66. Un castigo diferente y segunda oportunidad
Ryan
Otro día más en cama y ya entraré en la locura propia.
No soporto seguir acostado mientras mis hermanos se divierten en el patio o saliendo a diferentes lugares, me siento apartado y odio el reposo. Con mi gran impaciencia busqué información sobre un esguince grado dos para calcular el tiempo y cuando leí que pueden ser hasta seis semanas me quise tirar por la jodida ventana.
Es simple, en pocas palabras la página me dice que no lo mueva porque así acelero el proceso y que se cura por sí solo.
Los moretones casi lo cubren por completo y nada de ejercer presión porque el dolor es horrible. Además lo tengo con un tipo de vendaje que por nada del mundo puedo sacar o me meteré en problemas con papá.
- Traje tu desayuno. – Liam pasó la puerta con una bandeja. – Emily quiso cocinar panqueques de plátano.
- Mis favoritos.
- Llevan frutillas de adorno con un toque...
- ¿Ella te dijo que dieras el discurso? – sonreí.
- Dos dólares no le hacen mal a nadie.
- ¿Ustedes ya comieron?
- Si, ahora van por un partido de básquetbol. En cinco minutos empiezan en el patio.
- Voy a bajar.
- Ryan mejor quédate, descansa y ve televisión.
- ¿Puedes ir por unos analgésicos a la cocina? Se me acabaron.
- No tardo.
- Y Liam, ¿una almohada? – asintió rodando los ojos.
- ¿Algo más su alteza? Estoy para servirle.
- Gracias pero creo que estoy bien.
Él ha sido uno de los que me ha ayudado más a despejar mi mente, además de los otros claro, se van turnando para traerme cosas y ver el estado en el que me encuentro.
Los únicos movimientos que he hecho en estos días fue ir de la cama al sillón y de ahí al baño, así sucesivamente hasta la noche. Insistí en que no eran necesarias unas muletas pero papá las compró de igual forma, me ayudan mucho aunque no quiera admitirlo.
Al poco rato trajeron mis cosas y me quedé aburrido en mi soledad.
- ¡Mateo! – le grité por si me escuchaba.
- ¡¿Qué quieres?! – a lo lejos respondió.
- ¡Ven!
- ¡Voy! – sonreí y me mantuve paciente hasta su llegada.
Como pasaron más de dos minutos volví a gritarle.
- ¡Mateooo!
- ¡Que ya voy! - sus pisadas fueron muy notorias y abrió la puerta lentamente. – Dime que ocurre.
- ¿Me traes un pastelito?
- ¿Para eso me llamas? No Ryan.
- Un pastelito, no te cuesta nada.
- Y a ti tampoco. – se cruzó de brazos. – Bueno, sí pero ¡estaba acostado!
- Tengo hambre. – mentí.
No quiero estar solo, es todo.
- ¿Frambuesa o manzana?
- El primero.
- Habiendo tantos hermanos soy al que llamas.
- Es que a ti te quiero más.
- Mentiroso, tu mellizo me va en ventaja.
- No es cierto, el amor es igual para todos pero contigo tengo más cariño.
- ¿Por?
- El bebé de la casa.
- Un año menos que Ethan y Emily no me jodas.
- Ya chiquito ve por mis cosas.
- Deja de decirme así o no traeré nada.
- Bien, bien.
Un ruido fuerte sonó en el piso de abajo y abrimos los ojos asustados de lo que ocurrió. Como pude bajé por esas escaleras con las muletas.
- ¿Qué mierda? – todos los vasos estaban a pedazos en el piso.
- Era un truco de magia. – Ethan se defendió y Max movía la cola feliz paseándose con el mantel en su collar.
- Todos los días un bendito desastre en esta casa. – susurré.
- Pobrecito, siempre utilizándolo. – Emily arregló al perro.
- ¿A quién tenían que castigar? Cierto, Liam y Emily entonces la atención no estará en mí. – sonrió antes de que los que nombró se le lanzaran encima como leones enjaulados.
- ¡Suéltalo, Liam! – el mayor forcejeó. – ¡Tú también!
- Chicos papá está por llegar, ya casi son las dos de la tarde.
- ¡Me importa un verdadero pepino, no tiene ni un poco de consideración!
- Piensa un poco, si vas a los golpes todo lo que te esforzarte por hacer en el día para bajar tu condena será en vano, arruinarlo no es la mejor idea. – considerando mis palabras lo soltó.
- Tienes suerte de que seas mi hermano y que los demás te defiendan.
- ¡Pégame, vamos!
- Si te pusieras en nuestros zapatos lo entenderías. – habló Emily.
- No sigas. – lo alcancé a tomar de la camiseta. – Ethan para.
- ¡No acepta verdades! – enojado se fue del comedor rozando mi hombro y provocando que por poco no cayera al piso porque no me pude sostener.
- Cuidado.
Me ignoró y de la nada también lo hizo con Mateo por estar mirando pero el menor no se quedó callado y se lo devolvió. Este al voltearse apretó el puño pero fuimos interrumpidos por el timbre de la casa.
- Te salvaste.
- Eso te lo digo yo a ti. – Marco se interpuso en el medio. – Estoy a cargo y no se anda a golpes, los tres agradezcan que no tomé ese celular para marcarle a papá. No tardaría en llegar desde la oficina.
- ¿Y? No me afecta. – Ethan sonrió.
- ¿Seguro? – el mayor dejó el contacto en su teléfono.
- No te atreverías.
- No te equivoques, los ayudo porque no me gusta verlos llorando en rincones después, sobre todo a ti y muchas veces te he dado una mano. Así que no te comportes así conmigo.
- Agh.
- ¿Ves lo mal que está Ryan? Mira su tobillo, por favor. – me apoyó.
- Disculpa, fue sin querer.
- Tranquilo, no fue nada.
Luego del incómodo momento recibí a la persona que estaba afuera y fue extraño porque era un paquete. Tuve que firmar y ya que no lo encontré importante se lo pasé a mi hermana para que lo dejara en el cuarto de papá.
Liam
Tengo miedo del regaño que se viene.
Si he cometido algunos errores, bueno muchos pero no tan malos como este. Recuerdo cuando mi mellizo hizo lo mismo y nunca me dijo nada después de su castigo, casi siempre bromeamos respecto a esos temas pero aquella vez fue distinto, le debió quedar clara la advertencia supongo. Pero a diferencia de él no quedé encerrado en una celda en la comisaria, solo quedó un poco destruido el auto pero la falta no es esa sino salir sin permiso.
Es cierto lo que Ryan dijo sobre que hicimos lo posible para bajar la gravedad y colocar contento a papá.
Si Ethan abre la boca con que hubo un intento de darle un merecido puñetazo mis esfuerzos serán en vano, sé que de todas formas pasaré por sus rodillas pero es muy blando cuando nos ve arrepentidos y eso estoy ahora.
Creo...
- ¿Quién fue el último en levantarse? – mi hermana corrió hacia el sofá. – ¡Rápido!
- Mateo, no lo sé.
- ¡Él lava los platos!
- ¡No es justo, me acosté tarde anoche por la consola! – se justificó.
- ¿Quién hizo qué? – la puerta se abrió y papá entró con una gran sonrisa.
Puta madre, este es mi fin.
Connor
Es el primer concurso de talentos en que asisten dos de mis hijos y creo que estoy más nervioso que ellos. Pasé toda la mañana en el trabajo preguntándome sobre la tarta que voy a donar, si llegan a arrepentirse porque puede pasar o que no se vayan a sentir mal por si no ganan. Tendría que conversarlo pero la idea no es aburrirlos o generales inseguridad.
- ¿Mandaste los papeles a la empresa de la junta? – le pregunté a Nick entrando a su oficina. – Tenemos que pensar bien en darle una oportunidad y aceptar su propuesta.
- Según mi experiencia aquí digo que descartemos.
- ¿Por qué?
- No es confiable, hay que investigar a fondo.
- Le diré a mi secretaria que lleve los papeles lo antes posible. El historial y procesos legales son lo principal.
- No sé qué haría sin ti. De verdad hermanito.
- Hay que ser profesional, Nick. – sonreí.
- ¿Siendo jefes y dueños los tres? Olvídalo, nuestra empresa y reglas.
- Ajá.
- ¿Seguro que no almuerzas con nosotros? Invitaron a todos a una reunión privada en casa de uno de los trabajadores.
- No puedo, tengo que atender un asunto familiar.
- ¿Qué sobrino se metió en problemas ahora?
- Ninguno, no es nada.
- Connor son adolescentes, no los castigues.
- ¿Quién eres y que hiciste con mi hermano mayor? Es raro que me digas esto siendo el más estricto de los tres.
- Entendí a mis chicos, eso es lo que pasa. – firmó un documento.
- Sacaron el auto sin permiso, ni licencia y chocaron.
- Olvida lo que dije de entender, hay que hacer que aprendan. – negué aguantando una carcajada.
- ¿Vas a castigar a uno de mis niñitos? – Alex me miró mal cuando cerró la puerta. – No te pases Connor Miller.
- ¿Oíste lo que dije antes?
- Si, son errores. Daniel me ha dado peores dolores de cabeza.
- De todas formas les advertí que no lo hicieran pero tampoco me da el corazón para regañarlos todo el tiempo.
- Tú eres el padre y sabes lo que es mejor para ellos.
- Si... – suspiré. – Hoy tienen un concurso de canto.
- Así que ya veo por dónde viene ese "no quiero regañarlos" – Nick se levantó.
- Padre orgulloso, así se llama.
- No significa que no tenga presente lo de antes pero si, voy a dar una tarta y como se supone que es un evento pequeño no habrán muchos inconvenientes.
- Los grabas y lo mandas al grupo de familia. – dijo Alex.
- Estoy obligado, mamá quiere ver a sus nietos sí o sí.
- Hablando de ella me dijo que venían para el cumpleaños de los gemelos. – Nick ordenó el escritorio. – Van a ser unos consentidos ese día.
- Con mamá a su lado todo se puede. – me levanté sacando dos carpetas azules. – Bueno, nos vemos mañana, recuerden la investigación. En el correo envié seis puntos a indagar.
- Quita preocupaciones y ve a prepararte. – ambos rieron. – Que lo nervioso llega hasta aquí.
- Como digan.
En el estacionamiento le mandé un mensaje a mi hijo mayor para que calentara el almuerzo mientras iba viajando. Anoche al llamar por esas clases de conducir me dieron una hora para que se presente, se le realizará un examen de manejo que consta de varias partes, y todas son obligatorias. Incluye bastantes puntos a considerar y sobre eso pienso hablarle luego del regaño que tendrán por desobedientes, claro que no ahora por el simple hecho de su presentación en la tarde.
En casa fue extraño no oír ninguna discusión, estaban muy callados como si me quisieran ocultar algo y lo presiento desde que entré hace unos minutos.
- ¿Cómo se portaron? – dejé sus platos en la mesa. – ¿Se lavaron las manos?
- Bien y si, pa. – susurraron.
- De acuerdo, ¿pasó algo de lo que no esté enterado? Quiero respuestas niños.
- Nada, hace mucho calor y queremos ir a bañarnos pronto a la piscina, es todo. – Marco los justificó. – ¿Verdad peques?
Me mienten y no me gusta eso pero no quiero presionarlos, solos lo dirán en su momento. Ha sido el almuerzo más silencioso en todo el año, mi hija separó todo lo del plato sin comer nada, el menor la misma situación, los mellizos daban miradas sospechosas, Ethan el que nunca deja de contar anécdotas estuvo mordiéndose el labio aguantando las ganas de llorar y lo sé porque es una típica actitud en la que coinciden casi todos. Finalmente Marco me sonreía cada cinco minutos.
- ¿Me pueden contar? – no tardaron nada en tomar su vaso de jugo para no responderme. – Los conozco y entiendo que no me quieran decir todo, es normal pero sus actitudes no dicen algo bueno.
- Fue lo de antes, insisto.
- ¿Es por Liam y Emily, una especie de manifestar que están molestos? – pregunté. – ¿O es algo tan malo para que no quieran que me entere?
- Ethan rompió platos, vasos y tazas. – Mateo soltó rápido.
- ¡Eres un soplón!
- Esperen, ¿por qué?
- Era un truco de magia, Max no esperó el "ya" y salió persiguiendo una mosca. – se defendió.
- A la próxima juega en el patio, cariño. Para que no vuelva a pasar.
- Si papá.
- Además Liam limpió el segundo piso y Emily el primero, quisieron ayudar. – el menor siguió.
- ¿De verdad? – di mi mejor sonrisa. – Mejor que lo digan tus hermanos, ¿no?
- Es cierto. – le dieron la razón.
- Les agradezco mucho y los amo también. La casa quedó muy linda.
- ¿Puedo preguntar algo? – noté que Liam estaba muy indeciso.
- Por supuesto hijo.
- ¿Iremos al servicio militar cierto? Encontramos ese folleto en la mesita del celular, no lo ocultes. No queremos hacer las maletas y menos despedirnos, por favor...
Casi escupí el jugo al escuchar tal cosa y más la desesperación que transmitía.
- Hey, hey... – esperé a que se calmara. – ¿Que dices Liam?
- La verdad, soy un fracaso, un mal hijo.
- Somos. – le corrigió su hermana. – ¡Tampoco quiero irme!
- Pero, ¿Qué...?
- ¡Papi te prometo que jamás volveré a hacer una locura como esa! No estoy listo para ir a un lugar así, ni siquiera soy tan deportista. – dijo al borde del llanto.
Quería explicarles pero no me dejaban hablar.
- ¡Hace poco que los estoy disfrutando como familia, no es la idea separarme de ustedes por segunda vez y cometer el mismo error! – sollozó Emily en la mesa.
- Niños, tranquilos es un mal entendido. Ese folleto lo pasaron entregando en la calle hace unos días haciéndole promoción a ese establecimiento, jamás dije que los llevaría a una inscripción y tampoco lo haría. Olvidé botarlo, es todo. – abrieron la boca limpiándose las lágrimas a la velocidad de la luz. – ¿Creen que sería tan cruel?
- No...
- ¿Entonces? – los fui a abrazar. – No piensen esas cosas, son mi vida y no tendría corazón para dejarlos allá.
- Pensamos que ese era el castigo.
- No fue tan grave, en cierta parte sí. Miren vamos a conversar ahora pero en la mesita de afuera. – salieron lentamente. – ¿A quién le toca hoy recoger?
- A mí. – dijo Mateo.
- Ya tesoro.
Esa era la razón de su silencio y nunca se me pasó por la cabeza tal cosa. Ya iniciando una plática con ellos fueron surgiendo las disculpas repetidas veces y no me detuve al regañarlos.
- Cometiste una falta lo cual no es nada que no se pueda solucionar con palabras. – me dirigí a Liam porque su hermana fue al baño. – Deja de morderte esas uñas hijo.
- ¿Solo palabras?
- Ya veo por donde va esto. Indirectamente quieres saber si hay castigo o no. – completé por él.
- ¿Quién? – fingió. – ¿Yo?
- Te conozco tanto y adelantos no te voy a dar pero...
- Regañarme, esa palabra calza a la perfección.
- Porque haces las cosas mal, nunca te dije que podías tomar las llaves y subirte a un auto con el que no llevas ni un documento, menos desobedecerme cuando di una orden.
- Como que también debería estar Emily aquí. Justicia pido.
- Sé que tu hermana mintió ayer por ti.
- Está bien, sí. – confesó. – Otra vez perdón.
- Hice una llamada a un curso para que aprendas a conducir, es de cuatro semanas y realizarás un examen teórico, para eso el estudio es fundamental. Se te pedirá que responda preguntas sobre las leyes de tráfico e identifiques ciertas señales según su forma, color o el símbolo que aparezca en ellas. Las preguntas se basan en la información proporcionada en el Manual o Guía para el Conductor que te entreguen.
- ¡Gracias!
- Antes que todo ten claro que no es un premio, igual estás castigado sin celular por dos semanas y cuando estudies será en la mesa del comedor, redes sociales totalmente prohibidas.
- Papi...
- Quiero ver que cierres sesión en todas desde el computador y si veo que aun así haces lo contrario no dudaré en cambiarte el castigo, ¿entendido?
- Es que...
- ¿Entendido? – repetí.
- Si papá.
- Muy bien, entrégalo. – dije serio y tembló. – Ahora.
- Deja contestar unos mensajes y...
- No jovencito, comienzas ahora a estudiar.
- Entro en unas semanas a la escuela, no me hagas esto... – lloriqueó.
- Liam Miller, última vez que te digo que me pases el celular. – de su bolsillo lo sacó y con un gran puchero logró soltarlo.
- A las siete es el concurso, ¿se prepararon?
- Si, sabemos la canción de memoria. Tenemos esperanzas de ganar ese premio.
- Ustedes pueden. – lo apoyé. – Coloquen todas sus ganas y diviértanse que es lo más importante.
- ¿A qué hora nos arreglamos?
- Conociendo a Emily en unas dos horas para tener tiempo de sobra. – dejé la silla en su lugar. – Respecto al castigo también le diré a ella. Ve por lo que necesitas y te sientas mínimo una hora a repasar las leyes de tránsito.
- Bueno... - entramos juntos a la sala.
- ¡Liam el partido comenzó! – Ethan corrió a avisarle.
- No puedo, tengo que estudiar. – la cara de su hermano fue un poema.
- ¿Qué clase de castigo es ese? – abrió sus ojos exageradamente.
- Uno que no incluye no sentarte en dos días. – negué sonriendo. – Gana por mí, te estuve entrenando meses para esto.
- ¿De qué me perdí?
- La princesa perdida. – Liam se cruzó de brazos. – Ni te imaginas lo que te espera. – susurró algo a su oído.
Puedo confirmar definitivamente que mis hijos son unos exagerados, en el fondo conocen lo blando que soy y el guardar sus celulares como máximo será una semana pero eso solo si no les gana la tentación. Si ocurre y llego a saberlo por cualquier motivo o circunstancia se eliminan las segundas oportunidades y cumpliré mi palabra, los castigados no solo serán ellos si no los dueños de los celulares que prestaron porque sé que sus hermanos son capaces de hacerlo.
No estarán contentos y me convertiré en el papá malo de la historia pero tienen que aprender.
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