Capítulo 9
(TN) y Katakuri ya llevaban dos días viajando a pie por aquellos rocosos caminos que atravesaban las montañas. Ya hacía un par de semanas que el verano había finalizado, dando paso al otoño. Las hojas de los árboles y de los arbustos habían abandonado los tonos verdosos. Ahora todo era un espectáculo de tonos amarillos, anaranjados, rojos e incluso alguno violeta. Las vistas eran preciosas, sobre todo en las zonas donde más vegetación había.
No habían podido disfrutar mucho del paisaje mientras viajaban, ya que habían modificado un poco sus horarios. Descansaban por el día e intentaban emprender de nuevo el camino cuando comenzaba a atardecer. Su objetivo era encontrarse con el mayor número de demonios posible para poder practicar. Por desgracia, no todo salió como esperaban. De hecho, no se cruzaron ni a uno solo de ellos durante sus paseos nocturnos. Eso no les impidió practicar sus movimientos, ya que se enfrentaron el uno al otro. Era de vital importancia que (TN) no perdiera la práctica, en especial después de haber tenido que descansar durante tantos días seguidos.
Acababa de empezar a amanecer hacía tan solo unos minutos. Ya se podía divisar el siguiente pueblo a lo lejos. Katakuri tenía intenciones de llegar a la ciudad más próxima para la siguiente luna llena, pero no estaba seguro de que llegaran a tiempo. Tal vez tendría que echar mano de su velocidad especial. Iría viendo. Estaba pensando en ello cuando notó que algo se abalanzaba encima de él. Cogió rápidamente su lanza y frenó el golpe de aquella espada.
—Está claro que jamás llegaré a sorprenderte. Por cierto, tu nueva aprendiz es bastante rápida —comentó ese joven desconocido, notando como la punta de la lanza de (TN) rozaba su nuca.
—¿Quién eres? ¿Te crees que esas son formas de aparecer? —preguntó la chica, mientras bajaba su arma. Estaba claro que ese tipo no era un enemigo.
—Relájate. No iba en serio —comentó, como si nada, mientras volvía a enfundar su espada.
—Es un chico al que entrené hace unos años para que me ayudara a acabar con los demonios —explicó Katakuri—. El suele encargarse de esta zona.
—Exacto. No ha muerto nadie en este pueblo desde que estoy aquí —dijo el tipo, orgulloso—. Por cierto, acabé con uno de la lista. Un tal Charlotte Nougat.
—Bien. Buen trabajo —le felicitó el peli-granate, aunque no con mucha emoción. Bueno, no es que fuera muy eufórico de normal—. Nos dirigimos hacia el pueblo. Queremos descansar allí un par de noches.
—No se hable más, podéis quedaros en mi casa —ofreció el chico—. Por cierto, me llamo Raiden.
—Yo soy (TN) —se presentó ella, mirándole de reojo mientras caminaba entre ella y Katakuri.
Debía tener tan solo unos años más que ella. Tenía el pelo rubio oscuro, algo alborotado. Sus ojos eran de un color verde intenso. Parecía bastante en forma, aunque era obvio si te dedicabas a cazar demonios. Requería de un duro entrenamiento. Lo que a la joven no le hacía gracia sobre él era esa estúpida sonrisa de superioridad desde que había aparecido. Sacudió la cabeza. No debía juzgar a las personas antes de conocerlas.
No charlaron mucho durante el camino al pueblo, al menos Katakuri y (TN). Raiden, en cambio, no paraba de contar algunas de sus batallitas. Nada más pasar las primeras viviendas, fueron asaltados por un grupo de chicas, que se lanzaron directamente sobre él. Incluso empujaron a los dos forasteros para hacerse hueco.
—¡Oh, Raiden! ¡Me he asustado tanto al ver que no estabas en casa! —exclamó una de ellas.
—Te he preparado algo para desayunar. He madrugado solo para preparártelo —comentó otra.
—Yo estoy a punto de terminar una deliciosa sopa de miso. Puedo acercarte un poco en cuanto esté hecha —añadió una tercera.
—Chicas, chicas... No os peleéis. Podéis pasaros dentro de un rato por mi casa. Aceptaré todos vuestros obsequios —dijo él, mientras se pasaba una mano por el pelo—, pero estoy con invitados. No podréis pasar a quedaros un rato.
—Solo con llevarte las cosas ya estamos contentas —dijeron, prácticamente al unísono. (TN) observaba aquella lamentable escena mientras arqueaba una ceja.
—Sois tan amables... Nos vemos en un rato —se despidió el rubio, mientras comenzaba a caminar de nuevo. Sus dos invitados le siguieron.
Raiden vivía en una casa situada en el centro del pueblo. Era bastante grande. Un amplio salón conectado con la cocina. Había tres dormitorios, demasiados para una persona que vivía sola. El aseo no estaba nada mal. La tina para bañarse era bastante grande, más de lo que (TN) jamás había visto. Esperaba poder darse un buen baño relajante, aunque su anfitrión no le acababa de dar buena espina. No sabía si llegaría a relajarse del todo.
—Por favor, tomad asiento —indicó, señalando unos cojines de color marrón oscuro que había alrededor de una mesa bajita de madera—. No tardarán en traernos el desayuno.
—¿Acaso no sabes prepararlo tú mismo? —preguntó la joven, mientras se sentaba.
—Oh, ya veo... Tienes celos porque te gustaría que probara tu comida. No te preocupes, puedes cocinar para el almuerzo —contestó el chico, mientras se sentaba en frente de ella y al lado de Katakuri. Definitivamente, era un idiota.
—No pienso cocinar. Tú eres el dueño de la casa y somos tus invitados —recalcó ella.
—Pero... Tú eres la mujer. Yo no sé cocinar —comentó él, encogiéndose de hombros.
—Entonces... Los imbéciles como tú que al final se quedarán completamente solos porque no habrá mujer que les aguante... ¿Morirán de hambre? —preguntó (TN), sonriendo falsamente.
—Nunca encontrarás un marido con esa actitud —dijo Raiden, negando con la cabeza—. Y ya tienes edad de estar casada.
—¿Y tú? ¿No tienes nada que decir? —preguntó la chica, mirando al demonio con el ceño fruncido. El peli-granate se quedó en silencio durante unos segundos. ¿Qué tenía que ver él en todo esto? ¿Por qué le miraba enfadada?
—Prefiero no comentar las costumbres y los valores de los humanos —contestó, breve y conciso. Ella rodó los ojos. De repente, llamaron a la puerta.
—Voy un momento a atender a mis admiradoras —Se levantó sonriente y se dirigió hacia la puerta.
—¿En serio no había alguien que fuera menos idiota para convertirlo en cazador demonios? —preguntó la joven, bajando la voz.
—No era así hace unos años —contestó Katakuri—. Creo que la fama se le ha subido a la cabeza. No es algo raro en los seres humanos.
—La fama... —murmuró (TN). Bueno, un chico joven y fuerte que salva al pueblo de los demonios... No era tan raro que todas fueran detrás de él. Aunque eso no quitaba que fuera imbécil.
—Ya tenemos desayuno —anunció, mientras dejaba las cosas sobre la mesa—. Arroz recién hecho y sopa de miso calentita y deliciosa. Iré a por los tazones.
Después de recargar fuerzas, Raiden les dio una vuelta por la zona y les enseñó los lugares más importantes. Este pueblo era más grande que el resto que habían visitado. Los pueblos que estaban más o menos cerca de las grandes ciudades solían tener más habitantes. A medida que se iban alejando, solían ser más pequeños y con más dificultades económicas.
—Debo ausentarme un momento —avisó Katakuri, casi al final de la vuelta turística—. Tengo que comunicarme con uno de mis hermanos.
—No te preocupes, la dejas en buenas manos —comentó el rubio, mientras pasaba un brazo por los hombros de (TN). Esta se apartó rápidamente y se acercó al demonio.
—No me dejes sola con este tipo, te lo suplico —murmuró ella, rogándole.
—No te hará nada malo —dijo el peli-granate.
—Por favor —insistió ella, mientras se enganchaba a uno de sus grandes y fuertes brazos. Notó que alguien le estiraba del kimono.
—Venga, no molestes a los mayores. Te llevaré a un puesto de takoyaki. Los hacen deliciosos —propuso Raiden. La joven se soltó de su compañero, muy a su pesar.
—No tardes —dijo, antes de seguir al chico. Katakuri negó con la cabeza y emprendió su camino.
El tipo creído y egocéntrico no mentía. Las bolitas de pulpo que preparaba el dueño de aquel puesto eran realmente deliciosas. (TN) disfrutó de aquel delicioso manjar mientras caminaban por las calles del pueblo, ignorando a toda la gente que se acercaba a alabar al cazador de demonios. No entendía cómo podía disfrutar de todo eso. ¡Debía ser agobiante!
El ambiente en el pueblo era bastante agradable. Había muchos puestos con una gran variedad de productos y la gente se amontonaba haciendo cola. En especial, los puestos que estaban más llenos eran aquellos que vendían productos propios de la estación de otoño. Se notaba que había empezado hacía poco.
Después de un largo camino de vuelta a la casa, por fin la joven pudo descalzarse y sentarse de nuevo en uno de los cojines. La tranquilidad tan solo duró unos segundos. No tardó en percibir la mirada de su anfitrión sobre ella. Estaba de pie, plantado en medio del salón.
—No te acomodes mucho. Es casi la hora de la comida —dijo, mientras se mantenía de brazos cruzados.
—No pienso cocinarte —le recordó.
—De acuerdo. Alguna chica nos preparará algo —comentó, mientras se encogía de hombros y empezaba a caminar hacia la salida.
—Quieto ahí —ordenó ella, mientras se levantaba a regañadientes—. Sus vidas no giran en torno a ti. Vamos a la cocina y te enseñaré a preparar algo.
—Muy amable —murmuró él, sonriente. No pensaba hacer nada, solo mirar.
—¿Qué tienes para cocinar? —preguntó (TN), mientras llegaban a la zona de la cocina.
—Arroz y... Varios tipos de pescado. Salmón, atún... Y algo más —contestó él, mientras se acercaba a revisar los cajones—. Ah, y algas.
—Entonces podemos preparar onigiris —propuso la chica—. Por cierto, no te creas que soy una experta cocinando. No va a salir una delicia.
—Qué lástima de futura esposa... —susurró el rubio, llevándose una mano a la cabeza.
—Cierra esa bocaza o te clavaré el cuchillo en el pecho —amenazó, cabreada. Ese maldito conseguía sacarle de sus casillas.
Por su parte, Katakuri ya había acabado de hablar con su hermano y estaba de nuevo por las calles del pueblo. Era importante hacerse presente entre sus familiares de vez en cuando. Era algo que mantenía las sospechas alejadas. Caminaba sin prestar mucha atención a su alrededor, pero escuchó algunos comentarios que no pudo ignorar.
—¿No hacen una pareja adorable? —comentó una señora.
—¿Pero pensáis que es su prometida? —preguntó otra.
—No puede ser... Es una forastera —contestó un hombre de avanzada edad.
—Pero también es cazadora de demonios, o eso parecía... Por esa lanza que llevaba colgada en el kimono —dijo la primera.
—Una mujer no debería llevar ese tipo de vida... No me gusta para nuestro querido Raiden. Debería encargarse de la casa y dejar que él hiciera el trabajo duro —añadió una señora.
El peli-granate continuó caminando sin detenerse. Sin embargo, todas esas palabras no le habían dejado indiferente. ¿Cómo no lo había pensado antes? Raiden era un humano joven y apuesto. Todas las chicas iban detrás de él. ¿Puede que (TN) también pudiera llegar a sentirse atraída? No lo parecía. De hecho, parecía totalmente todo lo contrario. No podía evitar dudar. Otra de las cosas que había aprendido de los humanos era que, a veces, un chico y una chica que parecían odiarse... Realmente se gustaban. ¿Sería este el caso?
No pudo sacarse ese pensamiento de la cabeza durante todo el camino. Sentía un malestar por dentro al pensar en los dos juntos. ¿Debía ser esa sensación lo que se conocía como celos? No debía sentir celos. Sabía perfectamente que no tenía posibilidades de que una chica como (TN) pudiera sentir algo por un ser como él, así que no tenía sentido preocuparse por el tema. Su mente le estaba jugando una mala pasada.
La puerta de la casa de Raiden estaba entreabierta. Al entrar, ya pudo escuchar las risas del chico desde la cocina. Sintió una punzada en el estómago. ¿Estaban cocinando juntos? ¿Lo estaban pasando bien? Si hacía tan solo unas horas ella se estaba quejando de que era un idiota. Tal vez no debería haberles dejado solos... En tan poco tiempo ese joven había logrado conquistarla, mientras que él no había logrado nada en todos esos meses que llevaban juntos.
Puede que a partir de ahora (TN) prefiriera quedarse allí. No importaba. A Katakuri no le importaba seguir viajando solo, mientras ella y el resto de personas que había entrenado siguieran contribuyendo... No importaba continuar solo su camino. Lo importante era seguir con el plan y acabar con todo cuanto antes. Ni si quiera se sentía con fuerzas para hablar del tema con ella. ¡Parecía mentira! Alguien fuerte y valiente como él que no podía mantener una conversación seria con una humana. En fin. Había sido bonito mientras había durado. Puede que estuviera exagerando o interpretando erróneamente la situación, pero ya daba igual. No quería seguir teniendo estos quebraderos de cabeza. Daría media vuelta y... De nuevo solo.
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