Capítulo 21: ¿Confesar o no?

El camino fue silencioso acompañado de una canción ochentera proveniente de la radio. Darius solo me había pedido que condujera sin decirme un rumbo fijo.

Ya habían pasado unos quince minutos desde que mencionó la última palabra y cuando pensaba decirle que se dejara de rodeos, señaló una pequeña cafetería bastante solitaria. No era un plan muy prometedor alejarnos tanto de la universidad pero él parecía no querer decir nada hasta sentirse seguro... no estaba muy segura de qué.

—¿Van a ordenar? —la camarera rubia sacó una pequeña libreta de su delantal y esperó nuestras ordenes. Parecía aburrida del lugar, no la culpaba, además de nosotros solo había un anciano cerca del mostrador con una taza de café en sus manos.

—Un café mediano —Darius me miró y asentí para hacerle saber que quería lo mismo—. Que sean dos.

La mujer se dio media vuelta alejándose de la mesa. No fue hasta que desapareció detrás del mostrador hasta que él volvió a emitir sonido.

—Yo... —hizo una pausa para aclararse la garganta y comenzó de nuevo— Sé qué debo darte muchas explicaciones...

—Me gustaría que comenzaras con decirme ¿Por qué huiste así?

Él apretó sus labios en una fina línea, pasó una mano por su rostro en un intento de despejarse antes de comenzar con su explicación.

—La cosa es que...

—Aquí tienen —la rubia dejó ambas tazas sobre la mesa. El castaño esperó hasta que terminara con su labor y se alejara para continuar.

—La razón por la que salí así fue... por lo que pasó la noche del bar.

Y volvíamos de nuevo a ese momento. Si colocábamos gráficamente lo que había pasado desde esa noche, antes y después, tendríamos un enredo de líneas entrelazadas. Todas atravesando el mismo punto. Esa noche.

—El asunto es que he estado siguiendo a Greg. Eso ya te lo conté —asentí, él lo mencionó justo antes de irme a Canadá—. Horas antes de ir al bar, decidí confrontarlo y decirle que sabía lo de las drogas. Al principio me miró como si no entendiera... entonces su expresión cambió y me preguntó si realmente quería conocer su secreto.

Estaba segura que para ese momento, el color debía haber escapado de mi rostro. Era posible que...

—Acepté ir con él esa noche al bar. Dijo que nos encontraríamos con alguien —continuó, interrumpiendo el rumbo de mis pensamientos—. En cuando estuvimos adentro y lo reconocí, supe que era el mismo sujeto con el que lo vimos el día de... nuestra cita —ambos apartamos la mirada, incómodos por la situación—. En fin, cuando nos disponíamos a hablar con él... sucedió el resto de la historia que ya conoces.

Permanecí en silencio, esperando que continuara pero él permaneció en silencio.

—Espera... ¿qué tiene que ver eso con lo de la cafetería?

—¿No lo entiendes? —me miró como si hubiese hecho caso omiso a lo que había contado—. ¡Estuve a punto de meterme en el mismo lío que Greg! —sin entender cómo, su humor cambio. Lucía exasperado—. ¡Quería esas malditas drogas!

No sabía si alegrarme o preocuparme. Era como esquivar un abismo pero desviarse al lado malo de la carretera. No había buenas opciones. Sin embargo, era bueno que no hubiese podido concretarse, ¿cierto?

 —¿Aun las quieres? —intenté seguir la mentira aunque me preocupaba que intentase conseguirla por otros medios.

—He escuchado los rumores —lo miré sin entender—. Te fuiste por drogas...

—Eso no es cierto —interrumpí, quería dejar claro que ese invento no tenía ni pizca de cierto—. Me fui porque tenía problemas familiares, al igual que Kaidan y Kyle. Si alguien en esa universidad tuviera medio cerebro activo, lo hubiera supuesto.

—Todos se preguntan dónde está Kaidan.

  Suspiré. —Kaidan aun no puede reincorporarse por razones personales —mentí a medias.

Él asintió sin querer hablar más del asunto.

—Es mejor que nos vayamos —me levanté esperando que hiciera lo mismo pero no se movió.

—Sobre lo que te dije... —tomo aire y exhalo—. Sé que lo de Nina terminó de joder... lo que sea que tuviéramos. Pero creo que de no haber pasado, podría haber cometido el peor error —se encogió de hombros—. Así que creo que fue lo mejor.

—¿Sabes algo? —me sinceré— Yo también lo creo —él me miró confundido pero sacudí la cabeza—. ¿Vienes?

—Me quedaré un rato más.

—¿Seguro?

—Estaré bien.

Salí del pequeño café sintiendo que las cosas mejoraban y empeoraban en el mismo ritmo. Había logrado resolver las preguntas que martillaban en mi cabeza pero las circunstancias eran increíblemente peligrosas. El tipo que me apuñaló estaba cerca, demasiado para mi gusto y había estado a punto de llevarse a Darius con él.

Mientras iba en el auto no podía dejar de pensar si era el momento de contarle a Darius la verdad sobre lo que pasaba con su hermano y lo que realmente me alejó de él. El asunto estaba convirtiéndose de su incumbencia si querían reclutarlo y tal vez, si se lo dijéramos, lograríamos prevenirlo.

Solo cuando deduje que debía hablarlo con Rick en el momento que llegué a la residencia, me percaté de que él nunca respondió mi pregunta sobre las drogas.



Dos días me tomo decidirme a proponer la idea que había estado rondando en mi cabeza.

—¿Estás loca? ¡No podemos decirle sobre nosotros! —era lo único que repetía Kyle mientras caminaba por la habitación de un lado a otro.

Nina había tomado la misma actitud que él y, aunque no lo había expresado en voz alta, sabía que Dawson pensaba lo mismo. Kaidan había dado el beneficio de la duda pero era Rick quien había permanecido en silencio tanto tiempo que llegué a pensar que la pantalla se había quedado congelada ya que ni siquiera parecía respirar.

—Ya sabemos lo inestable que es ese chico, no pienso que sea confiable —comentó Nina al subir los pies sobre la mesa de centro.

—Ya, ya. Todos aquí han dado su opinión pero no es que realmente interese —solté exasperada—. ¿Qué opinas, Rick?

Finalmente, se removió en su asiento y frotó su barbilla. Su expresión no demostraba lo que pasaba por su cabeza así que no estaba segura si terminaría gritándome como los demás o aceptaría la pequeña posibilidad de estudiar la situación.

—Creo que lo mejor es traer a Darius a la base.  Y también creo que debemos traer a Greg.

—¿Qué? —gritaron todos al unísono. 

Incluso yo me encontraba sorprendida por aquella respuesta. Hablar con Darius sería más fácil teniendo en cuenta que queríamos prevenirlo de un encuentro peligroso, pero con Greg la situación era distinta. Él ya sabía en qué mundo se había metido.

—No creo que traer a Greg aquí sea tan fácil —dije rompiendo con el silencio que se levantó después de que hablara Rick.

—Ustedes se encargarán de hacerlo.

—Es prácticamente lo mismo que traer a uno de ellos aquí solo que a él si le conocemos el rostro —intervino Dawson como apoyo.

—Tendrán que buscar la forma pero quiero a esos dos aquí lo más pronto posible —sentenció sin darnos derecho a réplica.

No pasó mucho tiempo antes de que terminara la conexión. Kyle continuaba con el ceño fruncido sin dejar de opinar que traer a Darius era una total locura y que definitivamente Rick había perdido la cordura al creer que podríamos llevar a Greg a la sede. Aunque le daba la razón, no podía evitar preguntarme, ¿Qué pasaría en concreto si lo intentáramos? ¿Greg se opondría? ¿Los demás saldrían en su defensa? ¿Pasaría lo mismo si fuera solo con Darius? La única forma de saberlo era intentarlo.

—Claro, porque le vas a decir: "Oye, Greg. Ven conmigo" Y él irá cual perrito faldero.

—Estoy bastante segura de que si necesitamos recurrir a atarlo y llevarlo a la fuerza, tendremos que hacerlo. Ya escuchaste a Rick —Kyle bufó como si no fuera suficiente razón—. ¿Sabes qué? Si no quieres hacerlo, es tú problema. Yo ya me voy.

Me levanté del sillón.

—No puedes irte sin aclarar esto —Kyle se paro frente a mí, bloqueando mi visión de la salida.

—Es bastante simple en cuanto yo lo veo porque es una orden —puntualicé la última palabra.

—¡Esto no habría pasado si no hubieras tenido esa estúpida idea!

—¿Y qué demonios proponías? —elevé el tono de voz al mismo que él— ¡Las cosas están cada vez peor y no nos sentaremos a esperar a ver qué pasa!

—¡Tenemos que revisar otras opciones!

—¡Propone una y hablamos!

Pasé a su lado golpeando su hombro sin detenerme hasta salir del edificio. ¡Por el amor de Dios, estaba evitando que una desgracia mayor pasara! ¿Qué demonios pasaba con Kyle? ¿Por qué simplemente no podía limitarse a apoyarme?

—¡Tara! ¡TARA!

Me detuve al escuchar la voz de Dawson. Él corría en mi dirección hasta detenerse frente a mí con la respiración irregular.

—Utilizaste el ascensor y tuve que ir por las escaleras —explicó cuando estuvo un poco más tranquilo.

—Tal vez sería bueno que volvieras a los entrenamientos —me burlé porque aun con su resistencia, bajar siete pisos corriendo no era precisamente fácil.

—Pequeña, bruja.

Me encogí de hombros fingiendo inocencia. Él sacudió la cabeza y me indicó que continuásemos caminando.

—Quiero preguntarte algo —la sonrisa había sido reemplazada por un gesto de seriedad. Lo miré en señal de aprobación—. Lo que tenemos... ¿Es secreto?

—¿Quieres que lo sea?

Sacudió la cabeza. —No, no. De hecho me sentiría más cómodo si los demás lo supieran —se detuvo, tomó mi mano y me acercó a él—. Es solo que... no lo sé... ninguno de los dos parece dejarse llevar estando frente a los demás.

Me encogí de hombros. —Es solo que no creo que sea su asunto. No estoy acostumbrada a las demostraciones públicas de afecto... ni a las privadas —confesé mi inexperiencia.

—Me gustaría enseñarte —sugirió colocando sus manos en mi cintura. Negué con la cabeza y golpeé su hombro.

—Sí, ya lo creo.

—Bueno, entonces creo que pasaré al plan B —tomó mi mano y me arrastró hasta el estacionamiento para subir a su auto.

—¿A dónde vamos? —pregunté al colocarme el cinturón de seguridad.

—Sorpresa, sorpresa.

Me mantuvo distraída con temas al azar para que no prestara atención a mí alrededor y funcionó porque no fue hasta que el detuvo la marcha que noté el lugar al que me había traído.

—¿Qué hacemos aquí? —inquirí al bajar del auto.

—Solo ven —tomó mi mano y no la soltó en todo el camino.

Reconocía el parque. No había vuelto ahí desde que me dieron la noticia de mi padre y parecía diferente aunque no sabía si era porque no estaba lloviendo o porque era de día. Tal vez porque habían más personas aunque, a medida que caminábamos, nuestro alrededor se hacía más solitario.

No caminamos mucho hasta que observé el templete de música en el que dormimos la fatídica noche que supe lo de mi padre. Sin embargo, a medida que nos acercamos, pude observar que en el centro había una manta tendida y una cesta en el centro.

—¿Por qué estamos aquí?

—La última vez que estuvimos aquí, no fue el mejor momento. Cuando te vi llorar, no sabía por qué, pero me prometí que haría lo posible para no volver a dejar que pasara —la honestidad en su voz era abrumadora—. Sé que no puedo borrar ese recuerdo pero quiero reemplazarlo por uno mejor.

Ni siquiera sabía por qué pero me fue imposible detenerme antes de tomar su rostro y besarlo. Nunca lo había hecho y me estaba acostumbrando demasiado rápido a que tenía el derecho de hacerlo con él.

—Antes de todo, tengo que aclarar que la idea y ejecución fueron de tu amiga, Sam —confesó dejándome sorprendida ya que ni siquiera había hablado con la aludida desde mi llegada a California.

—Dios... —cubrí mi rostro con las manos sintiendo vergüenza—. Ni siquiera la he dejado explicarse y ella hace esto —sacudí la cabeza—. Me siento una autentica perra...

—Shhh —tomó mi rostro para hacerme mirarlo—. Ella no te culpa de nada, lo único que quiere es una oportunidad para explicarse. Solo tienes que dársela —posó un corto beso en mis labios antes de llevarme hasta el centro para sentarnos.

—¿Cómo sabía cuando vendríamos?

—Tenía esto preparado para después de hablar con Rick. La llamé cuando corría por las escaleras.

Prometiéndome que en cuanto la viera, le pediría que habláramos. Me permití no pensar en nada mientras comíamos y le escuchaba hablar sobre lo mucho que le había costado preguntarle a la rubia sobre el romanticismo. No pude evitar sentirme identificada cuando confesó que lo más cercano que había estado de eso había sido a través de películas ya que al final me prohibí a mi misma ver películas cursis por la misma razón. No era mi realidad para ese momento y, aunque no estaba segura de que lo fuera completamente ahora, al menos experimentaba algo cercano.

—¿Sabes algo? —Comentó cuando terminamos con la comida y me invitó a sentarme entre sus piernas mientras me rodeaba con sus brazos—. Me pasé todo un día dándome el valor para preguntarle a tu amiga sobre esto y fue ella la que estuvo nerviosa cuando me acerqué. No lo entiendo.

—¿Hablas en serio? —lo miré desde mi posición y él frunció el ceño sin entender—. Das la apariencia de ser inalcanzable, Dawson.

—¿Qué?

Me giré un poco para que mi rostro quedara frente a él, apoyándome en una de sus piernas.

—No puedo creer que no te dieras cuenta.

—¿De qué?

—Escucha, desde que llegaste aquí, la mayoría tenía la impresión de que eras exclusivo de Nina —comencé recordando como la misma Sam se refería a la pareja como intocable—. Y ya que tu único grupo se centraba en los de tu mismo año. Nadie se atrevía a hablarte.

—Ellos no son "mi grupo" —hizo las comillas con sus dedos—. La única razón por la que estaba con ellos era por Nina. Y ya que nadie me hablaba... pues, tú sabes que no soy sociable.

—Tampoco yo —estuve de acuerdo— pero mi rostro no declara "eres demasiado patético para estar a menos de dos metros de mí"

—No puedes hablar en serio.

—Yo misma lo creía.

—¿Por qué?

—Fue desde el Instituto —desvié la mirada. Aquella era una historia ridícula, al menos para mí, pero definitivamente fue algo que marcó una pauta—. ¿Recuerdas un día que tuviste que reemplazar a Kenner y enseñarnos a disparar? —él lo pensó por un momento pero terminó negándolo—. Cuando Jessica, la pelirroja de curvas, se ofreció a ser la primera y terminó disparando a la pared en lugar de al blanco.

—Jessica Evans —recordó finalmente—. Buena gimnasta, mala en técnica y ejecución.

—Ese día. Antes de que llegaras, muchos de mis compañeros estaban emocionados por conocerte. También lo estaba, pero por otros motivos.

—¿Cuáles?

—Mis compañeras te miraban como un trozo de carne esperando ser comido, los chicos como alguien impresionante. A mí eso no me llamaba la atención.

—¿No querías comerme? —se burló con una sonrisa perversa. Dejé los ojos en blanco pero me reí.

—Eres agradable a la vista, no lo niego —sentí mis mejillas arder.

—¿Solo agradable?

—¿Vas a dejarme terminar? —él soltó una carcajada pero besó mi cabello y me indicó que continuara—. Lo que quería ver de ti era tu técnica. Desde pequeña siempre escuché la rapidez con la que aprendiste a utilizar un arma con tan solo año y medio en el instituto. Tenías quince años —suspiré volviendo del recuerdo—. En fin, tú llegaste y solo querías salir de eso. En cuanto corregiste lo que hizo mal Jessica, te fuiste. Las chicas quedaron totalmente frustradas por no obtener un bocado y los chicos decepcionados de no poder entender tu genialidad.

—¿Y tú?

—Yo esperaba poder preguntarte como podías ser tan bueno en algo que ninguno escogió —me permití mirarlo nuevamente aun cuando el rubor en mis mejillas persistía—. Lucías demasiado arrogante y eras tan asombroso que nadie se atrevía a acercarse. ¿Por qué eras así?

—¿Por qué preguntas si ya sabes la respuesta? —lo miré sin entender.

—Mi único escape era mejor en lo que ellos querían que hiciéramos y no tener que ver más en eso —su voz estaba cargada de dureza—. Odiaba estar en aquel lugar y simplemente socializar me parecía tener simpatía por eso.

—Pero ninguno tenía la culpa.

—¿Y por eso debíamos jugar a que fuéramos amigos y viviéramos felices por siempre? —no me dejó responder— Desde mi punto de vista, mientras menos tuviera que ver con el instituto era mejor. Me hicieron instructor por mi edad pero también me ofrecieron el cargo de mentor.

—¿Qué? ¿El cargo de Rick?

—Así es. Lo que menos quería era dar órdenes mientras me sentaba detrás de un computador esperando a que me dieran la noticia de si alguien murió o salió herido.

—Preferiste arriesgar tu vida...

—Preferí ayudar —corrigió con voz cruda—. No soy de los que se sientan y no hacen nada.

—Me siento estúpida...

—No lo eres así que no lo sientas —se inclinó para besar mi frente—. También sé que no fue la mejor opción para lidiar con ello pero cada quién tenía su forma de enfrentar lo que nos sucedió. Jessica Evans lo tenía con el sexo.

—¿Tu no? —alcé una ceja cuando el negó con la cabeza.

—Solo me he acostado con dos personas y Nina es la segunda —abrí los labios para detenerlo pero él me besó y continuó—. No te lo cuento para que cambies tu visión de mí. Es solo que he permanecido tanto tiempo con Nina por costumbre, no porque la quiera.

No quería demostrar lo mucho que me alegraba su confesión así que apreté mis labios para evitar que una sonrisa saliera de ellos.

—Me gusta que te haga feliz —dijo adivinando mis pensamientos.

Sus labios cubrieron los míos antes de que su lengua invadiera mi cavidad bucal. Aun era torpe en ese sentido y mis manos me delataban pero parecía haber un instinto primario que me indicaba como avanzar porque en cuanto tiré de su cabello para atraerlo hacia mí, un sonido gutural provino de su garganta y sus manos me ayudaron a colocarme sobre el suelo para tenderse sobre mí.

Para ser una persona que no le gustaran las demostraciones públicas de afecto, estaba cruzando la línea entera.

—Dawson, Dawson —coloqué ambas manos sobre su pecho para detenerlo—. No quiero hacer un espectáculo.

—Lo siento —se disculpó levantándose y ayudándome en el proceso—. Será mejor que... —se detuvo a mitad de frase mirando a un punto exacto.

—¿Qué? —intenté seguir su mirada.

—Esos son Darius y Greg —señaló cerca de un banco a los dos hermanos discutiendo.

Ambos permanecimos sin hacer nada hasta que observamos a un tercero unírseles. Ese rostro que ya había visto demasiadas veces para mi gusto y cuyo nombre aun era desconocido.

—Creo que es momento de intervenir —dije sin esperar a caminar en esa dirección.

—¿Por qué? —preguntó sin entender caminando justo detrás de mí.

—Porque ese fue el hombre que me apuñaló.

Él me miró sorprendido pero corrió detrás de mí para interrumpir la reunión de los tres. Estábamos a dos metros cuando el sin-nombre me miró y salió corriendo en dirección contraria.

Dawson se preparó para seguirlo pero lo detuve.

—Este es mío. Tu ve con los otros dos, Kaidan me dio su celular, te llamaré en veinte minutos.

Sin esperar más, corrí en la misma dirección del hombre. Esta vez no iba a tener el mismo resultado de la última vez y me las iba a pagar por eso.

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