?
- Te ibas a enojar.
- ¿Ves las consecuencias? Con decirme la verdad bastaba.
- ¿Me vas a dejar? Fue una equivocación, apreté mal el producto en la página, disculpa.
Ahora me siento mal.
- Hablamos luego. – se aferró a mi pierna entre hipidos que me quebraban el corazón de a pedacitos. – Lo pensaré.
- ¡Mentira, las vas a regalar! – me puse una mano en la cara.
- No, pero quedaran guardadas como prueba, no llores pollito, pórtate bien y conversamos. – le di la mano y un grito en el segundo piso me asustó.
- ¡Ryan se desmayó y Liam se desangra!
Lo que faltaba.
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