Sé fuerte
Sé fuerte, me dijeron. Como si no estuviese intentando levantarme desde esos cimientos que tan apegados se quedaron conmigo.
La llama brillaba cada vez más y el tiempo corría a lo loco y yo era esa soñadar que se detenía en cada esquina para apreciar la sonrisa del niño, el atardecer en el horizonte y la madre siendo notificada de su embarazo.
Siento llevarme conmigo a todo aquel que se interpone en mis sentimientos, que se pone en frente de toda esta velocidad frenética que llevo en las venas y todo detalle que apuntó a mi sonrisa. Perdón, no sé de frenos, ni mucho menos de amar sin dejar manchada la escena del crimen.
El paraíso no debe ser el Cielo, sino una colección de todos los buenos recuerdos que fuimos acumulando a lo largo del camino, ir apreciando las flores que ir cortándolas para regalárselas a gente que no tiene vida.
Hay chicas a las que se le regalan margaritas, y hay otras a las que se les regala el rosal.
El amor duele cuando intentas no echarle de menos, y en cambio, terminas llamándole y diciéndole que ya no le quieres de vuelta, y que has disfrutado del capítulo de su vida y que el tuyo es ese al que de ahora en adelante regresarás para leer lo subrayado.
Vale, hay cosas tan bonitas que es imposible escribir de ellas, porque describirlas sería un pecado capital. Cosas que a simple vista son fugaces y más adelante te das cuenta de que fueron estrellas.
Volvemos a donde reímos, porque nos gusta el masoquismo de recordarnos felices cuando estamos hasta el cuello de tristeza. Y vale la pena volver, porque siempre, pero siempre hay algo que nos hace quedarnos.
Ámbar
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