A primera vista.
Quedé estupefacta al mirarlo. Era más de lo que imaginaba, de lo que podía llegar a imaginar. Al parecer quedé tan paralizarla al verlo que mi cabeza empezó a dar vueltas. Todo a mi alrededor se silenció y se sentía tan alejado de mí y de él. Todo iba tan lento para ser realidad, se iba acercando lentamente, paso por paso con esa sonrisa tan calma y hermosa que tenía. Su expresión de tranquilidad y alegría por verme era, sin dudas, la más reconfortante de todas. El color negro de su pelo hace que capte la atención de todos, su piel tan blanca y delicada como las esculturas que hay en los museos hechas de yeso y sus grandes y penetrantes ojos llamativos color miel que hacen que te derritas como el azúcar en el té, hacían de él lo único que mis ojos quisieran ver por el resto de mis días. No puedo creer que esté pensando estas cosas y menos sobre él.
Una sensación fuerte hace que todo mi sistema nervioso se descoloque. Algo en mi pecho no me deja estar tranquila paso a paso que Enrique da hacia mí. Mi respiración se vuelve muy molesta e intranquila. No recuerdo haber sentido esto tan fuertemente como lo estoy sintiendo ahora. No sé cómo manejar esta situación ni se bien lo que me está pasando pero lo que sí sé es que Enrique está a dos pasos de mí y yo me estoy a punto de desvanecer.
Que golpes nos dan algunas sonrisas. Es como si un viento nos sorprendiera, más bien un viento nostalgico. Pero me gusta, la nostalgia siempre nos dirá dónde valió la pena estas, por eso lo añoramos. Éste es un viento que me dice que acá con él, es mi lugar.
Ámbar.
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