Capítulo 2

A la mañana siguiente (TN) fue abriendo poco a poco los ojos. Se los frotó mientras se incorporaba. Su cuerpo estaba rodeado por una manta y también había un cojín donde antes estaba su cabeza. Miró hacia los lados. ¿Dónde estaba Katakuri? Cogió la manta y el cojín y caminó hacia la casa. Cuando giró y vio la entrada se encontró con él. Al parecer, se había encargado de enterrar los cuerpos de su familia.

—Esto, gracias... No hacía falta que te esforzaras tanto —agradeció ella, mientras se acercaba hacia él.

—Está bien —dijo él, serio—. Prepararemos una bolsa con provisiones y nos marcharemos a otro lugar para empezar con el entrenamiento. Puedo hacerlo yo si quieres, no hace falta que entres.

—No. Entraré yo —dijo la chica, convencida—. Tengo que hacerlo yo.

Respiró profundamente y empezó a caminar hacia el interior de la casa. Cuando entró, se fijó en que las paredes todavía estaban manchadas de sangre. Intentó no darle mucha importancia. Era obvio que iba a ser así. Un maldito demonio devorador de humanos se había comida a su familia. No iba a dejarlo todo ordenado antes de irse. Sentía que las lágrimas se acumulaban en sus ojos mientras metía en la bolsa de tela la comida que había en los armarios de la cocina. El día anterior había comido el desayuno que su madre le había preparado. Ese desayuno que su madre preparaba con tanto amor y ella siempre se lo comía ya frío.

Una vez hubo puesto los alimentos que pudieran conservarse bien, se acercó a su habitación para meter un par de camisetas y calcetines más y unos pantalones de tela. Se colgó la bolsa de tela en forma de mochila. Se secó las lágrimas con las dos manos y se dirigió hacia el exterior de la casa. Katakuri estaba fuera esperando. No se había dado cuenta, pero llevaba una especie de lanza o guadaña colgada en la espalda. Debía ser su arma para cazar a los demonios. ¿Cuál sería la suya? En su vida había tenido que luchar, así que no sabía qué sabría utilizar mejor.

—¿Estás lista? —preguntó él, mirándola fijamente con sus ojos color granate. Ella asintió—. Entonces, emprendamos nuestro camino.

[•••]

El extraño dúo humana y demonio, caminaron por las montañas durante dos días hasta alejarse lo suficiente de aquel pequeño pueblo. En aquel momento, se encontraban perdidos en la montaña. Sin nadie que pudiera llegar a encontrarse con ellos y listos para comprobar si (TN) realmente podría servir para matar demonios.

Katakuri, dejó en el suelo una bolsa llena de objetos que había comprado en el pueblo antes de marcharse, mientras la chica esperaba rezando unas oraciones junto a las tumbas de su familia. Ella se acercó con curiosidad. ¡Eran varios tipos de arma! Había un hacha, una lanza con una punta de hierro muy afilada, arco y flechas y una katana.

—Lo primero que hay que hacer es probar qué arma te viene mejor —explicó Katakuri—. La que te sea más fácil de usar y con la que te sientas más cómoda.

—Está bien... —murmuró ella, mientras se agachaba al lado de la bolsa.

Definitivamente, el arco no era lo suyo. Puede que practicando mejorara la puntería, pero seguía sin verlo práctico. ¿Qué pasaría si se le acababan las flechas? El hacha tampoco le acababa de gustar. Era un arma para demasiada poca distancia. Podía lanzarla, pero entonces se quedaría sin ella. Si debía luchar con más de un demonio a la vez sería complicado. Ya solo quedaban la lanza y la katana. Probó a enfrentarse a Katakuri con las dos armas. Un pequeño enfrentamiento. Solo para probar con cual se desenvolvía mejor.

—Creo que me gusta más la lanza —anunció ella, finalmente. Él llevaba una lanza y la manejaba muy bien, así que podría enseñarle muchos movimientos.

—Está bien. Entonces empezaremos a practicar con la lanza —dijo él—. Pero mejor mañana. Está oscureciendo. Podemos refugiarnos en esa pequeña cueva. Dejaremos ahí las cosas y buscaremos algo para encender fuego.

(TN) miró hacia donde Katakuri señalaba con uno de sus grandes dedos. En la pared rocosa de la montaña había a una abertura. Se acercaron y, efectivamente podía considerarse una pequeña cueva. Seguía haciendo frío y había algo de nieve en el suelo, pero era mejor que dormir fuera. Él debía agacharse cuando entraba, ya que el techo no era lo suficientemente alto para su altura.

Una vez dejaron la bolsa con la comida y la ropa, salieron para buscar ramas o trozos de madera con los que encender el fuego. Encontraron varias ramitas tiradas en el suelo y (TN) se subió a los hombros de Katakuri para arrancar algunas ramas más gruesas que estaban medio sueltas. Era de bastante utilidad que fuera un tipo tan alto.

Poco después, una vez hubo oscurecido del todo. Los dos estaban dentro de la cueva con el fuego encendido. (TN) sacó un pequeño cuenco de la bolsa y un paquete de arroz. Esperaba calcular bien la necesidad justa para dos personas. No se le daba muy bien eso de cocinar. Esos días se habían estado alimentando de productos que no hacía falta preparar demasiado.

—Yo no necesito comer. Haz solo para ti —dijo Katakuri. Ella dudó durante unos segundos. ¡Claro! Era un demonio, no necesitaba comer la comida de los humanos. ¡Un momento! ¿Y los bollitos que siempre se llevaba?—. La única comida que he comido son las rosquillas que vendías. Son mi perdición.

—¿Lees el pensamiento? —preguntó (TN), confundida. ¿Cómo sabía que estaba pensando sobre las rosquillas?

—No. Lo he sabido por tus expresiones —contestó él—. Vamos a derretir un poco de nieve para cocer el arroz.

Después de la preparación de esa cena, Katakuri descubrió que las dotes culinarias de la chica eran nefastas. ¿No se suponía que las mujeres aprendían a cocinar desde pequeñas? La idea de que (TN) pudiera preparar aquellas deliciosas rosquillas se esfumó completamente de su cabeza.

Ella se comió el arroz en silencio. No sabía muy bien sobre qué hablar, y tampoco tenía muchas ganas de hacerlo. Estaba agotada después de haber caminado durante esos días casi sin descanso. Habían dormido algunas horas de noche, pero Katakuri quería llegar cuanto antes. ¡Maldición! ¡No podía ser tan debilucha! Eso no había sido nada. Debía ganar más resistencia. Espera conseguirlo con el entrenamiento.

Él por su parte, tampoco sabía muy bien sobre qué temas conversar con la chica. Había pasado tiempo entrenando otros humanos, pero no en la misma situación. Esa joven había perdido a sus padres hace poco y había observado las paredes llenas de la sangre de su familia. ¿De qué podía hablarle? Todavía debía estar de luto... No podía hablarle de cualquier cosa. Además, era una chica. Pocas veces se había relacionado con mujeres que no fueran su madre o sus hermanas. Debía tranquilizarse, él podía con esto y más.

Decidieron dejar el fuego encendido hasta que se apagara, ya que de esa forma (TN) podría disfrutar del calor que desprendían las llamas mientras se dormía. La chica recolocó las cosas en la bolsa, dejando la ropa en la parte superior para poder apoyar la cabeza y que estuviera más blandito.

—Espera —dijo Katakuri, antes de que la chica se tumbara en el suelo—. Aparte de las armas también he comprado esto. No sé cuándo tendremos oportunidad de dormir en una casa y necesito que descanses bien.

Se acercó a la bolsa y sacó un colchón fino de algodón. Se lo pasó a (TN) y está lo colocó apropiadamente para tumbarse sobre él y poder apoyar la cabeza en la bolsa. Se tumbó de lado y se acurrucó. Perfecto. ¿Podría ser mejor? Sí, pero en esas condiciones era más que suficiente. Unos minutos después de acostarse, se quedó mirando fijamente a su acompañante.

—Puedes... ¿Puedes sentarte más cerca de mí? —preguntó, finalmente. Después de pensarlo durante un buen rato.

Las llamas se iban extinguiendo y el cuerpo de Katakuri desprendía más calor que un ser humano normal. Él no dijo nada, simplemente se movió y se acercó hasta sentarse a su lado. Ella se pegó lo más posible a una de las piernas de él y volvió a cerrar los ojos para intentar dormirse. No tardó mucho en conseguirlo.

Al día siguiente, cuando (TN) abrió los ojos, se encontró con Katakuri encendiendo de nuevo el fuego. Se desperezó sobre el fino colchón y se incorporó lentamente mientras se frotaba los ojos. Había dormido del tirón, al parecer bastantes horas, y se encontraba como nueva. Lista para darlo todo.

—Buenos días —saludó él, con su profunda voz.

—Buenos días —dijo ella, mientras le miraba fijamente. No podía evitar sentir curiosidad por cómo debía ser su rostro, medio oculto por aquella bufanda. Él apartó la mirada. No le gustaba ser observado tan directamente.

—Hazte algo para desayunar —le ordenó—. Iré al pueblo a revender las armas. Necesitaremos el dinero para comprar comida y posibles imprevistos que puedan surgir. Volveré en un rato. No salgas de aquí.

—Está bien —murmuró la chica.

Se acercó hasta el fuego mientras Katakuri salía de la cueva. Derritió un poco de nieve para tener agua y hervirla. Metió varios tipos de algas que tenía en la bolsa para aportar algo de sabor y nutrientes. Una vez estuvo lista, se la bebió con la mirada perdida en el suelo. Su cerebro estaba ausente durante la mayor parte del día. Lo único que le motivaba a seguir con vida era poder aprender a luchar. Si no se hubiera encontrado con ese tipo aquella noche... Probablemente se hubiera rendido a la primera. De hecho, todavía le costaba asimilar que iba acompañada de un demonio. Los demonios eran malos y devoraban a gente. Le costaba asociar a Katakuri con esa descripción.

Poco después de que acabara de desayunar y recoger todo. Se dio cuenta de que ya estaba en la entrada de la cueva, observándola. Le hizo una señal para que cogiera la lanza y saliera de allí. Se levantó rápidamente, cogió el arma y salió al aire libre. Se acercó a él y apoyó la lanza en el suelo. Era bastante larga. Bueno, más que ella. Unos diez centímetros más. Sin embargo, era ligera y manejable.

—Hoy te enseñaré algunos movimientos básicos. Unos de defensa y otros de ataque. Ambos tipos son igual de importantes —comenzó a explicar el. Ella asintió, apretando el arma con fuerza. Debía concentrarse y atender correctamente a todas las instrucciones.

Katakuri fue blando al principio, dejando que aprendiera a coger bien el arma y a moverse adecuadamente. Unos días después, cuando vio que la chica ya empezaba a dominar los movimientos, empezó a ponerse serio. No valía solo con ejecutar los ataques de manera correcta, debía utilizarlos en una batalla que fuera lo más real posible. (TN) no había caído al suelo tantas veces en su vida. Ni jamás se había hecho tantas heridas y moretones, y eso que era bastante torpe. Sin embargo, siempre se levantaba y volvía a intentarlo.

Vivieron en aquella cueva durante semanas, incluso meses. No solo iban avanzando en los entrenamientos, sino que cada vez conversaban sobre más cosas. Llegó un momento durante ese tiempo que a (TN) ya no le dolía hablar de su pasado, sino que además sonreía al recordar ciertos momentos agradables que pasaba con sus padres y su hermano. Katakuri prefería escuchar a la chica que hablar sobre su familia. No estaba precisamente orgulloso de todo lo que habían hecho su madre y sus hermanos. Aun así, le tocó explicar varias cosas, ya que la chica era bastante curiosa. Aunque tampoco le sorprendía, los humanos no solían conversar con los demonios.

—Así que tu madre os ha explicado a ti y a los otros hermanos mayores como convertir humanos en demonios... —comentó la chica, después de la explicación de él, una noche mientras cenaban.

—Exacto. Mis hermanos se encargan de convertir a algunos humanos en demonios. Así, cuando llega la época de hambre... Tiene más demonios que le traigan humanos —siguió explicando Katakuri.

—¿Época de hambre? ¿No come humanos de normal? —preguntó (TN).

—No. Una vez al mes necesita ingerir grandes cantidades de sangre humana. Si no las ingiere adecuadamente... Podría incluso acabar con sus propios hijos en un ataque de locura —contestó él. La chica le miró desconcertada—. Aunque eso puede resultar útil para el plan.

—¿Cuán es tu plan exactamente?

—Te lo explicaré más adelante. Lo importante ahora es eliminar tantos demonios como sea posible. Tanto de la familia como ex-humanos que decidan atacar algún pueblo o ciudad —contestó él, con seriedad.

—Pues anda que no sois pocos en la familia 85 hijos... —comentó ella, alucinando todavía al haberse enterado de aquella cifra—. ¿Y todos del mismo padre? No tengo muy claro cómo se aparean los demonios. No tienes que contestar a eso si te incomoda.

—La forma de aparearse es la misma que los humanos —explicó él, sin saber exactamente hasta qué punto sabía esa niña sobre apareamiento—. Mi madre ha tenido cuarenta y tres maridos. Ha habido cuarenta y tres reyes del mundo de los demonios y todos ellos han sido derrotados a lo largo de las diversas eras de la humanidad. Sin embargo... Ella es indestructible.

—¿Ha venido alguna vez al mundo de los humanos? —preguntó (TN).

—No...—contestó él—. Bueno, se ha acabado el interrogatorio por hoy. Es tarde y debes descansar.

Ella asintió y se levantó para preparar la cama. Se había convertido en una costumbre que Katakuri se sentara pegado a ella para darle calor y esa noche no fue una excepción. Estaban en primavera y la temperatura en general era más cálida, pero a lo alto de la montaña seguía sin ser muy alta.

Unos días después, cuando quedaban unos días para comenzar el mes de mayo, (TN) por fin consiguió tumbar a Katakuri mientras este intentaba defenderse de un ataque. Incluso llego a desarmarle, haciendo que la lanza de él cayera también sobre la nieve.

—¡Toma ya! —exclamó ella, radiante de felicidad, mientras alzaba su lanza en el aire—. No te habrás dejado ganar, ¿verdad?

—¿Crees que me hubiera esperado tanto tiempo si fuera a dejarme ganar? —preguntó el. (TN) pudo notar cierto tono divertido en su voz—. Has mejorado mucho. Si te digo la verdad, ha habido un tiempo que pensé que no lo conseguirías.

—Vaya, así que esa es la confianza que tienes en tu alumna... —murmuró la chica, fingiendo enfado.

—Ahora pasaremos a la segunda fase del entrenamiento —comentó Katakuri.

—¿Qué? ¿Segunda fase? —preguntó ella, con fastidio. ¿No estaba lo suficientemente prepara después de tanto tiempo?

—Por supuesto —dijo él, con firmeza—. Esta fase será todavía más complicada.

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