Solo era un soldado más, miembro de un equipo que había luchado una batalla perdida, sin una sola arma, a puño limpio, vi el campo de batalla, aquel que vio y sintió a mis compañeros morir, aquel que vivió el dolor y destrucción de una misma especie.

Alce mi mirada y sentí agua correr por mi rostro, aquella agua tibia que limpiaba la mugre y la sangre, que me lavaba del sudor y cansancio, pero no llovía, aquella agua eran lagrimas que derramaba al saberme el único en pie, al ver a amigos muertos a mis pies.

Comencé a caminar viendo la destrucción a mi paso preguntándome si valió la pena, entonces imágenes de mi familia y de todas las familias por las que luche llegaron a mi mente.

Solo por ellos es que la batalla valía algo, solo por ellos las muertes tenían algún sentido.

Pero aun así la culpa por llegar a ser el único en pie carcomía mi alma. Llegue al final del camino, vi tierra limpia, libre de sangre o algún resto material o humano.

Y solo entonces me di cuenta de que nadie estaba vivo todos habíamos muerto.