Capítulo X | Aliado
Por decreto de Shiryu, las reuniones con Hyoga pararon por completo. Luego de que los descubriera, Shun le explicó a Hyoga lo sucedido. Primero, el rubio pensó en mandar todo a volar, si el tal Shiryu tenía un problema con él, que lo enfrentara; al final, accedió a regañadientes, por el bien de Shun, no sin antes darle un consejo o dos sobre como llegar al campamento ruso sin ser visto, por si decidía ir en contra de su supuesto amigo.
—¿A ustedes qué les pasa? —preguntó Seiya durante el desayuno, la mañana después del incidente.
Shun no dijo nada, sus ojos se posaron en Shiryu.
—Nada —respondió este último, mirando a Shun de regreso.
En ese momento a Shun le quedó claro que, aunque Shiryu pudiera no aprobar ninguna de sus acciones, era un hombre de palabra. Él jamás diría nada si jamás volvía a ver a Hyoga.
Quizás lo hacía por si bien —Shiryu definitivamente creía eso—, sin embargo, el castaño estaba decidido a encontrar una manera de volver a ver al ruso. Mientras tanto, ambos tendrían que esperar.
º・**。᪥。**・º
A finales de octubre, el General Nogi decidió volver a intentar tomar la Colina 203. Era una idea ridícula, no contaban ni con mejores armas ni hombres para pensar que esta vez el resultado sería distinto.
El ataque no era un simple capricho, al menos no del todo, la aparente inhabilidad de Nogi para tomar Port Arthur estaba comenzando a afectar su carrera militar, incluso su vida. Era, antes que nada, un intento desesperado de conservar su puesto.
Además, el cumpleaños del Emperador se acercaba, y que mejor que regalarle la colina más alta de todo Lushun, y por consiguiente, la victoria absoluta sobre Port Arthur.
Si esta operación salía bien, Nogi obtendría la máxima gloria. Era imperativo que su ejército saliera triunfante.
Cuando la 12ª División recibió las órdenes de parte del General Kido, Shun tuvo sentimientos encontrados.
Hacía casi un mes que no veía a Hyoga, un nuevo ataque significaba la posibilidad de volverlo a ver; no obstante, no deseaba volverlo a encontrar en esas circunstancias.
Las cosas con Shiryu habían casi vuelto a la normalidad, el chico era extraordinario para aparentar que nada había sucedido, aunque de haber intentado escaparse a ver a Hyoga de nuevo, seguro habría sospechado y abierto la boca.
Además, con las noticias de un nuevo ataque, recordó lo que el rubio le había dicho la última vez:
«Estamos reforzando la seguridad en la 203.»
Al parecer de Shun, aquella batalla ya estaba perdida.
º・**。᪥。**・º
—Es lindo aquí —expresó Viktor después de llenar sus pulmones con el aire fresco que se percibía en la Colina 203–. Entiendo porque todos quieren esta montañita.
—No creo que sea por "linda", Vitya —agregó Isaak, disfrutando de la calma que se percibía en ese momento.
—Meh, ¿sigues de malas, Hyosha?
—¿De qué hablas? —inquirió el rubio a su lado.
—¡Sí, Vitya! ¿De qué hablas? —secundó Isaak—. ¡Él siempre está de malas!
Hyoga rodó los ojos mientras Viktor dejaba salir una divertida carcajada.
—Deberían darnos estas guardias más seguido —continuó Viktor, cuando hubo parado de reír—. Aire fresco y luz del sol. Paz y calma y...
—¿Qué es eso? —interrumpió Isaak, tratando de enfocar lo que veía en el horizonte.
Hyoga tomó los binoculares de la caseta de seguridad y echó un vistazo.
La línea oscura en el horizonte tomó forma, miles y miles de hombres en formación, avanzando decididamente hacia ellos. No necesitaba confirmación para saber a quienes pertenecían aquellos uniformes azul oscuro, los había visto muchas veces. Pero, para seguir su entrenamiento al pie de la letra, buscó alguna bandera o estandarte en la formación. Observó al emblema del Sol Naciente ondear en el viento.
—¡Блин!* —musitó Hyoga—. Son los japoneses.
Viktor le arrebató los binoculares para verlo con sus propios ojos, mientras el rubio corría a sonar la campana que alertaría al resto de las tropas.
«Espero que no estés ahí, Shun» pensó, tomando su rifle, preparado para descender la colina.
º・**。᪥。**・º
La batalla se desencadenó cuerpo a cuerpo, los rusos parecían tener la ventaja, pero el Ejército Imperial Japonés tenía órdenes de no retirarse y tomar la colina a cualquier costo.
Por el bien de su paz mental, Hyoga se limitó a disparar sin reparar mucho en los rostros de los soldados japoneses. Confiaba en que reconocería a Shun a tiempo si es que se lo topaba.
No quería encontrárselo de nuevo en un escenario como ese, pero hacía mucho que no lo veía, una parte de él esperaba verlo de reojo, cuando mucho. Después pensó que quizás podría encontrarse con el tal Shiryu, y arreglar uno que otro asunto con él.
—¡Hyoga! ¡Agáchate! —El grito de Isaak lo alertó del fuego enemigo, y sin pensarlo mucho se tiró al suelo.
Cuando se incorporó, sus ojos se clavaron directamente en Shun, estaba a unos metros de distancia.
Hyoga intentó grabar esa imagen en su cabeza. Estaba bien. Sano y tan guapo como siempre.
Su mirada recorrió los alrededores del japonés, Viktor estaba unos metros más adelante, apuntando con su rifle, listo para disparar.
Hyoga entró en pánico, tenía que ponerse en frente, pero a esa distancia nunca llegaría a tiempo. Entonces, hizo lo primero que se le ocurrió:
—¡SHUN! ¡ABAJO! —gritó a todo pulmón, esperando que el japonés lo escuchara sobre el barullo de la batalla.
Quién sabe si Shun lo escuchó o no, pero en el momento en que Viktor disparó, Shiryu lo derribó al suelo.
Shun permaneció confundido y asustado por unos escasos momentos.
—¡Arigato, Shiryu-kun! —respondió cuando recuperó la cordura.
Shiryu seguía sobre él, con la mirada fija en un punto lejano. Shun lo notó, y desde su posición intentó seguir los ojos de su compañero, esperando ver que llamaba su atención.
Inevitablemente divisó a Hyoga, que estaba igual de asustado y confundido que Shun en esos momentos.
—Hyoga... —susurró.
Shiryu lo entendió a la perfección, se incorporó inmediatamente y corrió en dirección al rubio.
—¡No! ¡Shiryu, espera! —Intentó detenerlo de donde pudo, del pantalón, de la bota o las municiones, pero fue inútil.
Se levantó y trató de correr detrás de él, pero fue derribado de nuevo, esta vez por Viktor.
Hyoga notó a Shiryu corriendo en su dirección, apuntó su rifle y disparó, fallando el tiro. Comenzó a correr, tal vez lo perdería entre la multitud, pero el japonés era hábil y jamás le perdió el rastro.
Escuchó un par de disparos —de Shiryu sin duda— pero apenas lo rozaron.
«Tú debes ser Shiryu» dijo para sí.
Corrió lejos del campo de batalla, justo como aquella vez en las Huérfanas, cuando conoció a Shun. No obstante, no pensaba charlar y entablar una amistad con Shiryu, esta vez cumpliría con su deber sin dudar.
Cuando decidió que ya lo había hecho correr un rato, se escondió detrás de un árbol y aguardó al japonés.
No lograba escuchar sus pisadas o las hojas crujir bajo sus pies, hasta que percibió el sonido del seguro del rifle ser retirado.
Hyoga apretó los ojos. No sabía cómo, pero Shiryu lo había alcanzado por detrás.
—Date la vuelta. No te mataré de espaldas.
Hyoga respiró profundamente. Más que asustado o preocupado, estaba furioso.
—Es una guerra, niño. No puedes darte el lujo de verle la cara a tus enemigos.
—Lo sé —respondió Shiryu, con un aire de superioridad—. Estas atenciones sólo las tendré contigo. Por Shun.
Hyoga bajó su arma y se dio la vuelta.
—¿Por Shun? —preguntó sarcásticamente.
—Es por su bien. Es mejor que desaparezcas.
Los ojos azules se clavaron en los del japonés.
—Entonces hazlo. De otro modo jamás me iré de su lado.
Shiryu afianzó el agarre de su rifle. Ambos se sumergieron en una guerra de miradas. El japonés tenía el control, pero Hyoga no desviaba la mirada, en su interior estaba casi seguro de que no se atrevería a nada.
Shiryu estaba indeciso, aunque no lo aparentaba. Su lado sensato le decía que disparara, lo que Shun hacía estaba mal, iba más allá de la indecencia, era traición. Por otra parte, su lado sentimental le pedía a gritos que se detuviera, ¿realmente estaba mal? Shun no era una mala persona, y si él era feliz daba igual lo que pensaran los demás; en cuanto a la nacionalidad del sujeto, era un verdadero problema, pero se las había arreglado hasta el momento para pasar desapercibido.
¿Qué diría Shun si se enteraba que había matado a Hyoga?
Probablemente nada, era una guerra y el tipo estaba en el bando contrario, nadie podría culparlo por eso. No obstante, seguramente perdería a su amigo; Shun no necesitaba ninguna razón para dejarle de hablar y hacerlo a un lado.
No podría vivir así.
Lo conocía desde siempre, y la estima que le tenía era infinita. No eran amigos, sino hermanos. Romper lazos con él le parecía impensable.
Los segundos pasaban, la miradas aún estaban fijas en la contraria, y el rifle de Shiryu, firme y listo para disparar.
Contra todo pronóstico, el japonés bajó el arma de repente.
Hyoga no se inmutó, en caso de que cambiara de opinión en el último momento.
Shiryu le lanzó una última mirada acusadora antes de dar la media vuelta y regresar al campo de batalla.
No dijeron nada en absoluto.
Hyoga soltó un suspiro de alivio cuando se encontró solo. Tomaría eso como una señal.
En cuanto la batalla terminara, iría a ver a Shun otra vez.
º・**。᪥。**・º
La batalla duró seis días, y la victoria fue rusa.
Seiya y Shun se encontraban de vuelta en el campamento japonés. El moreno intentaba curar algunas heridas que Shun tenía en el brazo y en la frente. De no haber sido por Seiya, quien intervino a la mitad de su riña con Viktor, el ruso lo hubiera matado.
Su cara reflejaba inquietud. Una reacción que el moreno tomó como dolor por sus heridas; pero el castaño tenía otras preocupaciones: Shiryu había ido tras Hyoga, no precisamente para charlar, había ido a matarlo, y Hyoga no se quedaría de brazos cruzados.
El regreso de uno significaba la muerte del otro.
Aún no había visto a Shiryu, pero eso a duras penas era un consuelo. Él era su amigo, uno de los mejores, junto con Seiya. Aunque amara a Hyoga, no deseaba su muerte en absoluto.
—¿Estás preocupado por Shiryu? —preguntó Seiya, mientras limpiaba la sangre que escurría por el rostro de Shun.
—Yo...
Antes de que Shun pudiera terminar de contestar, Seiya gritó:
—¡Shiryu-kun!
Shun se volvió rápidamente, su pecho comenzó a subir y bajar desesperadamente en un intento por no soltarse a llorar.
Seiya corrió a abrazar a su amigo, este no le correspondió. Estaba serio y pensativo.
—¡Nos tenías preocupados! —exclamó el moreno—. ¿Estás bien?
Shiryu miró a Shun de reojo, el castaño lo miraba aterrado, luego, en un movimiento veloz, limpió una lágrima que escurría por su mejilla derecha.
—Todo bien. No te preocupes.
Por la noche, Shun estaba sentado dentro de su tienda con la cabeza gacha. Era un final terrible —aunque predecible— para su historia con Hyoga.
Su momento de duelo fue interrumpido por Shiryu, quien entró en la tienda tranquilamente.
—Esperaba encontrarte solo —confesó mientras se sentaba al lado de Shun.
Este no respondió. ¿A qué venía? ¿A disculparse? ¿A explicarle todo con lujo de detalle?
—Yo... —Shiryu comenzó a hablar nuevamente. Sus palabras eran cautelosas y dubitativas—. No diré nada... si ves a Hyoga otra vez.
Shun se volvió hacia su amigo, estupefacto y con los ojos llorosos.
—¡Oh, Shiryu! ¡Arigato! —Las palabras fueron acompañadas por un efusivo abrazo que casi derrumbó al de cabello negro. Un agradecimiento por su aceptación, y también por haber dejado vivir al ruso.
—No quiere decir que apruebe que...
—¿Que sea un chico? —interrumpió Shun.
Shiryu hizo una pausa. —Que sea un rosuke.
Shun sonrió ligeramente, creía entender lo que eso significaba. Que fuera un chico estaba bien, el problema era su tierra de origen. Eso le bastaba.
—Sí es lo que quieres, tienes mi apoyo.
El castaño ensanchó su sonrisa y volvió a abrazar a su amigo.
—Sólo ten cuidado, por favor.
—¡Claro que sí! No te preocupes por mí.
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~ Anexo ~
※ Блин - (Blin) Literalmente significa "panqueque", pero en Rusia se usa como una expresión de disgusto o molestia (ej. ¡Demonios!)
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