Capítulo 15: Problemas [Parte I]

Esto no era lo que había planeado.

Se suponía que al saber la posición de Roger; utilizaríamos la estrategia, entraríamos en su terreno y tendríamos como prioridad sacarlo de allí. Con suerte podríamos llevarnos a uno de ellos con nosotros.

Nada de eso había pasado.

­­—¿Podrías dejar de moverte? ¡No estás ayudando! —se quejó Kyle removiéndose a mi espalda.

—Estamos tan jodidos que no sé cómo puedo empeorarlo.

Así es. Esto era digno de una película. Kyle, Dean y yo habíamos sido tomados y atados unos contra otros. Kyle intentaba hacerse el héroe tratando de zafar el agarre de la cuerda pero lo único que estaba logrando era dejar la piel de su muñeca en carne viva.

Esta era la peor de las situaciones. No habíamos podido llevarnos a Roger, no sabíamos qué le habían hecho y lo peor de todo... no sabíamos cómo demonios saldríamos de esta.

¿Y cómo llegamos a esto?

La explicación comienza desde que pisamos terreno canadiense.



Menos de 24 horas atrás...


Casi beso el suelo en cuanto aterrizamos. Cabe decir que mi único viaje antes de ese había sido de New York a California y me había limitado a dormir hasta que mi hermano me despertó en tierra firme.

«Odiaba los aviones, helicópteros y cualquier cosa que volara en lugar de rodar»

—Pateas traseros pero el vuelo hace desastres con el tuyo —se burló Kyle cuando huí del helicóptero hacia el auto que nos esperaba cerca de la entrada.

—Me decepcionas, Dobbson —Roth y mi hermano se dieron la mano con complicidad. ¿Estos dos se pondrían de acuerdo para joder mi paciencia?

—¿Cómo sabes mi apellido? —pregunté a la defensiva. Él solo señaló con un asentimiento al gemelo malvado—. ¿Debo suponer que abrieron un club de "molestemos a Tara" en todo el tiempo de vuelo?

—De algo debíamos hablar...

—¿Qué tal el clima?

—No es tan divertido.


Era extraño encontrarnos en la central donde permanecía el mentor de los infiltrados en Canadá cuando ninguno de nosotros conocía la ubicación exacta de Rick. Claramente, estando en un lugar que pisaba por primera vez, no importaba saber donde quedaba porque no teníamos idea de cómo manejarnos ahí.


Nunca me detuve a pensar en el lugar donde se ubicaban pero estaba segura que un edificio lleno de los estudiantes del Institutos menores a los dieciocho años, tendría el último lugar en la lista. Solo había tres pisos con cinco estudiantes cada uno y el último piso solo era para el mentor asignado. El interior de la oficina de Gideon –el mentor de la sede canadiense- era una réplica exacta de lo poco que podíamos observar desde las video-conversaciones con Rick.

—Debo decir que es muy agradable volver a verlos —saludó el hombre a mis hermanos mientras se levantaba y luego extendió la mano hacia Roth. Al parecer era la única que no lo había visto en mi vida—. Tú debes ser Tara, ¿cierto?

—Así es —afirmé estrechando su mano.

—Eres la única a la que no llegué a darle clases de este equipo. Incluyendo a Nina y Dawson –comentó haciéndonos un gesto para que nos sentáramos en los asientos frente a él.

—Es bueno conocerlo ahora.

—Lo mismo digo —estuvo de acuerdo y su rostro tomó una expresión más seria mientras colocaba varias carpetas frente a nosotros—. Lamentablemente, las circunstancias no son tan buenas para un reencuentro. Como los habrán informado, Roger Hith fue secuestrado.

—¿Cómo pasó? —preguntó Roth adelantándose a mí. Yo también me había estado preguntando lo mismo desde que salí de California.

—Roger nos informó de la sospecha de un joven que, según rumores, cambió de carácter de la noche a la mañana —informó cruzando las manos sobre el escritorio—. Desde entonces comenzó a seguirlo fuera de horas, pero increíblemente el hombre estaba limpio. No había ningún lugar sospechoso al que ir. Roger estuvo a punto de detenerse hasta que escuchó una conversación privada, nos llamó en cuanto supo y nos dijo que lo seguiría. Fue esa la última vez que supimos de él, su celular fue desconectado. Nadie más en la universidad lo ha visto.

—¿Qué hay de su rastreador? —recordé sabiendo que esa había sido la forma de encontrarme cuando ocurrió lo de la puñalada en la universidad.

—Se detuvo. No estamos seguro qué tipo de protección tienen que cortó la interferencia que enviaba señales a la base. Sin embargo, la alarma no se ha activado, lo que quiere decir que sigue con vida —se inclinó hacia adelante para señalar un párrafo en la hoja frente a Roth—. La última señal fue emitida cerca de Hamilton a menos de 70 km al sudoeste de Toronto.

—¿Por qué llevarlo a una ciudad tan poblada? —preguntó Kaidan sorprendiéndome. Reconocía que no sabía nada de Canadá así que automáticamente determiné que tampoco la conocían ninguno de ellos.

—No estamos seguros como trabajan los Exiliados, mucho menos sus razones. Utilizar a dos personas, con un intento de mantener apariencias en una ciudad tan extensa, es casi imposible. Por eso fueron llamados.

—¿Cuándo deberemos ponernos con esto?

—Primero deberían dejar su equipaje en las habitaciones asignadas. Debido al poco espacio determinado a las habitaciones, solo pudimos dejar libres dos. Susan los guiará —señaló a la muchacha que ya se encontraba en la puerta esperándonos—. Se les avisará cuando lleguen Dean Shizt y Dana O'neal para que se presenten.

Todos asentimos antes de retirarnos. Dana había sido una de mis compañeras en el instituto. La mujer daba miedo con una simple mirada, tenía un metro ochenta de estatura y rastas, su complexión era musculosa y sus manos parecían poder destrozar una nuez con solo presionarla. Admitía que le tenía respeto... y mucha distancia.

—Ambas habitaciones están conectadas a través del baño —dictó la menuda pelirroja mientras nos entregaba cuatro tarjetas a cada uno aunque dos habrían la misma habitación—. Llámenme si necesitan algo.

Aquella última frase estuve completamente segura que no iba a dirigida a mí ya que vio a mis tres acompañantes masculinos antes de marcharse. ¿Qué coño? Esa niña no debía tener más de dieciséis y ninguno de ellos bajaba de veintitrés.

—Me iré con Tara —determinó Kaidan entregándome la otra tarjeta con sello rojo, compañera de su habitación, pero Kyle lo detuvo.

—¡Ni hablar! Tu y yo siempre hemos estado juntos —el gemelo me cubrió con su cuerpo como si dejando de mirarme Kaidan se olvidaría de mí.

—Tara no va a dormir con un desconocido, además tú pareces llevarte bien con él.

—No me jodas, tu y yo nos debemos una conversación y si tengo que encerrarte en esa maldita habitación hasta que hables, lo haré —amenazó el moreno arrebatándome la tarjeta—. ¡No hay discusión, entra!

—Kyle...

No esperó respuesta de su gemelo antes de deslizar la tarjeta por la ranura y hacerlo entrar en la habitación dejándonos a Roth y a mí en el pasillo.

—Muy buen hermano me gasto —murmuré tomando la otra tarjeta del rubio para poder abrir la habitación.

—Yo, en cambio, estoy muy complacido con la decisión —su sonrisa ladeada me hizo sacudir la cabeza ante sus intenciones.

—Tú relájate, vaquero —señalé los dos catres en la habitación—. Hay dos camas, así que deja de poner tu imaginación a volar.

—La que está viendo unicornios es otra, yo solo me refería a que me caes bien —levantó ambas manos en señal de rendición antes de soltar una carcajada—. Relájate, Dobbson. Debo tener al menos diez años más que tú, no soy roba-cunas.

—Mientras mantengas tus manos donde las vea, estaremos bien.

La decoración de la habitación era minimalista, paredes grises y blancas, dos catres, un armario –que ninguno utilizó- y una enorme pantalla de la cual no teníamos control lo que suponía que solo se encendía cuando alguien más lo dictaba.

Roth dejó su bolso a un lado para dejarse caer sobre las sabanas blancas de su catre. Yo estaba pensando en darme una ducha cuando la luz roja sobre la pantalla se encendió antes de aparecer la imagen de Gideon.

—Tara, el doctor Salas se encuentra aquí. Te estará esperando en el segundo piso, puerta 6.

Casi había olvidado que, para participar de esa misión, necesitaba un permiso médico. Salí de la habitación dejando a un casi dormido Roth y me encaminé a la puerta asignada. Afortunadamente cada puerta estaba marcada por lo que no hubo confusión.

La habitación era seguramente lo que tenían por enfermería. Sus paredes eran completamente blancas además de tener una estantería de cristal contenida con puros frascos médicos, una camilla reclinable y un escritorio con una silla ya ocupada por el hombre que me revisaría. Me sorprendía que el doctor del Instituto estuviese ahí ya que había cambiado la locación de la revisión.

—Buenos días, Tara —saludó el hombre al ponerse de pie y haciendo una señal de que me sentara en la silla frente a él—. No tenemos mucho tiempo así que pasaremos directo al punto. ¿Cómo te has sentido? ¿Alguna molestia con la herida?

—Ninguna. Me siento perfectamente.

—Me alegra escuchar eso pero de ser lo contrario, ¿lo dirías?

Suspiré. —Probablemente no.

—Lo sabía —aquel hombre definitivamente era ideal para revisarnos. Un medico normal estaría feliz de que su paciente estuviese evolucionando así solo fuera producto de su imaginación pero para él, era necesario que las condiciones físicas estuviesen adecuadas—. ¿Has cambiado el vendaje regularmente?

—Todos los días y lo observo bien antes de colocar el nuevo.

—Bien, recuéstate en la camilla y quítate la blusa para revisar.

Hice lo que me indicó. Él observó mi costado y la rosada cicatriz que ahora se encontraba en el lugar de la herida. Había estado rezando para que no se infectara o se abriera y había sido extremadamente cuidadosa.

Analizó los puntos, tocó y presionó. Estaba segura que todo terminaría en un final de cuento de hadas cuando un ardor recorrió todo mi costado. La contracción de mi rostro fue imposible de reprimir por lo que el doctor sacudió la cabeza antes de alejarse.

—No no no no ¡por favor! —Supliqué volviendo a colocarme la camisa—. No fue nada, no puedo quedarme aquí.

—Tara...

—Hablo en serio, las cosas están mal aun con seis de nosotros, imagine si tengo que reducir el equipo a cinco —me senté frente a él uniendo mis manos frente a mí en señal de suplica.

—Tranquilízate. No voy a dejarte aquí —esas eran las únicas palabras que quería oír—. Tu herida está bien, el dolor que experimentaste es porque no está recuperándose tan rápidamente como debería pero aun así puedes salir.

—Gracias, graci-...

—Sin embargo, quiero verte en cuanto vuelvas. Si las cosas continúan así quiero hacerte un examen más a fondo.

—Prometo que vendré tan pronto pueda —me levanté dispuesta a salir cuando el interfono del doctor sonó.

—¿Tara Dobbson aun se encuentra con usted? —escuché a Gideon preguntar.

—Así es. El diagnostico es positivo —grité al aparato antes de que el doctor pudiese responder. Ambas líneas se llenaron de carcajadas.

—Muy bien entonces supongo que lo mejor es que vayas a buscar a tus hermanos y Daniels porque Dana y Dean están aquí.

Me despedí y corrí por las escaleras rumbo a la habitación. Ni siquiera me presenté los ascensores como posibilidad.

—Levántate —moví a Roth con una mano antes de correr a la puerta del baño que comunicaban las dos habitaciones y gritar a los gemelos que salieran.

Roth salió de la cama, conmigo pisándole los talones y pensando en mi ducha la cual seguramente tardaría en darme.

Los gemelos se unieron a nosotros poco antes de llegar a la oficina. Sus expresiones eran neutras así que no podía deducir de qué habían estado hablando antes del aviso de llegada.

Solo tres meses desde la última vez que vi a Dana y seguía exactamente igual. Increíblemente la chica me recordaba lo cual solo pude deducir por su breve «Que hay, Dobbs» y debía decir que eso era una total hazaña.

Dean, por otro lado, era delgado y bajo. Su cabello era negro y su piel oscura con unos increíbles ojos verdes. El chico debía ser ágil y estratégico para compensar su tamaño y poca musculatura.

—Este es Roger —indicó Gideon mostrando la imagen de un hombre castaño de ojos negros—. No estamos seguros de qué le habrán hecho a estas alturas así que hay que estar atentos.

—¿Hace cuanto desapareció?

—Dos días —extendió la mano con un papel hacia mí—. Este es un plano de las posibles zonas donde puede encontrarse pero sabemos que el lugar no saltará a simple vista así que necesitamos buscar con detalle. Dana tiene el otro así que pueden hacer dos grupos. Estén en contacto, no quiero que pasen más de una hora sin informar así no obtengan nada nuevo, ¿entendido?

Asentimos y finalmente fuimos despachados.

No fue hasta que estuvimos en el estacionamiento cuando noté que necesitábamos un vehículo para desplazarnos porque dudaba que el transporte público fuese opción.

—¿Trajeron zapatos deportivos? Creo que el camino será largo —me burlé acotando la falta de auto.

Increíblemente, Dana se rió. —Estoy segura que desde que te aprobaron quieres saltar y correr pero no será necesario — «¿Cómo coño supo lo de la revisión médica?»

Señaló dos escalade en color negro estacionados a pocos metros. Si yo me había quejado del auto entregado a Nina y Dawson, definitivamente estos dos vehículos le daban dos patadas en el culo sin contar que al parecer había dos de esas hermosuras para tres personas.

—Yo tengo un mapa y Dobbs tiene el otro así que ambas debemos ir en autos diferentes. ¿Cómo nos dividiéremos?

—Roth y Kaidan pueden ir contigo —sugirió Dean quien hablaba poco ya que solo había escuchado su voz para presentarse—. Yo iré con Tara y Kyle. Así cada auto tendrá alguien que conozca Canadá.

—Bien. Llámame si pasa algo —le dijo a Dean entregándole las llaves del segundo escalade.

Subimos a los autos partiendo en direcciones diferentes.

Ya que yo tenía el mapa iba de copiloto junto a un callado Dean. Kyle no dejaba de hablar jodiéndome con el hecho de que debía tener cuidado al indicar las direcciones o enredaríamos más el asunto con un secuestrado y tres perdidos.

El centro de Hamilton es lo más parecido a lo que llegaré a ver de un laberinto. No estaba segura como el moreno estaba haciendo para manejarse con tanto tráfico, personas y direcciones.

Después de cuatro horas revisando locaciones posibles las cuales no contenían absolutamente nada, nos planteamos volver a la sede. Era la última locación que revisábamos y cuando estábamos por volver a encender el auto e irnos, observé un vagabundo entrar en el edificio.

La verdad era que el lugar estaba completamente en ruinas, las condiciones eran tan malas que podría venirse abajo con un simple estornudo.

—¿A dónde vas? —escuché la voz de Kyle preguntarme cuando abrí la puerta y salí del auto.

Sabía que no era una santa pero no me parecía que un hombre durmiera en un lugar así teniendo en cuenta el mal estado de la estructura. No estaba segura de qué le diría en cuanto lo encontrara pero tenía que hacerle saber que dormir ahí, aunque estuviese abandonado, era una mala idea.

Troté hasta el interior del edificio donde quedé parcialmente a oscuras. Las ventanas cubiertas con pintura negra y la poca iluminación que quedaba del exterior, hacía que el lugar solo tuviera algunos puntos exactos de iluminación.

—¿Señor? —llamé en espera de escuchar algo pero, a menos que hubiera dejado de respirar, no se encontraba ahí.

—¿Estás loca? ¿Cómo se te ocurre entrar aquí? —me reclamó Kyle llegando detrás de mí.

—Ese hombre puede morir si se queda aquí.

—Lo mejor es que nos vayamos —trató de interrumpir Dean pero me negué.

Caminé entre algunos escombros en busca del hombre sin hogar que había entrado ahí pero mientras más me adentraba, más oscuro era el lugar.

El último lugar por revisar era detrás de una puerta sin pomo. Metí mi mano por el hoyo donde se supondría que estaría y hale con fuerza tratando de hacer el menor ruido posible para no asustar al mendigo.

—Déjalo ya, Tara. No es un es un perrito que quieras llevar a casa, es una persona y no eres la madre Teresa de Calcuta aunque tu nombre comience por T. Vamos...

—Kyle... —le llamé sin poder creer el camino de esa puerta.

Ambos hombres se asomaron sobre mi hombro para observar unas escaleras subterráneas. ¿A dónde demonios conducía eso? Lo único que sabía era que había sido la única vía de escape para el hombre que seguíamos a menos que fuera un mago y desapareciera.

Esta vez, nadie trató de detenerme. Los tres comenzamos a descender la escalinata de caracol a un lugar mucho más arreglado que el piso superior. Habían muchos más pasillos a los cuales adentrarse, pero además de la posibilidad de ser un refugio para desahuciados del cual no tuviéramos idea, tenía el presentimiento de que acabábamos de adentrarnos en terreno peligroso.

Los exiliados.

—Llamaré a los demás —susurró Dean a punto de darse la vuelta cuando se detuvo con un arma justo en su frente.

—No creo que sea posible —respondió el hombre que yo había visto como un vagabundo ahora únicamente con la ropa ya que se había quitado la barba y el gorro.

Lo siguiente fue un golpe en la sien del muchacho para que cayera al suelo antes de que un grupo de hombres completamente vestidos de negro salieran de distintos pasillos.

Sentí la mano de alguien acercarse desde atrás así que la tomé haciendo perder el equilibrio del tipo y que cayera al suelo. No había podido recuperarme cuando su pierna me haló y alguien se encargó de tomar mis manos para colocar un pañuelo en mi nariz.

La palabra cloroformo llegó a mi cabeza antes de que fuera consciente de ser alzada sobre el hombro de uno de los hombres y finalmente cayera en la inconsciencia.



CONTINUARÁ...

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