Capítulo 13: Nada es al azar
Dawson saltó de su asiento. Antes de poder darme cuenta, acortó la distancia entre el castaño y él en un par de zancadas. Su puño se estampó contra la mejilla de Darius, golpe que fue devuelto con un golpe en las costillas lo cual desestabilizó al moreno. Sabía que Dawson estaba ebrio pero aun sabia defenderse y sus métodos no debían ser utilizados en un lugar como ese.
Nina saltó de la barra para interponerse entre ambos hombres y yo finalmente me levanté de mi asiento para hacer lo mismo. Los gorilas de la entrada aparecieron para sacarlos del local así que los seguimos al exterior.
Arrastré a Dawson en la dirección opuesta a Nina y Darius en cuanto nos encontramos en el estacionamiento.
—Dame las llaves del auto —le pedí extendiendo una mano. Dawson tardó en procesar la petición pero finalmente metió la mano en su bolsillo y me la entregó.
—Si quiera... ¿si quiera sabes conducir? —su voz sonó estrangulada, lo observé tocar su mandíbula con dolor por el golpe de vuelto por parte del castaño.
—A estas alturas cualquier opción es mejor que tu detrás del volante.
Nuestras lecciones de manejo comenzaban a los dieciséis años en el Instituto. Salir al exterior no era una opción hasta los veintiuno pero las licencias nos eran entregadas a los dieciocho. Claro, tenía que admitir que no había practicado desde el término de mis lecciones pero esperaba que fuera suficiente para llevarnos al departamento.
Afortunadamente las dos de la mañana no era una hora tan transcurrida lo cual me dejó menos posibilidades de un accidente automovilístico.
El estomago del moreno solo esperó para abrir la puerta en la entrada para devolver el alcohol que había estado consumiendo durante la noche. Llevar a Dawson hasta el ático fue toda una odisea, debía ganar una especie de premio por ello o al menos su agradecimiento de por vida.
No esperaba tener ninguno de los dos.
—¿A dónde... me llevas? —su voz a penas era entendible. Sabía que dormir en el sillón probablemente haría que despertara en el suelo así que su propia habitación sería lo mejor—. Tara...
—Mantente en silencio —lo callé abriendo la puerta.
Dejé que cayera a lo largo en su cama y me apresuré a colocar un bote al lado de la cama por si a su estómago le daba por volver a volcarse. Le quité los zapatos decidiendo que durmiera con su propia ropa, no me aventuraría más allá de eso.
Tomé unos pantaloncillos negros y una camiseta gris de mi maleta para cambiarme en el baño. Esperaba que el sillón fuera más cómodo de lo que se veía pero mi esperanza se desvaneció tan pronto mi espalda tocó el mueble.
Me levanté alrededor de las seis treinta con el sonido de la cadena del inodoro.
—Dawson —llamé a la puerta con dos golpes— ¿Estás bien?
—Ni se te ocurra entrar —me prohibió antes de escuchar el sonido del agua del lavamanos.
Me alejé de la puerta pero decidí quedarme en la habitación hasta que saliera. Era la peor versión que había visto de Dawson desde que lo conocía aunque tenía que reconocer que nunca había estado lo suficientemente cerca.
—Deberías volver a dormir —sugirió volviendo a dejarse caer en la cama. Se había quitado la camisa así que su dorso estaba desnudo mostrando un trabajado abdomen.
«¿Por qué demonios me fijaba yo en eso?»
—¿Necesitas algo? —me acerqué hasta el borde de la cama. Él apretó el puente de su nariz y frunció el ceño, sabía que la resaca traería un enorme dolor de cabeza.
—¿Qué tal regresar once horas y decidir no salir?
—Yo fui arrastrada fuera de este departamento así que no estaba en mis manos —me encogí de hombros al sentarme junto a él—. ¿Qué hay de Nina?
—No quiero hablar de eso —se negó sin abrir los ojos. Dejó caer su mano sobre la mía y suspiró—. ¿Qué hay de Darius? —me devolvió la pregunta.
—No quiero hablar de eso —repetí su respuesta y me levanté pero esta vez su mano mantuvo prisionera a la mía—. ¿Qué...?
La pregunta murió en el aire cuando tiró de mi mano con la suficiente fuerza para tumbarme en la cama. Las reacciones fueron anuladas cuando me hizo girar hasta quedar sobre mí, haciendo que mis posibilidades de escape fueran inexistentes por sus brazos flexionados a cada lado de mi cuerpo.
—¿Qué coño, Dawson? ¡Suéltame! —me removí en la cama. Dawson y yo habíamos tenido el mismo entrenamiento por lo que una de sus rodillas se encontraba entre mis piernas haciendo que golpear su ingle no estuviese como opción.
—¿No crees que nosotros podemos hacer lo mismo?
Antes de poder procesar su pregunta, los labios del moreno se cernieron sobre los míos. Mi reacción tardó en llegar pero cuando finalmente intenté golpearlo o moverme de alguna forma, para lo único que sirvió fue para reforzar su agarre.
Nunca me había planteado ver a Dawson de otra forma a pesar que reconocía que el tipo estaba como quería y muchas mujeres fantaseaban con él. Aun así, nunca me basé en nada más que su enorme ego y su forma de utilizar las armas. ¿Cómo diablos me encontraba besando a mi Instructor?
Intenté gritar pero él lo tomó como una invitación a su lengua la cual me invadió dejando un sabor a menta ya que acababa de lavarse los dientes seguramente después del resto de la noche que había tenido.
Pero yo no estaba buscando en nadie, mucho menos en Dawson, una venganza contra Darius. No podía decir que la sensación de sus labios moviéndose sobre los míos no fuese buena pero simplemente no se sentía correcto.
No en estos términos.
No después de lo que ocurrió la noche anterior.
Debido a la "supuesta" aceptación por mi parte el agarre se aflojó haciendo que lo tomara desprevenido al poner toda mi fuerza en mis brazos para separarlo. No fue tan fuerte para quitarlo pero si suficiente para dejarme espacio a emplear mis piernas y finalmente levantarme de la cama.
—¡Las cosas no se resuelven con el ojo por ojo! —grité cuando puse distancia entre nosotros.
—Tara, yo...
—Mira, si tú quieres arreglar las cosas con Nina o no, es su problema pero no puedes esperar incluir a terceros en esa discusión. ¡No sé qué coño tenía pensado ella al besar a Darius pero segura como el infierno que no pienso formar parte de eso!
Dawson se incorporó para sentarse en el borde de la cama. Pasó sus manos con frustración sobre su rostro y cabello dejándolo aun más desordenado. Podía observar como mis palabras hacían mella en su cabeza. Aquella relación entre los instructores se estaba convirtiendo en un círculo vicioso de daño mutuo que pronto ocasionaría daño colateral.
—Esta mierda simplemente va de mal en peor —empezó juntando sus manos y apoyando su barbilla en ellas—. El problema es que no sé cómo lidiar con esto.
Suspiré. Podía estar molesta con él por lo que había hecho pero entendía de lo que hablaba. Una de las razones por las que ambos instructores no tenían una relación oficial es porque los sentimientos estaban sobrevalorados en el Instituto. El sexo era algo primitivo, casi realizado por instinto, pero enfrentar lo que podía sentir uno por el otro, era un mundo completamente distinto.
Y era precisamente por eso que mi relación con Darius nunca saldría bien. Aun sin lo que ocurrió la noche anterior, nada podría resolverse entre el castaño y yo. Yo no sabía manejar una relación, yo no podía contarle todo y principalmente no podía esperar que entendiera sin explicación.
Me acerqué a Dawson y acaricié su hombro.
—Voy a traerte una aspirina. Te la vas a tomar y luego irás directo a la cama, ¿de acuerdo?
—Sí, Dra. Dobbson.
—Para eso estoy estudiando, ¿no?
Salí de la habitación en dirección a la cocina. Después de llenar un vaso con agua, saqué una aspirina de la caja y tomé ambas cosas para volver por mi recorrido cuando escuché la puerta principal abrirse.
Nina entró con la misma ropa de anoche y me pregunté donde había pasado la noche anterior ya que anteriormente no había reparado en eso.
La mirada de la pelirroja deparó en mí. No dije nada esperando que explicara lo que había hecho la noche anterior, no sólo con Darius sino con mi hermano. Ella no era confiable y se suponía que hacíamos un equipo. Pero lo que salió de su boca nunca me lo esperé:
—Supongo que habrás aprovechado la oportunidad, ¿cierto?
El desdén y la ira en su mirada se hicieron presentes.
—¿De qué hablas?
—Por favor, trajiste a Dawson sola hasta aquí. ¿Pretendes que crea que "no pasó nada"?
«¿Qué? ¿Cómo era posible que fuera tan descarada?»
—Un momento. ¿Tú me acusas de acostarme con Dawson cuando anoche te cansaste de dejarte manosear por mi hermano y luego besaste a Darius? —el tono en mi voz fue en aumento y no me detuve cuando fueron solo gritos los que salían de mi garganta.
—¡Por favor! ¡Pero si lo que te faltaba era terminar de hacer que Dawson no quisiera verme para tener el terreno libre!
—No hizo falta. Tu solita creaste tu fama de zorra cuando dejaste bien claro que tus estándares para tener un polvo no son tan altos...
El impacto de su mano contra mi mejilla enrojeció la zona pero no se comparó en nada con la furia que hizo crecer en mí. ¿Con qué moral se atrevía a hablar ella cuando no había sido yo la que dio semejante espectáculo en mí cumpleaños?
—¡No se te ocurra volver a utilizar ese término conmigo!
—¡Entonces dime si hay otro significado porque de donde vengo, eso es lo único que te describe! Claro, supongo sea donde sea que pasaste la noche no agrega más razones a mi favor ¿o sí?
—Pequeña perra...
—¿Qué pasa con ustedes dos?
Dawson salió de la habitación con una mano agarrando su cabeza como si el dolor estuviese a punto de hacerla estallar.
—Y te atreves a hacerte la santa... —murmuró ella observando la semi-desnudez del moreno.
—Yo nunca afirmé o negué nada aun cuando no es tú problema —hice énfasis en el "tu", ella solo se limito a bufar.
—¡Déjenlo ya!
—Siento interrumpirles la fiesta, solo traten de no hacer mucho ruido.
—¿Pero de qué coño...?
—Dawson —intervine dejando tanto el vaso como la aspirina en la isla de la cocina—. Yo...
—Sera mejor que nos dejes solos.
Sus palabras me cortaron de raíz, el tono empleado y la seriedad en su rostro me hizo preguntarme si también se había molestado conmigo.
—Pero es que ella...
—Tara —esta vez su mirada se clavo en mí y volvió a repetir—. Déjanos solos.
Lo entendí. Él prefería escuchar la versión de la pelirroja antes que la mía y la verdad era que yo no tenía nada que explicar, yo no había entrado gritando e insultando al departamento. Sin decir nada más, salí del departamento decidida alejarme lo más lejos de ahí.
Mala decisión.
La temperatura era lo suficientemente alta para calar en mi piel y el hecho que no llevara más que una blusa holgada y pantaloncillos, no ayudaba en lo absoluto. Decidiendo que no regresaría al departamento pero que debía cambiarme, volví a mi habitación en la residencia.
No había sido tocada desde que estuve en el hospital cuando Sam fue a buscar mi ropa. Había llevado la maleta entregada por el Instituto lo que quería decir que mi verdadera ropa se encontraba en el bolso negro oculto en el fondo de mi cómoda.
Un par de pantalones de chándal y mi sudadera blanca fueron suficientes. Tomando los zapatos deportivos, me preparé para utilizar mi cuerpo en lugar de mi cabeza.
Se suponía que debía ir a una revisión médica esa semana para evaluar mi herida, así que aun no tenía permiso oficial para exigir mi cuerpo pero al menos esperaba que trotar no estuviese dentro de los parámetros.
Sin saberlo, después quince minutos de trote, me encontré frente al gimnasio en el que se supone que debíamos entrenar antes de que todo lo anterior pasara. Sabía que no podía hacer ejercicio pero aun así terminé por entrar. Debido a la hora, pocas personas estaban presentes.
Me acerqué al saco de boxeo. Observé el mullido cuero rojo y divisé la fuerza que tendría que emplear en mis puños para moverlo aunque no podía llevarlo a cabo.
—No creo que eso vaya a moverse solo.
Me giré con la voz masculina detrás de mí. Un hombre de cabello rubio y ojos azules se encontraba cruzado de brazos apoyado en una de las bicicletas estáticas. Llevaba una musculosa en blanco y pantalones negros. El acento australiano fue lo que llamó mi atención.
—Solo probaba mis dotes mentales —me encogí de hombros ante su carcajada.
—Claro, ¿cómo vas con eso, entonces?
—Creo que no muy bien —di un leve golpe al saco—. ¿Ves? Nada.
Él sacudió la cabeza sin que la sonrisa desapareciera de su rostro.
—Soy Roth —extendió una mano en mi dirección así que la tomé. Su mano cubrió por completo la mía, el cuerpo de Roth bien podía duplicar en masa muscular al mío.
—Tara —sacudí su mano y luego la dejé caer—. ¿Entrenas aquí?
—De hecho soy entrenador de Krav Maga.
—¿Hablas en serio?
Él asintió. Había tenido un par de clases en el entrenamiento pero habían decidido dedicarle más tiempo al manejo de armas que al cuerpo a cuerpo.
—¿Te interesa?
—Ah... pues lo practiqué una vez —admití—. Pero no estoy segura si en este momento pueda hacerlo. Problemas personales —expliqué sin saber muy bien el por qué.
—Toma —sacó una tarjeta del bolsillo de sus pantalones y me la entregó. Tenía dos números telefónicos en ella—. Llámame si cambias de parecer y quieres venir a una clase.
—Te llamaré si cambio de opinión –tomé la tarjeta.
—Tengo el presentimiento de que lo harás.
Lo miré sin entender muy bien su sonrisa de autosuficiencia. Era posible que decidiera probarlo si el médico me daba luz verde pero era algo que ni siquiera estaba decidió en mi cabeza aun.
De alguna manera parecía que Roth ya sabía la respuesta.
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Bien, esta vez quería saludar y agradecer que la historia haya pasado los tres mil leídos y esté a punto de llegar a los trecientos votos. Sin mencionar que sus comentarios no hacen más que inspirarme a escribir por que demuestran que la historia está gustando y que les interesa leerla. He visto que algunas les enstristeció lo que ocurrió con Darius en el capítulo anterior pero eso es solo parte de la historia, no quiero adelantar más así que no diré nada. Aquí les dejo una imagen de Roth, el nuevo conocido de Tara y muy pronto conocerán más de él.
Bueno, espero que les continue gustando la historia y no decepecionar a nadie.
Un enorme y saludos :D
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