La Chica Del Banco
Las vacaciones de verano dieron comienzo un día cálido y soleado de mediados de junio. El buen clima invitaba a salir y respirar aire fresco. Vestida con unos vaqueros-shorts, una camiseta rosa fosforita y unas deportivas igualmente fosforitas, Teresa salió de casa con su novela preferida bajo el brazo, "Entre el cielo y el mar", había decidido leerla por enésima vez.
El parque rebosaba vida, las verdes copas de los árboles levemente agitadas por una suave brisa marina, el sonido de los niños jugando al pilla-pilla, los ancianos del asilo dando su habitual paseo mañanero, y los corros de adolescentes parloteando sobre lo que harían esas vacaciones. Un banco, situado en una esquina privilegiada del parque, resultó ser idóneo para disfrutar de una lectura relajante, y además estaba libre, así que Teresa se dispuso a sentarse allí y con el libro sobre su regazo retomó la lectura de su novela. Pasaba las páginas una tras otra, sin ser consciente del tiempo ni del espacio que la rodeaban. Respiró hondo y con los ojos cerrados echó la cabeza hacia atrás dejando que su mente volviera a la realidad. Fue entonces cuando percibió una presencia al otro lado del banco, giró la cabeza y lo vió.
Él se encontraba sumido en la lectura de su propio libro. El cabello oscuro le caía sobre los ojos, unos ojos tan azules y profundos como el mar, su piel era tan clara como el rastro de espuma que dejan las olas al romper en la orilla. La expresión de su rostros en conjunto era serena aunque ausente de la realidad, tal y como lo era el de Teresa hacía tan solo un minuto. No pudo apartar la mirada del desconocido joven, hasta que él mismo giró el rostro para mirarla a ella. Instintivamente, Teresa devolvió la mirada al libro que tenía entre sus manos, como si nada hubiera pasado suspiró, colocó su separador de flores secas entre las páginas y cerró el libro sin ser consciente de que su acompañante hacía lo mismo. Sigilosa, se levantó del banco sin apartar la mirada del suelo, fue a dar el primer paso, cuando chocó contra el muchacho que había estado sentado en el mismo banco hacia escasos segundos. El muchacho no pudo contener una inocente y divertida carcajada ante la expresión de sorpresa y vergüenza de Teresa.
—¡Hola!— Saludó alegremente el chico.
Fue como despertar de un sueño para encontrarse en otro. Teresa consiguió levantar la vista y mirarle tímidamente a los ojos. Como en un susurro le pidió disculpas, sus mejillas pasaron de un rosa pálido a un rojo intenso. Casualmente, se fijó en el libro que él llevaba en las manos, era el mismo que ella sostenía sobre el pecho.
—"Entre el cielo y el mar".— Se atrevió ella a comentar. Él se fijó en el libro que ella misma llevaba entre las manos y señalandolo con la mirada le contestó:
—Veo que tú también lo estás leyendo.
—Sí, bueno, no es la primera vez que lo leo. Es mi novela preferida—. Él paseó su evaluadora mirada por el libro y comprobó las arruguitas del lomo, las esquinas de las tapas algo magulladas y las hojas sueltas. En general, se notaba que era un libro bien cuidado y que su dueña le tenía un cariño especial.
—Me llamo Ángelo—. Se presentó el muchacho con una amistosa sonrisa dibujada en el rostro. Su actitud de chico amable y sociable no lograba ocultar del todo su lado enigmático, demasiado evidente para el curioso ojo de Teresa.
—Yo Teresa—. Y tímidamente le devolvió la sonrisa.
De pronto, una joven rubia, de espectaculares ojos verdes y labios rojo fuego se acercó a Ángelo por la espalda, lo besó en una mejilla y le susurró algo al oído. Él asintió serio y con un gesto de la mano y un seco adiós se despidió de Teresa. Aquella joven, alta y despampanante era como una hermosa diosa. Teresa a su lado no era más que una niña pequeñaja, pecosa y con una infantil y aburrida cola de caballo color castaño cobrizo.
@yepescritora_98
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top