Capítulo 7

—Me gustaría descubrir cómo los estúpidos caza demonios habéis llegado a conocer nuestra debilidad —comentó Flampe con curiosidad, mientras tenía a (TN) cogida por el cuello.

Llevaban ya un rato peleando, pero el hecho de que la velocidad de la joven se hubiera ralentizado le había afectado más de lo que pensaba. Ahora se encontraba aplastada contra la pared, mientras aquel ser le apretaba el cuello con fuerza. Notaba como poco a poco su energía se iba recuperando, pero puede que ya fuera demasiado tarde. Había recibido muchos golpes y arañazos por parte de Flampe. Le escocían todos y cada uno de los cortes que tenía sobre su piel.

—¿Quieres saberlo? Yo te lo explicaré. —La profunda voz de Katakuri interrumpió la pelea.

—Vaya, mi ex hermano favorito... —comentó ella, divertida, mientras ladeaba la cabeza para observarle—. ¿En serio los humanos se acercan a ti después de ver tu cara? ¿O es que se la ocultas?

—Cállate y pelea conmigo —ordenó él.

—¿Contigo? —preguntó ella, confundida—. ¿Por qué debería pelear contigo? ¿No estarás...?

—Yo soy el que ha estado entrenando a los cazadores de demonios —le interrumpió el peli-granate.

—Entonces acabaré ahora mismo contigo y le llevaré tu cabeza a Mamá —anunció ella, con una diabólica sonrisa en su rostro. (TN) dejó de notar presión en su cuello y cayó al suelo—. Me convertiré en su hija preferida.

—No pienso permitir que sigáis matando y devorando humanos por diversión —advirtió Katakuri.

—No es por diversión, es nuestra naturaleza —le corrigió ella—. Siempre has sido demasiado correcto. Eres una vergüenza para la raza de los demonios. Y si esta humana está todavía a tu lado es porque ocultas tu deformidad tras esa bufanda.

—Cierra la boca de una vez —gruñó (TN), mientras la inmovilizaba rápidamente. Con toda la charla había tenido tiempo de acabar de recuperarse y de acercarse sigilosamente.

—¡Suéltame! —se quejó Flampe, mientras se retorcía. No podía moverse mucho. Notaba la punta de la lanza rozando su nuca.

—Katakuri no es ninguna vergüenza, ni tiene ninguna deformidad —murmuró con rabia, mientras iba atravesándole lentamente con la lanza—. Vamos acabar con el resto igual que contigo...

Acabó de clavar la lanza mientras los agónicos gritos de la pequeña demonio resonaban contra los muros de la calle. Su cuerpo comenzó a deshacerse lentamente, convirtiéndose en ceniza y desapareciendo para siempre. La joven suspiró aliviada y se dejó caer al suelo para descansar. ¡Por fin dejaba de escuchar la desagradable voz de aquella idiota!

—¡(TN)! —exclamó Katakuri, mientras se acercaba hasta ella. Examinó sus heridas con la mirada—. Volvamos al hostal. Me encargaré personalmente de curar tus heridas. Has hecho un buen trabajo.

Ella no dijo nada, solo se dejó coger en brazos por su compañero y apoyó la cabeza en su pecho para poder descansar. ¡Malditos dardos! Estaba segura de que si no hubiera tenido un arma extra le hubiera derrotado más fácilmente. Había estado en serios problemas. Si Katakuri no le hubiera despistado, puede que no hubiera salido airosa de aquella situación.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntaron las dueñas de la casa, alarmadas. Estaban en la recepción cuando entro con la chica entre sus brazos. Ella se había quedado dormida.

—Necesito medicinas para tratar sus heridas —contestó él, ignorando la pregunta.

—Enseguida las llevamos a la habitación —dijo la más joven, mientras se retiraba. Su hermana le siguió.

Katakuri continuó caminando por el pasillo, hasta que llegó a la habitación dejó a  la chica sobre el futón. Acercó la mano a su frente. Al parecer tenía algo de fiebre. La sustancia que llevaban aquellos dardos debía haber afectado a su organismo, aunque hubiera conseguido recuperar su energía. Solo debía descansar y él se encargaría de cuidarla mientras tanto.

—Hemos traído todo lo que tenemos. —La voz de una de las mujeres hizo que el peli-granate mirara hacia la puerta. Venían con vendas y ungüentos. Se acercó hasta a ellas para ayudarles—. ¿Quiere que ayudemos en algo más?

—De momento no. Quiero encargarme personalmente de su cuidado —contestó él. Las mujeres se quedaron asombradas ante la caballerosidad de aquel hombre. ¡Ojalá encontrar uno tan gentil y fuerte como él! 

Una vez solos, el demonio se dedicó a revisar el cuerpo de la chica. Para ello retiró su kimono. Pudo observar varios cortes en los brazos y las piernas. Se quedó dudando durante unos segundos. Para poder curar sus heridas adecuadamente debía... Debía quitarle el máximo de ropa posible. Sintió que sus mejillas ardían ante semejante idea. (TN) estaba dormida y temía ser irrespetuoso. Sacudió la cabeza. Era por el bien de ella. No tenía otro tipo de intenciones.

Primero le retiró las botas y acto seguido los pantalones. No pudo evitar que una rabia interna recorría todo su cuerpo al ver los daños que la estúpida de su hermana le había causado. Le retiró también la camiseta de manga larga, aunque no pudo evitar que la chica se despertara al hacerlo.

—Katakuri... —murmuró, con una mueca de dolor en el rostro.

—Tranquila, voy a curarte. Tú descansa —dijo él, mientras le ayudaba a acomodarse de nuevo. Ella asintió y cerró los ojos de nuevo. Estaba tan agotada y sentía tanto dolor que no tardó mucho en volver a caer dormida.

Después de aplicar el ungüento sobre cada herida y de aplicar algún que otro vendaje, el peli-granate se sentó junto al futón. Ligera fiebre, múltiples heridas, dos costillas rotas y un tobillo torcido. Podría haber sido peor. ¡Por Dios! No quería ni pensarlo. Jamás se lo hubiera perdonado.

Había entrenado a muchos humanos. Humanos que se lo habían pedido y que no les importaba morir con tal de acabar con unos cuantos demonios. Nunca había cogido especial afecto a ninguno de ellos. Estaba agradecido por el hecho de que le ayudaran en su plan, pero nada más. Con (TN) todo era distinto. No se imaginaba volviendo a vagar solo de un lado a otro. Ella le hacía sentir especial. Le hacía sentir más humano.

[•••]

A la mañana siguiente la joven abrió los ojos lentamente. Todavía sentía algo de dolor, pero se notaba un poco mejor. Ladeó la cabeza y se encontró a su compañero sentado junto a ella, observándola fijamente.

—Buenos días —murmuró ella, mientras acercaba la mano a su cara para frotarse los ojos. Levantó ligeramente la sábana que tapaba su cuerpo y se observó a sí misma durante unos segundos—. Estoy hecha un desastre.

—Te irás recuperando. Nos quedaremos aquí durante dos semanas. Así descansarás adecuadamente —dijo Katakuri.

—¿Dos semanas? —preguntó la joven, alarmada, mientras se incorporaba. El peli-granate se acercó para obligarle a que se tumbara de nuevo—. Eso es demasiado. Además, tengo que entrenar. No puedo quedarme dos semanas sin hacer nada.

—Entrenaremos mucho después de la recuperación. Volverás a estar preparada para la siguiente oleada —comentó él, intentando tranquilizarla—. Mientras tanto, me encargaré de los que vayan apareciendo.

—Toda la diversión para ti... —murmuró ella.

—Ahora te pondré un poco más del ungüento en las heridas y pediré que te preparen algo para desayunar. Necesitas energía —dijo el demonio, ignorando sus últimas palabras.

(TN) suspiró y apartó la manta mientras se acomodaba de nuevo en el futón. Todavía estaba cabreada por haber sido tan magullada durante esa pelea. Estaba completamente segura de que había demonios mucho más fuerte que aquella tal Flampe. ¿Cómo iba a derrotarles si luchas con ella le había costado tanto? Debía entrenar más.

No podía evitar mirar a Katakuri de reojo mientras curaba sus heridas. Sentía pequeños escalofríos cada vez que sus dedos le rozaban, aunque tan solo le estuviera curando las heridas. Se sentía tan a gusto cuando pasaba las yemas de los dedos por su piel que ni si quiera notaba el escozor de los cortes. Pronto se comenzó a percibir cierta tensión en el ambiente. Fue en el momento en el que el peli-granate acercó sus manos a uno de los pechos de la chica, ya que tenía una herida justo donde acababa el borde de su ropa interior.

—Yo, bueno... No quiero que te sientas incomoda —murmuró él, sin llegar a tocar la zona. La joven podía notar que estaba nervioso. Era interesante ver como un tipo tan fuerte y peligroso se ponía tenso en esa clase de situación.

—Tranquilo, está bien. Solo me estás curando —comentó ella.

Esa era la realidad, pero la mente de ambos iba un poco más allá. (TN) sintió un gran calor recorriéndole de arriba abajo cuando Katakuri apartó ligeramente la copa de su sujetador y comenzó a pasar lentamente el dedo por la zona. ¿Pero qué le estaba pasando? ¡Solo le estaba curando las heridas! No pudo evitar pensar en que le encantaría que esos dedos recorrieran todo su cuerpo, y no precisamente para curarle.

Por su parte, el peli-granate estaba reflexionando sobre cuánto le gustaría acariciar cada milímetro de esa cálida y suave piel. Él era alguien educado y correcto, pero no era de piedra. Tenía a (TN) semidesnuda a su lado. Era inevitable que sus pensamientos divagaran. Sin embargo, era consciente de que nunca pasaría nada entre ellos dos. Ya lo había pensado varias veces. Era imposible que ella se fijara en un monstruo como él. Puede que no se hubiera asustado al ver su rostro, pero seguía sin ser normal. El hecho de que siguiera viajando a su lado después de haberlo visto era más que suficiente para él.

—Ya está —dijo, mientras alejaba su mano de ella—. No te tapes aún. Espera un poco a que el ungüento se absorba. Iré a pedir que te preparen algo.

—Sí, gracias —murmuró ella.

Cuando Katakuri cerró la puerta tras de sí, la chica se incorporó nerviosa. ¿Qué había pasado? ¿Qué era ese cosquilleo que había estado notando ahí bajo mientras él le acariciaba? Estaba completamente segura de que tenía que ver con «ese» momento. El momento en que la mujer se entregaba a su marido. ¡Pero él no era su marido! Ah, maldición. Ojalá le hubieran explicado más sobre ese tema... Solo sabía que la mujer debía reservarse y entregar su cuerpo a su marido. Además, había que tener cuidado y no pasear por la calle a solas. Había hombres peligrosos que no sabían controlar sus instintos y podían poseerte en contra de tu voluntad. ¿Y si no quería casarse? ¿Y si no quería tener un marido? ¿Entonces nunca podría entregar su cuerpo a nadie? Bueno, ¡qué más daba! Su cuerpo era suyo. No tenía por qué entregarlo a nadie. Además, ¿en qué consistía exactamente eso de entregar el cuerpo? Se llevó una mano a la cabeza. Le iba a explotar de tanto pensar.

—Te traigo sopa de miso. —(TN) se volvió a tumbar rápidamente al escuchar el sonido de la puerta.

—¡Oh, huele genial! —exclamó ella, mientras volvía a incorporarse.

Él se sentó a su lado y le ofreció el humeante cuenco. La joven se quedó pensativa mientras observaba el líquido del interior del recipiente con la mirada perdida. ¿Podía preguntarle a Katakuri sobre ese tema? Había vivido con muchos años y estaba claro que sabía sobre muchas cosas. Puede que él pudiera resolverle esas dudas que rondaban su mente. Aunque había sido él mismo el que las había provocado, pero eso no tenía por qué contarlo.

—Katakuri... —Él la miró de reojo. Sabía que la pregunta no le iba a gustar, ya que había estado demasiado rato callada—. ¿Qué significa exactamente que una mujer debe reservarse y entregar su cuerpo a su marido?

—Eh... —balbuceó el peli-granate. ¿A qué venía esa maldita pregunta? Por supuesto que sabía el significado, pero no pensaba hablar de ese tema—. No creo que sea el más indicado para explicártelo.

—¿Por qué? —preguntó ella, confundida—. Pero tú has vivido muchos años. Seguro que muchas mujeres te han entregado su cuerpo y sabes del tema.

—¡Eso no es cierto! —exclamó Katakuri, algo nervioso. Volvió a recomponerse rápidamente—. Ninguna mujer me ha entregado su cuerpo. Hubieran salido corriendo al ver mi verdadero rostro.

—No es verdad, yo no he salido corriendo —apuntó la chica.

—Tú eres especial —dijo él. La joven se alegró al escuchar esas palabras. No sabía en qué sentido las decía, pero no importaba.

—Pero... ¿Te ha gustado alguna chica? —preguntó ella, con curiosidad.

—No lo recuerdo. No recientemente —contestó el demonio, apartando la mirada. No recientemente sin contarla a ella, claro.

—Bueno... Pero estoy segura de que sabes lo que significa. Vamos, explícamelo —insistió, poniendo cara de pena. Con esa cara podía conseguir casi todo. Todo menos que él hablara de sexo con ella. Claramente no era un tema apropiado sobre el cual conversar.

—Tengo que irme a vigilar la zona. El día ha amanecido demasiado nublado —comentó, cambiando de tema, mientras se levanta.

—¡No! No, no, no... —pidió ella.

—Tómate la sopa. Se te va a enfriar —le ordenó, mientras se acercaba hacia la puerta.

—Vamos, no me dejes así...

—Nos vemos después, descansa—se despidió.

(TN) gruñó mientras apretaba el cuenco con fuerza. ¡Maldición! Estaba claro que Katakuri no iba a hablar sobre el tema. Eso le intrigaba todavía más. ¿De qué podría tratarse si era algo incómodo para él? En fin. Se acercó el recipiente de madera a los labios y bebió aquella deliciosa sopa de miso. Esas mujeres cocinaban realmente bien.

¡Eh, un momento! ¡Claro! Seguro que ellas podían contestar todas las preguntas que rondaban por su mente. Eran mayores y debían tener también experiencia. No les importaría compartir esa información con una joven inexperta. Bien. Investigaría sobre ese tema. De todas formas, debía estar dos semanas reposando. Ya que no podía continuar con su entrenamiento, debía encontrar algo con lo que distraerse...

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