💞Un romance casi inexistente💞
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Hola amores
Primero que nada, deben saber que este capítulo fue un pedido de mi musa.
No le etiquetaré pero es suyo.
Musa musa tu capítulo.
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En el tiempo que llevábamos juntos todo era perfecto, pero la razón tocó a mi puerta… vi lo que antes me cegaba. Decidí que aclarar los hechos era lo más sano para ambos, ya que por mi parte los sentimientos no existían, solo el deseo hacia su persona me acompañaba… nada más.
Me arreglé como un día cualquiera en mi jodida vida y me encaminé a mi destino pensado.
Llegué a buena hora a su trabajo… estaba en su horario de descanso para el almuerzo.
Al encontrarnos en su oficina, sentados uno frente al otro separados por el escritorio y a puerta cerrada… comencé lo que en mente tenía.
-¿Qué es lo que realmente sientes? –quise saber.
-A ver me gustas… pero no tendré una relación ni contigo ni con nadie en estos momentos.
-¡Genial! –dije inexpresiva.
-¿Qué significa ese “genial”? –dijo con una sonrisa ladeada pero serio.
No sé cómo lo hizo pero… fueron sus expresiones.
-Entiendo. Por mi lado, veo esto. –nos señalo a ambos- como una especie de amistad fogosa… umm. Como una aventura.
-Si crees que hay…
-¿Sentimientos? ¡¡Ni madres!! –le interrumpí.
-¿Estás segura?
-Tan segura como que me enamoré de los libros de Eva Muñoz.
Sonreí ampliamente.
-Ok.
-Si están los sentimientos en alguna parte, no los veo… ¿Tú sí? –le cuestioné.
Negó con la cabeza.
-Bien.
Asintió.
Silencio.
-¿Qué pasa? –pregunté.
No respondió sino que se puso de pie y rodeó el escritorio, no despegó sus ojos de mi figura. Se me acercó aun sin mediar palabra alguna.
Estando ya frente a mí, su mirada alternaba de mis ojos a mis labios hasta que eliminó la corta distancia que nos definía y se apoderó de mis labios como si fuesen suyos. Le correspondí al beso de igual manera.
La pasión era lo único que nos unía realmente… si en algún momento lo dudó… “pecó en vano”.
Interrumpí el beso solo para decirle:
-Si en algún momento algo cambia… si surgen los sentimientos más allá de lo que ya existe…esto, ahí muerte…
-Trato. –respondió sin desviar la mirada de mis labios. Luego me vió a los ojos, la profundidad de sus ojos negros no mentía.
Asentí.
Retomamos el apasionado beso en el que su lengua danzaba con la mía como si el resto no existiera.
Casi sin aire, no queríamos separarnos, pero era necesario un poco de oxígeno.
-¿Cuánto tiempo tenemos? –interrogué con la voz ronca y entrecortada.
-Algo así como una hora… no más.
Asentí.
No me había dado cuenta que estaba de pie frente a él hasta que se sentó en la silla que yacía frente a la que antes yo ocupaba.
Casi sonrío.
Volvimos a besarnos y sus manos me van jalando, poco a poco, hasta quedar sentada a horcajadas encima suyo.
El placer del beso hace que corrientes eléctricas viajen veloces por mi piel y se acumulen en mi parte más íntima, que con cada beso se enciende más una llama ahí debajo.
Sin poder evitarlo mis caderas hacen círculos lentos y coordinados con los apasionantes besos que nos damos. Ese movimiento circular sobre su abultado pantalón mientras sus manos recorren mi cuerpo desesperadas nos roban jadeos y gemidos ahogados que acallan nuestras propias bocas.
La velocidad de sus manos en mi cuerpo aumentó y sus besos cambiaron de sitio. Ahora sus labios devoran mi cuello pasando de leves mordidas a besos húmedos y enloquecedores que provocan que arquee mi cuerpo sobre la solidez del suyo.
Me sujeté a su cuello cuando dejó un camino de besos húmedos hasta llegar a mis pechos.
Bajó los tirantes del vestido traslúcido que cubre mi cuerpo y descubrió que bajo esa fina tela no llevaba más que unas simples bragas muy cortas.
Dejó al aire mis pechos y comenzó a torturarme con sus manos dando pellizcos eléctricos y succiones suaves pero profundas…
Me incendiaba como una hoguera, de a poco pero constantemente.
Aferré mi mano izquierda a su cabellera azabache, no tan larga. Sus cabellos lacios eran pura seda, en ese instante, se convirtieron mi ancla al mundo real. Mientras, él devora mi piel a su antojo.
No pude evitar gemir y con mi mano libre cubrí mi boca para acallar mis inevitables muestras de placer.
Él sonrió sobre mi piel, me miró a los ojos y retiró la mano de mi boca.
-No te reprimas… nadie más que yo puede oírte. Ahora todos están ocupados.
Asentí lentamente viéndole a la profundidad de sus ojos negros, que ahora me parecían incluso más atractivos y oscuros.
Su voz ronca me hizo volver a parpadear.
-Creo que podemos deshacernos de esto… -alega mientras toma el borde del vestido playero y lo sube lentamente, rozando con las yemas de sus dedos la piel de mis muslos, mis caderas y los costados de mi abdomen haciendo pequeños dibujos. Sigue subiendo la tela hasta sacarla por encima de mi cabeza para lanzarlo al suelo.
Sonreí un poco tímida pero un leve rubor tiñó mis mejillas, no sabría decir si por el placer o por la vergüenza de que nos interrumpan así.
-No te preocupes. Nadie vendrá a molestarnos a esta hora.
Respondió con tono seguro, firme y muy sensual a las dudas que nublaban mi mente sin haber formulado pregunta alguna.
Se despojó de la parte de arriba de su atuendo, su equipo de protección fue a dar lejos.
Me puse de pie y se deshizo de su pantalón quedando solo en bóxer y yo en mis pequeñas bragas.
Me escrutó y sonrió pícaro.
Me tendió la mano y volví a sentarme a horcajadas encima suyo.
La lluvia de caricias no cesó.
Mis pezones estaban igual de duros que su ya muy notable erección.
Intenté levantarme para ayudarle a su mástil a estar listo pero él se negó.
Sacó su furiosa erección de muchos centímetros, gruesa, mostrándome que no era necesario más juego previo.
-Aunque creo que el tiempo no nos dará.
Anunció sonriendo con sorna.
Sonreí por sus palabras.
Él hizo a un lado mi ropa interior y tras colocarse un preservativo, entró de una sola estocada en mí.
Ambos jadeamos por el placentero movimiento.
Estaba tan húmeda que no tuvo problema y yo menos, con su atrevida introducción.
Luego de ello, sus manos se fueron a mi trasero, lo amasaba y nalgueaba de vez en cuando mientras, yo tomé el mando y marcando un ritmo placentero para los dos… comencé un vaivén con mis caderas.
Subía, bajaba y hacía círculos cuando no le lo esperaba y otras veces lo aferraba en mi interior con fuerza. Algo que al parecer le encantaba. No dicho por mí, sino por sus jadeos y gemidos.
Sonreí pues no soy la única con debilidades.
Sus labios capturaron los míos en un ardiente beso cuando aumenté el ritmo y sus manos se dispusieron una en mi trasero, la otra en uno de mis pechos apretando con sus dedos mi erguido y sensible pezón.
Las caricias solo avivaban la llama que entre ambos se prendía cada vez más… acercándonos a una explosiva oleada de placer.
-No te detengas nena. –susurró en mi oído, con esa voz ronca matadora.
-Um.
-Más rápido. –pidió.
-Sí… más… quiero más… -solté sin pensar.
Sonriendo de lado y viéndonos como si el resto del mundo solo fuera lo que ante nuestros ojos se hallaba.
-Ya casi. –dijimos a la vez.
Un beso selló el orgasmo devastador que nos atravesó volviéndonos gelatina y muchas respiraciones erráticas.
No separamos nuestros ojos del otro hasta que la puerta fue aporreada.
Él me abrazó instintivamente y yo escondí mi rostro en su cuello.
-Dice el jefe que… hay…un… problema.
La parte final de del mensaje fue descendiendo el tono porque ya había abierto la puerta esa persona… y estaba viendo al fuerte hombre que tenía en sus piernas a una chica, ambos casi desnudos y abrazados.
Hubo un momento breve de silencio en el que solo las respiraciones de los tres se escuchaban en el interior de aquella oficina.
Los latidos acelerados de mi amante y los míos iban al ritmo de las alocadas respiraciones.
La persona volvió a hablar.
-Yo… siento interrumpir. –dijo una voz de hombre a mi espalda.
-Ya voy. Dame un momento para vestirme.
No escuché respuesta por parte del sujeto solo la puerta al cerrarse.
Solté el aire que, no sabía estaban, conteniendo mis pulmones.
-¿Estás bien? –preguntó atento.
Asentí sin despegarme de él.
¡Por Dios! ¡Qué vergüenza!
-Debo vestirme.
Asentí y con lentitud me deshice del abrazo cálido que compartíamos.
Suspiré y me puse en pie.
Tomé mi vestido del suelo y me lo coloqué veloz.
Busqué mi bolso y tras hallarlo en un rincón de la habitación fui por él.
Sin despedirme o siquiera mirar atrás abrí la puerta y salí de ahí.
En el pasillo alisé mi cabello.
Me marché de su oficina como si no hubiese pasado nada.
A paso vivo me acercaba ya a la salida definitiva del enorme local, hasta que escuché a tan solo medio metro de la portería, que alguien me gritó…
-¡Espere señorita!
Esa voz, me hizo frenar de golpe, era la voz de la persona que hace tan solo un rato no pilló casi en el fogoso acto.
Tomé aire y llené mis pulmones de oxígeno antes de erguir la espalda y mostrar una sonrisa falsa que ocultase mis nervios.
-¿Qué pasa? –solté cortés nada más voltear sobre mis pies.
Su rostro preocupado me dejó sin aliento, en su ropa había manchas rojas, muy rojas… mis ojos se negaban a creer lo que mi mente ya daba por sentado.
-¿Qué pasó? –logré formular en un hilo de voz.
-Un grave accidente.
No.
-¿Dónde está él?
Negó el desconocido.
Una lágrima traicionera resbaló por mis mejillas y murió en la comisura de mi boca.
Solté el bolso en el suelo y no me importó, los sancos, que llevaba por tacones. Solo corrí. Corrí. Sin saber a dónde. Pero corrí, hasta alcanzar a ver un grupo de personas aglomeradas en círculo.
Me abrí paso entre ellos y caí de rodillas al suelo. No me importó el dolor del impacto contra el suelo…
Me dolió el impacto de lo que ante mí vislumbraba.
Las lágrimas nublaron mis ojos, mis manos temblaban y mi cuerpo no respondía… no podía respirar siquiera.
-Estaba… en el equipo… pero… el equipamiento de protección no respondió correctamente y… cayó a 8 metros de altura.
Algo de eso escuché decir a alguien.
-No… no… imbécil… mira que te dije que te cuidaras… imbécil despierta. ¡¡Despierta!!
Era lo único que lograba articular entre sollozos.
No me atrevía siquiera a tocarle.
Me negaba a creer que era él.
Su cabeza se abrió en muchos pedazos y un gran charco de sangre lo rodeaba.
Tenía las piernas destrozadas, el rostro irreconocible… había restos de su cerebro por el suelo.
La imagen era horrible.
Solo lo identificaba su ropa y que una cámara de vigilancia grabó el siniestro.
Los brazos de los hombres que se aglomeraron alrededor del cuerpo, ya sin vida, intentaron ponerme en pie pero no podía moverme, no podía dejarlo solo.
No sé cuánto tiempo pasó.
No fue hasta que llegó la ambulancia, tras un examen veloz de su ser inerte y que le envolviesen en una bolsa de nailon, de esas que se usan en las escenas del crimen.
Luego de ver como la cerraban, le subían a una camilla y le cargaban hasta el interior del auto, que uno de los paramédicos me inyectó un sedante y con ayuda de otros sujetos me adentraron a la ambulancia, me colocaron una máscara de oxígeno…
En ese entonces, me trasladaron pero… yo no respondía, no me salían las palabras ya…
Él… él… mi… amante…
Había… muerto.
Y… yo… sí… le… estimaba…
Cada sonrisa sincera; cada mirada, desde divertida hasta atrevida fue sincera; cada palabra fue real.
Pero él… ya no lo es.
Él ya no es real.
Él ya no está.
¡Joder!
Seguía muy perdida en mis divagaciones cuando todo se volvió negro ante mí y me desplomé sobre el cuerpo de mi difunto amigo-amante que estaba frente a mí en la camilla.
Luego de ello, no recuerdo nada.
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Nota de la autora
😉¿Quieres morir Musa?😉
Se aceptan pedidos...
Se aceptan historias...
Se aceptan ideas...
Se despide su autora.
💀💀💀Death 💀💀💀
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