107. El verdadero adivino es Daniel
Connor
Nunca pensé ni se me pasó por la cabeza viajar improvisadamente a buscar a mi hijo a New York y menos hacerlo con mi hermano Alex, con el cual luego de esa charla motivadora de ser buenos padres que me dio por teléfono, nos organizamos para comprar los boletos lo más pronto posible e irnos en la madrugada.
Estuve llamando todo el día a Marco y no me respondió ninguna llamada, me tiene con los nervios de punta y con el miedo contante de que algo le haya sucedido bajo el cuidado de nadie, sé que tiene de compañía a Daniel sin embargo mi sobrino es un poco extremo y no es muy buen ejemplo para él, que no se mal entienda, le tengo mucho cariño, aunque le da constantes dolores de cabeza a Alex con sus travesuras.
—¡Papá! —lloriqueó Mateo corriendo hacia mi habitación donde estaba preparando el bolso que llevaré al viaje—, ¿Por qué te vas? ¿Dónde vas?
—Voy a buscar a tu hermano, cariño.
—¿A Marco? —colocó un puchero—, ¿Y por qué no me llevas?
—No puedo, voy con tu tío Alex y volveremos más pronto de lo que crees —volvió a lloriquear, pero más fuerte y me abrazó.
—Papi no te vayas...
—Mateo —lo miré con ternura—, ¿tienes papitis aguiditis?
Le toqué la frente.
—Si, mucha —bromeó con los ojitos cristalizados.
—Aw mi bebé —le dejé besos en la cabeza y lo separé un poquito de mi para obsérvalo bien—, ¿Pasa algo? ¿Discutiste con tus hermanos?
—No... bueno sí.
—¿Y qué te dijeron? —pregunté con la ceja levantada.
—Que te ibas de vacaciones y no nos ibas a llevar —di una carcajada—, ¡es enserio papá y te ríes!
—¿Cómo se te ocurre que me iría sin alguno de ustedes? No cariño, jamás y no les creas cosas así —bufó acostándose en mi cama.
—¿Por qué vas a buscar a Marco? Ya es grande, puede venir solo hasta acá y así tu no tendrías que ir.
—Papá tiene que salir solo a veces Mateo —se lo dije de la manera más dulce posible—. Aunque podemos ver si un fin de semana salimos todos juntos y podrían elegir ustedes mismos la actividad ¿te parece?
—Mhm.
—Bien, su abuela vendrá pronto y los cuidará —bajé mi bolso y vi a todos mis hijos parados en la puerta—. Hey, no me digan que van a hacer un berrinche niños.
—¡Quédate!
—¡Queremos ir contigo!
—¡Eres injusto! ¡Podríamos ir todos! —se quejaron los mellizos.
—Chicos no los entiendo —reí—, traeré a su hermano así que no tienen por qué ponerse así ¿estamos?
—Es que estamos evitando que lo regañes —confesó Emily y todos sus hermanos la miraron enojados.
—¡Emily tienes una bocota!
—¡Arruinaste el plan!
—¡No se te puede contar nada!
Los gritos en la habitación no paraban y los tuve que quedar mirando como si estuviera a punto de regañarlos para que pararan de pelear. Con las dos manos en la cintura y un tono de voz un poco elevado les hablé.
—Ya basta —un silencio absoluto—, chicos me parece muy bien que quieran defender a Marco sin embargo él sabe lo que hizo y es algo que hablaré con él ¿queda claro?
—Si... —susurraron.
—Muy bien, los quiero con la mejor cara al recibir a su abuela ¿sí? —todos bajaron la cabeza y miraron el piso—, ¿Por qué esas caras? ¿Ya no quieren a su abuela, es eso?
—No...
—¿Y entonces? Necesito que se comuniquen conmigo ¿de acuerdo? Porque no entiendo esos pucheritos por doquier que tiene cada uno.
—Nos consiente mucho —admitió Ethan.
—Nos da dulces.
—Y no te olvides del dinero —habló Ryan y Liam le pegó un codazo.
—¡Eso no se dice! ¡Es secreto!
—¿Y el problema es...? —insistí.
—Que no eres tú —dijeron al mismo tiempo y mi pecho comenzó a doler.
Son demasiado tiernos estos pequeños como para dejarlos solos y la verdad no es una decisión fácil decirle a alguien que me los cuide, mi madre es de confianza y estarán en muy buenas manos, solo que son muy apegados a mí.
—Mis niños, vengan aquí —los abracé a todos—, se van a portar muy bien ¿de acuerdo? Será solo un día lo prometo. Están dramatizando esta situación como nunca antes, podrán sobrevivir un par de horas sin su padre.
—¿Y nos traerás algo? —preguntó el menor.
—Puede que si —le guiñé un ojo—, ahora todos a la cama que es tarde.
—Agh papá...
—Basta de reclamos, andando niños —salimos del cuarto y apagué la luz.
—¡El fantasma! —bromearon entre todos y comenzaron a correr.
—No se vayan a caer —carcajeé.
Marco
Mi estadía aquí fue muy corta, todo este problema con la universidad me hizo colapsar y terminé haciendo lo que mi corazón me pedía, dejar la carrera y comenzar de nuevo. No es una decisión fácil, al principio sientes en un vacío inmenso, envías aquella carta que estanca lo que solía ser tu futuro y no sabes que hacer. Recuerdo haberme quedado un momento sentado en mi cama mirando la nada y luego rompí en llanto.
Se mezcla el miedo de lo que harás después, la ansiedad de estar tomando la decisión correcta, la tristeza por sentirte insuficiente y no haber podido terminar lo que se suponía que venias a hacer en otra ciudad, y por último lo aceptas, te limpias esas lágrimas que tanto de dolió botar y te levantas. Joder, fue lo más difícil que he hecho en toda mi vida.
Pensé en papá, en lo que sentiría al saberlo, luego en mis hermanos y el ejemplo que les estoy dando, nunca me paré a pensar en mi ¿era lo que realmente quería? ¿así quería vivir mi vida? ¿infeliz?
—¿Qué tanto piensas, primo? Te veo asquerosamente horrible —susurró parado desde la puerta de mi cuarto.
—En nada, en lo que hice.
—Marco ya han pasado días... deberías ¿ducharte? —negué con la cabeza enterrada en la almohada—. ¿Quieres beber?
—No Daniel, no quiero nada —dije con la voz entrecortada.
—Se suponía que te enseñaría lo que es divertido y no has hecho más que llorar, ¿de verdad no piensas salir de esa cama?
—Papá me odia —sollocé—, debe odiarme. No me ha hablado.
—En realidad no has cargado ni tu celular Marco, lo tienes sin batería, nuestra abuela estuvo llamándome a mí ya que no le contestabas y le mandabas a buzón de voz.
—Bueno... tal vez quiere regañarme y decirme cuanto me odia, para eso llama —hablé decaído.
—No lo averiguarás hasta responderle —se sentó en la cama—. Marco yo me siento tan mal como tú, hicimos lo mismo, tampoco me gustaba esa carrera y aquí estoy, vivo y contigo, ánimo.
—No puedo animarme sabiendo que hice las cosas mal —di otro sollozo más fuerte—. No le hablé, no le conté a papá y nunca había pasado por eso, siempre tuvimos confianza... no sé qué me pasó.
—Tranquilo...
—¿Qué hago, Daniel? ¿Cómo me quito el dolor del pecho? —mi primo buscó en sus bolsillos del pantalón y luego me sonrió con un cigarrillo entre sus manos—. ¿Qué es?
—Solo fuma y no preguntes.
—Daniel... no soy mucho de esas cosas.
—Confía en mí, te olvidarás de todo esto en menos de un minuto —debatí internamente si hacerle caso o no, es tentador.
—¿Es droga?
—No Marco, es el paraíso —le di una calada y comencé a toser como loco—. Primo, sin apuros.
—Mierda, que fuerte esto.
Sé que está mal, no debería ni estar haciendo esto porque no se me permite, papá no me deja consumir ciertas sustancias y aquí estoy como un chico rebelde. Aunque la culpa no la siento, se fue hace muy poco, estoy flotando en las nubes.
—¿Qué probabilidad hay de que me acompañes a la cocina por un bocadillo? —estallé en carcajadas a pesar de que no fue nada gracioso—. Te lo dije, ¿lo ves? La cura de la tristeza.
¿De qué se suponía que estaba triste? Ah si, carrera y eso.
La cabeza me da vueltas.
—Mira, hay lluvia —susurré caminando hacia la cocina junto a él y me percaté que había dejado un shot de vodka preparado en la mesa de centro—, ¿y eso?
—Hum, estaba con depresión hace cinco minutos, no me culpes.
—Oh, claro que no te culpo primito —me acerqué lo suficiente para sostenerlo con las manos—, ¿me lo das?
Lo bebí de una, sin pensarlo.
—Joder, si ni te di el consentimiento y ya te lo bebiste —sonrió—, pero primo, no te recomiendo seguir mezclando las dos cosas, es pésima idea y más si no tienes experiencia.
—No me hará nada —me sostuve en una pared—, es un cigarrillo y un trago nada más.
—Te lo advertí —se recostó en el piso con el enorme recipiente con comida que trajo de la cocina—, ven a comer algo.
—Puaj, no quiero más papas fritas, Daniel.
—Es una comida exquisita, que no sepas apreciarla es diferente.
—Anda que sé que te mueres de ganas —sonreí de lado—, tengo kétchup.
—Bueno, solo una... —me senté y lo vi hacer morisquetas con la comida— Agh, Daniel, ¿Qué haces?
—¿No es obvio? Me alimento, primo y quiero hacerte reír también, te ves muy deprimido.
—Gracias, gracias —carcajeé con una papa frita en la boca—, ¿esas son frutillas con Nutella? Dame que yo también quiero.
—Ni de coña, son mías Marco.
—Danieeeel —quise alcanzarlo y se levantó como un resorte—, ¡Hey que las frutillas me hacen feliz!
Al ver que no funcionó mi técnica, seguí.
—Dame una frutilla —abrió la boca y negó con la cabeza escondiendo el plato detrás suyo—, ¡Daniel dame!
—¡Cómprate!
—¡Te robaría una si tan solo no estuviera tan mareado! —confesé medio mareado—. Egoísta.
—¿Yo? Puff.
—Daniel todo me da muchas vueltas —confesé un poco asustado—, es raro.
—Se te pasará.
—Es que... dios es muchísimo —me agaché y me hice bolita en el piso—. Daniel...
—Te desmayas y nos vamos a la mierda Marco, levántate.
No procesé bien lo que estaba ocurriendo y quedé inconsciente por un par de horas. Al despertar me percaté que eran las ocho de la tarde, el cuarto estaba pasado a alcohol y un olor desagradable. Mi cabeza retumbaba horrible y pensé que tenía algo, ¿resaca tal vez?
—¿Daniel?
Nadie me contestó, consumí droga y soy consciente de aquello, ¿Qué pensará papá? Nada, porque no se podrá enterar de ninguna manera. Será mi secreto. Cuando esté listo y planee volver a nuestra casa a Miami creo que podría pensarlo mejor.
Connor
Esperé en el aeropuerto alrededor de una hora junto a Alex quien estaba muy molesto, estaba que le salía humo por las orejas, intenté calmarlo y decirle que Daniel estaba bien sin embargo no ayudaban los mensajes que le mandaba mi querido sobrino mandándolo literalmente a la punta del mismísimo cerro.
—¿Es que puedes creerlo? —me mostró su celular y leyó—, "Papá vete a la China, no viviré más con ustedes"
—Está en un proceso difícil, Alex.
—No lo justifiques Connor, ese mocoso se las tiene más que ganadas, con dieciocho años me viene a responder así...
—Exageras hermano —le di dos palmaditas en el hombro.
—¿Y tú? ¿Te comunicaste con Marco?
—No, además llamo a Daniel y tampoco me contesta.
—Me bloqueó —dijo totalmente ofendido—, ¡Mi propio hijo!
—Diablos Alex, si le dices a Daniel que vas a castigarlo claramente sucedería eso...
—No planeo avisarle que voy camino al departamento o ya veo que se me escapa, tomaría el primer vuelo que tuviera a sus manos pagándolo con mi tarjeta por supuesto.
—Ay —carcajeé—, Alex respira un poco ¿sí?
—Te ves demasiado calmado, ¿Qué, le vas a dar un abrazo a Marco?
—No hasta escuchar su versión, necesito saber lo que le pasó por la cabeza antes de tomar una decisión como lo es castigarlo, por supuesto que estoy enojado porque no contesta su celular y prefiere mantenerse incomunicado, pero estoy seguro de que tiene una buena razón.
—Connor... eres muy blando a veces ¿no crees? —negué.
—No cuando de algo tan delicado se trata, deberías hacer lo mismo Alex, quizás Daniel necesita que le prestes un poco de atención.
—Créeme que lo dejo hablar.
—No sé cómo implementes tus castigos, lo que si, consolarlos luego, es lo mejor que puedes hacer —me levanté del asiento—, es nuestro vuelo.
—Bien, creo que tienes razón.
—Ya lo verás.
Durante el viaje aproveché de dormir, descansé todo lo que no había descansado en la semana y debo confesar que fue realmente relajante. Mientras pensaba para quedarme dormido me prometí algo a mí mismo lo cual fue no regañar a Marco hasta saber su versión completa de los hechos, de por si nunca había hecho algo así y se lo voy a dar como un punto a favor, sin importar el accidente de la llamada en aquella fiesta o su mensaje por medio del grupo familiar.
Me importa el bienestar de mi hijo, que se sienta bien en todo momento y es por lo principal que estoy yendo hacia allá, no para regañarlo si no para saber que está sano y salvo.
Finalmente aterrizamos allá por la mañana, fue muy corto el vuelvo, alrededor de dos horas y media. No quiero ir a despertarlos a las siete de la mañana.
—¿No crees que es muy temprano? Deben estar dormidos.
—Oh y más le vale a Daniel que lo esté —al parecer volvió a florecer el enojo de Alex.
—Lo estará.
—Pones tus manos al fuego por tu sobrino y tu hijo al parecer —carcajeó.
—Así es.
Marco
De una vez por todas dejé la cobardía a un lado y cargué mi celular, no puedo estar incomunicado para siempre así que encontré que fue la mejor opción. Alrededor de las seis de la madrugada no paraban de llegarme mensajes cuando lo desbloqueé, mis hermanos me escribieron como locos y las llamadas de papá fueron un millón. Inmediatamente me sentí culpable al ver su chat "Hijo, estoy preocupado" "Cariño respóndeme" todo tierno hasta "No estoy para juegos Marco Andrés", creo que ahí agoté su paciencia.
Mierda. Que mal hijo soy.
Decidí mirar de una vez por todas los mensajes que me habían dejado en la bandeja de entrada mis hermanos menores.
Nombre del grupo: ¿Quién fue el jodido ladrón?
Mateo: ¿Quién se puso mis calcetas? Llevo media hora buscándolas por todos lados.
Ryan: Eso no es importante Mateo.
Liam: Ah, creo que fue Emily.
Emily: ¿Yo? Ubícate, Liam, te vi a ti hurgueteando en el cajón de Mateo. No me comiences a echar la culpa imbécil.
Ethan: Mejor concéntrense y díganle a Marco lo importante.
Mateo: ¿Estuviste en mi cajón?
Ethan: El bebé los va a acusar.
Mateo: Mira pedazo de idiota...
Me salté alrededor de 100 mensajes en donde peleaban y discutían quien tenia las cosas de quien hasta que me quedé en un mensaje de los mellizos quienes frenaron todo.
Ryan: ¡Marco! ¡Papá viene por ti!
Liam: Ese era el punto de la conversación.
Ryan: Se acaba de ir al aeropuerto, buenas noches.
Emily: ¿De verdad Ryan? Le dices que papá lo va a buscar y le deseas las buenas noches...
Ryan: ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué llorara?
Emily: Insensible de mierda.
Ethan: Nuestra hermanita aprendió un nuevo vocabulario.
Emily: Vengan a mi cuarto y se los enseño idiotas.
Liam: Ahora llora.
Dios santo, que pesados son, Emily debe estar cabreada pero el sorprendido de todo esto soy yo ¿Qué papá viene hasta acá dijeron? ¿Desde cuando me quiere aniquilar? Diablos, este mensaje fue hace cuatro horas y eso significa que deben estar en camino. La vida me odia claro está.
Me fui corriendo por el cuarto hacia la salida para buscar a Daniel y avisarle de este suceso sin embargo no lo encontré por ningún lado.
—¡Daniel! ¡Daniel!
—Shhh, que son las seis y pico de la mañana, joder —gruñó desde el sofá envuelto en una manta.
—Nuestros padres...
—Marco relájate, que no pasa nada y ahora déjame dormir.
—Es que ellos...
—¿Qué? ¿Vienen hasta aquí? —dijo con ironía y como yo no cambié mi expresión su rostro se transformó—, mierda dime que es mentira.
—No...
El sonido del timbre nos dejó los pelos de punta y como un resorte saltó de allí. Mi corazón latía a mil por hora y mi pulso estoy seguro de que estaba irregular.
—Abre tú —chilló corriendo al baño.
—¿Qué carajos? ¡Abre tú! —corrí detrás de él.
Volvieron a tocar el timbre.
—¡Ay! ¿Qué hacemos?
—Aceptar nuestro destino —se encogió de hombros—, ni quería vivir...
—No digas idioteces —le pegué en el brazo e hizo una mueca—, tenemos que solucionar esto.
—Pues quédate callado y pensarán que nos fuimos.
—¡Tienen las llaves! —su cara palideció.
—Nos están dando una oportunidad, si eso, puede que si abrimos nos perdonen...
—¿Tú crees?
Mis esperanzas se desvanecieron al oír lo siguiente.
—¡Daniel Miller o abres tú o abro yo! —se escuchó perfectamente la voz de mi tío Alex.
—¡Perdón señor por todo! —mi primo se arrodilló a rezar y cerré mis ojos preguntándome mil cosas por la cabeza.
—Levántate de ahí y ve a abrir...
—Ni de coña.
Reuní toda la valentía del mundo y a pasos cortitos logré llegar a la entrada en donde era consciente que mi tío y mi padre estaban al otro lado, quería abrirles, aunque tampoco quería enfrentarme a lo que se venia por lo que hice.
—Marco hijo, si estas escuchándome... —habló papá y mis ojos se llenaron de lágrimas—, necesito saber si estas bien, si no necesitas nada de mí, estoy bastante preocupado porque ni el celular contestas. Si quieres puedo irme y cuando tú estes listo puedes venir...
La culpa me carcomió por dentro. No puedo ser tan mal hijo para dejarlo parado al otro lado y ni siquiera explicarle como fueron las cosas. Quité el seguro y abrí de una vez por todas. Mi tío Alex se quedó mudo por la manera en que papá logró el objetivo y me dio una sonrisa lastimera.
—Papá... —no alcancé a decir casi nada y unos brazos me rodearon, abrazándome con una dulzura inexplicable y no me quería soltar. Rompí en llanto ahí mismo, sin importar mi alrededor ni las personas que se encontraban presentes.
—Está bien Marco, déjalo salir. Aquí estoy para ti.
Quien sabe qué motivó a Connor Miller a viajar a otra parte del país, dudo que haya sido solo el no contestarle el teléfono, sin embargo, agradezco que eso haya sucedido, realmente necesitaba sus abrazos reconfortantes, sus palabras y consejos, necesitaba la compañía de papá.
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