Una sirvienta para Toji.


Con su reciente ascenso, Toji disfrutaba del nuevo puesto de gerente en la empresa para la que trabajaba, tenía una oficina más grande, y privada, así como más flexibilidad para poder acomodar sus tiempos dependiendo de sus prioridades fuera de la empresa. Permanecía descansando, estirando su espalda en el respaldo de su cómoda silla de piel, cuando su celular sonó, era el numero de la escuela donde estudiaba Naoya, al parecer el director necesitaba hablar con él. No le pareció extraño que le llamaran a él, después de todo el padre de Naoya coloco a Toji como -tutor- del chico hace un par de semanas atrás.

Hay estaba Naoya, sentado frente al escritorio del director, de brazos cruzados, molesto por el hecho de que se le llamara la atención de esa forma, pensaba que solo era una pérdida de tiempo, después de todo su padre nunca iba cuando le llamaban por una queja del director. Su sorpresa fue grande cuando observo a su primo mayor entrar a la oficina, sentándose en la silla que estaba al lado suyo.


— Buenas tardes. — Estrecho su mano con la del director. — Soy Toji Zenin, el padre de este chiquillo es mi tío, y estoy registrado como su tutor... convivo mucho con él, así que no piense que no tomaré cartas en el asunto si Naoya se está portando mal.

— Este jovencito siempre ha sido un dolor de cabeza. — Cansando, el director tomo unos papeles ordenándolos. — Y me parece increíble que hasta el día de hoy venga alguien a dar la cara por él.

— Entonces, ¿porque no me han expulsado todavía? — Hablo Naoya con una sonrisa arrogante, mientras hacía movimientos con sus manos. — ¿No será por el hecho de que mi padre tiene una cuota de inscripción más cara? Literalmente él les da de comer a los mediocres maestros de este lugar.

—... — Toji cruzado de brazos, solo escuchaba lo que ambos decían. Sabía que era cierto lo de la corrupción que existía dentro de la escuela y que con solo dar más dinero a los directivos se podían pasar por alto los malos comportamientos de algunos estudiantes.


Hace un par de horas atrás, en el baño de varones, Naoya sujetaba de los cabellos negros a un estudiante de nuevo ingreso, lo empujo contra uno de los cubículos abiertos, hundiéndole la cara sobre el agua limpia del inodoro, luego lo dejo respirar acercando la cara del estudiante nuevo hacia el borde del inodoro.


— ¡Vamos, límpialo! Después de todo eres un muerto de hambre igual que tu madre que tiene que limpiar casas para poder tenerte estudiando aquí. — Disfrutaba ver como el chico lloraba, siempre encontraba satisfacción en humillar a las personas que tuvieran una posición económica inferior a la suya.


Volviendo a la oficina del director. Toji se quedó sorprendido cuando le contaron toda la historia de porque Naoya estaba ahí, sintiendo cierta pena por el pobre chico al cual atormento, y saber que no era la primera vez que su primo menor hacia ese tipo de cosas era algo que no se esperaba oír. Siempre pensó que las expulsiones en escuelas anteriores eran por bajas calificaciones o por inasistencias. El pelinegro suspiro pesadamente, mientras se apretaba la frente con su dedo índice y pulgar, agachando ligeramente la cabeza, a la vez que la movía de un lado a otro en desaprobación.


— Nunca pensé decir esto, pero... me tienes muy decepcionado, Naoya. — La voz fría de Toji resonó en toda la oficina.


El rostro del problemático estudiante se mostró preocupado y afligido, le dolía escuchar esas palabras de la boca de su primo mayor, sentía en ese instante miedo de perder ese apreciado cariño que obtenía de él. Se mantuvo en silencio sin saber que decir, jamás se imaginaria estar en una situación así y no sabia como defenderse o que decir. El director pareció sorprendido al ver por primera vez en el rostro de Naoya un sentimiento de -culpa- una culpa que iba más dirigida a otra cosa, el chico se sentía culpable de no poder ser lo que Toji esperaría. Trago salía, y bajo la cabeza.


— Me encargaré de la situación, tengo el permiso de su padre para intervenir, así que no se preocupe, director, estoy muy seguro de que esto no se volverá a repetir. —Fue lo último que dijo Toji, después de firmar una carta de compromiso, luego se despidió con educación del director y se retiró de la oficina dejando a su primo menor con el director.


Los días siguientes en la escuela fueron diferentes para Naoya, se sentía muy intranquilo, su cabeza daba vueltas por el asunto del lunes, ¿Toji realmente haría algo contra él? Si fue una amenaza vacía o no, sirvió, por que al menos no molesto a nadie durante ese tiempo, estaba tan retraído que no podía pensar en otra cosa. Al parecer Toji no le conto nada a su padre, ya que este lo seguía tratando con normalidad. Ahora solo le quedaba esperar a que fuera viernes, para volver a tener contacto directo con su primo mayor.

Era viernes por la tarde, y los pasos de Naoya eran tan pesados, como si no quisiera dejar la escuela, su cuerpo quedo parado en la puerta principal, observando el automóvil de Toji estacionado a un par de metros. Si fuera un viernes normal sin que hubiera pasado lo que paso, el chico ya estuviera corriendo hacia aquel automóvil, sentándose al lado de su primo mayor, dándole una alegre sonrisa. Suspiro resignado, aferrando sus manos hacia las correas de su mochila, mientras caminaba hacia el automóvil.


— Pensé que ya no vendrías a recogerme... — Hablo una vez estuvo sentado en el asiento del copiloto, su voz fue casi inaudible.

— Te prometí que siempre iría a buscarte todos los viernes, Nao. — Respondió fijando su vista en el más bajo, luego le sonrió, posando su mano en los cabellos ajenos, revolviéndolos. — Ya, quédate tranquilo, no hablaba enserio aquel día... solo quería parecer creíble enfrente de ese director. — Encendió el auto, mientras conducía con un semblante relajado.

— ... — Sorprendido, observo al mayor, quedándose en silencio, no sabía cómo tomarse aquellas palabras. Luego dejo escapar una risa nerviosa, ruborizándose intensamente, Toji le había jugado una broma.

— Pero, creo que si sería prudente darte un castigo, realmente has sido un chico muy malo, ¿Qué tipo de castigo te gustaría? — Lo miro de reojo, sonriéndole con un poco de maldad.

— Basta, Toji, no me gustan tus juegos... — Saco el suéter que guardaba en su mochila, colocándoselo sobre la cabeza, ocultando su rostro.

— Oh, ¿quieres desaparecer ahora, mi dulce pastelillo? — Con su mano libre, sujeto el suéter quitándoselo de encima al más joven.

— ¿A dónde vamos...? — Naoya se dio cuenta de que la ruta que tomo el pelinegro no era la de su hogar.

— Vamos a mi departamento, tu padre dio su permiso para que te quedes conmigo el fin de semana, le dije que era algo que tu deseabas tanto, pasar un fin de semana con tu primo mayor... será como una larga pijamada.

— ¿Enserio hiciste eso? Pero... pero... ¿y mi ropa?

— Pase por tu ropa en la mañana a tu casa, ahora está en mi departamento.

—... — Emocionado apuño sus manos, mostrando un brillo muy llamativo en sus ojos, por fin conocería el apartamento de Toji.


Llegaron, y lo primero que hizo Naoya al entrar fue quitarse los tenis deportivos y dejarlos al lado de la puerta principal, caminando descalzo por la alfombra, se sentía tan bien. Miraba hacia todos los lados observando todo lo que pudiera del lugar, era tan grande pero muy desordenado, podía percibir el olor a comida picante viniendo de la cocina. Parecía que el departamento no se hubiera limpiado en una semana.


— Una disculpa por el desorden, últimamente he estado muy ocupado. — Dijo Toji para luego sentarse en el sofá.

— Deberías pagarle a una sirvienta para que limpie todo esto.

— De hecho, prefiero limpiar yo mismo, pero... esto es parte de algo que tengo en mente.

— ¿Qué estas tramando, Toji? — Pregunto con curiosidad, conocía bien esa actitud del pelinegro. Luego se sentó sobre el sofá quedando aún lado del mayor.

— Pronto lo sabrás, pero antes... espera aquí, tengo algo para ti, Naoya.


Toji le dedico una sonrisa condescendiente, para después levantarse del sofá, y caminar hasta su habitación, volvió a los pocos minutos con una bolsa negra, en la que había algo adentro. Mucho misterio hasta que se revelo el contenido de la bolsa, era un traje de sirvienta, un vestido negro, con su delantal blanco, muy bonito con encajes, y bordados finos.


— Quiero que lo uses, y que limpies todo el departamento, sé que puedes hacerlo puesto que tienes dos manos.

— Es... es otra de tus bromas ¿verdad?


Sus ojos claros, se fijaron en aquel atuendo, tan solo pensar en usar algo así para hacer labores domésticas, cosa que nunca había hecho en su vida, le parecía de lo más humillante. Si, recordó cuando uso un atuendo parecido para las fotos sugerentes, pero era solo para eso, para sacarse fotos, además de que fue forzado por la petición de aquel profesor pervertido. Ruborizado, se mordió el labio, al entender que Toji hablaba completamente enserio. Sujeto el atuendo sosteniéndolo entre sus manos, notando que incluía unas medias largas de esas que llegan hasta los muslos.


— Vamos, pruébatelo, te veras muy bien. — El pelinegro lo animo mientras caminaba hacia la cocina a preparase un vaso de jugo de naranja.


No tenía más opción, fue al baño a cambiarse, tardando casi una hora, se miraba una y otra vez en el espejo, no podía creer que estuviera degradándose de esa manera. Se coloco la diadema con moñitos que iba con el conjunto, para después salir decidido del baño. Camino hasta la sala principal, observando a Toji sentado en el sofá mientras bebía su jugo y comía un pan tostado. Ahora la vista del pelinegro se quedó fija en quien tenia enfrente suyo, sus ojos iban de abajo hacia arriba, aquel vestido negro de encajes blancos y delantal blanco, llegaba por encima de las rodillas así que podía contemplar unas lindas piernas delgadas cubiertas por medias negras.


— Ya... ya estoy listo para seguir tus ordenes... Toji. — Hablo entrecortado sintiendo bastante vergüenza, agachando la cabeza, llevo sus manos hacia el frente, tocando el delantal.

— Puedes empezar por limpiar este jugo que acabo de derramar. — Vacío el contenido de su vaso aún lleno sobre el piso.


Pensó por varios segundos si hacerlo o no, finalmente el rubio saco de uno de los bolsillos del delantal un pedazo de tela, arrodillándose después sobre el suelo, empezó a limpiar el líquido derramado sobre el suelo. Lo hacía de forma lenta, y torpe, aún seguía sin creer lo que estaba haciendo.


— Parece que un poco de ese jugo salpico mi zapato... no te levantes sin limpiarlo.

— ... — Estaba a punto de colocar la tela sobre el zapato ajeno cuando la voz de Toji lo detuvo.

— No quiero que uses ese sucio pedazo de tela... Hazlo usando tú lengua.

— Si... señor... — Acerco su rostro hacia aquel zapato, abriendo su boca, le paso la lengua, limpiando lo salpicado, extrañamente sentía un gusto en hacerlo porque sus mejillas estaban enrojecidas.


La siguiente orden fue que empezara la limpieza en el área de la cocina, luego podía seguir por las habitaciones, realmente no tenía que hacer una limpieza profunda como tal, solo era recoger cosas, acomodar cosas, pasar la escoba, y quitar el polvo de los estantes. Aun así, le tomo bastante tiempo, por ser actividades que nunca hacía. Salió de la última habitación que le quedaba por ordenar, dirigiéndose hacia la sala principal, noto que Toji ya no estaba ahí. Solo quedaba su vaso encima del sofá, decidió tomarlo para llevárselo al lavatrastos, pero cuando quiso agarrar el vaso, sintió como alguien se colocaba detrás suyo y lo sujetaba del brazo. Su cuerpo era empujado contra el sofá, así que doblo las piernas quedando arrodillado encima del asiento del sofá. Era Toji, quien con su otra mano libre acariciaba uno de los muslos del más joven, subiendo hasta la parte de la cadera, por debajo de la amplia falda, acariciando también parte del trasero de manera lasciva, su mano avanzo aún más, ahora estrujando aquel pequeño bulto de la zona delantera, masturbándolo por encima de la tela del diminuto short blanco.


— Ahhh... Toji... ♡ — Gemía con suavidad, el sentir como aquellos dedos masajeaban su miembro era tan placentero, se mordió el labio, queriendo contenerse para no terminar en ese mismo momento. Movía su trasero de un lado a otro, el cual estaba muy pegado a la entre pierna del pelinegro, necesitaba con urgencia tenerlo dentro suyo para sentirse completamente satisfecho.

— Veo que estas muy ansioso porque te folle duro... — Subió su mano libre hasta el mentón del rubio, sujetándolo con fuerza, le hizo girar el rostro y verlo a los ojos. — ...pero no lo haré hasta que me supliques.

— Por fa-favor... ultraja mi cuerpo... no merezco ningún tipo de respeto... hazme sentir como una puta mientras me follas. ♡ — Le sonrió de forma sumisa y complaciente, sus ojos claros parecían estar a punto de soltar algunas lágrimas.


Esas simples palabras fueron suficientes para provocar en Toji, una gran erección, que dolía como el infierno al estar atrapada entre sus pantalones, estaba muy excitado por el comportamiento tan obediente del rubio. No lo pensó dos veces, bajo aquel ajustado short blanco y después se bajó los pantalones, sujetando con firmeza su propio miembro viril tan húmedo e hinchado, para llevarlo en dirección de aquel agujero. Se introdujo en el de una sola estocada, era tan placentero como la primera vez, le fascinaba tanto el hecho de saber que era el único que tenía el privilegio de usar a su antojo el cuerpo de Naoya.

Sus manos sujetaban ahora ambos brazos del chico, mientras lo penetraba con bastante fuerza y velocidad, como siempre solía hacerlo, sin piedad y siendo muy brusco. Pasando varios minutos, ahora las manos del rubio se aferraban al respaldo del sofá, mientras su espalda estaba arqueada hacia el frente de forma perfecta, recibía las embestidas del pelinegro con enloquecido gusto. Sus gemidos escandalosos se mezclaban con los jadeos roncos del mayor, siendo una sola sinfonía.


— Te gusta ser un chico malo en la escuela, pero aquí te comportas como una pequeña puta... ¿no sientes vergüenza? — Toji le susurro al oído en un tono lascivo. Luego le dio una fuerte palmada sobre el trasero.


Cambiaron de posición, ahora Toji estaba sentado sobre el sofá mientras que Naoya estaba sentado encima suyo, con las piernas abiertas alrededor de las caderas del pelinegro, viéndolo de frente. Subía y bajaba su cuerpo con mucha energía y vigor, disfrutando cada estocada que el mismo se proporcionaba al moverse de esa forma tan obscena.


— De ahora en adelante... me voy a portar bien... Te lo prometo... — Le hablo al oído, usando una voz melosa. Luego acerco sus labios a los del mayor para darle un apasionado beso, una vez fue correspondido, enredo sus brazos alrededor del cuello ajeno.

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