53. Imprevisto

Marco

Por la tarde me dieron permiso para salir tal y como esperaba. Tuve que decir que iba al cine pero omitir un poco de información para evitar la advertencia o que hubiera una gran posibilidad de no dejarme usar el auto por motivos obvios.

- ¿Listo? - Daniel sonrió y subió al auto viendo su celular. - Tengo unas ganas de comer palomitas.

- Digo lo mismo.

- ¿Con caramelo o saladas?

- La primera opción, obvio.

- Una vez probé las otras y no son malas.

- Prefiero las de siempre.

Mientras conducía el cambiaba las canciones, reímos demasiado, es genial tener su compañía.

- Para estacionar da la vuelta por allá. - me indicó el camino. - Y luego entras directamente al centro comercial.

- ¿Por aquí? - asintió. - ¿Sabes dónde pagar?

- En unas máquinas, luego te explico.

Hallé un espacio vacío y ahí dejé el auto. Nos bajamos rápido ya que la película no tardaba en comenzar por su culpa, se demoró veinte minutos exactos en arreglarse.

No había tanta gente y las entradas las teníamos compradas por internet, pedimos solo la comida.

Esperamos que pasaran los típicos comerciales. Como era de terror en el cine se ven mucho más realistas y producen más miedo, me encantan.

Todo iba bien, muy buena trama nada que decir, hasta que mi primo miró el celular por un segundo y apareció la cara de la chica justo cuando volvió a ver la pantalla.

- ¡Mierda! - del susto volaron las palomitas a la gente que teníamos de nuestro lado y no podía parar las carcajadas.

- T-Tu cara. - abracé mi abdomen.

- Shh. - me pegó un codazo. - La gente nos mira.

- Ya, ya.

Llegó la hora más esperada y pareciera que la culpa me comía por dentro, muy al fondo era consciente de que si hacía aquello perjudicaba mi cita por si en uno de los casos aplicaban anestesia, existen efectos negativos al ingerir alcohol antes.

Fue suerte pura que nos dejaran entrar, las identificaciones funcionaron a la perfección. La edad no era tan diferente, es una lástima que sea legal hasta los 21 años.

- Busca una mesa, traeré los tragos.

- Daniel. - me miró. - No puedo, mañana iremos al dentista.

- Marco no vinimos a mirar, sé que quieres.

- Y no te equivocas pero tengo responsabilidades que cumplir además de manejar de vuelta. - negó.

- Pedimos un taxi.

- Te cuidaré, puedes tomar tranquilo.

- Bueno aunque no será lo mismo sin ti. - intercambiamos papeles y yo fui a la barra.

Quizás la coincidencia apareció o fue por obra del destino encontrarme a otro de mis primos siendo menor en un lugar como este que a mirada de papá sería inaceptable.

- ¿Adriel? - me sorprendí a la hora de tomar asiento.

Él tiene la edad de los mellizos, aún me acuerdo cuando quedaron arrestados hace un tiempo atrás.

- Hola. - me sonrió.

- Supongo que el tío Nick no está enterado.

- Supones bien. - dijo tomando más de la cuenta.

- ¿Qué haces aquí?

La verdad no es como los otros, es el más aplicado de sus hermanos, jamás deja de estar en el cuadro de honor, se destaca hasta por lo más mínimo y es la persona que no rompe ni siquiera un plato lo cual lo hace totalmente distinto a su gemelo.

- ¿No es obvio? - su olor a alcohol era impresionante. - Vine con unos amigos.

- Yo con Daniel.

- Genial, me tengo que ir.

- ¿Tu hermano?

- No quiso venir conmigo, está en casa. Por cierto acabo de ver a Daniel pasar.

- Si, lo estoy acompañando.

- Bien, adiós.

- Espera. - me preocupé. - ¿Tienes a alguien para ir a casa?

- No, pensaba caminar.

- ¿A esta hora? - me guardé el comentario de que está borracho. - Olvídalo, te llevo.

- Primo no te preocupes, estaré de lo mejor. - dijo eso y con la media vuelta tuvo un ligero mareo.

- ¿Vas a vomita...? - lo hizo en mis zapatos y cerré mis ojos.

Que asco.

- Perdón. - se limpió la boca.

- Creo que mi hermanito fue mala influencia.

- ¿Ryan? No, me ayudó a darme cuenta de lo equivocado que estaba, tengo que divertirme.

- Pues...

- Además papá dijo que asistirán a nuestro colegio, va a ser una bomba. Una suerte gigantesca es repetir el año por la pandemia.

- Ya lo pensaba.

Lo ayudé a caminar y despedirse de sus acompañantes que se veían iguales o peor que él. Cuando me dispuse a guiarlo a la salida una chica me derramó el vaso de vodka en mi camiseta sin querer.

Y para más Daniel no quiso abandonar ese establecimiento, colocó muchas excusas y propuso incluso llamar a un taxi para que viniera por nuestro primo. Luego de tanto insistir este no consumió nada de alcohol y a regañadientes salió de ahí.

- Todo por tu culpa, Adriel. - le dijo mientras pateaba piedras en su camino.

- Déjalo...

- ¿Y ese olor?

- Es vómito en mis zapatos.

- Ay Dios, no te subas a ese auto.

- Ayúdame, mañana no creo que quiera volver a venir aquí.

- Dale gracias al señor que no te descubrieron. - Daniel se puso a reír. - Ya eres todo un rebelde, estoy orgulloso.

- No jodas. - reí también.

Lo tuve que ir a dejar a su casa, mínimo unos veinte minutos de viaje, no era lejos pero tampoco cerca. Todo el camino estuvo hablando y riendo de cosas absurdas.

- Entraré por la ventana. - se despertó en el asiento de atrás.

- Te vas a caer por el techo.

- Mejor habla con tu papá. - le aconsejé.

- No soy suicida, quizás me den el castigo ahí mismo.

- Bien merecido. - susurré.

- Te escuché.

- Ese era el punto.

- No peleen que ninguno de los dos ganará. - me quedé con una ceja levantada. - Allá está tu papá, adiós primo.

- ¿Me dejaran aquí?

- Pues sí. - dije obvio. - Tenemos que volver a casa.

- Me van a matar...

- No digas idioteces, seguro que te comprende.

- Enfrenta tus miedos, vete. - Daniel trató de abrir la puerta y el menor entró en pánico.

- Tienen que ayudarme.

- No podemos, es tarde y te miran desde la ventana.

- Mañana no te podrás sentar.

- Primo no ayudas.

- Quiero a mi mami...

- No, no. - lo vi lloriqueando y dando arcadas. - En mi bebé no vomitas.

- Pisa el acelerador. - insistió. - Aceptaré las consecuencias.

- Tú lo dijiste.

- Alto ahí sobrino. - me escondí en el asiento.

- Tío Nick. - bajé la ventana lentamente. - Que sorpresa verlo por estos lados.

- ¿Afuera de casa dices?

- Eso mismo...

- Baja de ahí Adriel si no quieres que te vaya peor.

No le irá nada bien.

- No tiene culpa...

- No trates de defenderlo sobrino, desde la semana pasada que vengo diciéndole que calme estos aires de grandeza y supuesta madurez que dice tener. - abrió la puerta. - Gracias por traerlo.

- No fue nada.

Cuando su hijo bajó lo abrazó a los segundos preocupado.

- No me vuelvas a hacer esto Adriel, me asustaste.

- Perdón...

- Nos vemos, saluda a tu padre por mí. - asentí.

Connor

La verdad es que no le coloqué una hora justa a la que tenía que llegar mi hijo mayor, no quería controlarlo tanto ni que se sintiera presionado.

Los niños me tuvieron muy ocupado, les di varias charlas motivacionales para ir felices al dentista mañana y ninguna funcionó, terminó en un llanto de Mateo por miedo a que le sacaran una muela.

Después de aligerar un poco el ambiente puse música y los saqué a bailar a todos, se convirtió en un juego quedando agotados al ir a la cama.

Mis dos pequeños enfermos se estuvieron recuperando en cama, los tenía vigilados y con una sobredosis de mimos.

- ¿Papi puedo quedarme un ratito más viendo la televisión?

- Mi niño ve a dormir, es tarde.

- ¿Por qué?

- No hagas esos pucheros, no me van a convencer.

- ¿Aunque me quede amarrado al sofá?

Eso me recordó una anécdota de pequeño.

- Ajá.

- Pero no tengo sueño...

- Sabes que esas excusas las conozco a la perfección.

- No quiero ir mañana papá.

- Estaré siempre a tu lado, lo prometo. - dejé un beso en su frente. - A dormir pollito.

Este año antes de la pandemia cumplió los quince años y para mi sigue siendo más pequeño. No puedo creer que se vaya a acabar el año en tan corto tiempo.

La puerta principal se abrió dejando ver la sombra de Marco quien entró sin camiseta y zapatos.

- ¿Estas son horas de llegar? - miré el reloj de la pared marcando la una de la madrugada. - ¿Qué ocurrió?

- No pero tengo una muy buena explicación.

- Acércate. - mi actitud lo dejó confundido.

- Iré a cambiarme. - con una seña le indiqué que viniera a mi lado. - Papá no es lo que piensas...

- Acércate y sopla.

- ¿Para qué? No tomé nada.

- El olor llega hasta aquí y que yo sepa el cine no tiene permiso para vender alcohol a un menor de edad.

- Créeme. - derrotado vino hacia mí. - ¿Contento?

- Sí. - surgió mi duda. - ¿Por qué...?

- Te lo contaré pero no te enojes.

- No puedo afirmar eso.

- Con Daniel fuimos a un bar, solo lo iba a acompañar para que no te alteres y sé que no te conté esa parte pero no me dejarías usar el auto. - estaba por interrumpirlo pero siguió. - Me encontré a Adriel borracho, me vomitó, derramaron alcohol y lo fui a dejar a su casa.

- De acuerdo.

- ¿Eso es lo que vas a decir? - me miró.

- Ve a darte un baño y me dejas las llaves en la mesa.

- Pero me dijiste que...

- Solo si lo usabas de manera responsable, mínimo me avisas. - obedeció. - Muy bien, te duermes pronto.

- Si, te amo papá.

- Yo igual, buenas noches.

[Mañana siguiente]

Ryan

Mi sueño era maravilloso, de verdad. Tenía mi auto propio y la chica que me interesó en algún momento sentía algo por mí pero no duró nada ya que sentí como entraban a mi habitación sin permiso.

- Apaga la luz. - le dije a quien fuera para seguir durmiendo.

- Levántate o yo me como tu desayuno.

- ¿Ah?

- Fuera de mi cuarto, Liam.

- Te voy a lanzar un vaso con agua. - habló a lo lejos. - Para que tengas claro papá me dio permiso.

- ¡Déjame dormir! - le grité con la almohada en la cara.

- Tú lo pediste. - sabía que el muy desgraciado disfrutaba mi situación.

No creí que fuera capaz de hacerlo, no lo dudó ni un minuto.

El agua fría y con hielo traspasó mis huesos, un escalofrío recorrió mi espalda dejándome un gran enojo interior.

- ¡Me las vas a pagar!

- ¡Deja secar tu colchón al sol! - gritó riendo y corriendo por el pasillo.

- ¡Liam te odio!

- ¡El sentimiento es mutuo!

Maldito.

Furioso tiré todas las cosas de la cama, di patadas al piso y me encerré en el baño para tomar una ducha, la música era infaltable en ese momento. Ya listo me fui a vestir como si nada hubiera pasado,

La venganza es dulce además de un platillo que se sirve frío.

- ¿En qué piensas? - lo vi de lejos en la puerta y tomé lo primero que encontré. - ¡Agresivo!

- ¡Y te atreves a venir otra vez!

- Pues se quedó mi teléfono, ¿qué querías que hiciera?

- Entra para averiguarlo.

- Mira me llegas a hacer algo...

- Me conoces, ¿somos mellizos, no?

- Por esa puta razón no entraré.

- Menos mal cobarde. - en su cara cayó el gel para el cabello.

- ¿Está es una señal? - preguntó mirando el envase. - No Ryan, con mi cabello no...

- Gracias por la fabulosa idea.

- ¡Hablo en serio!

Pensé tomar una cubeta y dejarla arriba de su puerta pero creo que tendré que ser más creativo.

- Ten tu celular, no lo necesito. - se lo tiré.

- ¿Quién eres y qué le hiciste a mi hermano? - sonreí generando inseguridad en él. - Ryan...

Pasé por su lado empujándolo un poco con el hombro y bajé las escaleras para desayunar.

Hoy sería un buen día, lo presentía.

- Tienen que lavarse bien los dientes, la cita es después de almuerzo.

- ¿Qué? - miré a papá. - ¿Es hoy?

- Si cariño.

Reitero, pésimo día.

Busqué los cereales por el estante hasta hallarlos, mis hermanos tenían caras molestas y desanimadas a excepción de los dos suertudos que se quedaban en casa.

Estuvimos todos arreglamos muy temprano debido a que ninguno se tenía que atrasar. En la mañana vimos dos películas de Halloween y nos pusimos a pensar en que queda muy poco para eso. La siguiente comida fue igual de pacífica.

- ¿Por qué Ethan está en su cuarto desde temprano? - preguntó Mateo.

- Pues la amigdalitis se contagia, peque.

- ¿Qué? - Marco se sobresaltó.

- ¿No escuchaste? - dije obvio.

- Olvídalo.

- ¿Chicos están listos? - papá llegó a la sala y con el pelo húmedo. - Faltan treinta minutos.

- Sí. - dijimos al unísono.

- En ese caso entren al auto, voy por las llaves.

- Tómate tu tiempo papá. - susurramos los cuatro.

Esta vez no pensábamos hacer nada para impedirlo, teníamos que superarlo.

¿A quién engaño?

Los planes no son geniales cuando no son de seis, es más emoción y adrenalina, además un hermano jamás deja al otro...

Bueno, depende.

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