Capítulo 4
La batalla se estaba alargando. El demonio llevaba un buen rato frenando los golpes de la chica, al igual que ella los suyos. Había logrado rozarle varias veces con la punta de la lanza, pero se regeneraba rápidamente. Debía darle el golpe definitivo en la nuca. ¡Mierda! El kimono le molestaba para luchar. Acercó la mano y se la llevó a la cinta para aflojarlo, sin perder de vista a aquel ser. Tuvo que esquivar un golpe y la cinta se cayó al suelo, haciendo que el kimono se abriera. Bueno, mejor para ella.
Ahora que podía estirar más las piernas, sus movimientos eran mucho más ágiles. Había estado entrenando sin esa prenda y como mejor peleaba. Siguió parando sus movimientos mientras iba retrocediendo hacia la pared de una de las casas que había en aquella callejuela. Se giró rápidamente y dio un salto, apoyando los pies contra la pared y tomando impulso para lanzarse contra el demonio. Consiguió alcanzarle, pero lo tenía de frente, así que la lanza se clavó en el ojo. La retiró rápidamente, y aprovechando que todavía se estaba regenerando y estaba algo aturdido, se colocó detrás de él y clavó su arma con fuerza en la zona de la nunca. Aquel ser, cayó de rodillas al suelo y empezó a gritar de manera agónica mientras iba convirtiéndose en ceniza. (TN) observaba en silencio mientras recuperaba la respiración.
—Buen trabajo —dijo Katakuri, mientras se acercaba hacía ella. La chica le miró extrañada.
—¿Desde cuando estás aquí? —preguntó.
—Llevo un buen rato observando la pelea. Te ha costado un poco ponerte las pilas, pero lo has hecho muy bien —le felicitó él. La chica sonrió orgullosa. Le tendió la cinta del kimono para que se lo volviera a colocar bien—. No detecto nada más por aquí. Podemos continuar nuestro camino hacia los siguientes pueblos. Volveremos rápido a donde estábamos.
Gracias a la velocidad y agilidad de Katakuri, enseguida llegaron a la parte del camino donde estaba antes de darse cuenta de la presencia del demonio. (TN) estaba pensativa mientras caminaban. El demonio con el que se había enfrentado era bastante rápido, pero nada que un humano entrenado no pudiera soportar. Sin embargo, su acompañante estaba claramente a otro nivel. ¿Sus hermanos serían tan fuertes como él?
—¿Por qué no usas tu velocidad para que lleguemos al siguiente pueblo? —preguntó la chica, rompiendo el silencio.
—Esto nos ayuda a mantenernos físicamente. Además, los demonios a veces no se encuentran en los pueblos si no cerca. Más vale que los pillemos lejos y evitar que lleguen —explicó él.
—Ah, sí... Totalmente cierto —murmuró ella.
A mediodía, pararon un rato para descansar y para que (TN) se preparara algo de comer. Después de haber probado los platos de aquella anciana, su comida le resultaba todavía más insípida. Pasaron la noche al aire libre, Katakuri recostando la espalda sobre el tronco de un árbol y (TN) tumbada junto a él sobre su pequeña colcha.
El demonio estaba tranquilamente observando el cielo despejado. Las nubes se habían dispersado y, por suerte, parecía que el día siguiente amanecería soleado. De repente, la joven empezó a moverse demasiado sobre su colchón. Cambiando cada segundo de postura. ¿Estaría teniendo alguna pesadilla? ¿Debía despertarla? Por suerte, unos segundos después se quedó queta de nuevo. El peli-granate acercó una mano al rostro de la chica para apartar unos mechones de pelo que habían caído sobre su cara. Las yemas de sus dedos rozaron una de sus mejillas en el proceso. Su piel era suave y cálida. Parecía tan delicada... Y la mano de él era tan grande y tosca. La apartó rápidamente.
[•••]
—Oh, no me puedo creer que por fin estemos llegando —comentó (TN), al vislumbrar el pueblo ante sus ojos. Llevaban prácticamente todo el día caminando. Por fin, justo mientras comenzaba a atardecer llegaron a la entrada del pueblo.
—¿Para dormir? Esto, bueno, justo a unos pocos minutos al norte del pueblo hay un hostal —explicó un señor, al que Katakuri había preguntado nada más llegaron. La chica puso cara de decepción. ¿Tenían que seguir caminando más?
—Está bien. Gracias por la información —dijo Katakuri. El señor asintió, sonriendo.
—Además tienen unas aguas termales naturales. Podréis relajaros y descansar adecuadamente —añadió.
—¡Aguas termales! —exclamó (TN), mientras se le iluminaban los ojos. Nunca había estado en unas.
Siguieron las indicaciones de aquel buen hombre y, al salir del pueblo por la zona norte, enseguida vieron a lo lejos aquel pequeño hostal. Una vez llegaron se encontraron con la puerta abierta, así que decidieron entrar. Justo en la entrada había un matrimonio de edad avanzada. Estaban dentro de una especie de mostrados.
—Buenas tardes, ¿desean alojamiento? —preguntó la mujer. Los dos asintieron. Salió de detrás del mostrador y se acercó hacia ellos. Era pequeñita, y se quedó asombrada cuando se puso al lado de Katakuri—. Oh, es usted muy grande, buen hombre. Seguidme por favor.
Siguieron a la mujer por un estrecho pasillo. Había cuatro habitaciones y tres de ellas ya estaban ocupadas, así que debían compartir la habitación. Cuando entraron se encontraron con un pequeño y acogedor cuarto prácticamente vació. Solo había un armario de madera.
—Mi marido y yo prepararemos los futones. Si lo desean, pueden ir a la sala principal. La cena estará lista dentro de poco —comentó la mujer.
Los dos huéspedes hicieron caso a sus palabras y se dirigieron a la zona que les había indicado. Volvieron a la entrada y se acercaron a la puerta que estaba al lado contrario del pasillo de las habitaciones. Cuando entraron, se encontraron con una familia sentada alrededor de una de las mesas. Inclinaron ligeramente la cabeza a modo de saludo. Se acercaron a una de las dos mesas que había libres. (TN) se fijó rápidamente en el juego de cartas que había sobre la madera. Era un juego típico en aquella región.
—¿Quieres jugar? —preguntó, mirando fijamente a su acompañante.
—Tendrás que explicarme las reglas —contestó Katakuri.
No les dio tiempo a jugar antes de que se sirviera la cena, ya que la chica era bastante mala explicando las normas. Sin embargo, el demonio se divirtió bastante con sus intentos por hacer que entendiera el juego. Cuando sirvieron la cena, él se excusó diciendo que no se encontraba bien del estómago.
—Podrías haberte quedado en la habitación y así no te tocaba dar explicaciones —comentó (TN), una vez el matrimonio hubo dejado de insistir en preparar algo especial para el dolor de estómago.
—No quería que cenaras sin compañía —dijo Katakuri.
—Oh, gracias... La verdad es que me gusta mucho tu compañía —murmuró ella, sonriendo. Él tan solo apartó la mirada. Jamás se acostumbraría a ese tipo de comentarios—. Por cierto, antes de dormir podríamos visitar las aguas termales.
—No me apetece mucho bañarme —comentó él. Debería quitarse la bufanda en frente de ella y, peor aún, el resto de huéspedes podría descubrir su verdadera naturaleza.
—Pero puedes ir a verlas. He escuchado que es una zona preciosa —insistió ella.
—De acuerdo, solo iré verlas —aceptó finalmente.
Una vez (TN) hubo disfrutado apropiadamente de su tazón de udon, los dos se acercaron hasta su habitación. Los futones ya estaban colocados, uno para la chica y dos para él. Los habían colocado bastante separados, uno en cada esquina de la habitación.
—Bien, todo en orden. ¡Venga, vamos a ver las aguas termales! —exclamó ella, emocionada, mientras estiraba a su compañero del brazo.
Para llegar hasta aquella zona, debían salir del hostal y seguir un pequeño sendero de piedra que les llevaba hasta la zona de la montaña donde se encontraban aquellas aguas naturales. Solo tuvieron que caminar unos cinco minutos, ya que el matrimonio había construido aposta su negocio cerca de allí. Sabían que atraería a muchos viajeros. Había una pequeña caseta antes de entrar a las aguas. Allí podías dejar tu ropa, tirarte un poco de agua antes de entrar a bañarte y coger una toalla para secarte.
Justo cuando entraron, la familia que habían visto antes en el comedor, estaba abandonando las aguas. El hombre y la mujer iban tapados con la toalla, pero el pequeño iba desnudo.
—Vaya... Es una pasada —comentó (TN), mientras observaba el lugar.
El agua caía desde arriba de las altas paredes que rodeaban la zona para bañarse. El cielo estaba despejado, así que la luz de la luna iluminaba el lugar. Además habían colocado unos pequeños farolillos, dando luz al pequeño sendero que había que seguir hasta entrar en el agua. La alta temperatura del agua hacía que un ligero vapor decorara el ambiente. Unos minutos después, se despidieron y cada uno emprendió su camino. (TN) se dirigió hacia la caseta para cambiarse y Katakuri volvió a la habitación.
Al principio, el agua estaba demasiado caliente. Pocos segundos después, la piel se fue acostumbrando. Ya estaba hundida hasta el cuello y apoyada en una de las paredes. ¡Incluso había rocas grandes en las que podías sentarte! Se quedó quieta disfrutando de aquel relajante baño, notando como sus músculos se iban destensando. Al estar tan poco iluminado podían apreciarse perfectamente las estrellas en el cielo. Suspiró y cerró los ojos. ¡Cómo había estado necesitando ese momento!
Cuando estaba en el punto máximo de relajación, notó como algo pasaba a toda velocidad cerca de ella. Abrió los ojos y se incorporó rápidamente. ¡Mierda! Si había un demonio no podría hacer nada. Estaba desarmada y, además, completamente desnuda. Escuchó un quejido y vio como algo caía desde la montaña y desintegraba antes de llegar al agua. Eso significaba que Katakuri estaba por allí cerca.
—Todo solucionado. Quédate un rato más si quieres, pero no tardes en volver. —Se giró y miró hacia todos los lugares posibles, pero no logró localizar al peli-granate.
¿Le habría visto desnuda? Sus mejillas empezaron a arder al pensar esa posibilidad. Volvió a zambullirse rápidamente en el agua. Bueno, no pasaba nada. Estaba segura de que él no era como otros hombres... De hecho, ni si quiera era un hombre. ¿Se habría sentido atraído alguna vez por una humana? Ahora que estaba pensando en ello, no paraban de venirle preguntas de ese tipo a la cabeza.
Por su parte Katakuri estaba sentando sobre su futón, con una mano sujetándose la cabeza. La había visto. A pesar de que el vapor no dejaba ver con claridad, había podido apreciar la figura de la joven. Encima se había quedado observando más de lo que debía. Se daba vergüenza a sí mismo. No era un acto propio de él. Pasar tanto tiempo junto a una chica estaba rompiendo todos sus esquemas. Durante aquellos cien años que llevaba vagando por el mundo, había entrenado a bastantes jóvenes para que pudieran defender a los humanos y que le ayudaran en su plan. Es cierto que pasó varios años con cada uno de ellos hasta que consiguió asegurarse de que podrían trabajar bien por su cuenta, pero esto era totalmente distinto. Además, (TN) no tenía con quién volver. No había nadie esperándola, al contrario que el resto. De todas formas, no le apetecía que la chica se fuera a ninguna parte. Estaba a gusto viajando a su lado. Nunca había conocido a una chica tan fuerte y decidida. Encima era divertida y su torpeza y despistes eran bastante graciosos. Sí, lo pasaba bien a su lado. Tenía miedo de llegar a sentirse atraído por ella, ya que era imposible que él pudiera llegar a gustarle a una joven humana. Definitivamente imposible. Estar pensando tanto sobre ese tema le indicaba que, probablemente, ya estaba empezando a sentir algo. El sonido de la puerta abriéndose le sacó de sus pensamientos. Era ella.
—Eh, me has salvado —comentó, mientras cerraba y caminaba hacia su futón—. Has sido muy rápido. Ni si quiera me ha dado tiempo a darme cuenta de que había alguien más allí.
—Bueno, no estabas en condiciones de luchar y no quería que te pasara nada —explico Katakuri.
—Gracias... —murmuró ella, mientras se quitaba los zapatos. Se levantó y estiró su futón hasta pegarlo al de su compañero—. Así mejor.
—Sí... —susurró él. Le gustaba sentirla cerca. Nunca se hubiera imaginado que una humana se llegara a sentir tan a gusto durmiendo a su lado. Eso le reconfortaba. Le hacía sentirse menos demonio.
(TN) se acomodó sobre el futón, tumbándose de lado y enganchándose a la pierna de Katakuri. Estaba especialmente feliz. Se sentía realmente protegida a su lado. Obviamente quería ser capaz de defenderse siempre por sí misma, pero era una increíble sensación sentirse tranquila aun sabiendo que un demonio podría atacar en cualquier momento. Se haría cada vez más fuerte y ayudaría todo lo posible en el plan de acabar con los demonios.
[•••]
—Venga, tenemos que seguir nuestro camino —le apremió Katakuri, mientras se colgaba la bolsa con las pertenencias de la chica en la espalda.
—Sí, un momento. Es una duda importante. Enseguida salgo —farfulló la chica, mientras entraba de nuevo en el hostal. ¡Bien! La mujer estaba en el mostrador. Sacó un papel medio arrugado del bolsillo y se acercó hasta ella—. Perdone, necesito ayuda con una receta. ¿Podría decirme si estos ingredientes son los adecuados?
—Déjame ver... —murmuró la mujer, mientras cogía el papel y se lo acercaba para examinarlo—. ¿Debe ser dulce?
—Sí. Son como unos bollitos redondos con un agujero en medio —contestó la joven.
—Entonces deberías cambiar algunas cosas. Un momento. —Se agachó para coger algo para escribir e hizo algunas anotaciones en la hoja—. Creo que así saldrá como tiene que salir.
—¡Muchísimas gracias! Es usted muy amable —agradeció (TN), haciendo una pequeña reverencia—. Adiós. ¡Qué vaya todo bien!
—Buen viaje —se despidió la mujer, sonriendo, mientras la chica corría hacia la puerta.
Nada más salir, le hizo un gesto a su acompañante, indicando que podían emprender su camino hacia el siguiente pueblo. El día había amanecido soleado de nuevo. No habría peligro de demonios hasta que comenzara a anochecer. (TN) caminaba decidida, no solo pensaba acabar con todos los demonios posibles, sino que además conseguiría preparar los mejores bollitos rosquilla para Katakuri. Era su forma de agradecer todo lo que había hecho por ella y conseguiría hacerlo bien. Siempre conseguía todo lo que se proponía, aunque tuviera que intentarlo mil veces.
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