LLUVIA

Las luces de la habitación eran tenues, la cama tenía varias mantas y sábanas desordenadas y, bajo estas, dos cuerpos que se miraban uno al otro, sin poder apartar la mirada el uno del otro, abrazándose el uno al otro con el cuerpo y con la mirada.

Las respiraciones acompasadas de la pareja, cuyos componentes se sentían los únicos habitantes de la tierra, se vieron acompañadas del sonido de las gotas de lluvia que empezaron a golpear con suavidad el cristal de la ventana de la casa de campo en la que se encontraban. La mirada del chico cambió a divertida y ella le miró, intrigada. "¿Qué ocurre?" susurró la chica sin querer romper el silencio que les rodeaba, aunque este no duró mucho.

El muchacho cargó a su amada en brazos, dando un grito por el susto, antes de salir corriendo de la habitación. "¿¡Qué estás haciendo!? ¿¡Dónde vamos!?" decía la chica, sin poder evitar reír a carcajadas, se dirigían a la puerta que daba al exterior, donde la lluvia comenzada a tomar fuerza, formando algunos pequeños charcos.

"¿Acaso no lo ves?" dijo el chico, sin pode evitar mirar a su novia con una mirada divertida cuando el agua empezó a empapar sus cabellos y ropa interior. El muchacho dejó con suavidad a la contraria en el suelo, vigilando que no se cayera debido al agua que empapaba el suelo. Ella le miró divertida, cada vez le sorprendía más con sus locuras, después de tantos años juntos ya debería conocer como es.

Él la tomó entre sus brazos y, tras depositar un suave beso en sus labios, empezó a cantar la canción, su canción, aquella que él había reproducido automáticamente en su mente nada más mantener una conversación con ella. Esa canción que se había convertido en la de ambos. Ella empezó a seguirle el ritmo, sin dejar de reír cada vez que el la hacía bailar y dar vueltas, ambos empapados como si acabaran de salir de una ducha.

Se pasaron así la mitad de la noche, bailando bajo la lluvia, sintiéndose los dueños del mundo, del universo. La otra mitad de la noche la pasaron en la cama, juntos, sin poder dejar de tocarse, de admirarse, de amarse el uno al otro hasta la mañana siguiente, cuando tendrían que abandonar la pequeña casa en el campo que habían alquilado un fin de semana para volver a la realidad.

Pero todo cambió a la hora de volver. Mientras el coche recorría el camino sin asfaltar entre los árboles que formaban el bosque, una fuerte lluvia caía. Ahora la chica lo pensaba, se martirizaba cada día, deberían haberse quedado en la casa hasta que la lluvia cesara, hasta el día siguiente si hubiera sido necesario. Pero no fue así.

Todo sucedió de golpe, ella perdió el control del volante al mismo tiempo que la rama de un árbol cercano se cayó sobre el capó del coche, sobresaltándola a ella, que intentaba controlar el volante, sobresaltando a él, que intentaba ayudar a su amada. Y entonces, sucedió.

Un árbol apareció de la nada frente a ellos, en el lado del copiloto. Más tarde le dirían a ella que se habían salido del camino, frenando contra un árbol, lo cual hizo que ambos quedaran inconscientes hasta horas después, cuando una pareja de ancianos que paseaba por la zona tras la tormenta vio el coche, nadie había escuchado el estruendo por la fuerza del agua que caía y los truenos que la acompañaban.

Ahora, seis meses después, ella miraba la ventana del hospital sin soltar la mano del chico que la acompañaba en aquel momento, esa mano que reposaba en el vientre abultado de la chica, que albergaba aquello que ambos habían creado y ella se había negado a saber el sexo si él no estaba a su lado.

De sus labios rosados, que aún guardaban aquel beso que habían compartido en el coche minutos antes de que todo sucediera, salía suavemente los versos de la canción que ambos compartían. Esa canción que cantaba cada día cuando iba a verle, cada tarde cuando se dirigía al hospital tras haber estado en sus clases, que, pese a todo, no había abandonado ya que sabía lo orgulloso que estaba de ella el chico que ahora reposaba dormido en la cama de la blanca habitación.

En la ventana empezaron a caer pequeñas gotas, lluvia. Esa lluvia que la llevaba a uno de los recuerdos más felices de su vida y, al mismo tiempo, a uno de los más amargos. No apartaba la mirada de la ventana mientras cantaba con suavidad, por esa razón no pudo ver como el chico abría levemente los ojos.

Sintió que algo apretaba su mano con suavidad y su corazón dio un vuelco. Desvió la mirada de la ventana hacia el chico, del cual podía volver a ver esos ojos color caramelo que tanto adoraba. Esos ojos que pensaba que nunca más podría volver a ver, esos ojos que había adorado, extrañado y llorado tanto.

Estaban ahí. Estaban mirándola. Estaba despierto. 


ΩΩΩΩΩΩΩΩ

¡Hola a todas y todos! Después de no pasarme por aquí durante un tiempo (las clases me tenían hasta arriba) os dejo aquí este relato :)

Espero que os haya gustado, si es así, ¡no olvidéis compartir con vuestros amigos, votar y comentar! 

¡Nos vemos en el próximo relato! Esta nota es cortita pero os prometo que no os dejaré tanto tiempo sin un relato :)

Andreadefuego


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