Capítulo XVII
Hola hola.. aquí les traigo un nuevo capítulo que espero lo disfruten. También les dejo una foto para que sepan cómo se verían los gemelos Liam y Logan. Saludos ❤️
Custer
Nebraska se encontraba justo a mi lado en medio de la penumbra de éste lúgubre contenedor, era un basurero que teníamos aquí en Brooklyn, él me lo había facilitado luego de darme muy buenas noticias. Al fin tenía cómo encontrar a esas fugitivas que se me habían escapado con un plan un poco torpe y sabía muy bien a quién se le había ocurrido.
— Con que no sabías. — murmuré oculto en la obscuridad. En el silencio de la madrugada podía oír su respiración agitada y algo entrecortada.
— Lo supe cuándo tu fuiste a buscarlas en mi departamento. Oye, sabes que no tienes que hacer esto. Es algo innecesario, te dije que yo podía ayudarte a encontrarlas. — sostuvo su voz lo más que pudo y escupió la sangre que los puños de Nebraska hicieron brotar hace unos minutos atrás.
— Ajá, si claro. Tienes razón en dos cosas, la primera es que esto que hemos montado es algo realmente inútil ya que tengo toda la información que necesito, pero verte sangrar y saber que morirás me produce cierto placer. La segunda si que me fuiste de mucha ayuda, pero ya no te necesito, desde aquí me encargaré yo sólo. — dije acercándome hasta que la claridad de la luz incandescente de la improvisada lámpara iluminó mi rostro.
— ¡Vamos Custer! — exclamó intentando zafarse de las correas que lo tenían bien amarrado a una silla.
Una sonrisa ensombreció mis facciones y me acerqué para despojarlo de sus pertenencias, incluidos su pasaporte y el boleto de avión hacia el paraíso —: Te diría que nos veremos Igor, pero no estoy muy seguro de que puedas llegar con vida a Rusia. Zarpas éste mismo día y espero que llegues con bien.
Que llegará con bien era lo que yo menos quería, deseaba con ansias que se pudriera aquí dentro y que llegado el momento encontrasen su cadaver consumido por insectos hasta que no quede ni rastros de su identidad.
Me alejé de él y Nebraska retiró la lámpara para adelantarse. Yo me dispuse a cerrar el contenedor pero sus palabras me interrumpieron antes de que pudiera perderlo de vista —: No creas que tienes el control Custer, si las encuentras una gran sorpresa te llevarás y de ella vivo no saldrás. — sentenció como si de una profecía se tratara y al finalizar una carcajada ridícula inundó los confines de su asquerosa tumba.
—Nos veremos en el infierno Igor —espeté y di por terminado el asunto porque tenía un vuelo que tomar. Si él creía que algo podría sorprenderme, estaba muy equivocado.
Dejé todo asegurado y fui a reunirme con los dos hombres que aquí me recibieron a mi llegada en esta cuidad. Ambos estaban fumando y el humo que expedían se perdía en el aire. Me acerqué a ellos para conversar sobre los siguientes movimientos de la entrega de los paquetes y el inventario que ellos debían entregarme. No queríamos levantar sospechas de ningún tipo y mucho menos llamar la atención del agente que estoy seguro no era del Buró Federal. Lo último que Orlov querría es tener problemas porque no pudimos ser lo suficientemente precavidos.
Antes de despedirme le encargué a Nebraska que amordazara y asegurara el paquete para que llegue así tal cual a Rusia. Me sorprendió cuándo se ofreció a acompañarme pero le dejé muy en claro que este camino debía recorrerlo solo. Después de esto nada más podría complicarse.
[...]
Mis pensamientos no me dejaron pegar un ojo en todo el viaje, el aeropuerto estaba atestado de gente y el aire que se respiraba era realmente sofocante. Odiaba éste país como nunca jamás había odiado algo.
La identidad falsa que me habían facilitado los
muchachos era una vergüenza, ¿quién en su sano juicio creería que soy florista?. No tengo cara de florista. Hasta ahora podía ver la sonrisa burlona de Nebraska. Esto era una mala broma que podía caerme mal.
— ¡Aloha! ¿a que dirección lo llevamos señor? — me interrumpió el taxista que parecía más bronceado de lo que debería, la brisa se llevaba sus mechones castaños y su camisa estampada de amarillo y verde era un crimen ante mis ojos. Una vez dentro, lo miré a través del retrovisor y luego le entregué la dirección que se lo había quitado al pendejo de Igor. No pronuncié palabra alguna y el hombre tampoco soltó más. Asintió con gentileza y puso en marcha el vehículo sin agregar más.
Mientras él conducía por este lugar que era puro Océano Pacífico, yo me perdí en mis pensamientos nuevamente observando con quietud y determinación la cruz del rosario que se balanceaba de forma estrepitosa a medida que avanzábamos. El ambiente aquí era de una belleza naturalmente salvaje y espíritu abierto.
Aunque quería mirar el paisaje no podía dejar de pensar en los recuerdos que esa inquieta cruz me traía. Seis años atrás, cuando lo complicado no era tan complicado, la primera vez que vi a Masha ella estaba vestida con un atuendo de ballet blanco y pomposo, esa noche en particular el Bolshoi no estaba muy concurrido como se acostumbraba, Orlov me había llevado como apoyo a Moscú y esa noche tenía negocios que concretar con el jefe de un grupo de albanos. El trámite había concluido de manera satisfactoria, pero esa no fue la razón de que fuéramos al teatro, allí también por primera vez conocería a la persona que más detestaría y despreciaría en mi vida, Igor. Un muchacho rubio e insípido, escuálido, prácticamente solo era piel y hueso. En ese momento, hasta pena me dio.
Esa noche Igor le entregó algo que parecía una reliquia dorada, un rosario con cuentas muy relucientes y esa cruz que en el centro tenía una pequeña pero llamativa gema preciosa de color verde, fue la que se grabó en lo profundo con mis más recónditos recuerdos. La expresión en el rostro del joven era inmutable, no había forma de saber que estaba pasando por su mente, en cambio Orlov tomó la pieza y la apretujó con fuerza, como si aquello representaba la mayor desgracia de su vida, pero yo sabía que su mayor desgracia fue perder a su esposa y a su hija. De rojo carmín se tiñó la realidad de mi jefe, y recuerdo muy bien que desde entonces ya no pude librarme de la presencia de ese andrajoso y estorboso intruso. Había pasado un año de aquel fortuito encuentro, y en todo ese tiempo jamás pude llevarme bien con él, pero sin previo aviso desapareció, sin dejar rastro alguno; no volví a saber de él hasta que me encomendaron esta misión. Pero lo que no entiendo es, si trabajó para Orlov, ¿porque carajos mi jefe me ha enviado a liquidarlo? ¿Porque lo consideraría una amenaza?.
[...]
El hospedaje era casero, la madera del porche crujía bajo mis pies mientras yo seguía a la mujer que no sobrepasaría los cuarenta y tantos años. La casa era sencilla, no había lujos que presumir y lo mejor de todo no había niños quejumbrosos y ruidosos. Odiaba a los niños, no me agradaban para nada, razón por la cual no considero ser padre, al menos no en esta vida.
El tapizado de las paredes era bastante llamativo, y la cocina tenía las paredes de color amarillo chillón. Muy chocante y vivo para mi gusto. La habitación que me asignaron era pequeña y apenas cabía en la cama, la ventana era diminuta y realmente sentía algo de claustrofobia.
— Disculpe señora, quisiera hacerle una consulta si no es mucha molestia. — hasta yo me sorprendí por lo amable que se escuchó mi voz.
— Si, claro. Dígame caballero. — se detuvo a mitad del pasillo que estaba decorado con algunas fotografías antiguas. Supongo eran de su familia.
— Quisiera corroborar esta dirección, ¿sería tan amable de ayudarme? — pregunté entregándole un trozo de papel arrugado. Quería corroborar que estaba en el lugar correcto.
La mujer se acercó y lo tomó, lo analizó por un momento haciendo acopio de su memoria para luego devolverme el pequeño trozo —: Es la casa de una vieja amiga, se encuentra a dos manzanas de aquí, ¿eres familiar de los Hawk? — indagó con curiosidad.
— No, solo soy un íntimo amigo de la familia. — mentí poniendo en mi rostro la sonrisa más amena y gentil que podía.
La mujer asintió, sonrió levemente y se alejó dejándome solo en el umbral de la habitación. Miré por la ventana y me di cuenta de que el día estaba dándome sus últimos rayos de luz. La noche estaba apunto de entrar en puerta y yo aún seguía aquí. Debía ubicar la casa de Leilani y culminar de una buena vez todo este embrollo que era completamente innecesario, ¿porque tenían que complicarlo todo?. Estas mujeres me sacaban de mis casillas con mucha facilidad.
Me di una ducha rápida y me puse el único cambio de ropa que traje, no pensaba quedarme en este lugar por mucho más tiempo. Esta noche debíamos volver a San Petersburgo sea como sea.
Cuando me disponía a salir de la casa mi teléfono vibró en el bolsillo de mis pantalones, me detuve en las escaleras cuyos escalones chirriaron bajo mi peso. El número era desconocido, la curiosidad me picó y conteste la llamada.
— Habla Custer. — respondí mientras del otro lado podía oír una respiración pesada.
— ¡Hijo de perra! ¿Como pudiste traicionar mi confianza? — la voz gruesa y ronca fue más que clara, Orlov al fin se había puesto en contacto y era más que evidente lo que estaba reclamando.
—Lena está viva. — fue lo que pude decir, debía confesárselo. Ya no había otra salida. — Debía asegurarme de que la información fuera verdadera, por eso actué como lo hice. Y no me disculpo. También quería informarte que ambos sujetos fueron destinados, ya no son una amenaza. — agregué refiriéndome a Igor y Jayden. Ambos ya no serian una molestia.
— Bueno, al menos es una buena noticia — y en su voz se sintió cierto alivio pero también podía sentir cierto pesar —, lastimosamente Andrey está muerto y Masha va por el mismo camino. No creo que te importe si vive o no. En cuanto a Elena dudo mucho de que esté con vida realmente, de lo contrario yo ya estaría enterado. Tráeme a mi hija sana y salva, solo así pasaré por alto éste desaire que me has hecho pasar. Salva el último bote que queda para ti, de lo contrario yo mismo enterraré mi cuchillo en tu cabeza. — esas fueron sus últimas palabras y luego la llamada se cortó.
Estaba claro, ya no había más tiempo y en cuánto a lo de Lena estoy seguro de que Orlov tomará cartas en el asunto. Buscará las respuestas que yo estuve indagando, no sé quedará con los brazos cruzados. Por otro lado estaba Sergey, por mi culpa había muerto su sobrino pero fue su elección, el no estaba obligado a obedecer. Pero se bien que él buscará venganza en nombre de su sobrino.
Me puse en marcha y emprendí el camino en busca de la bendita casa. A medida que el día acababa el clima era un poco más fresco, el ambiente se hacía cada vez más agradable.
Dos manzanas después llegué a una calle y no sabía exactamente cuál de las casas sería. El último número en el papel era incomprensible para mi, una de las dos primeras casas debía ser. Decidí esperar, tarde o temprano una de las dos saldría y entonces las atraparía.
[...]
Cayó la noche y seguía esperando, en una de las casas parecía que algo festejarían y desde que estoy aquí parado, salieron y volvieron con un montón de bolsas del supermercado — pero ninguna de las personas eran de mi interés — mientras que en la otra solo había silencio.
Mi agonizante espera se vió interrumpida por las luces de un coche que se detuvo frente a la bulliciosa casa, y no importó todo ese cambio de apariencia, la reconocí de inmediato apenas se bajó de ese cacharro. Kira lucia una melena obscura y corta, le quedaba horrible. Debió saber que todo su esfuerzo por verse diferente sería en vano y peor aún si está intentando huir de mi.
Me acerqué lentamente cuando noté que Kira se metía a la casa y me percaté de Leilani aún seguía allí buscando algo. Me paré justo detrás de ella y aprecié cómo le quedaba ese vestido. Sus piel blanca relucía bajo la luz de la luna como el alabastro. No pude evitar sonreír cuando vi como se reventaba la cabeza, era realmente descuidada.
—¡Carajo! — exclamó con dolor — ¿Puedo ser más torpe? — preguntó percatándose de lo que le había sucedido, mientras yo la veía divertido, ella era mi pase para entrar a esa casa y sacar a Kira de allí.
— Creo que si puedes. — dije divertido, ella se congeló por unos segundos.
Me entretuve con su nerviosismo, su tonta pregunta de cómo las encontré, debía saber que de mi jamás escaparían. Me encantaba la sensación que provocaba en mi su reacción con un solo toque mío. Estaba asustada, nerviosa, podía sentir como todo su cuerpo temblaba bajo mis manos que rodeaban su cintura.
No tenía otra opción más que conducirme al calor de su hogar.
Entramos a la casa que se veía muy acogedora, dos jóvenes castaños que no superaban los veinte años y uno parecía más inteligente que el otro nos recibieron.
— ¡Grillito! — exclamaron ambos y uno de ellos abrazó a Leilani apretujándola para dejarla casi sin aire. Así que ese era su sobre nombre, había encontrado otra forma para ponerla nerviosa.
— Ya.. ya estuvo Logan, suéltame. — dijo apenas casi ahogándose.
— Mucho gusto, soy Liam. ¿Y tu eres? — uno de ellos se acercó a mi extendiendo su mano a modo de saludo.
— Soy Aleksei, el novio de su hermana. — dije correspondiendo al apretón de manos, yo debía ser bien recibido en esta familia y ese fue el camino que encontré. Pude oír cómo Leia se atoraba con su saliva y sentí la diversión recorrer mis venas.
— Liam, Logan.. les presento a Alek y Alek ellos son mis hermanos. — dijo con una voz áspera intentando ocultar su nerviosismo y disimular las ganas que tenia de asesinarme.
— ¡Oh por Dios! — exclamó el de las gafas — al
fin reemplazaremos a Henry, vaya que era aburrido. Dime, ¿eres ruso? — agregó palmeándome — espero no me decepciones nuevo cuñado.
— Si, vengo de Rusia. — dije ya no encontraba productivo disimular — Decepcionarles es lo último que haré. — y se oyó casi como a sentencia de muerte. Cuándo me percaté de la incesante mirada de Leilani no pude evitar dejar salir mi sonrisa más fría y siniestra. Ella tragó grueso y luego me indico para que pasemos al living.
Me presentó a su madre quién me recibió con un cálido abrazo y yo me sentí saturado por un momento, me quedé estupefacto ante su calidez. La mujer de pelo castaño era la evidencia de que sus hijos eran su copia fiel, mientras ella se acomodaba en uno de los sofás yo no pude evitar inspeccionar toda la estancia, estaba en mi naturaleza hacerlo. Buscaba detalles que llamaran mi atención y no había mucho, solo trofeos y retratos viejos a color y en escala de grises, en cada rincón del lugar no faltaba una pintura al óleo, y ya me imagino quien las habrá pintado. Me topé con un retrato que tenía los mismos ojos que mi novia falsa, era la viva imagen de su padre. Pero no encontré lo que buscaba, Kira no estaba por ningún lado.
Su familia era pequeña pero muy ruidosa, sus hermanos eran escandalosos y su madre trataba de contenerlos, y a veces hasta me miraba con pena. Ellos eran todo lo contrario a su hermana, Leilani era torpe y a veces no podía evitar ser ruidosa pero en lo que podía siempre era muy silenciosa. Y lo era más cuándo se metía en su estudio a pintar.
Todos se exaltaron y se pusieron en alerta cuando oímos cristales romperse contra el suelo, y me percaté de que los ojos verdes de Kira ya no eran verdes sino cafés, estos últimos estaban clavándose en mi y ella parecía respirar algo sulfurada. Leilani se apresuró a socorrerla saltándose la ensalada de cristales. Con su gesto prácticamente podía entender que le decía "lo siento".
— Landon, tráeme algo para recoger todo esto. — interrumpió la señora — Cariño, no te preocupes, ve a limpiarte. — dijo acercándose a Kira quién seguía bastante ofuscada y al parecer abrumada. Pero más que nada molesta.
— Amber, vamos arriba. — Leilani le susurró tomándola de la mano para guiarla hacia las escaleras.
Apenas ellas subieron el timbre de la casa se oyó generosamente, miré a los que estaban conmigo en busca de respuesta. Pero todos se miraron como si fueran cómplices de un plan maestro bien elaborado que estaba apunto de salir mal.
— Discúlpame, la verdad no sabía que vendrías. — musitó la mujer algo avergonzada.
— Bueno, ni siquiera sabíamos que existías cuñado. — confesó el gemelo de las gafas encogiéndose hombros.
— Todo tranquilo. — respondí, la verdad no había razón por la que ponerse de malas, ni siquiera sabía quién era.
La puerta se abrió y detrás de la madre de Leilani un sujeto de pómulos altos y una mirada simple se aproximaba.
— ¡Henry! — exclamaron los gemelos y se levantaron para saludarlo con abrazos enérgicos y palmadas en las espaldas, — hace unos minutos estaban diciendo que era aburrido —, era evidente que estaban más que acostumbrados a este sujeto que a mi parecer era frívolo y poco agradable. — Queremos presentarte a alguien. — dijeron como si estuvieran programados para actuar y hablar al mismo tiempo. Observé a la madre quién se pasaba las manos por el pelo realmente incomoda, mientras que sus hijos parecían disfrutar de esta escena poco convencional.
— Buenas noches. — saludó el joven sin pasarme la mano y lucia receloso al notar mi presencia aquí.
— Henry, ¿cierto? — pregunté y éste asintió — Un gusto, soy Aleksei, el novio de Leilani. Y tu debes ser el exnovio.. — dejé que mis palabras volaran por todo lo ancho del lugar.
— Ah si.. eso y fue.. Leilani y yo hace tiempo que no.. — tartamudeó rascándose la nuca intentando disimular su incomodidad. — Lo siento, yo no quiero molestar a nadie y menos a Leia. — dijo volteándose para fijar su mirada en la señora.
— Oh, no te preocupes, Leilani estará encantada de verte y créeme cuando te digo que nadie está incómodo. — aseguró dándole una sonrisa de boca cerrada. Y yo tenía unas ganas tremendas de echarme a reír, ¿qué nadie estaba incómodo?. Se le notaba a leguas que ella si lo estaba, mientras que a sus hijos se les iluminaba el rostro disfrutando de éste show.
— Si me disculpan, deseo pasar al baño. ¿Podría indicarme por donde señora? — interrumpí con un tono neutral. No mostré signos de incomodidad y en cierto modo estaba comportándome como un autómata en éste preciso momento.
— Claro Aleksei, subes las escaleras y tienes uno a la izquierda al final del pasillo y otro a la derecha cerca del armario. — explicó la mujer — y puedes llamarme Leila, o Sra. Hawk, como prefieras. — agregó algo nerviosa. Al parecer mi presencia incomodaba a todos menos a los gemelos, que parecían no tener muy buen juicio.
—Perfecto Sra. Hawk —le sonreí ampliamente para luego dirigirme hacia las escaleras.
No quería parecer ansioso o presuroso, subí cada peldaño calmado y en silencio mientras trataba de agudizar mis sentidos. Quería captar a Kira y a Leia, no podían escapar por segunda vez. No deseaba permanecer en este lugar tan exasperante un segundo más y mi humor comenzaba a tornarse de un color mucho más obscuro. Fruncí el ceño tratando de concentrarme ignorando las risas de la planta baja, esos gemelos eran realmente eufóricos. No sé de donde sacaban tanta energía.
No podía decir cuál de los dos tomar, ambos pasillos estaban apesadumbrados por la obscuridad y podía ver una luz escapar por debajo de una de las puertas. Me acerqué con sigilo y pude oír murmullos, pisadas frenéticas y cómo se abrió algo estrepitosamente. La voz de Leilani fue la señal que me dio paso a la habitación.
—Espero que no estén pensando en escapar por la ventana, podrían lastimarse —las interrumpí cínicamente.
Ambas se voltearon al mismo tiempo de forma abrupta. Kira lucia frustrada, enervada y con la melena negra hecha un lío, pero Leilani me miró asustada, hasta podía sentir como temblaba con solo verme, estaba seguro de que mi apariencia no era la más amigable en éste momento.
— ¿Como carajos nos encontraste? — Kira susurro y entre dientes reclamó, podría decir que si apretaba un poco más podría romperse la mandíbula.
— Sabes muy bien que de mi y de tu pasado no puedes escapar Kira. — pronuncié pausadamente esas palabras adentrándome a la habitación para cerrar con lentitud la puerta detrás de mi. — Ya estoy cansado de tus huidas, estoy hasta las pelotas y sabes que cualquier cosa puede pasar cuándo estoy en éste estado. — mis ojos viajaron amenazadores hacia Leilani quién se encontraba más quieta que la calma antes de una tormenta, y podía notar cómo su respiración era acelerada, su pecho subía y bajaba con vehemencia.
—No te atreverías —titubeó Kira nerviosa —No te lo permitiré.
Ella entendió mi amenaza, ella sabía de lo que yo era capaz de hacer con tal de cumplir mi cometido. Ya no estaba para juegos, y si tenía que matar a todos en esta casa incluida Leilani solo para llevármela a casa, lo haría. Bajé la mirada hasta mis manos y luego le devolví mi atención acompañada de mi sonrisa más siniestra, esa que siempre aparecía cada vez que perdía el poco juicio que tenía. No necesitaba de ningún arma para conseguir mi propósito, no lo necesitaba, porque yo era el arma.
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