Erase Una Vez (Parte 2)

Niebla

   El día amaneció sumergido en una espesa niebla marina. La humedad se pegaba en la piel, creando una sensación de pesadez y agobio.

   La policía local se encontraba cumpliendo con su habitual rutina matinal. De improviso, unas luces a penas visibles a través de la niebla, captaron la atención de uno de los policías. El coche patrulla logró detenerse a tiempo de no colisionar contra el árbol que reposaba sobre el húmedo asfalto. Los dos policías se dirigieron al lugar del que provenían aquel par de luces parpadeantes.

   Los dos hombres caminaron con cuidado sobre el frondoso terreno, hasta que finalmente llegaron a su destino. El escenario que se presentó ante ellos era verdaderamente caótico. Atónitos, se quedaron unos minutos clavados en el suelo, con la sangre helada y los músculos tensos. El árbol que obstruía el paso en la carretera, parecía haberse desplomado por un corte limpio en la base de su tronco, pero como no era difícil de advertir, un vehículo familiar se había estrellado contra él.

   Uno de los dos policías se acercó a la puerta del conductor, que estaba entre abierta; el parabrisas estaba parcialmente roto, el hombre se percató de que en algunos de los bordes salientes del cristal roto había fragmentos de tela rasgada enganchados. El asiento del conductor, el volante y el salpicadero, estaban bañados en sangre, pero la víctima del accidente no se encontraba en el interior del coche.

   —¡Charlie! Llama a comisaría y que traigan el equipo de rastreo—El pulso le temblaba—. ¡Ah!, y que se encarguen del árbol de la carretera.

   —¿Qué ha pasado Leo? —preguntó el otro policía que esperaba unos pocos metros más allá—.¿Todo bien compañero?— Al ver la expresión que traía su colega, se esperaba lo peor.

   —No hay nadie dentro del coche. Todo indica que la víctima debió salir disparada atravesando el parabrisas, tras haber colisionado contra el árbol, no debía llevar puesto el cinturón de seguridad. He husmeado por las proximidades, pero no he encontrado nada—. Le aclaró Leo cuando llegaron al coche patrulla.

   En menos de una hora, numerosos agentes de policía y miembros del equipo de búsqueda con sus sabuesos llegaron al lugar del siniestro. Pasaron las horas y finalmente el día cedió el turno a una nueva noche. No se halló rastro alguno de la víctima.

   —Buenas noches inspectora—. Saludaron Charlie y Leo a la vez. Estaban cansados, aquella había sido una larga jornada de trabajo.

   —Buenas noches detectives. Soy consciente de que la jornada de hoy ha sido agotadora, pero me gustaría que compartieran conmigo el momento en el que hallaron el vehículo accidentado y cómo procedieron a continuación. 

   Llevaba el pelo recogido en una larga y alta cola de caballo, bien vestida y aseada, aun se podía percibir, aunque tímidamente, la fragancia de su perfume.

   Los dos hombres narraron el momento, tornándose para dar ambos puntos de vista de la versión, que al fin y al cabo eran muy similares, en todo caso complementarias.

@yepescritora_98

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