PARTE II (Shhh... un secreto)

La verdad era que Kathleen Harvey se encontraba trabajando en un proyecto, pero no de los que mandaban en la escuela sino en uno personal que se le ocurriera la misma madrugada después de su primera fiesta, al soñar a causa del montón de emociones que viviera, que Casper estaba realmente vivo.

Y no se debía a que él tuviera o no el poder de materializarse en sueños, sino al montón de mariposas que de repente parecieron alborotársele en el estómago, con una intensidad el triple que mayor que la que en secreto llevaba sintiendo para su extrañeza desde que lo conociera... aunque jamás lo hubiera comentado con nadie. Una porque no era muy social y otra porque no quería que la consideraran loca.

¿Era posible que estuviese sintiendo por su dulce fantasmita algo más que amistad?... Que sus sentimientos estuviesen evolucionando a aquello que llamaban "Amor"... No lo sabía, pues nunca le había pasado, pero no dejaba de cuestionárselo todos los días.

Con todo, estaba clara en lo que ahora quería y era volver a retomar un plan importante que en el pasado se interrumpiera... El objetivo y anhelo del Sr. McFadden al inventar la máquina Lazarus. Devolverle a su mejor amigo la oportunidad que perdiera al cedérsela a su padre en favor a ella, después de que se matara en una borrachera... Volver a crearle una oportunidad de vivir.

Y por ello, ya habiendo empezado a trabajar en conseguirlo, se encontraba analizando en el laboratorio de la escuela, ya fuera llegando temprano o quedándose después de clases, una de las botellas con residuos del elixir carmesí que encontrara en la polvorienta maquinaria, con la finalidad de descubrir cuáles eran los ingredientes que la componían.

Una de las mejores enseñanzas que recordara de Amelia, su madre, era que alguna vez le dijera que poniendo todo su empeño no había nada que no pudiera conseguir en la vida o darle solución, menos a la muerte... sólo que en su caso ella tenía consigo la prueba de que sí podría resolverse ese último asunto, y así sonara el tema arcano, indebido y tenebroso, incentivada por aquel preciado consejo, estaba dispuesta a profundizarlo hasta el final con el objetivo de obtener el medio que rompiera dicha barrera una vez más. Solo una y jamás lo volvería a hacer, se lo había jurado a sí misma.

Casper lo merecía.

Aunque le llevó un par de semanas descifrar la fórmula, tuvo éxito. Un éxito que rogó después al cielo repetir al dedicarse a conseguir en tiendas, supermercados o al aire libre, en la propia naturaleza los componentes. Para su suerte, no se le hizo difícil al final, pues la mayoría consistía en hierbas y sustancias químicas que sólo tuvo que buscar con un poco de paciencia. Donde sí encontró un poco de problema fue al avecinarse el momento de llevar a cabo la preparación, ya que se había propuesto seguirla al pie de la letra según la receta original que el papá de Casper redactara en sus manuscritos.

No quería que nada saliera mal y mucho menos exponer a su mejor amigo a una nueva decepción en caso de fallar... Mas era optimista y puso toda su fe desde un principio en lograrlo. No tenía de otra, se decía. Era todo o nada.

Casper en poco tiempo se le había convertido en esa amistad especial que deseaba conservar para toda la vida. Había encontrado gracias a él el compañerismo más genial que alguna vez se hubiese podido imaginar y aparte... había descubierto recientemente que también era el chico de sus sueños... el primero con el que había bailado en una fiesta y quien le diera además su primer beso.

Respecto a aquello, jamás olvidaría el momento en que le viera descender todo majestuoso por la escalera principal de la mansión la noche de Halloween... Lo primero que había pensado por supuesto, era en lo confianzudos que eran los estudiantes del pueblo, puesto que aunque la celebración era abajo no escatimaban en pasearse por toda la casa, sin embargo pronto su aproximación logró hacerle olvidar lo mal que se sentía en medio del tedio de saberse sola entre tanta gente, donde a decir verdad todavía no conocía bien a nadie y cuando aparte del cansancio de todo ese día loco que vivieran, tenía la decepción de haber sido engañada por quien se suponía debía ser su pareja durante la velada, del que sólo entonces se enteró que se trataba en realidad del novio de Ámber, la insoportable reina de la secundaria, a la que para variar desde el primer momento no le había caído nada bien y con la que incluso el susodicho había intentado perpetrar una broma (a su parecer de lo más ridícula) dejando en claro que ambos eran la pareja ideal.

Recordaba no atinar a diferenciar en esos momentos que era peor, si el visible desplante que dicho muchacho le hiciera o el hecho de que en ningún momento la tomara en serio, pero fue allí que Casper apareció para ella, abriéndose paso con galanura y elegancia entre la multitud de danzantes, despejando al instante toda su amargura y cualquier oscuridad.

No alcanzaba a definir bien lo que entonces había sentido al verse reflejada en sus ojos de una tonalidad azul zafírea que pareció reconocer desde el primer momento aún sin saber de dónde, aún antes de que le hablara. Ni podía ser capaz de describir la profunda conexión que experimentó cuando tomando la mano que le extendiera, aceptó que la sacara a bailar.

"Como un príncipe de cuentos" solía pensar ruborizándose, fascinada de rememorar cómo él mismo de forma muy seductora y galante le había colocado los brazos alrededor de su cuello para entrar en mayor confianza. Una intimidad extraña que pareció extenderse atrapándolos pronto a ambos en una burbuja romántica, donde no podían dejar de mirarse a los ojos en tanto sus cuerpos sincronizados se movían al compás de una encantadora balada... Se había sentido de tal manera mágica, atemporal, eterna (igual a él) y sobre todo más segura que nunca en los brazos de alguien. Entre sus brazos. Como si ese fuese el lugar al que perteneciera y que hubiese estado buscando encontrar desde siempre, sin saberlo.

Cuando le reveló su identidad lo abrazó con toda su alma, sabiendo desde allí que aquel momento lo consideraría como el más feliz de su vida, y luego llegó el beso, poco antes de que se rompiera el hechizo. El más especial por ser el primero y de la manera más dulce en que hubiera podido soñarlo. Cuán feliz se sentía además de que hubiese sido con él.

Quería a Casper, lo quería muchísimo, pero sobre todo, lo quería vivo.

Por todo aquello debía hacer algo y estaba decidida. Sacudiendo la cabeza para volver a la realidad cada vez que se abstraía, alejándose así de aquel mundo de ilusión donde gustaba tanto de perderse últimamente, se recordaba que no debía desmayar en su propósito.

Planeaba llevar a cabo el experimento en los primeros días de Diciembre, como un regalo de Navidad. No podía excederse de esa fecha puesto que había un factor en contra del que no estaba todavía muy segura pero prefería ser precavida. El que su padre era potencialmente elegible para cubrir una plaza de trabajo en la Universidad de Harvad, un cargo por el que él había estado luchando y aplicando durante mucho tiempo.

Se había enterado de la posibilidad por conversaciones que él había mantenido vía telefónica a escondidas de ella, quizá para no decepcionarla y entristecerla con la noticia de otra inminente mudanza, como sucedía siempre que se empezaba a adaptar a un lugar... Por ello, así no pudiera permanecer junto a Casper como alguna vez le prometiera (y como era en su corazón lo que más quería), deseaba dejarle un obsequio por el que la recordara siempre, una nueva oportunidad de vivir y ya verían después los dos al mantenerse en contacto como le harían para reunirse de nuevo.

Para esto, sin perder tiempo, en los ratos libres que le quedaban entre sus estudios normales y actividades extra curriculares, se dedicó con plumero y aspiradora en mano a limpiar el viejo laboratorio de Whipstaff, en pro de dejarlo listo para empezar a trabajar en su proyecto secreto e hizo igual con la biblioteca, en cuya caja fuerte abierta que descubrió detrás de una estantería una tarde de casualidad al realizar una investigación de la escuela, había hallado los planos sobre la construcción y funcionamiento de Lazarus; y donde entonces haciendo una exploración más exhaustiva aparte de recabar mayor información complementaria, encontró también un mapa de los pasadizos secretos y sótanos que le encantó y que le ayudó a conocerse pronto todo el inmueble a totalidad. Como si a través de señales divinas se le facilitasen las cosas.

Tan comprometida estaba por lo tanto con el proyecto que en más de una ocasión tuvo que rechazar la gentil ayuda que le ofrecía el mismo Casper para no arruinar la sorpresa que se propusiera proporcionarle, aún consciente de que éste "volvía" a morirse por conocer qué se traía. Claro, que los intensos nervios que ahora sentía también en su presencia ayudaban para mantenerla encaminada.

-Casper por favor respeta mi privacidad, te prometo que llegada la hora te lo contaré todo- le había pedido incluso en algún momento y aunque le había visto cabizbajo y con carita triste retirarse de la habitación que compartían, para desde allí empezar a dormir aparte; no llegaba a sentirse del todo culpable a sabiendas que en realidad estaba llevando a cabo toda aquella misión por y para él. "Ya llegará el tiempo en que lo entiendas" se decía mientras tanto suspirando, sin poder evitar imaginar al bello chico humano que ocupaba todos sus pensamientos creciendo en un futuro feliz y realizando todos los sueños del que el inesperado término de su vida le había privado.

-¡Listo!- exclamó el día en que tuvo la nueva fórmula preparada –¡Wow!, por esto matarían los científicos- se dijo al contemplar la botella con el elixir carmesí girándola entre sus manos, algo invaluable, pero a ella no le importaba eso en realidad ni volverse mítica o millonaria al buscar exponer aquello a la humanidad, sólo le bastaba cumplir su propósito y de ahí prometía devolver esa comprometedora información a las sombras, deshaciéndose de ella.

La puesta en marcha y consiguiente ejecución de esa empresa prohibida podía ser peligrosa y traer consecuencias, como es ley de vida. Kat lo sospechaba y lo comprobó al leerlo en una remarcada cláusula en medio de los apuntes del difunto Sr. Mcfadden, más diciéndose para alejar el miedo que sería cuidadosa y creyendo que quizá el hecho de que estuviese realizando todo aquello con la mayor bondad en miras de ayudar a alguien, disminuiría los riesgos, prosiguió.

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Continuará...

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