02
El chico me ayuda a levantarme y yo todavía sigo un poco trastornada. Quiero decir: su perro acaba de darme el susto de mi vida; y luego él, me habla como si nada. ¡Pero hace un buen rato me miraba como si fuera una cosa rara e incluso salió corriendo! ¡¿Quién diablos hace eso?! ¡Porque yo no!
—Me parece que estás bien —su misma voz me hace espabilar—, con un poco de baba de Bennett en el rostro, pero bien.
Suena un poco más... ronco. O bueno, eso es si lo comparo con la voz que "supuestamente" escuché antes. En este momento ya no tengo ni idea de qué sucedió.
Me limpio la cara con las manos antes de formularle cualquier pregunta. Rio recordando como ese gran canino peludo me derribó y comenzó a hacer de las suyas. Veo que todavía tiene ganas de jugar. Sus ojitos oscuros están llenos de energía.
—¿Eres la nieta de Ana? —cuestiona, refiriéndose a mi abuela por su nombre de pila.
—Sí —confirmo, e inquiero también—: ¿Eres su vecino?
Me intriga que haya estado paseando a su perro justamente por este vecindario.
—Oye, hermana, ¿qué estás...?
A Josh no le da ni tiempo de terminar de hablar. Bennett se abalanza sobre él de la misma manera en que lo hizo conmigo y ataca su cara a lengüetazos.
—¡Perro loco! —su dueño lo regaña y va a agarrarlo de nuevo.
Se me hace extraño que "perro loco" le suene diferente... ¡Arg! ¿Porque lo sigo comparando con la maldita voz esa?
«Porque crees que es de él»
Que paren las alarmas porque solo es mi conciencia respondiendo.
Mientras yo continúo con mi debate mental, Bennett es contenido por el chico y Josh se levanta, muerto de la risa.
—¿Quién es este grandote? —pregunta mi hermano aún sonriente.
—Espero que no te haya hecho mucho daño, es solo que quiere jugar.
—Me encantaría jugar con este amigo. —Cómo olvidar que el segundo gran amor de Josh después de las piezas para construir son los perros.
—Podría dejártelo a cargo —comenta el chico, para nuestra sorpresa—, claro, si tu hermana nos lo permite...
Ambos me dirigen una mirada expectante.
—Por supuesto. —Josh muestra una gran sonrisa—. Solo tienes que almorzar y volver a la casa conmigo a seguir ordenando. —Y entonces se reemplaza por un suspiro.
—No te preocupes, amigo. Somos vecinos, puedes venir a mi casa cuando gustes.
—¿En serio? —suelta Josh emocionado.
—¿En serio? —suelto perpleja casi al mismo tiempo.
—Sí, lamento que no nos hayamos visto antes. Mi nombre es Trey Myers. Y como ya habrán escuchado, este es mi perrote, Bennett.
Yo asiento con la cabeza cuando se presenta, pero me quedo en silencio pensando. ¿"Que no nos hayamos visto antes"? Este muchacho padece de anmesia temporal o algo.
—Yo soy Josh y ella es Ángel, mi hermana —se apresura en decir la calabaza.
—Mucho gusto en conocerlos a ambos. Y lamento las molestias que este can y yo les hemos ocasionado. Si hay algo en que pueda ayudarlos, no duden en decirme, vivo justo al lado. —Sonríe.
—Sí, no hay problema —asiento de nuevo, con la confusión por dentro carcomiéndome.
Trey estrecha la mano de Josh y hace lo mismo conmigo. Su toque, afortunadamente, no me hace "nada" esta vez.
—Nos vemos por ahí, Ángel. —La forma en que pronuncia mi nombre... esconde algo. Esos ojos avellana me miran por última vez cargados de... ¿curiosidad? Pero no soy quién para juzgarlo, yo siento incluso más curiosidad al respecto.
Trey se va y cierra la puerta.
Noté que tiene un pequeño lunar bajo el ojo izquierdo. No había notado esa marca por la gorra que llevaba antes. Y eso me hace pensar en el porqué de su cambio de ropa. Sí, porque se acaba de marchar completamente distinto.
Sustituyó aquellos jeans por unos pantalones cortos y la camisa negra que llevaba por una camiseta sin mangas. Incluso llevaba sandalias en lugar de deportivas.
Es raro, muy raro. Pero tal vez lo estoy mirando desde el lado paranoico.
—Ese chico es genial —la voz fascinada de mi hermano me hace fruncir el ceño.
—¿Él o su perro?
No tiene ni que responder, ya me sé la respuesta.
—Te trató bastante bien considerando que casi le arruinas su compra, ¿sabes?
—¿Él fue el chico de la pastelería? —cuestiona Josh confundido.
—¿No te habías dado cuenta? —replico atónita.
—El chico con que me tropecé tiene una marca debajo del ojo izquierdo.
—¿Te refieres al lunar?
—No, es como una cicatriz. Una rayita. No es muy grande, pero se nota. ¿Acaso no la viste tú cuando le hablaste?
La pregunta de Josh me ha dejado en blanco. ¿Siempre estuvo ahí? Probablemente no me haya dado cuenta por la gorra y por estarlo mirando a los ojos, sin embargo... ¿no debí haberle visto la tal cicatriz hace un momento?
Por más que intento pensarlo, solo recuerdo en su mejilla aquel lunar.
¿Existe alguna posibilidad de que se haya maquillado encima de la marca?
—Dice la abuela que las personas van perdiendo la agudeza de sus sentidos a medida que envejecen. Creo que deberías pedir unos anteojos para Navidad, querida hermanita.
—¡¿Me dijiste vieja, calabaza?! —Abro la boca ofendida y él escapa.
Comenzamos una pequeña persecución que termina con Josh encerrándose en el baño de arriba para prevenir su muerte prematura a manos mías.
—¡Y asegúrate de lavarte las manos ahí adentro! —le advierto, desde afuera—. ¡Voy a poner la mesa!
Y tengo que decir que los espaguetis de la abuela huelen excelente.
Bendita seas, Ana Morelos.
***
No puedo creer que papá nos obligue a asistir a la escuela hoy. ¡Me pasé el resto del día de ayer organizando y desempacando! Pensaba en descansos y tiempo de calidad con mi cama en la mañana de hoy. ¿Pero qué lindo soñar, no?
Ahora, heme aquí de pie, bien temprano.
—¡Vamos a llegar tarde por tu culpa! —grita mi hermano desde afuera del baño.
—¡No me jodas, Josh! —replico molesta desde adentro. Malas pulgas de recién levantada. Pero también que... ¡apenas son las siete con cinco minutos! Acabo de chequearlo en mi celular, por dios santo.
—¡Lenguaje, Ángel! —vocifera el nuevo jefe de policía de Greyson (nuestro padre) desde abajo mientras prepara el desayuno, o eso intenta. El olor a quemado me llega hasta el baño.
Doy las gracias otra vez por tener a mi abuela y que ella haya entallado y planchado nuestros uniformes tan rápido y eficientemente. Que por cierto, no entiendo por qué la escuela de un pueblo necesita uniformes. O sea, es un pueblo, ¿cuántas personas asisten a la escuela siquiera?
De todas formas, no están tan feos como imaginaba en el momento en que mi papá dijo: "Les traje sus uniformes".
Me miro en el espejo de la puerta del baño por última vez, en donde me veo de pies a cabeza. Arreglo la falda negra —que queda dos dedos por encima de mis rodillas—, alisando los pliegues que son parte del diseño. Luego, me acomodo la camisa blanca de mangas largas y enderezo la corbata —también negra— en mi cuello. La única diferencia entre chicos y chicas es la parte de abajo. O por lo menos, fijándome en el uniforme de Josh, lo deduzco así.
—¿Se te atoró el cepillo en la cabeza? —Y otra vez él... ¡¿alguien podría quitar a ese enano de la puerta?!—. No te peinas nunca, ¿para qué intentarlo ahora?
No, no me estaba peinando. Pero si me cepillé el cabello antes. Lo corté por encima de los hombros durante las vacaciones precisamente porque no gozo de paciencia o las habilidades para realizarme diversos peinados o mantener una cabellera larga bien cuidada.
Recibo un pequeño guiño de mi reflejo y abro la puerta para enfrentarme a mi tarado y enano hermano, dirigiéndole una mala mirada.
—Espero que, cuando estés en clase, se te rompa la punta del lápiz en medio del dictado. —Y con mi asombrosa maldición libre de palabrotas, voy a mi habitación para recoger la mochila. Y también una liga para el cabello, porque aunque lo lleve suelto, nunca se sabe cuando se necesitará de una.
Es agradable ver que mi habitación está casi lista. Ayer avancé bastante con la organización —sí, hubo un montón de karaoke— y solo me queda los estantes.
También descubrí algo interesante: desde la ventana de mi habitación se puede ver el partio trasero de los vecinos. Pero no sé si es el patio de los Myers porque aún no he visto a nadie allí. Pude haber ido a preguntar, pero no quise que este asunto de "satisfacer mi curiosidad" me dominara. O al menos que pareciese así.
—¡Chicos! —nos llama papá—. ¿Ya terminaron?
Josh le grita un "sí" por ambos y luego bajamos casi a la misma vez.
—¿Pan quemado de nuevo? —Mi hermano pone su mejor cara de asco y admito que yo tampoco estoy precisamente encantada.
—Lo siento, muchachos, aún no me acostumbro a esta tostadora nueva. —Papá suspira y peina su cabello rubio (que solo Josh heredó) hacia atrás con sus dedos. Las maduras facciones definidas de su rostro reflejan cierta pena.
—No te preocupes, papá, yo podría hacerlas mañana —intento subir el ánimo.
—¿Hay algo más que comer? —inquiere el enano, acariciando su estómago.
—Creo que... ¡anjá! —Nuestro padre saca un cartón de leche y una bolsa de plástico del frigorífico—. Estas manzanas me las regaló la señora Myers ayer cuando la saludé. Afortunadamente, tenemos vecinos amables.
—¿Myers dijiste? —inquiero, tragando después de haber mordido una de las manzanas.
—Sí, sus hijos van en tu curso.
—¿Hijos? —En eso, me atoro y comienzo a toser.
—¿Estás bien, Ángel? —Papá me mira preocupado. Yo echo un poco de leche en un vaso y me la bebo.
—Todo está bien —afirmo, luego de darme un respiro—, ¿pero dijiste... hijos? ¿Así como en... plural?
—Sí, un par de gemelos.
¡Gemelos! ¡Claro! ¿Cómo pude ser tan poco creativa y no imaginarlo? Vergüenza, Ángel, vergüenza.
—Papá, son las siete y treinta y cinco —interviene Josh, dándole una rápida mirada a su pequeño reloj de muñeca.
Una de las cosas que desconozco de mi hermano es porqué tiene una pequeña manía con los horarios. No le gusta para nada llegar tarde.
—Agarren sus manzanas y entren al auto entonces. —Tras las palabras de papá, salimos de la cocina con nuestras mochilas y nos subimos a la patrulla.
¡Qué genial se siente ir a tu primer día como un delicuente!
***
Me dijeron que fuera al salón C y me explicaron dónde estaba. Ahora estoy deambulando por los pasillos porque me dio pena pedir que repitieran por tercera vez la explicación.
Repensar el asunto "Myers" está sacando lo mejor de mí.
Otra cosa: ¡el colegio es más grande de lo que pensaba! Tiene tres edificios en donde se dividen las enseñanzas principiales por años. Si ya sé que estoy en el piso del penúltimo año, solo debo encontrar un salón que diga "C" en el centro... supongo.
La escuela tampoco colabora conmigo.
—Hola.
Un chico aparece frente a mí, con una gran sonrisa, y yo lo que me llevo es un buen susto. Incluso pego un brinquito.
—Lamento asustarte... ¿Ángel, no? —Asiento con la cabeza. ¿Pero cómo lo sabe?
—Soy nueva en el instituto. —Desconozco la razón por la cual lo aclaro. Aunque pienso que sea una señal de que mi subconsciente anda buscando ayuda.
—Lo sé, por eso he venido —responde. Ok, inesperado—. Pasaba por delante de la oficina del director cuando te vi salir. Conozco a prácticamente todo el mundo en este lugar, y un rostro como el tuyo no lo olvidaría.
Me quedo en silencio pensando en lo que dice.
—¡No quise ofenderte de ninguna manera! —repone de inmediato—. Es decir, eres muy bonita. Pero no lo digo por mal, solo lo digo como un elogio normal sin ningún motivo ulterior o...
—Oye, tranquilo —detengo su verborrea y muestro una sonrisa afable para que se relaje—. ¿Podrías decirme dónde queda el salón C? Es que me mandaron hacia allá y estoy un poco perdida.
—¡Justo a eso vine! —exclama con sus ojos negros bien abiertos frente a mí—. Digo, bueno, es que... ese es mi salón —agrega de nuevo, hablando rápido y entrecortado, pasando la mano por detrás de su cuello—. Solo quería guiarte a clase.
—¡Oh! —me impresiona su amabilidad—. Muchas gracias... ¿cuál es tu nombre?
—Soy Teo. —Sonríe. Tiene un rostro simpático y una aura empática.
—Mucho gusto, Teo. —Correspondo con otra sonrisa—. Gracias por ayudarme.
—No es nada —contesta, mientras comenzamos a caminar—. Solo hay algo que me gustaría pedirte.
—¿Qué cosa? —inquiero ceñuda.
—Tu amistad.
Su respuesta me deja completamente perpleja. Incluso me empiezo a reír.
—Es en serio —añade Teo, y su cara lo confirma—. Mi lista de amigos no es tan larga.
—¿Cómo? —Enarco una ceja, incrédula—. No creo que seas un mal chico, ¿o sí? —Teo me mira y levanta ligeramente las comisuras de sus labios.
—A veces, se necesita más que ser un buen chico para que los otros te noten —sus palabras estaban acompañadas de una casi imperceptible tristeza, porque puso una pequeña sonrisa de todos modos.
—¡Patrañas! —suelto, él se sorprende—. Los que vean a través de ti, se quedarán a tu lado. Tendrás los amigos necesarios. Yo estaré entre ellos si me lo permites.
Su rostro parecía iluminarse. Es de mi altura, por lo que puedo detallarlo. perfectamente. Me llaman la atención sus mejillas, complementan su complexión robusta al verse tan rellenitas y suaves.
«¿En serio, Ángel?», la voz. Oigo la voz.
—¡Claro, Ángel! Eres muy amable, gracias.
—¿Escuchaste eso, Teo? —me detengo abruptamente. Un escalofrío recorre mi espalda. Me siento observada.
—¿Qué cosa?
«¿Qué es lo que pretendes?», la voz suena con algo de molestia.
—¿De veras que tú no le escuchas? —Me empieza a asustar ser la única que se está percatando de una tercera presencia.
—No, no sé de qué me estás hablando —Teo me observa con perplejidad. Está claro que esta voz solo la escucho yo. ¿Por qué yo?
Me quedo de pie en el pasillo, esperando oír algo más... pero al parecer se fue. O se detuvo.
—Olvídalo, Teo. ¿Dónde está el salón? —intento aparentar tranquilidad, aunque estoy totalmente alterada con todo esto.
¿Estoy enloqueciendo? ¿Puedes ser consciente de que te estás volviendo loca?
—Es esta. —Señala a la puerta frente a nosotros, a la derecha—. Ven, buscaremos un puesto vacío para ti.
Inhalo y exhalo con fuerza, intentando suavizarme, y dirigo mis pasos hacia el salón; detrás de Teo.
—Ángel, quiero que conozcas a mi mejor amigo —dice él y yo fijo mi vista en el chico al que apunta.
Tiene el pelo castaño. Cuando voltea, me quedo congelada.
¡Es Trey Myers! No. Espera. Esos ojos... me están mirando con ese algo que no sé explicar... Su expresión es fría. Me juzga. Mi mirada viaja hasta su mejilla. ¡Tiene la cicatriz en el pómulo izquierdo! Hay algo que me retiene, que me mantiene estática frente a él.
—Eiden, ella es Ángel. ¿Mostrarías un poco de amabilidad?
«¿Qué estás esperando?», la voz ha vuelto. Y él ni siquiera ha movido un músculo.
Pánico. Siento miedo. Porque no entiendo lo que pasa ni porqué pasa. Siento como el sudor se resbala por mi frente y se me entumecen las manos. Tengo la boca reseca. Ni siquiera mi lengua se inmuta para remojarla.
«Habla. Di tu motivo, Ángel», escucho como pronuncia mi nombre con enfado, resentimiento. ¿Pero por qué?
—Oye, amiga, ¿te sientes bien? Te ves pálida —la voz de Teo se escucha lejos, aunque está al lado mío.
Ese chico me sigue mirando, fijamente. Todo se empieza a ver borroso. Y yo... y yo...
—¡¡Ángel!!
Mi cuerpo se desploma en el suelo y apenas tengo noción de lo que está pasando. Mi cabeza no duele. ¿No golpeó el suelo?
Mis párpados están abajo, no obstante, aún puedo sentir que alguien me levanta. Estamos en movimiento. Veo borroso, pero distingo un cabello oscuro.
—¿Dean? —murmuro, casi no escucho ni mi propia voz.
—Tranquila —me dice con suavidad. Pero mi atención no está puesta en reconocerlo. Solo verifico que sus labios se han movido al hablar y listo.
Pierdo completamente el conocimiento.
N o t a
¡¡¡Holaaa!!! Segundo capítulo y ya se está desmayando. Mood: WHAT?
¿Qué les ha parecido? ¿Mucho enredo con los Myers?
¡Felicitaciones por descubrir el nombre del grosero chico misterioso!🥳 Si no lo notaron, está ahí arribita.
¡Habrá un nuevo narrador en el próximo capítulo! Pobre Ángel, hay que dejarla descansar.
Besitos intrigados👀💋 y abrazos telepáticos🫂🛰️.
Seguirán probando respuestas... pero solo las necesarias.
Celine Morelos fuera✅
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