Capítulo 8

(TN) pasó una mañana algo aburrida y solitaria. No podía moverse de su futón, al menos en unos días, ya que su tobillo debía reposar. Katakuri no había vuelto a aparecer y ya habían pasado unas cuantas horas desde entonces. Dirigió su mirada hacia la puerta cuando escuchó que se abría. Eran las dueñas del hostal.

—¿Estás mejor, jovencita? —preguntó una de ellas, mientras se acercaba con una bandeja de comida.

—Sí. Ya no me duelen casi las heridas, pero todavía debo reposar —contestó ella, mientras se incorporaba para sentarse. Esa comida olía muy bien.

—Podemos quedarnos a hacerte compañía. No tenemos más clientes de momento —comentó la más joven, mientras ayudaba a su hermana a sentarse cerca del futón. (TN) se colocó la bandeja cerca para poder comer apropiadamente.

—Yo... Bueno, ya que están aquí... Me gustaría hablar sobre un tema —comentó, mientras cogía el tazón humeante de ramen.

—Adelante, querida —insistieron las hermanas.

—Bueno, como bien saben, hace poco que me convertí en una mujer... —empezó a explicar la joven—. Y estoy interesada sobre el tema de entregarse a un hombre.

—Oh... —murmuraron las dos, mientras se miraban algo alarmadas.

—No sé con quien hablar de este tema... —murmuró ella. Le miraron apenadas. La pobre chica no tenía una madre o una figura femenina que pudiera aconsejarle adecuadamente sobre esos temas.

—Lo primero que debes saber es que entregarte a un hombre es uno de los actos más importantes en la vida de una mujer —dijo la más joven de las hermanas—. Debes encontrar al hombre indicado y solo entregarte a él.

—Y que quede claro que el hombre indicado no tiene que ser tu marido —añadió la anciana.

—¡Hermana! —exclamó la otra, escandalizada.

—La mayoría de matrimonios vienen impuestos o son por conveniencia —continuó explicando, mientras (TN) le escuchaba con atención—. Pero lo importante es entregarte a la persona que amas.

—¿Y cómo sabes que la amas? —preguntó la pequeña, con curiosidad.

—Es una persona a la que no te gustaría perder. Al lado de la que te sientes segura. Sientes una gran calidez cuando estás junto a ella y harías todo lo posible por que fuera feliz.

—Vaya... Suena bien —murmuró (TN).

—Aunque si tuviera al lado un hombretón como el que te acompaña... No me lo pensaría dos veces —concluyó.

—¡Por Dios! Estás delirando —exclamó su hermana, alarmada. Se levantó y ayudó a compañera—. Vamos a limpiar las habitaciones. No hagas caso a esta mujer, la edad le hace decir locuras. Resérvate hasta tu matrimonio.

La joven observó desde su sitio como las dos se alejaban. Pudo ver como la más anciana le guiñaba un ojo antes de salir por la puerta, dejándola sola de nuevo. Se quedó pensativa mientras seguía devorando sus fideos. Esa mujer era mayor y sabía. Tenía mucha experiencia acumulada en sus años de vida. Era obvio que debía aceptar sus consejos. Además, tenía sentido. Era mejor entregarse a la persona que amabas que a un hombre con el cuál te habían obligado a casarte. Bueno, no había prisa. Algún día encontraría a esa persona.

La tarde fue igual de aburrida que la mañana. ¿Dónde se había metido aquel maldito de Katakuri? Había huido descaradamente y seguía sin aparecer. Estaba a punto de anochecer y todavía no había ni rastro de él. Lo peor de todo era que (TN) necesitaba darse un baño. Se sentía sucia después de tanto tiempo sin lavarse, y más después de una pelea. Se incorporó rápidamente cuando escuchó la puerta.

—¡Vaya, por fin! —exclamó, cuando vio entrar al peli-granate—. Pensaba que me habías abandonado.

—No digas tonterías. Solo estaba recaudando información —comentó él.

—Una cosa, ¿podrías decirles a las señoras que me prepararan un baño? Lo necesito —pidió la chica.

—Claro, enseguida —contestó, antes de desaparecer de nuevo. Por suerte, esta vez no tardó tanto en volver—. Ya está todo listo.

—Vaya, ¡qué rápido! —comentó la joven, mientras intentaba incorporarse. Cuando quiso darse cuenta estaba en los brazos de Katakuri.

—No puedes caminar —dijo él, mientras comenzaba a andar camino a los baños. Ella no puso ninguna queja.

Los baños estaban al fondo del pasillo y su habitación era de las últimas, así que enseguida llegaron. El baño estaba lleno de vapor por el agua caliente. Habían llenado una tinaja para ella y habían añadido algunas flores aromáticas. Katakuri dejó a la joven sobre una silla. Al lado había otra, con toallas para cuando acabara de bañarse.

—Enseguida vendrán las mujeres para ayudarte. Yo estaré en la habitación —avisó el peli-granate. Una vez se fue, no tardaron en escucharse los pasos de las señoras acercándose por el pasillo.

—¡Ya estamos aquí querida! —saludaron con energía—. Vamos a conseguir que quedes como nueva.

Entre las dos, le ayudaron a quitarse la ropa y a meterse dentro de la tinaja. (TN) enseguida notó como todos sus músculos se relajaban y destensaban gracias a la calidez del agua. Además, ese olor era exquisito. Le dejaron un jabón de lavanda para limpiarse el cuerpo y le enjabonaron en el pelo. ¡Cuánto necesitaba un baño así! Todo fue bien hasta el momento de salir de aquella especie de bañera. Había sido más fácil ayudarle a entrar, pero tenían problemas para sacarla de allí.

—Le pediremos ayuda a tu compañero —comentó la anciana, pasándose una mano por la frente.

—¿Qué? —murmuró la pequeña. Por suerte estaba sonrojada por el calor del vapor y no se notó su vergüenza ante tal comentario.

—¡Hermana! ¡Qué ideas tienes! —le regañó la menor de ellas.

—¿Y qué pretendes? —preguntó la mayor, alzando una ceja. Se hizo el silencio durante unos segundos.

—Bueno, está bien. No te preocupes querida, tu compañero es un hombre decente —sentencio la otra, finalmente.

—Pero, pero... —farfulló ella, desde la bañera. Nadie le hizo caso.

Se sumergió en el agua para ahogar su grito y volvió a salir a la superficie. ¡Katakuri le vería desnuda! Bueno, puede que le viera aquel día que la tuvo que salvar de un demonio mientras ella se bañaba en esas aguas termales naturales. ¡Pero no era lo mismo! En ese momento había luz iluminando toda la estancia, y tenía que ayudarla salir de la bañera. Se llevó las manos a la cara y se frotó los ojos, haciendo movimientos circulares para intentar relajarse. No era para tanto. Ponerse así de nerviosa significaba pensar que él podría estar interesado en ella. Eso era poco probable. Para Katakuri simplemente sería eso. Ayudarla a salir de la tina.

Mientras tanto, cierto peli-granate caminaba lentamente por el pasillo. ¿Por qué le tenía que pasar esto a él? Era un demonio poderoso. Un ser temido que había librado mil batallas. Había entrenado a asesinos de demonios. Y su peor temor era tener que ayudar a salir a una chica desnuda de una bañera. A pesar de que su intención era ayudarla, no podía sentir que era un acto grosero. Por nada del mundo querría incomodar a una mujer, y todavía menos a ella. Se quedó quieto unos segundos antes de abrir la puerta del baño.

—Las señoras no podían sacarme... —murmuró. Me había quedado petrificado durante unos cuantos segundos hasta que escuché sus palabras.

—Tranquila —dijo él, mientras se acercaba. Cogió una de las toallas de la silla. Quería que la joven se tapara lo más rápido posible. Se puso junto a la bañera, extendió la toalla y ladeó la cabeza. Se quedó mirando a una de las paredes—. Primero, tápate.

—Sí —murmuró ella, mientras la cogía y se cubría con ella. Hizo un pequeño nudo para que se sujetara—. Ya está.

—Bien. —Volvió a girarse hacia ella, intentando no mirar más de lo necesario. La levantó en el aire y la puso con cuidado sobre el suelo. Era tan fácil levantarla. Era como una muñeca entre sus manos—. Te llevaré a la habitación. Han preparado un yukata limpio para ti. Cuando estés lista te llevaré a la sala principal para cenar.

—¿Cenarás conmigo? —preguntó ella.

—Bueno... Te haré compañía —contestó el peli-granate.

La cena transcurrió tranquila y sin imprevistos. Esa misma noche llegaron un par de clientes, así que las dueñas no estuvieron cenando y charlando con ellos como habían hecho alguna noche. Unas horas después, Katakuri y (TN) ya se encontraban descansando en la habitación. La joven estaba profundamente dormida. Incluso soltaba algún ronquido de vez en cuando. El demonio estaba asomado a la ventana, contemplando el cielo estrellado. El día siguiente amanecería despejado, buena señal. No había rastro de demonios por allí cerca, por lo menos hasta dónde él podía notar sus presencias. Los días posteriores a la luna llena la actividad solía ser menor. En especial si había alguna pérdida de la familia, como había sido el caso. A no ser que hubiera algún demonio ex-humano que estuviera descarriado, no habría peligro.

Se dio la vuelta y se acercó hasta su futón, situado al lado del de su compañera. Esperaba no haber quedado como un idiota durante la cena. Había habido momentos en los que su mirada no se despegaba de ella. El yukata de color (c/f) que le habían preparado las dueñas del hostal le quedaba realmente bien.

Estaba preocupado. Su atracción por la chica iba en aumento desde que era consciente de ello. ¿Por qué estaba pasando esto? Puede que realmente sus emergentes sentimientos hacia ella fueran por la ilusión de que existiera una humana que no se asustara al ver su rostro. O puede que fuera por... Por la explicación que le dio Mamá sobre cómo un demonio podía convertirse en un ser humano. «Cualquier demonio, haya sido infectado o haya nacido con esa condición, podrá convertirse en humano. Solo hay tres reglas. La primera, es reunir todo lo necesario para realizar el conjuro. La segunda, es pronunciar todas las palabras adecuadamente. Y, la tercera, debe realizar el conjuro un humano que sienta verdadero amor por el demonio. ¡Pero eso último es imposible! ¿Qué ser humano en sus cabales sería capaz de sentir amor por nosotros? Por los seres que les tienen atemorizados. Nosotros que hemos matado, devorado y convertido a humanos. Jamás se ha podido llevar a cabo este conjuro. Ni tampoco ningún demonio ha deseado dejar de serlo. Ni si quiera debería existir esa maldita posibilidad».

Las palabras de su madre siempre permanecían latentes en su cabeza. El peli-granate sabía de memoria aquel conjuro. Bueno, solía saberlo. Por alguna extraña razón hubo un tiempo en que tenía esperanzas de que algún humano pudiera llegar a sentir afecto por él. ¿Cómo pudo ser tan estúpido? A pesar de intentar ayudarles, siempre había acabado siendo tratado como un monstruo. Al final dejó de mostrarse tal y como era. La cosa funcionó, ya que los humanos con los que entrenaba permanecieron a su lado hasta acabar el entrenamiento. Sin embargo, nunca llegó a entablar amistad con nadie.

Cuando (TN) vio su rostro y actuó con total normalidad... La felicidad que sintió era inexplicable. Por un momento, vio un rayo de esperanza. La posibilidad de encontrar a una persona que pudiera ayudarle a cumplir su deseo una vez hubiera acabado con los demonios que amenazaban a la humanidad. Sí. Quería acabar con todos ellos y, finalmente, poder vivir como un humano. Por otro lado, no podía evitar pensar que era un idiota. El hecho de que la joven continuara a su lado a pesar de su aspecto no significaba que pudiera llegar a amarle. Había otras mil razones por las que podía haber elegido seguir viajando con él.

Además, también estaba el sentimiento de culpabilidad. El de estar interesándose por ella simplemente con la esperanza de romper la maldición de ser un demonio. ¿Esa debía ser la razón principal por la que estaban surgiendo esos sentimientos? Cuando estaba junto a ella ni si quiera pensaba en ello. Cada vez que sonreía, cuando se tropezaba, cuando se le caían las cosas de las manos, cuando intentaba explicar algo sin éxito, cuando se trababa mientras hablaba... La rabia que sentía cuando la veía llorar mientras dormía o cuando hablaba durante sus pesadillas. La noche anterior, cuando pensó en que podría haber muerto si él no hubiera aparecido a tiempo. Toda esta situación le confundía.

Lo mejor era dejar todo esto de lado. Debían centrarse en el plan de acabar con todos los demonios y poner a salvo a la humanidad. El resto era todo secundario. El contacto de (TN) le sacó de sus pensamientos. Se había girado y se agarrado a su pierna. Katakuri intentó acostarse sin despertarla. No dormiría, pero al menos descansaría un rato.

[•••]

Ya habían pasado dos semanas desde la pelea contra los demonios. Dos largas y aburridas semanas para (TN), ya que no había podido hacer casi nada. Había charlado con algunos de los clientes que habían pasado por el hostal, con las dueñas... Katakuri también había estado con ella de vez en cuando, pero hacia viajes nocturnos para acabar con algún que otro demonio que acechaba al pueblo.

En aquellos momentos se encontraban en la habitación, recogiendo los futones y preparando su bolsa de viaje. La joven ya estaba recuperada y era hora de partir hacia el siguiente pueblo. Además, debían retomar el entrenamiento. No debía perder la práctica. Mientras el peli-granate hacia las cuentas con una de las dueñas, (TN) aprovechó para acercarse a hablar con la anciana.

—Disculpe... No recordará sobre el tema que pregunté hace un tiempo... —murmuró la pequeña, vigilando de reojo que nadie escuchara.

—Por supuesto, querida —contestó la anciana, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Se me olvidó hacer una pregunta. ¿En qué consiste exactamente eso de entregarse a un hombre? —preguntó.

—Oh, es la muestra del amor de manera física. La conexión total entre dos personas. Hay que desnudarse para tocarse piel con piel. Caricias, besos... Y finalmente el hombre introduce su miembro dentro de la mujer. —Para ilustrar esto último le dio un pequeño toquecito en la parte indicada, sobre el kimono.

—Ah... —murmuró (TN). Notaba como el calor se acumulaba en sus mejillas. ¡¿Era eso?!

—Debemos partir —dijo Katakuri, mientras pasaba por su lado. Se agachó para mirarle fijamente y puso una mano en su frente—. ¿Tienes fiebre?

—¡No! ¡Venga, debemos partir! —exclamó, algo nerviosa, mientras apartaba la mano de su compañero y empezaba a caminar. Se giró para despedirse—. ¡Muchas gracias, señoras! ¡Han sido unas fantásticas anfitrionas! ¡Espero verlas de nuevo algún día!

Las dos mujeres se despidieron agitando la mano en el aire, con una gran sonrisa dibujada en sus rostros. Katakuri enseguida alcanzó a la joven. Rumbo a su próximo destino.

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