FÉNIX 🏳️🌈
Miro mi reflejo en el espejo del baño. Mis ojos de color caramelo me devuelven la mirada y sonrío, intentando animarme en silencio. Sin separar la mirada de mi yo del espejo, mi mano coge el pintalabios rojo, el que Toni me había comprado hacía unos días. Decía que le encantaría verme con este color en los labios.
Aparto la mirada de mí misma y me pongo el maquillaje, para después suspirar y mirar mis manos, que reposan en el lavabo. ¿Quiero ir a la fiesta? Realmente no, pero Toni... Si no iba con él, dijo que se quedaría solo en casa. Insistí que iría con él para que no estuviera solo, pero insistí que se sentiría mejor así, que no quería molestarme. Es mi novio, no quiero a que se sienta mal por mi culpa, de forma a que acabo accediendo.
Doy un último repaso a mi cuerpo en el espejo. Llevo mi cabello rubio recogido en una cola de caballo. Bajo la mirada y veo el vestido negro, por la mitad del muslo y con cuello con forma de corazón. En los pies llevo unos botines del mismo color del vestido. Sonrío, me siento guapa y poderosa, y, seguro, que a Toni le encantará.
Revisando mi móvil escucho el claxon de un coche. Suspiro al ver por la ventana que es Toni, que viene a por mí en su coche rojo. Le he dicho miles de veces que no haga eso, que todos los vecinos asoman la cabeza por la ventana por ver que pasa y me da vergüenza explicar lo mismo cada vez que me preguntan qué ocurre, pero nunca me hace caso.
Cojo mi chaqueta y mi bolso para después bajar a la calle. Saludo a Toni con un sonrisa y después subo en el coche. Voy a besarlo para saludarlo, pero él se aparta, mirándome con mala cara.
- ¿Qué te has puesto? Te dije que te pusieras el vestido gris, Ana- dice con voz arisca. Trago saliva, sé que está enfadado y lo último que quiero es eso.
- Iré a cambiarme, ¿de acuerdo? Solo me harán falta cinco minutos- afirmo mirándolo, pero él esquiva mi mirada, sin querer decir cosas de las que después se arrepentirá, como otras veces.
Bajo del coche rápidamente, suspirando mientras subo en el ascensor. Me encanta este vestido y esperaba que a él también.
Vuelvo a mi habitación y rebusco en el armario el vestido que me ha dicho, gris, de manga larga y sin escote. Una vez cambiada, vuelvo al coche, feliz al ver una pequeña sonrisa a sus labios.
Al cabo de una hora llegamos a la discoteca. Esquivando decenas de cuerpos bailando al ritmo de una canción, conseguimos llegar a la barra. Toni pide para mí un refresco y él empieza ya con alcohol. Agradezco al camarero que me da mi bebida y, cuando mi novio ve que el chico me sonríe, posa su mano libre a mi cintura y me besa con pasión, hasta que necesitamos separarnos para respirar.
Después de dos horas sin dejar de bailar, con Toni sin soltarme, como si temiera perderme, vamos al parque que hay al otro lado del calle. Como ya está bastante borracho es mucho más fácil llevarle.
Nos sentamos en un banco y cierro los ojos. Quizá es hora de decirle lo que llevo pensando desde hace tiempo... Quizá al estar borracho, no se enfade.
- Amor mío...- cuchicheo, queriendo saber si me escucha. Él asiente, dando a entender que me presta atención, cosa que me hace sonreír. Trago saliva y continúo, cuchicheando y acariciándole el cabello-. Hace un tiempo que he estado pensando que... puede ser que me atraigan las chicas...
Se levanta de golpe y yo miro sus ojos, confundida, cuando veo una mirada que no le había visto nunca, una mirada que helaría la sangre de la persona más valiente.
- No vuelvas a decir una cosa como esa, Ana. ¿Entiendes? A ti solamente te gustan los chicos. -Dice con firmeza. El miedo recorre mi cuerpo, pero mi boca decide hablar sin el permiso de mi cerebro.
- Pero amor... me pueden gustar los dos... No te dejaré por nada pero... - digo con la voz temblorosa, que se corta de golpe cuando siento la mano de Toni impactar contra mi cara.
Me pega con tanta fuerza que siento algo caer por mi barbilla. Llevo mi mano a esta y, cuando la veo, mis dedos están manchados de rojo. No me da tiempo a hablar, porque, sin esperarlo, Toni me coge de mi cola de caballo y me tira al suelo.
No sé cuánto tiempo pasa. Solos siento golpes por todo el cuerpo. No sé qué está ocurriendo. Solo tengo miedo. Quiero que esto termine ya y volver en casa, a mi cama, para despertar de esta pesadilla.
Escucho a Toni gritándome cosas que nunca me habían gritado. Siento un golpe en el estómago y otro en la cabeza. Todo empieza a oscurecerse. ¿Me estoy muriendo? Tal vez es mejor la muerte que continuar sintiendo los golpes, que no poder hablar con mis amigas... Quiero ir a mi casa, como cuando era pequeña y tenía una pelea con una amiga, pero no puedo... Dejé de hablar con todos por el...
Llego a escuchar dos voces nuevas en la escena, pero a estas alturas me cuesta saber incluso donde estoy o como me llamo. A estas alturas solos quiero dejar de sentir todo. Y termino lo consiguiendo.
•
Salgo del edificio de mi psicólogo. Voy con prisa porque, si no corro, llegaré tarde a mi primer día en la academia de baile. El médico me ha dado permiso para volver a bailar hace unas semanas, cuando estuve recuperada físicamente de los golpes de aquella noche. Incluso me dijo que sería beneficioso para mi mente hacer una cosa que me apasionaba de aquel modo.
Voy a casa con tiempo de sobra para cambiarme e ir a la academia. Mientras me pongo la camiseta, veo la cicatriz que me quedó por la operación que me hicieron al llegar al hospital.
Aquella noche, cuando estaba perdiendo la conciencia, dos chicos vieron a Toni pegándome. Avisaron a una ambulancia y a la policía, sin separarse en ningún momento de mi lado.
Toni casi me mata, puede ser con un par de patadas más lo habría hecho. En el hospital me hicieron varias operaciones: tenía gran parte de los huesos rotos y una conmoción cerebral. Pero un año y medio después, estaba aquí, preparándome para saborear mi pasión, aquella que dejé porque Toni me dio a elegir. Incluso lo elegí sobre mí misma. Estaba cegada, y me estaba consumiendo. Me termino de poner la camiseta y, después de quince minutos recorriendo las calles, llego a mi destino.
Abro la puerta con nerviosismo. Hace más de dos años que no he pisado este lugar, y ahora por fin lo estoy volviendo a hacer. Mis amigas, las cuales llevo viendo desde la noche que pasó todo, a pesar de haberme alejado de ellas por él, parece que no haya pasado el tiempo y me reciben con los brazos abiertos.
Llego a una sala llena de espejos cuando escucho una voz que no reconozco. Miro toda la sala y, de espaldas a mí, veo una chica vestida con mallas y una camiseta deportiva verde. Tiene el cabello corto, liso y castaño recogido en dos pequeñas trenzas. Se da la vuelta y nuestras miradas se cruzan: tiene los ojos azules y las pestañas largas.
-Soy Amelie- me dice presentándose, con una sonrisa- , me han dicho que tú eres Ana, ¿no? Llegué hace un año y medio y todas se pusieron como locas cuando descubrieron que volverías aquí. Así que tenía muchas ganas de conocerte- dice con simpatía. Su sonrisa no se borra de su cara en todo el rato que hablamos, cosa que me deja ver que es una chica muy agradable.
Cuando el entrenamiento acaba no puedo evitar quedarme una rato más en la sala de los espejos. Ha sido demasiado tiempo sin dejarme llevar por el ritmo de la música: no hay nada más que me importe tanto.
Sin percatarme, estoy bailando en el silencio de la sala, con el único sonido de mis pasos cuando mis pies chocan con el suelo. La melodía del mi último espectáculo, un baile de ballet, resonando en mi mente, es suficiente para disfrutar de esto. Cuando termino, estoy en el suelo, mirando mi reflejo en el espejo, aunque mi vista vislumbra una silueta tímida que me observa. No negaré que no me preocupara al principio saber que alguien me había observado, pero me tranquilizo al recordar que solos las chicas de la academia tenemos las llaves para abrirla.
- ¿Amelie? - digo al distinguir el cabello con dos pequeñas trenzas. La chica sale de detrás de la puerta, con sus mejillas un poco sonrojadas por haberla descubierto.
- No sabía que bailaras ballet también... pensé que solos hacías danza contemporánea- dice con cierta timidez, jugando con sus manos, para después añadir:-. ¿Querrías ir conmigo a tomar algo?
Al ver su timidez, no puedo hacer otra cosa que asentir, además de que me gustaría muchísimo ir a tomar algo con ella. Cojo mis cosas y, con un sonrisa que llevo a mi rostro desde que fui libre de las manos de Toni, vamos las dos hacia fuera.
•
Miro mi reflejo en el espejo del baño y mis ojos caramelo me devuelven la mirada, y esto me hace sonreír, esta vez de verdad. Ahora ya no cojo ningún pintalabios, nunca me ha gustado maquillarme y solo lo hacía por la presión que Toni se enfadara.
Han pasado tres años desde la noche de la agresión y sé muy bien que el fantasma de mi relación con él seguirá detrás mío, no sé por cuánto tiempo. No me percaté como de tóxica que era esa relación. Era una bomba de relojería y terminó estallando de la peor de las maneras.
Ahora me miro en el espejo, siendo yo misma, libre, y, de alguna manera, me alegra haberle dicho eso. Esto es el que la Ana de dieciocho años, que estaba ahogada por su relación con un maltratador, habría querido. Sonrío al ver mi ropa, un vestido que desde hacía meses deseaba y Amelie me sorprendió al regalármelo. Amelie... me ha cambiado la vida. A su lado he descubierto que el amor no debe hacer daño, que es dar y recibir y no solo dar. Me ajusto la cola de caballo mientras escucho la puerta de casa abrirse, se dibuja a mi cara un sonrisa aún más amplio. Cierro los ojos para ponerme la colonia y siento unos brazos rodearme por la cintura y darme un beso a la mejilla.
- Buenas noches, mon amour, estás preciosa esta noche.- Dice la voz suave y con acento francés en un cuchicheo, sin soltarme.
Sé que ella estará a mi lado haga lo que haga, cuidándome en mis noches más indefensas cuando tengo pesadillas, aplaudiéndome en cada representación de danza.
Amelie saca su teléfono móvil para hacer una foto de las dos. Subo el brazo para poner la mano junto a la suya, que descansa en mi hombro, y no puedo evitar llevar los ojos al pequeño tatuaje que tengo a la muñeca. El animal que resurge de sus cenizas, un ave fénix, que, una vez muere, rodeado en llamas, vuelve a nacer de las cenizas. Había vuelto a nacer de mis cenizas como el animal mitológico y no quería que esto se me olvidara nunca.
- Venga, amor mío, ¿estás lista para nuestra cena? Terminaremos llegando tarde al restaurante como nos pasa siempre.- Dice en tono divertido, antes de que yo asienta y la bese con suavidad
- Lista amor. Vamos ya.-Digo cogiendo mi bolso y yendo en la puerta.
Con ella soy feliz, quizá más feliz del que he podido ser nunca y, tocando la pequeña caja que hay en el bolsillo de mi chaqueta, sé que hoy es la noche para hacerlo, la noche donde las dos seremos felices. Nuestra noche.
ΩΩΩΩΩΩΩΩ
¡Hola a todas y todos! ¿Qué tal estáis en esta tarde de sábado?
Hoy os dejo por aquí un relato muy muy especial para mi, ¡ya que con el he conseguido ganar mi primer concurso de relatos literarios! Me enteré el otro día que era la ganadora del Sambori 2020 y no dudé en traducirlo para poder compartirlo con vosotros, ¡llevaba desde febrero esperando a que lo leyeseis!
Espero que os guste mucho, se que es más largo que de normal pero he puesto todo mi corazón y un poquito más en el.
Y ya sabéis, si os ha gustado, porfavor, ¡votad por el, comentar y compartirlo con vuestros amigos!
¡Un abrazo gigante!
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