57. Berrinches

Mateo

Me parece un tanto agobiante la supervisión de todo lo que hago desde que llegué a casa, me gusta que me presten atención pero no tanta. Mis hermanos se dieron la tarea de ayudarme en todo lo que fuera a necesitar, llevo apenas cuatro horas aquí y ya no aguanto.

- Si vuelves a tocar esa puerta una vez mas no respondo, Liam.

- Y yo que te venía a traer postre. - negó sintiéndose ofendido.

- Lo siento, si quiero.

- Pero yo no, adiós.

- ¡Mal hermano!

- No me sorprende. - se asomó por la puerta. - Dijo papá que lo comieras y te durmieras, es tarde.

- Pues dile que no tengo sueño.

- ¿Qué me ves? ¿Cara de mensajero?

- Sí.

- Buenas noches. - me dejó solo y encendí la televisión.

El postre a decir verdad estuvo riquísimo, me repetiría pero es tarde. La batería de mi celular se agotó por completo, revisé Netflix y no encontré ninguna película o serie que llamara mi atención.

¿Qué se supone que voy a hacer?

Dormir tal vez.

No, la peor idea del mundo.

- ¿Cariño? - me asusté al no escucharlo venir y con las manos sudadas apagué todo menos la luz de mi habitación, cuando iba a cambiar de posición el interruptor me habló. - ¿Todavía despierto?

- No, estoy sonámbulo. - en la habitación se escuchó una sonora carcajada.

- ¿Quieres que te acompañe?

- ¿De verdad?

- Si, amor. Ve a la cama que es tarde. - quería apresurarme para tener mucho tiempo a su lado.

Ojalá las personas no tuvieran que trabajar y pudieran pasar todo el tiempo posible al lado de su familia o gente que más ama pero la vida es tan difícil que en cierta parte se vuelve imposible a menos que el dinero les sobre.

Según lo que tengo entendido no estamos mal económicamente, papá estuvo ahorrando años para nuestros estudios y ahora con lo de la herencia familiar es suficiente para sobrevivir, según mis cálculos.

•••

Al despertar jamás recordé que papá se había quedado anoche conmigo y lo encontré durmiendo a mi lado, roncando, literal. Me tenía abrazado como si fuera un niño pequeño al que se fuera caer de su cama.

Según él "siempre serán mis niños, aunque tengan más de treinta"

No quería hacer ruido por lo que traté de soltarme e ir a la cocina por un vaso de agua, iba a remplazar mi presencia por una almohada y al parecer no me funcionó porque abrió los ojos de repente.

- ¿Qué tratabas de hacer? - sonrió.

- No quería despertarte.

- ¿Qué hora es?

- Sigue oscuro, mira la ventana. - papá volvió a cerrar los ojos y acurrucarse. - ¿No vas a levantarte?

- ¿Tan rápido quieres que me vaya?

- ¡No papi!

- Ven, abrázame.

- ¿Y a cambio de eso me das mimos?

- Todos los que quieras. - le hice caso.

- ¿Tienes que saber ir al trabajo hoy?

- No, pero tengo cosas pendientes. - susurró. - Ir a su nuevo colegio a retirar algunos papeles, entre ellos el horario y hacer un trámite con tu hermana.

- Ah.

- ¿Quieres ir?

- ¿Puedo? - me emocioné. - Quiero ver cómo es el colegio.

- En realidad debería dejarte en cama mínimo dos días.

- No. - puse un puchero. - Será muy aburrido.

- Pero necesario.

- Por favor...

- Quedan veinte minutos para levantarnos. - accedió. - Duerme un poco más.

- ¿Entonces es un si? - asintió.

- Pero vamos a comer algo liviano, ¿de acuerdo?

- ¿Nada de comida chatarra?

- Nada de nada.

- ¿No van los demás?

- Creo que querían ir al centro comercial y después pasar a la playa.

- Mmm...

- Puedes elegir cualquiera de las dos, tesoro. - notó mi indecisión. - Nos vamos a juntar a comer algo, alrededor de las dos de la tarde.

- Mejor me quedo contigo.

- ¿Seguro?

- Si.

- Muy bien. - cerramos los ojos y caímos en un sueño profundo.

Sentí que pasó un segundo y ya tenía que estar levantándome para ir a bañarme. Como hoy nadie se despertaba temprano desayunamos nosotros tres.

- ¿Mateo levantándose temprano? Que milagro.

- No molestes, Emily.

- ¿Por no te quedaste en cama? Son apenas las siete de la mañana.

- Quiero conocer el colegio.

- Te cambio de lugar.

- ¿A qué te refieres?

- Tú vas al examen y yo a la playa.

- Los mellizos podrían hacer algo así. - reí. - Una vez intercambiaron de puestos en una clase de matemática, habían pruebas distintas.

- Que genial. Con Ethan nos llevamos casi el año, cumple los diecisiete dentro de poco.

- Y yo dieciséis.

- Todo un adulto.

- Ajá. - papá soltó otra carcajada.

- ¿Te diste cuenta que literalmente estuvimos toda la semana pasando por clínicas?

- Ni me lo recuerdes.

- Hoy también, por cierto odio esto.

- Algo en común teníamos que tener.

- ¿Papá es necesario ir hoy?

- Lamentablemente si cariño, no tengo más tiempo. Mañana tenemos que hacer las maletas para el viaje.

- ¿Quieres tostadas? - le pregunté a mi hermana.

- Si.

- Bueno, te dejo algunas.

Liam

A las diez de la mañana todos los que estábamos en casa nos arreglamos para salir.

- ¿Ryan te falta mucho? - dije golpeando la puerta del baño.

- ¡Cada uno tiene el suyo!

- Es que ayer dejé mi desodorante aquí.

- Te esperas que me estoy bañando.

Y eso hice. Mi hermano se demoró más que dos Emily juntas, sin mentir conté las dos horas cuando salió ya vestido y perfumado.

- A papá se le va a caer la cara de sorpresa al ver la cuenta del agua y te prohibirá bañarte en la vida.

- Exageras.

- ¡Dos putas horas te esperé! De todas formas usé el tuyo.

- ¡Oye!

- No es mi culpa que lo dejes ahí tirado en tu cama.

- ¿Los demás están listos?

- ¿Tu que crees? Hasta cenamos de lo que te esperáramos.

- Necesitaba verme bien aunque siempre lo hago.

- ¿Para?

- Liam vamos al centro comercial, quizás hasta consiga una futura novia.

- ¿Tanto para eso? Yo poseo belleza natural.

- Ajá.

- Somos mellizos idiota.

- Pero yo soy más guapo.

- Solo por hoy no pienso discutir.

- Que considerado de tu parte.

- Lo sé, luego me lo agradeces. - bajamos las escaleras hasta llegar al piso de abajo el cual estaba en completo silencio.

- No me digas que...

- ¡Nos dejaron! - dijo con Ryan indignado.

- Pues vámonos solos, ¿que podría pasar?

- Mientras yo esté a cargo es imposible, suban al auto, tienen a Ethan aburrido. - Marco movió las llaves en su mano. - No tengo todo el día.

- ¿A qué hora dijo papá que nos juntábamos?

- En el almuerzo.

- Bueno en ese caso me dejan en la playa.

- ¿Ah? - mi hermano mayor frenó el auto.

- ¡¿Estás loco?!

- Ninguno se queda solo, a mí me van a castigar si eso sucede así que mejor vayan planeando la mejor idea de todas para llevar un buen ambiente.

- Agh.

- Y si no quieren me devuelvo.

- Pues salgo solo, ¿crees que me importa?

- Bájate. - mi cara cambió. - ¿No quieres caminar? Adelante.

- Debes estar jodiendo...

- Entonces deja tus reclamos que freno de nuevo y te quedas donde sea.

- No serías capaz. - me burlo y me mira por el retrovisor.

- Tienes razón pero algo sirvió para que dejaras de quejarte.

- Te odio.

- Me amas.

Luego de estacionar en el centro comercial bajamos felices para comprar algunas cosas que necesitábamos. La mayoría de las tiendas tenían descuento por lo que se nos hizo más fácil escoger.

Tuve que llevar ropa, bastante diría yo porque para eso nos dieron dinero antes del viaje. Además un perfume el cual ya se me acabó y entre eso una lista para los demás que no se encuentran aquí.

- ¿Dónde carajos encuentro esta crema de avellanas? - Ethan miró detenidamente el papel. - No, dile a Emily que las compre sola.

- Piensa un poco, nos va a hacer la guerra.

- ¿Qué más sale? - Ryan se lo quitó. - Joder, no.

- ¿Qué dice?

- Cera fría y unas mascarillas faciales...

- Debe estar bromeando.

- Ojalá.

- ¿Y si nos separamos para comprarle todo? - Marco nos miró. - Seamos buenos hermanos.

A regañadientes aceptamos y cada uno fue por su lado para conseguir aquellas cosas tan raras que pidió. Nosotros con un desodorante estamos bien, no es como si nos preocupemos demasiado por nuestra apariencia además de Ryan claro, él es otra cosa.

Me quedé mirando por un buen rato videojuegos en una tienda muy alejada del centro comercial, ni cuenta me di cuando salí de allí.

- ¿Cuando llega la segunda parte de este? - la señora del mostrador buscó información a través de su computadora.

- El próximo viernes y del que tienes en la mano saldrá la preventa mañana.

- ¿De verdad?

- Pero solo será de manera presencial, las páginas seguramente colapsen.

- ¿A qué hora?

- La tienda abre a las diez.

- Genial.

- Te recomiendo si es que pasarás la noche aquí afuera, llegar lo antes posible, la gente no tardará.

- De acuerdo.

Me meteré en grandes problemas si me propongo acampar aquí para poder obtener ese juego nuevo por el cual llevo esperando un año entero. Diría que nada es imposible pero con papá y su lado sobreprotector es mejor ni tomarlo como opción.

No quiero no poder sentarme por escaparme, mucho menos tener la charla de confianza.

•••

El almuerzo transcurrió con normalidad, el único que no pidió algo alto en calorías o grasas fue Mateo ya que por obvias razones no pudo elegir libremente.

Después de salir del restaurante e ir rumbo a la playa los berrinches del menor se hicieron presentes arrojando toda nuestra diversión a la basura.

- ¡Yo quería un nuevo vidrio templado para mi celular!

- Mateo te dije que no se puede ahora y nos quedan menos de treinta minutos para irnos por lo que no te da tiempo para ir al centro comercial. Además al estar por allá te pregunté si necesitabas o querías algo e insististe en que no, ahora deja ese berrinche o nos vamos a casa.

- Yo... - mi hermano mayor me hizo una seña de que no era el momento para entablar una buena conversación y me guardé mis palabras.

- ¿Te vas a comportar? - se quedó en silencio. - Muy bien.

- ¡Pero papá...!

- No sigas, ¿quieres? - Ethan lo interrumpió.

- ¡No te metas! - iniciaron una discusión.

- Ya basta, tomen sus cosas y suban al auto.

- Noo. - Mateo lo siguió limpiándose las lágrimas.

- Ves lo que haces.

- Ethan no empeores las cosas. - susurré.

- Es que nos arruinó todo.

- Tú fuiste el que le rompió ese vidrio hace un mes y medio así que mejor ni hables.

- Pero no fue con intención.

- Lo sé pero hoy se levantó con el pie izquierdo.

- ¿Lo dices por...?

- Hey. - tomé su brazo para que dejara de avanzar y le planteé mi idea. - ¿Quieres dormir en la calle?

- Sin ofender Liam pero no suena muy lindo eso.

- Me refiero a que podemos esperar para comprar un la preventa del juego que te hablé la semana pasada.

- Si, no tengo nada que hacer, ¿y cómo piensas salir0? - me gusta su actitud, es un buen cómplice.

- Por la ventana de Emily, hay más espacio.

- ¿Crees que nos ayude?

- Claro, nos debe una...

- Por las cosas. - completó mi frase.

- Pensamos lo mismo.

- ¿Y si invitamos a los gemelos?

- ¿Para que anden de chismosos? Olvídalo.

- Era una idea. - levanté las manos.

- ¿Y Ryan?

- Va a ir, solo que aún no lo sabe. - dije con una sonrisa en la cara.

Nuestro objetivo era claro, para completarlo hay que llevar suma discreción. Ninguno puede saber nada ni enterarse de que esta noche ambos saldremos de casa.

Idear un plan no es muy fácil aunque me encanta romper las reglas de vez en cuando, para eso es la adolescencia, ¿no?

Después de salir y esperar a cruzar la calle porque el semáforo cambió a color rojo uno se quedó atrás. Su enojo se notaba a kilómetros y papá le dijo repetidas veces que se quedara en su lugar hasta que fuera verde pero no le importó. Ni siquiera miró a los lados y por poco no pasa algún accidente.

- ¡Mateo! - este quedó como un papel al darse cuenta de su idiotez y como papá lo regañaba en plena calle. - ¿Cómo se te ocurre cruzar así, caramba?

- Ya lo hice y aquí estoy, déjame.

- A mí no me hablas así jovencito. - lo tomó del brazo aguantando no darle una palmada. - En casa vamos a hablar.

- ¿Para qué? Si aún ni me castigas por lo del hospital.

- Y tu castigo no será por eso. - abrió los ojos exageradamente.

- ¡Me vas a pegar! - chilló. - ¡No puedes!

- Baja la voz, el único que pasa vergüenza eres tú. - susurró Ethan.

- ¡Cállate! - lo empujó.

- Para, Mateo. - papá le advirtió con la mirada. - Una más y...

- ¿Y qué?

- Uy. - Emily caminó adelante de ellos y los adelantó por lo que la seguimos.

- Alguien tiene una boca muy floja.

- Demasiado, ni Ethan hubiera tenido la valentía.

- Te estoy escuchando. - me fulminó con la mirada. - Pero es cierto.

- Lo salvaría pero se la gana a pulso. - Marco suspiró.

- Y nosotros también después.

- Ethan no hables. - le pegué un codazo.

- ¿Que planean ustedes? - nuestro hermano mayor negó con la cabeza.

- ¿Qué crees? Si somos unos angelitos.

- Ni tú mismo te convences, Liam.

Camino a casa fue un silencio de nuestra parte porque Mateo era un mar de lágrimas y mocos.

No quería imaginar la que le esperaba pero papá jamás ha sido muy bueno en dar los "merecidos" castigos, es blando y le duele vernos llorar.

- Cuando entren vayan a ver a ese pobre perrito. - papá se estacionó. - Si no lo cuidan se lo llevaré a su abuela.

- No, Max es importante. - se quejó Emily.

- Entonces cuiden a su mascota y hay que bañarlo también. - abrimos las puertas rápidamente para huir de la responsabilidad. - Niños estoy hablando.

- Si papá, ya entendimos. - Ryan se colocó a mi lado.

- En ese caso preparen el baño de visitas porque ya compré lo necesario.

Esto será un desastre y quizás también un método de distracción.

•••

- ¡Te lo dije! - Emily detuvo a Max antes que saliera corriendo. - El agua tiene que ser más tibia.

- ¡Ya lo sé!

- ¿Saben? Me cansaron. - Marco se levantó del piso.

- ¿Qué? Ayúdanos.

- Somos muchos en el baño. - se excusó.

- Pues en ese caso me voy. - me apretó el hombro suavemente para detenerme.

- El perro es de todos, manos a la obra.

- Uy si, que motivador.

Connor

Todo iba bien hasta que pasó lo de la calle, me molesta el hecho de que no quiera ser consciente a los peligros que expone por estar enojado. Le expliqué más de cinco veces que no se podía hoy pero tenía que hacer un berrinche que terminara mal.

Algo molesto tenía en el pecho al escucharlo llorar todo el camino, quería abrazarlo y decirle que se lo perdonaba pero así nunca va a aprender.

- Vamos a tu cuarto. - evité mirar sus ojos llorosos.

- No. - se sentó en la escalera.

- Mateo no me hagas llevarte porque vas a salir peor de lo que estás.

- Si camino más rápido llega mi condena.

- ¿Por qué no puedes hacerle caso a papá, eh? - me quedé a su altura y su labio tembló.

- Me enojé y no pensé.

- ¿Y crees que eso está bien?

- No...

- ¿Entonces por qué lo haces?

- De idiota.

- No, esa palabra no sirve, campeón. Tienes que controlar esos impulsos y no cometer esos errores porque es exponerte y yo no quiero que nada te pase, eres mi vida hijo.

- Papi lo siento. - me abrazó dando hipidos.

- A tu habitación, sube. - lo levanté y no reaccionó. - ¿Qué pasa?

- ¿Aun así estoy castigado? - no respondí y caminamos juntos.

No iba darle las peores palmadas de su vida pero sí que recordara la lección, no sirve que siempre les esté perdonando con palabras para que vuelvan a hacer lo mismo.

- ¿Y este orden? - recogí dos pantalones que dejó en el suelo.

- No me dio tiempo de arreglar el cuarto temprano.

Me senté en su cama y lo pensé. De verdad que lo intenté, puse mil excusas pero no sirvieron.

- Abajo pantalones. - sus sollozos me dejaron terrible.

- Ya pedí perdón. - obedeció y se volvió a sentar en el piso.

- Hijo si no vienes agregas dos.

- ¡Es que no se vale!

- Uno.

- ¡Cuentas horrible! - se desquitó. - ¡Quiero dormir!

- Dos.

- Dos y una mierda. - me gritó y no tardé en levantarlo de ahí.

PLAS PLAS PLAS

- ¡Ay!

- Te lo advertí. - lo acosté en mis rodillas.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

- ¡Ya, ya!

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

- Nunca más, disculpa.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

- ¡Auu!

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

- Papi lo siento. - cerré los ojos y lo abracé.

No quería escucharlo llorar más pero de lo que estaba seguro es que aprendió, al menos algo.

- Ya mi amor, todo perdonado.

- Me duele.

- Lo sé pero te lo ganaste.

- Si...

- ¿No se vuelve a repetir?

- Jamás. - dejé un beso sonoro en su frente.

- Hoy alguien se va a dormir temprano porque despertó de malas.

- Pero que aburrido. - puso un puchero.

- Después de cenar ya que mañana va a ser un día lleno de trabajo, hay maletas por hacer.

- ¿Puedo dormir contigo?

- Si, amor.

- ¿Y me darás mi beso de buenas noches?

- Te daré ese y muchos más, cariño. - empecé repartiendo cosquillas y provocando risas escandalosas.

- ¡Piedad! - sonreí con ternura.

- ¿Te acuerdas cuando te preguntaba cuánto me querías?

- Ay que vergüenza. - se puso rojo.

- Y me decías que más que todos los dedos de la mano.

- Era muy infantil.

- ¿Eras? - reí. - Claro, si ahora eres todo un adolescente.

- Exacto.

- ¿Qué quieres para cenar?

- ¿Macarrones con queso tal vez?

- Necesitaré un ayudante entonces. - este feliz saltó como un resorte para ir camino a la cocina no sin antes ponerse el primer pijama que encontró.

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