Capítulo 09

Jisung despertó con el irresistible aroma a comida recién hecha, una fragancia cálida que invadía sus sentidos y lo obligaba a abrir los ojos con pereza. Parpadeó un par de veces, intentando reconocer el lugar donde se encontraba. Su mirada recorrió la habitación; Minho no estaba, pero el aire estaba impregnado de aquel olor hogareño que lo hizo levantarse.

Con algo de inseguridad, se sentó en el borde de la cama y estiró las piernas antes de seguir el rastro del aroma, con pasos lentos pero decididos lo guiaron hacia la cocina. Allí la escena que encontró lo dejó desconcertado. Minho estaba sentado a la mesa, desayunando con tranquilidad. Frente a él había otro plato servido como si estuviera esperándolo.

Jisung vaciló un segundo antes de tomar asiento al otro lado de la mesa. Su mente seguía atrapada entre los recuerdos confusos de la noche anterior. Los comportamientos erráticos de Minho su capacidad para ser amable y aterrador al mismo tiempo, lo mantenían alerta.

— Buenos días, Jisung — saludó Minho con una sonrisa que parecía sincera mientras le pasaba unas servilletas —. Espero que hayas amanecido de maravilla porque tengo una propuesta que creo que te va a parecer divertida.

Jisung lo miró con cautela, entrecerrando los ojos mientras tomaba las servilletas. No dijo nada, pero el ligero arqueo de sus cejas le indicó a Minho que tenía toda su atención.

— Quiero que seas mi juguete — dijo Minho con calma, como si estuviera proponiendo algo tan simple como salir a pasear.

El aire pareció congelarse entre ambos. Jisung dejó los cubiertos a un lado, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.

— ¿Qué? — preguntó al fin, con la voz más baja de lo que pretendía.

— Eso. Mi juguete — repitió Minho con la misma tranquilidad, inclinándose ligeramente hacia él —. Alguien con quien pueda divertirme, pasar el tiempo, explorar lo que tenemos... No te obligaré a nada que no quieras hacer, pero creo que ambos sabemos que algo de lo que pasó anoche te gustó.

El rostro de Jisung enrojeció al recordar lo sucedido, los flashes de placer mezclados con confusión lo invadieron de nuevo. Cerró los ojos un instante, intentando ordenar sus pensamientos. Había disfrutado, era cierto, pero también deseaba irse de aquel lugar, borrar a Minho de su vida y no volver a mirarlo. Sin embargo, algo en él le decía que Minho no era tan malo, al menos no como aparentaba ser.

— Lo pensaré — respondió finalmente, apartando la mirada.

— Está bien. Tómate tu tiempo — dijo Minho con una sonrisa que no revelaba nada. Su voz sonó despreocupada, pero su siguiente frase volvió a tensar a Jisung —. Hoy puedes ir a casa de tus amigos si lo deseas, pero espero que regreses.

— ¿Y si no regreso? — preguntó Jisung, armándose de valor para sostener su mirada.

La sonrisa de Minho se ensanchó, casi divertida.

— Entonces sufrirás las consecuencias.

— ¿Cuáles serían esas consecuencias? —inquirió Jisung, intentando que su voz no temblara.

Minho lo miró por un momento antes de responder, su tono burlón pero lleno de seguridad.

— No importa si intentas escapar, será imposible. Te tengo muy vigilado.

La piel de Jisung se erizó ante aquella afirmación, pero no dijo nada. No sabía que Minho decía la verdad. Cámaras ocultas estaban instaladas en su casa, y su celular estaba rastreado, cada movimiento suyo podía ser monitoreado. Sin embargo, Jisung no tenía idea del control que Minho tenía sobre él.

Asintió con un movimiento rápido, se levantó de la mesa y se dirigió hacia la puerta, saliendo del lugar dirigiéndose a su casa.

Al llegar, la sensación de opresión no desapareció. Su mente trabajaba a toda velocidad y antes de que el miedo lo paralizara comenzó a empacar. Agarró una maleta pequeña y metió algo de ropa, decidido a no quedarse más tiempo en aquel lugar.

Sacó su celular y le escribió un mensaje rápido a Changbin: Hola, ¿podemos hablar sobre la casa? Estoy pensando en venderla.

Sin esperar una respuesta, salió de su casa con la maleta en mano. No planeaba regresar. Su destino era el departamento de sus amigos, donde podría estar en tranquilidad, al menos por un rato. Sin embargo, en el fondo, sabía que Minho no lo dejaría ir tan fácilmente.

Jisung llegó al departamento de los menores con una mezcla de desesperación y enojo reflejada en su rostro. Tocó la puerta varias veces, y cuando Jeongin la abrió, apenas le dio tiempo para saludarlo antes de entrar apresurado.

— ¡No puedo más con esto! — exclamó Jisung mientras dejaba la maleta junto a la entrada y comenzaba a caminar de un lado a otro —. Minho está loco, ¿saben? Me tiene controlado, no sé cómo explicarlo, pero siento que no puedo respirar tranquilo si estoy cerca de él.

Jeongin y Félix se miraron, confundidos por la repentina explosión de su amigo. Jeongin, quien estaba en su segundo año de criminología, fue el primero en hablar.

— Espera, ¿qué quieres decir con "controlado"? — preguntó, cruzándose de brazos y observando a Jisung con seriedad.

— No sé cómo explicarlo, pero parece que sabe todo lo que hago. Es como si tuviera ojos en todas partes, como si siempre estuviera un paso adelante. — Jisung se dejó caer en el sofá, cubriéndose el rostro con ambas manos —. Me dijo que no puedo escapar de él, y por cómo lo dijo, parecía que hablaba en serio.

— Eso suena... — Félix dudó, buscando las palabras adecuadas —. Suena bastante inquietante, hyung.

— Es más que inquietante — interrumpió Jeongin, frunciendo el ceño —. ¿Has notado algo extraño con tu celular?

Jisung levantó la mirada, confundido.

— ¿Mi celular? No, ¿por qué lo preguntas?

Jeongin suspiró, claramente preocupado.

— Si Minho está tan obsesionado contigo como parece, hay una alta probabilidad de que esté utilizando tu celular para rastrearte. Podría estar vigilando tus movimientos, tus mensajes... incluso podría estar escuchando esta conversación.

Jisung se quedó en silencio, sintiendo que el aire a su alrededor se volvía más pesado.

— No creo que sea tan grave — dijo finalmente, aunque su voz traicionaba su inseguridad —. Quizás estoy exagerando...

— ¡No, no lo estás! — exclamó Jeongin, adelantándose hacia Jisung con decisión. Antes de que este pudiera reaccionar, Jeongin le arrebató el celular de las manos.

— ¡Oye! ¿Qué haces? — gritó Jisung, intentando recuperarlo.

Pero Jeongin no le dio tiempo. Con un movimiento rápido, arrojó el teléfono al suelo y lo pisoteó con fuerza, rompiéndolo en pedazos.

— ¡Jeongin! ¿Estás loco? — gritó Jisung, poniéndose de pie mientras lo miraba con incredulidad.

— Tal vez, pero no más que ese tal Minho —replicó Jeongin con calma, apartando los restos del celular con el pie —. Si tenía acceso a tu teléfono, ahora ya no lo tiene.

— Eso fue innecesario... — Jisung comenzó a protestar, pero su voz se apagó al ver a Jeongin recoger uno de los fragmentos del dispositivo.

— Mira esto — dijo Jeongin, mostrando lo que parecía ser un pequeño dispositivo incrustado en el teléfono —. Esto no es algo que venga con el celular. Es un rastreador o un micrófono.

Jisung sintió cómo la sangre abandonaba su rostro.

— ¿Estás diciendo que... realmente me estaba vigilando? —. susurró, sintiéndose vulnerable como nunca antes.

— Exactamente — respondió Jeongin, su tono serio —. Te lo dije, hyung. Este tipo no es alguien con quien puedas jugar. Si tiene acceso a esto, probablemente tenga más formas de monitorearte.

Félix, quien había estado observando en silencio, habló finalmente.

— Esto no es algo que podamos ignorar, Jisung. Necesitas alejarte de él lo antes posible.

Jisung asintió lentamente, sintiendo que la realidad lo golpeaba como un ladrillo. Pero lo que ninguno de ellos sabía era que, incluso con el celular destruido, Minho tenía otras maneras de mantener a Jisung bajo su control.

En su apartamento, Minho sonrió mientras miraba la pantalla de una de sus cámaras. Sabía exactamente dónde estaba Jisung, y no tenía intención de dejar que se alejara de él tan fácilmente.

Jeongin y Félix desconocían mucho sobre el vecino de Jisung, apenas algunos detalles vagos que él había mencionado de aquel hombre. Pero jamás imaginaron que ese vecino, Minho, sería realmente un terror y un acosador. Ahora ambos menores se encontraban genuinamente preocupados por su hyung y decididos a hacer lo que fuera necesario para ayudarlo a escapar de las garras de su acosador.

Mientras los tres permanecían en el departamento, tratando de asimilar la gravedad de la situación, el teléfono fijo del lugar comenzó a sonar, rompiendo el tenso silencio que se había formado.

Jeongin y Félix se miraron, tensos. El primero negó con la cabeza, indicándole a Félix que no lo contestara, pero este, casi temblando, se levantó y tomó el teléfono.

— ¿H-Hola? — preguntó con un hilo de voz.

El silencio al otro lado de la línea se alargó durante un segundo antes de que una voz familiar y escalofriante llenara el espacio.

— Jisunggie, te extraño. ¿Cuándo vuelves a casa?

Félix sintió que la sangre se le helaba mientras Jeongin y Jisung lo miraban expectantes. Su mano tembló ligeramente, pero antes de que pudiera responder, la llamada se cortó.

El teléfono cayó de sus manos, golpeando el suelo, mientras Félix levantaba la mirada hacia los otros dos, incapaz de articular palabra.

En el apartamento de Minho, él dejó el teléfono a un lado y se reclinó en su asiento, sonriendo con una satisfacción retorcida.

— Vuelves a casa, Jisunggie. Siempre lo haces.

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