La Fiesta

   Era noche cerrada y hacía frío, paseaba sin saber muy bien a dónde se dirigía ni dónde estaba. Se la veía distante de los ajeno a su propio pensamiento, el frío le había entumecido el cuerpo entero. De pronto, algo en la acera de enfrente captó la poca atención que prestaba a lo que sucedía a su alrededor. Era una fiesta.

   Empezó a nevar y las luces del establecimiento se reflejaron en la nieve que empezaba a cuajar sobre los sucios adoquines de la calle. Un sentimiento extraño invadió hasta los más oscuros rincones de su alma, que hasta entonces ella creía dormidos. Las multicolores y parpadeante luces, junto con el sonido que del interior de la fiesta provenían, creaban un ambiente agradable que contrastaba fuertemente con aquel confuso sentimiento que la había invadido instantes antes. Se acerco al local como movida por una fuerza invisible, inconsciente de los que su cuerpo hacía, ya que su mente vagaba por otros lugares, por otros tiempos. Respiró bien hondo, un dulce aroma junto con una cálida corriente de aire la envolvieron liberándola de la tensión acumulada en el cuerpo, dándole la bienvenida e incitándola a quedarse.

   Entró sin que nadie más que aquella fuerza misteriosa la invitase. La gente allí cantaba y bailaba, algunos bebían y charlaban. Mientras, ella observaba sin ser vista. La decoración dejaba entrever el exquisito gusto de quien la hubiera diseñado y los invitados vestían todos de etiqueta.

   Alguien se le acercó por detrás y pudo sentir un ligero toque sobre el hombro izquierdo, se giró y no encontró a nadie. Sorprendida se volvió para seguir por su camino y con el primer pasó que dio, colisionó contra él, fue incapaz de mirarle, pero no le hacía falta hacerlo. Se dispuso a disculparse por su impertinente comportamiento al haberse colado en una fiesta privada sin haber sido invitada, cuando, sin darle tiempo siquiera de pensar en una buena excusa, sintió como posaba su dedo índice sobre los agrietados labios de la intrusa con suma delicadeza, pero impidiéndole articular palabra alguna. En ese preciso instante, aquel extraño sentimiento momentos antes la había invadido, volvió a apoderarse de su persona, pero esta vez con una mayor fuerza que oprimía casi totalmente sus sentidos. Sintió como algo se rompía en su interior y finalmente, su subconsciente, hasta entonces dormido, reaccionó. Alzó la vista y súbitamente se encontró atrapada, mirando fijamente aquellos ojos, tan profundos como el mar y tan duros y fríos como el acero. Se dibujó el mayor de los horrores en su rostro al comprender finalmente la procedencia de aquella familiaridad que envolvía a la persona que tenía en frente.

   Y así fue cómo, tras tres años de incansable búsqueda y ansias por saciar su sed de venganza, aquella joven se encontró cara a cara con el asesino de su familia, o ¿quizás fue él quien la encontró a ella?

@yepescritora_98

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