Sangre seca impregnaba mis piernas, el olor a humedad penetraba en mis fosas nasales, era un olor fuerte, asqueroso, como si este sitio estuviese cerrado desde hace mucho tiempo.
Un inmenso calor me hacía sudar hasta quedar completamente bañada en un mar de gotas saladas.
La sed me hacía divagar con el pensamiento, el hambre azotaba mi cuerpo haciéndome estremecer.

¿Cómo me metí en esto?

Una oleada de pensamientos se apoderaron de mí, mis ojos comenzaron a cristalizarse instantáneamente y me reprimí. No me permitiría derramar una sola lágrima por esta situación.
Alcé mis ojos hacia la densa oscuridad del sitio donde me encontraba.

—Se habrá olvidado de mí—murmuré casi para mis adentros.

Una furia recorrió mi interior y gritos intensos salieron por mi boca. Grité por mi situación, por mi impotencia, por mi estupidez, por mi cobardía... grité por todo.
Su nombre resonaba una y otra vez en mi mente y también lo grité.

—Te odio Ethan Morgan. ¡Te odio!

Unas risas conocidas comenzaron a brotar cuando fuertes pasos avanzaban hacia mí. Temblé, mas no pronuncié ninguna otra palabra.

—¿Ahora me odias, pequeña?