Capítulo XII | Intruso


Durante los días siguientes Shun no logró conciliar el sueño. Su último encuentro con Hyoga daba vueltas y vueltas en su cabeza. No sólo por el placer que le provocaba recordar lo acontecido, sino por la ansiedad de considerar la propuesta del ruso.

A su parecer, huir era completamente diferente a verse a escondidas, aunque para cualquier compatriota aquello entraba en la misma categoría y no cambiaba en nada su transgresión con el rosuke. Había algo de normalidad en mantener el secreto; era uno con Hyoga y otro con el resto del mundo, quedaba bien con todos y consigo mismo, además del romance y emoción que conlleva un amor prohibido.

Se sentía como Julieta, pero ella había sido capaz de abandonarlo todo por su Romeo. Él no estaba tan seguro. No se creía lo suficientemente valiente para dejarlos a todos atrás: a Seiya, Shiryu, a su hermano... su madre y padre en casa, su vida completa en Japón. Irse así como así, cambiar de vida de la noche a la mañana, era un gran paso, una decisión importante, y como tal, estaba aterrado. Aterrado de que fuera a elegir lo incorrecto, aterrado de los cambios que implicaba.

Durante las siguientes noches en que se encontró con Hyoga, este no le mencionó nada del asunto. Al principio, Shun se sintió aliviado, no quería tener al rubio presionándolo cada vez que se vieran, pero al cabo de un par de noches, el castaño comenzó a frustrarse. ¿Por qué Hyoga no lo presionaba? ¿Acaso no le importaba? ¿Había sido una broma nada más? ¿Lo había imaginado todo?

Ese torbellino de emociones provocaba en Shun un comportamiento volátil y peculiar. Siempre estaba tenso, con la mirada perdida; y si alguien hablaba más de la cuenta entonces sentía su furia y rechazo total.

—¿Por qué no me preguntas si ya tomé una decisión? —le preguntó tajantemente al ruso una vez antes de despedirse.

Hyoga lo miró confundido. —Está bien... lo siento. ¿Ya tomaste una decisión, mi vida? —respondió con suavidad.

Shun se llevó las manos al rostro en desesperación.

—¡No! ¡¿Por qué me presionas?!

Hyoga puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.

Милый... Nadie te está presionando, no dije nada porque dijiste que no era tan fácil y que lo ibas a pensar —explicó Hyoga, con una paciencia bastante inusual en él, una que al parecer sólo Shun conocía—. Yo te espero. —El ruso pegó su frente contra la de Shun. —Estaré listo cuando tú lo estés.

Ese fue el fin del asunto.


º・**。᪥。**・º


Los días continuaron como usualmente lo hacían. El Ejército Japonés concentró sus esfuerzos en buscar la manera de conquistar de una vez por todas la Colina 203, y el Ejército Imperial Ruso se enfocaba en hacer su defensa tan impenetrable como fuera posible.

Mientras los generales debatían la importante estrategia, Shun sopesaba su importante decisión. Pensó en decirle a Shiryu, pero que su amigo acordara guardar el secreto no significaba que fuera a ayudarlo a tomar una decisión, mucho menos una que significaba alejarse de todo lo que conocía.

Una buena noche, admiraba las estrellas mientras estaba en su guardia nocturna. El cielo era el mismo que en Japón, y muy seguramente en Rusia y Francia también, para todos. Le gustaba pensar que las estrellas titilaban con algún mensaje de su madre o de su hermano, como si fuera clave Morse.

Sentía las palabras en su corazón —pues de intentar tomar los destellos como un mensaje hecho y derecho terminaría con algo completamente sin sentido— y un sentimiento de calidez lo envolvía cuando pensaba en lo que podían decirle.

Incluso había desarrollado un sistema detallado:

Le había asignado un grupo de estrellas a su hermano, madre y padre, primero al azar, luego se percató de aquello era muy complicado y no podía seguirle el rastro a una bola de estrellas aleatorias. Entonces se guió por las constelaciones que conocía. Las estrellas de Phoenix pertenecían a su hermano, majestuoso y fuerte como el ave misma; Cassiopeia para su madre, orgullosa y determinante como la progenitora de Andrómeda; y Cepheus para su padre, esposo de Casiopea.

Sonreía internamente ante su ingenio y sistema de comunicación que había ideado.

En realidad, no importaba que tan lejos estuviera de sus seres queridos, siempre los llevaría en el corazón; y en un momento dado, las estrellas le dirían cada noche a sus amigos y familia lo mucho que los quería y extrañaba.

Si su madre era Cassiopeia, entonces él sería Andromeda, y sus estrellas brillarían para sus padres y hermano con sus mensajes y sentimientos.

Suspiró con una sonrisa en los labios, y luego divisó a Hyoga.

—Comenzaba a pensar que no llegarías.

—Me distraje un rato. Sin Viktor, Isaak no tiene con quien charlar. ¿Todo bien?

Shun asintió. —Miraba el cielo. Está muy despejado para ser casi invierno ¿no crees? Inusualmente hermoso.

Hyoga se posó a su lado y admiró el firmamento nocturno. —Es lo bueno de estos lugares, no hay cielos así en las ciudades.

—¿Ni siquiera en Francia?

—¿Eso afectará tu decisión? —bromeó Hyoga. Ambos rieron.

—Siento que... casi me decido ¿sabes? Sólo un poco más.

—Estaré listo, ya tengo la ruta de escape perfecta.

Shun lo miró divertido, luego se aproximó a besar su mejilla. Hyoga correspondió el beso, pero en los labios.

El japonés intentó no perderse en aquel roce, Hyoga había llegado tarde y no debía faltar mucho antes del cambio de turno. Y esta vez no sería Shiryu, sino Jabu, quien los encontrara, pues el muchacho había terminado el trabajo que fuera que el General Kido y su hermano le habían encomendado.

Pero los labios de Hyoga eran hipnóticos, y sus caricias, cautivadoras. ¿Cómo podía resistirse?

Shun simplemente se rindió ante el ruso y se dejó llevar. Permitió que sus sentidos fueran embriagados por el rubio, su aroma, su tacto, el roce de sus labios y lengua. Nada existía en ese momento mas que ellos dos.

Hasta que escuchó una voz.

—Ya te puedes ir a dormir.

Shun se separó repentinamente del ruso y miró aterrado en dirección a donde provenían aquellas palabras.

—¡Diablos! Es Jabu, mi relevo.

Hyoga lo miró alarmado. —¿¡No era Shiryu!?

—Eso era temporal, debes irte ¡ya!

—¿Shun? —Jabu volvió a llamar, se estaba acercando.

—Espera, quiero verte en nuestro lugar otra vez.

—Hyoga... —resopló Shun, irritado. ¿Por qué se le ocurría esto ahora?

—¿Shun? ¡Responde! ¿Quieres? —volvió a gritar Jabu.

—El viernes por la tarde, como a las cuatro, ¿puedes?

—Ahí estaré.

—¿¡Qué significa esto!?

Hyoga se detuvo en secó al ver al japonés. No temía por su vida, temía por la de Shun.

—¡Vete de aquí! ¡Ya! —vociferó Shun, empujándolo fuera de la trinchera.

Jabu apuntó con su rifle, sin pensarlo mucho disparó en dirección a Hyoga, pero falló.

—Maldito... —musitó Jabu—. ¡INTRUSO! ¡El enemigo traspasó la trinchera! —gritó a todo pulmón, corriendo a tocar una campana que alertaría a los hombres que se encontraban próximos, y eventualmente, a todo el campo.

Hyoga miró atrás, no podía dejar a Shun solo. Jabu no se guardaría nada y seguramente culparía a Shun. Le preocupaba lo que los japoneses habían hecho con Viktor, no quería ni imaginar lo que harían con Shun.

—¡Shun! —llamó Hyoga entre los gritos de Jabu y el rugido de la campana, al que le respondían sus hermanas distribuidas a lo largo de la trinchera y dentro del campamento, con las claras intenciones de regresar.

Shun notó que el ruso pretendía volver y le volvió a gritar. —¡Vete de aquí, Hyoga!

Estaba por desafiarlo cuando los refuerzos llegaron al lugar, Jabu disparó de nuevo y falló otra vez. Shun intentó detenerlo; en ese momento, un par de soldados lo tomaron por los brazos para alejarlo de Jabu, el resto comenzó a disparar a voluntad hacia el ruso, quien se alejaba cada vez más hasta que lo perdieron de vista.

—¿Qué pasó aquí? —preguntó el capitán a cargo de la sección cuando todo se calmó.

—Un rosuke —respondió un cabo.

El capitán frunció el ceño. —¿Cómo entró?

—¡Pregúntele a él! —rugió Jabu, apuntando a Shun—. Al parecer lo conoce muy bien. Lo ayudó a escapar y seguro también lo dejó entrar. ¡Es un traidor! Quién sabe que cosas le dijo.

El capitán miró a Shun, no parecía un traidor ni nada por el estilo; lucía más como un joven regular, de bajo perfil, sin ninguna habilidad extraordinaria ni desempeño memorable, sólo un soldado más. Lo miró a los ojos, verdes como esmeraldas; el castaño desvió la mirada después de sostenerla por unos breves instantes.

—¿Tienes algo que decir a tu favor?

Shun no respondió, pero uno de los cabos que permanecía a su lado lo hizo.

—Cuando llegamos estaba forcejeando con Sato.

Shun no se inmutó, ni siquiera para negarlo o intentar algo que lo salvara; le había gritado a Hyoga que se fuera frente a todos ellos, nadie le creería.

El capitán aguardó un momento, luego declaró:

—Llévenselo. Lidiaremos con esto por la mañana —se volteó hacia uno de los cabos—. Avisa al General Kido a primera hora. ¡Todos! ¡Vuelvan a sus puestos!






——————————————————————————

~Anexo~

Милый - (milyi) Mi amor (término afectuoso).

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top