11
Trey Myers
Abro un ojo y suelto un quejido. Ya es de día, supongo. Lentamente me giro y veo la hora en mi celular.
—¡¿Las ocho?!
Me levanto de un salto. Seguro apagué la alarma medio dormido y proseguí con mi descanso. ¡Nada relevante! Cuán genial se me haría detener el tiempo ahora... Pero hoy no es de esos días.
—Maldición.
Meto los pies en los tenis (nunca ha sido más útil dormir con medias) y paso la camisa del uniforme por mis hombros. Agarro los pantalones y voy abrochando todo de camino al baño.
—¡Ese maldito Eiden ni siquiera me despertó!
Mojo mi rostro y tomó el cepillo de dientes para irme lavando la boca en lo que tomo mi mochila.
—¡Carajo! —vocifero de nuevo cuando me tropiezo y casi caigo. El único problema es que me atoro con la espuma que tengo que escupir.
Ojalá no me metan en detención con alguien del club de ajedrez, las chicas de allí me odian.
Salgo del baño y bajo las escaleras deprisa mientras me arreglo un poco más el uniforme. Como era de esperarse, no hay nadie en casa. Unas tostadas están en la mesa junto a un vaso de jugo con un papel encima. "¡Ten un buen día!", alcanzo a leer.
—Siempre atenta, mamá.
Tomo el jugo rápido y agarro una tostada en lo que salgo. Cierro la puerta con llave y siento el ladrar de Bennett mientras me abrocho los cordones de los zapatos en la entrada.
—Buenos días, amigote —suelto con una sonrisa—. No me extrañes demasiado. Me tengo que ir.
Acomodo mi mochila y me acerco para acariciar su cabeza. Bennett sacude la cola alegre, siempre está de buen humor.
—Eres un buen perrote —agrego y comienzo a retroceder, agitando la mano dramáticamente—. ¡Te quierooo!
Correr en la mañana es bueno. En este caso, corro por ejercicio y por llegar a la escuela a tiempo para la primera clase. Afortunadamente no me queda tan lejos.
—Espero no morir en el intento.
***
—¿Myers? —Me paro en seco al escuchar la voz de la custodio—. Creí que ya habías entrado.
Volteo lentamente hacia ella. La explicación más probable a acertar es que me haya confundido con mi hermano. ¿Pero por qué? No llevo gorra ni sudadera, tampoco voy todo malhumorado o serio y mi cabello... Oh, dios mío. ¡El gel! ¡No me he pasado ni un peine! Ha sucedido una fatalidad: me he convertido en un Eiden 2.0.
—Sí... —musito, dejando mi trágicos pensamientos de lado—. Es que se me había quedado un trabajo y tuve que correr a buscarlo. ¿Hay algún problema?
—No, no.
Yo solo sonrio aliviado.
—Apresúrate, te perderás la clase.
Así que entro en la escuela velozmente mientras grito un—: ¡Te amo, Gloria!
Hoy, aparte de tarde, voy amoroso. Con eso definitivamente descartará la idea de que sea Eiden, pero ya entré. Cuando me acerco al salón, todos están de pie en lo suyo.
O la clase no ha empezado o yo detuve el tiempo por el camino.
—Buenos días, Trey —Carol me sorprende en la puerta y se me acerca con cara de: "te voy a mandar a la dirección por ser tan guapo"... Aunque puede que lo último no.
—¡Hola, Carolcita! —Procedo a sonreír con la gracia de un Brad Pitt trigueño—. Hoy estás preciosa. ¿Acaso es un nuevo brillo labial? —agrego todo Don Carisma y finalizo con un guiño.
No me puede mandar a la dirección después de ese guiño.
—No uso maquillaje, Trey.
Si no fuese un día soleado, diría que hasta en los pies sentí su frialdad.
—Tampoco lo necesitas, tienes una belleza natural que también emana de tu noble personalidad.
—Tranquilo, Myers —interviene, limitándose a reclinarse en un borde de la entrada—. El profesor Claudio tiene viruela. No necesitas besarme el trasero.
¡Justo cuando no podía haber más Sol en el cielo!
—Una noticia tan encantadora como tú. —Le lanzo un beso al aire.
Carol hace una mueca de asco y yo voy campante hacia mi asiento.
—Fue tu culpa por meter las narices en el lugar más oscuro de todo esto a las cinco de la mañana.
Vale, nada como llegar y ver una clásica pelea de recién casados.
—¡Tú también estabas ahí! —Ángel le responde a mi hermano con la misma energía.
—Solo fui para evitar que te metieses en un lío. —Eiden desvía la mirada y se remueve en su asiento.
¿Teniendo citas o qué? Nadie me dice nada. Me siento excluido.
—¿Como cuál? ¿Jugar a las cartas con esa señora? Solo me asusté por la impresión.
—Estás más demente que esa mujer...
—Esperen un momento —interrumpo por fin. Ambos me miran confundidos; claramente ni me notaron antes—. ¿Fueron a las cinco de la mañana a la casa abandonada y se encontraron a una chamán? —no me molesto en ocultar la perplejidad en mi tono—. Wow, primero que nada, buenos días. Pero para Ángel, porque tú —mi índice acusador se dirige a mi hermano—, ni me llamaste para despertarme.
—Existen las alarmas, Trey.
—No hagas como si no me conocieses. Por más que me alegre que estén pasando tiempo de calidad juntos, aunque sea una llamada perdida me pudiste haber dado.
Eiden bufa mientras pone los ojos en blanco y Ángel lo observa con expresión divertida. Polos opuestos, en efecto.
—Bueno, voy a mi casillero un momento —anuncio mientras me pongo de pie.
Espero haber dejado un gel de repuesto allí.
—¿El estilo, eh? —La cara de hermano refleja pura diversión.
—Privacidad, Eiden, privacidad —recalco. No sé cuántas veces vamos a tener la charla de los límites mentales. Mi mente, la suya, lejos.
—Solo supuse —añade con inocencia levantando los hombros.
Niego con la cabeza y me encamino hacia el pasillo. Sonrio victorioso en cuanto veo que mi buen juicio sí ha dejado un gel en el casillero, pero antes de que pueda tomarlo la puerta se cierra bruscamente en mis narices.
—¡Carajo! —reacciono. Pude haber perdido los dedos.
Pestañeo dos veces y noto la mano sobre él. Volteo a ver con cara de pocos amigos a un rostro bastante conocido.
—¿Cuál es tu problema, Teresa? ¿No deberías estar en clase?
—Tranquilo, bebé —dice, mientras se relame esos labios carnosos suyos y bate sus pestañas maquilladas para mirarme con falsa ingenuidad—. Voy al baño.
—Entonces vas en la dirección incorrecta.
Intento marcharme pero su mano toma mi brazo.
—¿Qué? —suelto impaciente.
—Esperaba que pudieses... —Y hace una pausa intencional, me mira de arriba a abajo y se muerde un extremo del labio inferior— acompañarme.
—Teresa... —mi tono es de advertencia. Con sutileza pongo mi mano encima de la suya y la aparto de mi brazo—. Fue algo de una noche, creí que lo habías entendido.
—¿Una noche? —resalta enarcando una ceja y mi mente da un rápido recorrido por nuestras... recaídas.
Acepto que recordar ha sido bastante estimulante.
—Tú me entendiste. Pero aún así, rojita —la llamo por el apodo que le puse en alusión a su cabello—. Me conoces. Y, además, no estoy de humor hoy.
Teresa frunce los labios y se me acerca lenta y peligrosamente.
—¿Seguro?
Mis ojos caen en sus labios, que se abren y dejan que su aliento a frambuesa se mezcle con el mío. Teresa es sexy y lo sabe, es una de las cosas que me atraen hacia ella. Confiada, se acerca más, dejando solo centímetros de distancia entre nuestros rostros. Pero yo coloco mi índice sobre sus labios y la obligo a retroceder.
—Gracias, pero no.
Teresa apoya su espalda contra los casilleros con expresión de desagrado.
—Te estás volviendo aburrido, Myers.
Sonrio ante su comentario y me dirijo a ella por última vez.
—¿Quién sabe?
Me regreso al salón y justo cuando me siento suena el timbre.
Qué interesante comienzo de día.
***
Clases y clases y luego el entrenamiento. Termino de ducharme y me seco un poco más la cabeza mientras termino de vestirme.
—Oye, Vic, ¿tienes gel para el cabello? Dejé el mío junto a los libros.
—Sí, claro —responde y abre su casillero de los vestidores—. Está... merde.
—¿Qué pasó?
No entendí lo último pero por su cara seguro fue una maldición.
—Pasó otra vez, Trey —responde Victor molesto. Cierra de un tirón el casillero y se sienta en el banco
—¿Te siguen robando cosas? Vaya, hace tiempo no me pasa, creo que deberías conseguirte un candado.
—Ya lo hice y desapareció ayer.
—Rayos, hombre... —resoplo y me siento junto a él.
—Lo más extraño es que a veces las cosas vuelven a su lugar —su comentario me intriga más.
—¿Será que alguien te está jugando una broma?
—Pues no es muy divertido que digamos, amigo.
—Entiendo. —Asiento con la cabeza y palmeo su hombro—. No te preocupes, mañana traigo gel para ambos.
Victor ríe y luego nos despedimos. Cuando salgo, mi mirada cae casualmente sobre su hermana. Siempre se sienta en lo más alto de las gradas del gimnasio y está en cada entrenamiento. Parece una hermana bastante atenta.
Bueno, sigo mi camino hacia la salida. Mi rutina no es tan emocionante; quiero decir, mi hermano ha hecho un nuevo descubrimiento con la llegada de Ángel. Realmente llegué a creer que ella podría ayudarme también. Es muy frustrante no tener a quien recurrir cuando tus "habilidades" se salen de control o no salen para nada. Hay días en que incluso puedo retroceder el tiempo unos minutos, es alucinante, y otros (como hoy) en que ni siquiera puedo detenerlo un segundo. Eiden dice que me falta confianza. ¿Confianza en qué? Yo digo que mi "regulador de poder interno" está roto.
Voy cruzando la calle a unos pasos de mi casa y justo cuando mi pie roza la acera, el sonido exorbitante de un claxon me hace voltear alarmado.
Un auto. Una chica. Están acerca. Más acerca. Reacciono y corro, pero no voy a lograrlo.
—¡¡No!!
Cierro los ojos. No escucho nada. Inmediatamente los vuelvo a abrir y no es un cuerpo magullado en el suelo lo que encuentro.
Lo he hecho. ¡Lo hice!
—Joder... —exhalo con cierto alivio mientras me paso las manos por el cabello.
Vale, no sé cuánto dure esto así que tengo que pensar rápido.
El auto está a dos pasos de ella, pero... un momento...
—¡¿Orelle?!
¡¿Qué hace la hermana de Victor aquí?! ¡Se supone que viven en la dirección contraria!
Ok, no es momento para esto.
No voy a dejar que la atropellen, absolutamente no. Sin embargo, no puedo llevármela sin arriesgarme a ser descubierto.
—Vale, tú puedes Trey.
Respiro hondo y me concentro.
—¡Vamos!
Cierro con más fuerza los ojos y tenso mi mandíbula. Siento algo. Está funcionando. Luego observo que el auto retrocede lentamente.
—¡¡Sí!!
Justo cuando me alegro, algo falla. Todo comienza a suceder de nuevo y muy rápido para mi gusto.
—¡¡No!! ¡¡No!!
¡Bum! Se detiene la escena. Segunda vez. Creo que mi corazón no aguanta un susto más.
Ahora el auto está a unos centímetros de su cintura. La cara de Orelle muestra puro pavor. No tengo tiempo para retroceder el tiempo.
—Qué irónico... —rio por un segundo pero me recompongo enseguida.
Voy a moverla. ¡Sí! Solo necesita estar unos centímetros más a la izquierda.
—Permiso —le digo, aunque sé que no me oye, luego procedo a cargarla como saco de papas.
Pesa menos de lo que creí. ¿Acaso come?
—Listo.
Me reincorporo, pero me doy cuenta de que la escena sigue pareciendo extraña.
—Vale, es hora de improvisar.
Como todo un director de cine entrometiendo sus narices en el trabajo de los actores, lentamente reclino el cuerpo de Orelle en la calle, flexiono sus rodillas para que sus pies no toquen el auto y me pongo encima de ella apoyando las manos a cada lado de su cabeza, guardando distancia, sin tocarla.
Ahora queda como si yo la hubiese empujado antes de que el desastre sucediese.
—Solo espero que nadie malinterprete...
Cierro los ojos. Respiro hondo. Cuento en reversa. Uno... Dos...
—¡¡Aaaaaaah!!
El grito que pega Orelle casi me rompe el tímpano.
—¡Está bien! —intento calmarla—. ¡Está bien!
—¡¿Qué pasó?!
Su rostro sigue reflejando el mismo sentimiento y está casi hiperventilando.
—Digamos que... casi tienes un accidente feo.
Me hago a un lado y tomo su mano para ayudarla a ponerse de pie. El chófer del auto, un señor obeso con canas en el bigote, se baja deprisa y se acerca.
—¡¿Está bien, señorita?! ¡Mil disculpas!
—Estoy bien... —musita ella, media pálida—. Fue mi culpa, no se preocupe.
—¡Pensé que iba a chocarla! No sé, todo fue tan rápido...
El hombre se pasa la mano por su calvicie, confundido. Suerte que no hay prácticamente nadie alrededor.
—Lo importante es que no pasó nada —agrego, sosteniendo aún la mano de Orelle.
—¿Quiere que la lleve al hospital? —el hombre se le dirige, preocupado.
—Solo quiero ir a casa... —su voz casi no se oye y su mirada está clavada en el suelo. Sí que se asustó.
—Vamos, Orelle, yo te acompaño —ante mi propuesta, asiente con la cabeza.
—Permítanme llevarlos —interviene él de nuevo.
Mi mirada cae sobre ella antes de cuestionarle—: ¿Te parece bien?
Orelle vuelve a asentir con la cabeza y la ayudo a entrar en el vehículo. Le indico la dirección al señor y nos ponemos en marcha.
Solo espero que nadie se haya percatado de este pequeño incidente...
N o t a
¡¡Hola!! Capítulo narrado por Trey porque es casi el más popular (casi porque Josh va a la delantera) XD.
Te lo dedico Cass_KN, por ser su más devota fan e incluirlo en las locas aventuras de Luck jsjsjsjs (sí, tienen que visitar su historia "El Lusho es de mi madre" y tal vez encuentren de paso el pulmón que dejé por allá).
¡Muchas gracias por leer y apoyar esta historia!❤️ Nos seguiremos leyendo, cuídense mucho 👋😷.
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