Capítulo 17

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—Voy a mandarlos a todos. ¡A todos! —exclamó Oven con rabia—. Hasta a los recién convertidos. Esos son los que más ansias tienen por devorar carne humana. ¡Soltadlos a todos! Vamos a hacer una visita a esos malditos seres inferiores.

—Hermano, comparto completamente tu ira; pero debemos planear mejor nuestro ataque —intervino Katakuri, con tono claro pero pausado. Hizo un gesto con la mano a los dos sirvientes que iban a seguir las órdenes del otro demonio.

—Katakuri tiene razón —añadió Daifuku, dando un paso al frente. Estaban todos reunidos en el salón principal, de pie y dispuestos en una especie de círculo—. No queda mucho para el amanecer. Sería prácticamente un suicidio aparecer allí ahora. Nuestro poder se vería afectado y los novatos morirían rápidamente.

—No es que sus vidas sean importantes, pero nos van a resultar útiles. Sería un malgasto —comentó Perospero, apoyando la propuesta.

—Tenéis razón, joder —admitió el demonio de cabello naranja, apretando los puños con fuerza—. Es que todavía no puedo creer que Mamá... Y tantos de nuestros hermanos... ¡Maldición! ¿Qué se han creído esos malditos humanos? ¡Han destruido nuestra familia!

Daifuku y Perospero compartían el dolor de su hermano. Cada vez eran menos y todo por culpa de aquellos seres inferiores que tanto les habían temido durante años. ¿En qué momento se habían armado de tanto valor como para enfrentarles?

Cracker y Katakuri se lanzaron una mirada que duró unos breves segundos. ¿En serio podían preguntarse el por qué? ¿Acaso los demonios no habían acabado con familias enteras? ¿No habían dejado a padres sin niños? ¿A pequeños y pequeñas sin padres? Era obvio que algún día se rebelarían. Tras varios siglos, por fin habían logrado sus frutos; aunque hubiera sido con la ayuda de un demonio.

—Prepararemos todo para atacar durante la noche —sentenció Daifuku, tras unos minutos de silencio.

—Mientras tanto... Debemos preparar el ritual para enviar el cuerpo de Mamá junto al resto de nuestra familia —dijo Oven. Acto seguido se giró hacia los dos hermanos que habían acudido allí hacía unas horas—. Os quedaréis, ¿verdad? Pasáis demasiado tiempo en ese apestoso mundo.

—Por supuesto que nos quedaremos en la despedida de Mamá —aclaró el peligranate, fingiendo enfado e indignación. Su hermano tan solo asintió antes de retirarse de la sala.

Katakuri también comenzó a caminar, en busca de aire libre. Necesitaba un pequeño paseo para ordenar sus pensamientos. Se sentía extraño. Era chocante no sentir pena por la muerte de su madre y ningún remordimiento por haber sido parte de la causa.

Había sido la única solución. Todavía recordaba aquella vez, cuando era todavía un niño. Aquella vez en la que se le ocurrió comentar que le parecía cruel cometer todos aquellos actos contra los humanos. Mamá se puso furiosa. Lo encerró tantos días en su habitación que el peligranate jamás volvió a sacar el tema. Años después, decidió actuar por su cuenta. Jamás lograría hacerle entrar en razón.

Le costó descubrir que varias de sus hermanas compartían sus mismas ideas. No era un tema sobre el que hablar despreocupadamente. Sin embargo, logró darse cuenta a través de sus gestos y expresiones cuando otros miembros de la familia hablaban sobre sus sangrientas aventuras.

¿Y Cracker? Nadie hubiera imaginado que el demonio de cabellos morados se enamoraría de una humana. Cuando se la arrebataron de aquella manera tan cruel y, aun así, tuvo que continuar fingiendo... A pesar de que su colaboración era movida por la venganza personal, acabó siendo de gran ayuda.

Y habían logrado el paso más importante. Acabar con la reina de los demonios. No obstante, las consecuencias de aquel gran avance iban a ser duras. La batalla final estaba a punto de tener lugar.

Fue una ceremonia íntima. Realizaron el ritual para que el cuerpo de Mamá llegara con el resto de la familia en su otra vida, cosa que no habían podido hacer con la mayoría de sus hermanos que habían muerto a manos de los humanos.

Tras el acto, los cinco demonios se reunieron de nuevo en la sala principal de la mansión. Debían planificar su deseada venganza. Katakuri y Cracker estaban ansiosos por conocer sus detalles. Esa la ventaja para su grupo.

—Atacaremos la ciudad de Tokio —sentenció Cracker, prácticamente al comienzo de la reunión. Solo de pensar la cantidad de humanos que iba a desgarrar con sus propias manos...

—Es la mejor opción. Una de las ciudades más pobladas —comentó el peligranate, mostrando su acuerdo.

No es que quisiera que el ataque fuera en aquella ciudad. Hubiera preferido otra ubicación con menos habitantes, pero sabía que sería sospechoso oponerse a la idea. Contaban desde un principio con que la guerra tendría lugar allí, así que no les pillaba por sorpresa.

Cada uno de los demonios de la familia Charlotte lideraría un grupo formado por humanos convertidos, tanto veteranos como novatos. Los grupos serían divididos por varias zonas de la ciudad. Sería una auténtica masacre.

—Cracker y yo daremos una vuelta por la zona —propuso Katakuri.

—Es una buena idea. Vosotros pasáis más tiempo allí —dijo Daifuku.

Tras ultimar los detalles del plan, Katakuri y Cracker pusieron rumbo al mundo de os humanos. Caminaron por las lúgubres calles de aquel lugar en el que habían nacido y se habían criado. Oscuridad, frío, humedad...Nada que ver con el otro mundo, ni si quiera en el peor de sus inviernos. Aunque aquella noche, la humanidad viviría el día más oscuro de sus vidas.

[•••]

Mientras tanto, en la zona de acampada donde (TN) y el resto esperaban la llegada de los dos demonios, todo estaba calmado.

La joven observaba mientras descansaba y veía a otros de sus compañeros entrenar. Sin embargo, no estaba muy concentrada. No paraba de pensar en el sacrificio de Raiden. Ofrecerte a ser devorado por un demonio... Por la reina de los demonios. ¿Se hubiera atrevido ella si se hubiera dado el caso? ¿O preferiría haber muerto en su cama cuando llegara el momento?

Sus pensamientos se disiparon gracias a la llegada de cierto peligranate. Al percatarse de su llegada, la peli(t/c) se levantó y corrió hacia él.

—¿Ha salido todo bien? —preguntó, impaciente.

—Todo ha salido según lo planeado —respondió Katakuri—. Mamá ha muerto y está noche pelearemos en Tokio. Os contaremos los detalles.

Durante un buen rato estuvieron planeando su estrategia. La batalla comenzaría a medianoche. El resto de hermanos había pensado que quedaría más trágico de aquella manera.

Los humanos cazadores se distribuirían en cinco grupos, cada uno de ellos acompañados de un demonio: Katakuri, Cracker, Pudding, Lola y Chiffone.

Bruleé no estaba en condiciones de pelear. Aquella fatal herida causada por un hermano más poderoso había dejado grave secuelas en ella. Debían encontrarle un lugar seguro durante la batalla. Tal vez en algún bosque cercano a la casa, o incluso cerca de la ciudad. No parecían sospechar sobre la casa donde estaban viviendo, pero más valía prevenir.

—¿Puedo acompañarte a la casa? —preguntó (TN) tras acercarse a Katakuri un rato después de organizar todo.

—Pero están preparando la comida, y debes comer —respondió él, con seriedad—. Necesitas coger fuerzas.

—No tengo mucha hambre... He desayunado bien —mintió ella. Había comido algo, pero tenía el estómago cerrado por pensar en toda aquella situación.

—Bueno, está bien —accedió el peligranate, finalmente. No hubiera hecho falta insistirle mucho. Le apetecía pasar un rato junto a ella.

Cracker y Pudding se quedaron en el campamento. Un rato después de comer ayudarían a los cazadores a practicar por última vez.

Durante el camino hacia la casa el peligranate llevó a la chica en brazos. Esta tenía la cabeza apoyada en el pecho del demonio, ligeramente inclinada hacia arriba para poder contemplar a Katakuri.

A pesar de que la mitad de su rostro estaba cubierto por aquella bufanda, la joven sabía ya de memoria sus facciones.

Tenía miedo. Tenía miedo por lo que podía pasar aquella noche. Necesitaba pasar un rato con él, a solas. Quería... Quería entregarse a él. No podían morir sin haberse entregado por completo el uno al otro.

Hundió la cara en el pecho del demonio y apretó con fuerza la tela de su chaleco. El peligranate miró hacia abajo nada más notarlo. No entendía exactamente que le pasaba a (TN); pero la sujetó todavía con más fuerza, a modo de abrazo, mientras continuaban su camino. Necesitaba disfrutar de su calidez hasta el último momento.

—Lola, Chiffone, debéis ir al campamento. Cracker os explicará el plan mientras yo busco un lugar más seguro para Bruleé —anunció Katakuri, nada más entrar en la casa.

—Está bien —respondieron, a la vez. Lola dirigió su mirada hacia la peli(t/c)—. Hay algo de té preparado, por si quieres tomar algo mientras esperas a nuestro hermano.

—¿Té? ¿Por qué habéis preparado té? —preguntó la humana, algo extrañada. Los demonios no bebían té. Ambas se acercaron hasta ella para susurrarle algo.

—Sabíamos que vendrías con él —explicaron. Se separaron de la joven y le guiñaron el ojo antes de dirigirse hacia la puerta. Las mejillas de la chica se sonrojaron ligeramente.

—(TN). —Se giró al escuchar aquella profunda y masculina voz pronunciando su nombre—. Enseguida vuelvo. Espérame aquí.

—Sí, claro.

Durante más o menos media hora, la chica estuvo esperando sentada en una de las sillas. En frente de su humeante taza de té.

Tan solo consiguió dar un par de tragos. Los nervios se estaban apoderando de ella. Ya no solo por la batalla final, sino por lo que quería proponerle a Katakuri.

¿Estaba siendo mala persona pensando en ese tipo de cosas en aquellos momentos? ¿Estaba mal querer entregarse a la persona que querías antes de...? Puede que antes de morir. No es que no confiara en el plan, pero todos sabían que existía esa posibilidad.

El sonido de la puerta no tardó en sacarla de sus pensamientos. Alzó la vista y se encontró con aquellos ojos granates.

—Katakuri —murmuró, al mismo tiempo que se levantaba. Lo hizo con tanta torpeza que casi vuelca la taza de té al golpear la mesa con una de sus piernas.

—Cuidado... —advirtió él, casi en un murmuró, mientras observaba como la joven se acercaba con decisión.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la peli(t/c) dio un salto y rodeó la cintura del peligranate con las piernas. Acto seguido, sin que él reaccionara todavía, le bajó la bufanda y juntó los labios con los suyos.

—Katakuri... —susurró de nuevo, esta vez algo más agitada. Notaba como un intenso calor invadía su cuerpo.

—(TN)...

El demonio acercó una de sus manos para poder acariciar la mejilla de la chica. Aquellos ojos (t/c) mirándole fijamente y aquellas mejillas ruborizadas hacían que el Katakuri olvidara completamente todo lo que estaba a punto de ocurrir.

Esta vez fue él quien rompió los pocos centímetros que separaban sus labios. Ese segundo beso fue más intento. El peligranate se atrevió a introducir su lengua en la cavidad bucal de la joven, solo al ver que ella se lo permitía.

—Yo... —trató ella de explicarse, tras romper el beso. Su pecho subía y bajaba rápidamente. Su respiración era entrecortada—. Quiero... No sé si debemos, pero quiero...

—Sh... —siseó el demonio, colocando suavemente su dedo índice sobre los labios de la peli(t/c).

Sin necesidad de más explicación, el peligranate comenzó a dirigirse hacia una de las habitaciones. Acabaron en la única que tenía cama en lugar de futones. Era difícil asegurar quién de los dos estaba más ansioso en aquellos momentos. Se podía sentir la pasión en cada poro de su piel.

Katakuri se inclinó junto con (TN) al mismo tiempo que depositaba su cuerpo sobre el colchón que, por suerte, era lo suficientemente grande para ambos. La joven acariciaba el cabello del demonio mientras sus lenguas continuaban danzando entre ellas. Durante el trayecto a la habitación tan solo habían separado sus labios un par de veces para poder coger aire.

El peligranate deshizo el nudo de la cinta que sujetaba el kimono, dejando a la vista su camiseta interior y sus bragas. La peli(t/c) no dudó en coger la tela del chaleco de Katakuri y estirar para que se deslizara por sus musculosos brazos, hasta que cayó al suelo y el torso del demonio quedó completamente visible.

Al darse cuenta de la situación, (TN) no pudo evitar sentirse algo avergonzada. Estaba haciendo todo lo contrario a lo que alguna vez le habían enseñado. Estaba a punto de entregarse a alguien que no era su marido. Iba a desnudarte frente a alguien y a ver a un hombre sin ropa. Iba a hacer cosas de adultos.

—Lo siento... —se disculpó, al darse cuenta de que se había quedado parada sujetando la tela de su kimono para taparse.

—Si no quieres que... —comenzó a decir él.

—No es que quiera... Es que... No sé qué me pasa... —murmuró, confundida—. Tengo ganas de seguir... No es nada malo, ¿verdad? Aunque no estemos casados. Te quiero igual que si lo estuviéramos.

—No creo que sea nada malo, si los dos queremos —explicó Katakuri, mientras le acariciaba el pelo con suavidad. Le producía mucha ternura verla así—. Simplemente quiero que te sientas libre de pedirme que pare si no te apetece seguir. Que me digas si algo no te gusta, si algo te duele o si hay algo que no estás dispuesta a hacer.

—Ahora mismo siento que haría cualquier cosa mientras sea contigo —confesó, mirándole directamente a los ojos.

El peligranate sintió que su cuerpo se encendió todavía más al escuchar aquellas palabras de la boca de la peli(t/c). Se abalanzó sobre sus labios y se las apañó para deshacerse del todo del kimono que llevaba puesto. Notó como su miembro se endurecía a medida que sus manos y sus labios recorrían la piel de la joven. La piel que su escasa ropa dejaba al descubierto.

Cuando se deshizo de las últimas prendas que cubrían el cuerpo de la joven no pudo evitar observarla con un intento brillo en los ojos. Tal vez era lo más hermoso que había visto en su vida. Y había sido una vida bastante larga. Sin embargo, para él lo era. Sí, (TN) era perfecta.

Recorrió cada centímetro de aquella suave piel con sus labios y su lengua, insistiendo en las zonas que más parecían gustar a la chica. Cada vez que lograba arrancar un gemido de su boca, una descarga eléctrica recorría su cuerpo y provocaba que los pantalones le molestaran cada vez más.

Por su parte, la peli(t/c) estaba disfrutando de aquel placentero contacto que Katakuri le estaba proporcionando. Cada vez que su lengua o sus dedos acariciaban sus pezones notaba que veía las estrellas. Sentía como si su cuerpo estuviera a punto de explotar. Jamás se había sentido así.

Lo mejor fue cuando el demonio comenzó a centrarse en su intimidad. Al principio se sentía algo avergonzada. Estaba ofreciéndose. Katakuri estaría mirándola, tocándola, saboreándola... No podía evitar sentirse sucia a pesar de que todo aquello le estaba encantado.

Cualquier mal pensamiento se disipó cuando la lengua del peligranate rozó la zona más sensible de aquella parte del cuerpo. Definitivamente, era como estar en el cielo. Enterró los dedos en los cabellos del demonio, mientras este continuaba saboreándola como si su vida fuera en ello. Moviendo su lengua por cada recoveco. Ella le apretaba contra su intimidad. Sentía que iba a estallar en cualquier momento.

Katakuri no tardó en separarse. Y no porque tuviera ganas de parar, sino porque su cuerpo necesitaba dar el siguiente paso. El gran paso. Se incorporó durante unos segundos para liberarse del pantalón y la prenda de tela que cubría aquel monstruoso miembro.

(TN) lo observó fijamente y, acto seguido, desvió la mirada hacia su propia intimidad. Sus dudas eran obvias, dada su inexperiencia y el sorprendente tamaño claramente superior a la media. Pero... Iba a ser suya, y él iba a ser suyo. Iban a entregarse por primera y no última vez —o al menos eso esperaba. Esperaban—. Aunque el corazón le latía con fuerza y no podía evitar apartar los nervios de su mente, abrió ligeramente las piernas, invitándole a entrar.

—Tendré cuidado, mucho cuidado —le tranquilizó Katakuri, con voz algo ronca.

No tenía mucha experiencia en el tema, pero sabía que debía prepararla un poco más. Para ello comenzó utilizando su dedo índice. No tardó en utilizar un segundo dedo al notar que la joven lo estaba disfrutando. Usó diversos movimientos, disfrutando de las expresiones que iban apareciendo en el rostro de la humana.

Minutos después, llegó el momento. El demonio se posicionó adecuadamente entre las piernas de (TN). La punta de su miembro rozó la entrada de la joven, lo que produjo en pequeño espasmo en su cuerpo. El peligranate acercó una de sus manos al rostro de la chica, para poder acariciarla con suavidad mientras iba introduciéndose poco a poco en ella.

El placer fue abriéndose camino entre el dolor y, por suerte, poco después de comenzar, ambos pudieron disfrutar de aquel vaivén de caderas. Gozaron de aquel momento como si fuera a ser el único, siendo plenamente conscientes de la posibilidad de que fuera realidad. De que aquel día iba a ser su último día en la Tierra. Se entregaron por completo, en cuerpo y alma, como jamas hubieran imaginado. Y es que... ¿Quién hubiera imaginado que un demonio y una humana podrían despertar aquel sentimiento tan fuerte? Tan real e intenso.

Continuaron de aquella forma hasta que ambos se saciaron por completo. Y se tomaron unos minutos más para estar el uno al lado del otro. Tan solo unos minutos más antes de poner rumbo al campamento y prepararse para la batalla final.

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