Capítulo II | Escape


Tal como la señora Amamiya había amenazado, June se apareció para el té de la tarde. Después de buscar incesantemente a Shun durante la mañana y fracasar, la muchacha se puso su mejor kimono para beber el té con la que esperaba fuera su futura familia.

Por otra parte, Shun volvió a perderse para tratar de evitarla, llegando tarde al té y vistiendo un kimono que —de acuerdo a las palabras de su madre— era de lo más horrible.

—Llegas tarde, Shun —reprochó la señora Amamiya cuando su hijo menor finalmente se dignó a aparecer.

—Lo siento... yo... perdí la noción del tiempo —mintió el castaño.

—Hola, Shun. —Inmediatamente después de la patética llegada del menor de los Amamiya, June saludó tímidamente a su amigo.

Shun se petrificó. No quería ser grosero con June, le agradaba mucho, y antes de que las locas ideas de su madre y la sociedad invadieran la cabeza de la chica, realmente tenían una bonita amistad.

Siempre había podido contar con ella, habían compartido risas y confidencias, además de largas caminatas acompañadas de amenas charlas. Todo eso se había esfumado repentinamente cuando June se dejó guiar por los conservadurismos de la prefectura y comenzó a insinuársele de manera romántica.

Ahora ya no sabía como tratarla. Lo que antes había sido una perfecta amistad ahora era un calvario. Como si de repente ya no se conocieran.

¿Qué acaso June no veía a través de él? ¿Por qué hacía todo esto más complicado?

Quizás porque no lo sabía.

El irremediable enamoramiento que la muchacha tenía respecto a Shun cegaba varias señales que podrían ser evidentes para alguien tan cercano.

Sin embargo, no todo era completamente su culpa. La única cosa que Shun jamás se había atrevido a contarle a nadie, era su homosexualidad. No porque no tuviera a nadie en quien confiar; pero sabía que probablemente ninguno estaba preparado para esa clase de cosas.

Después de una sosa charla entre June y la señora Amamiya, esta última los dejó a solas para que conversaran.

—Sé prudente, Shun. No queremos que la gente comience a pensar otras cosas de ti —le susurró su madre.

Shun la retó con la mirada, desafiándola a exponer su secreto. Si ella sospechaba y sabía algo, entonces que se atreviera a decirlo en voz alta.

La amenaza y la tensión quedaron en el aire, transformándose en incomodidad cuando June y Shun quedaron solos.

June lo miraba con su típica sonrisa inocente. Completamente erguida, la cabeza ligeramente ladeada, sus manos descansando sobre su regazo una encima de la otra, todo adornado con su espléndida sonrisa.

Shun observaba a su alrededor nerviosamente, tal vez buscando una salida o simplemente evitando a June. Irremediablemente, sus ojos se encontraron con los de ella; la sonrisa de la chica se ensanchó, mientras Shun se cohibía encogiéndose de hombros, sonrió torpemente y desvió la mirada de inmediato.

—Hace mucho que no pasábamos tiempo juntos —comentó la chica, inclinándose un poco hacia el castaño—. ¿Recuerdas cómo nos divertíamos? ¡Extraño esos días! —June rió ligeramente, cubriendo elegantemente su risa con su mano derecha.

Shun también extrañaba esos días, pero el comportamiento de June hacía que le resultara imposible tartarla como en antaño.

—Espero que pronto podamos regresar a ellos —finalizó, posando su mano izquierda sobre la de Shun y apretando suavemente.

Shun admiró perplejo la escena. Necesitaba salir de ahí cuanto antes. No sólo de la habitación, sino de la casa, de Saga, de Japón... de su vida.

—June... yo... —Shun quitó la mano de June lentamente de la suya—. De verdad me caes muy bien, y también extraño los días en los que podía ser yo mismo contigo, pero ahora... —Shun suspiró, no encontraba las palabras adecuadas y los gestos en el rostro de June le distraían.

La chica había pasado de una mirada desconsolada a una sonrisa esperanzadora a una expresión trágica de nuevo.

—E-esto... lo que sea que es... no va a funcionar. Lo siento.

Shun estaba por levantarse cuando June lo jaló abruptamente del brazo.

-¡Yo te esperaré! Lo prometo, Shun. Sé que es un asunto importante, un gran paso, pero estoy dispuesta a aguardar el tiempo que necesites.

Ahora era su propio rostro el que pasaba por una ola de expresiones.

—No lo entiendes, es que yo... —Frenó su lengua de inmediato—. Yo no...

—No estás listo y lo entiendo. —La chica se levantó y acarició la blanca mejilla de su amigo—. Créeme cuando te digo que nunca me he sentido así con nadie más. Aguardaré, Shun. Seré paciente y estaré aquí para ti cuando estés listo.

Antes de que Shun pudiera refutar la errónea teoría de la rubia, esta se acercó a besar su mejilla y se dispuso a salir de la casa.

Cuando salió, Shun se desplomó. Una cosa era ser acosado por June, su madre y toda Saga. Pero abandonarla, permitirle que esperase por él cuando sabía perfectamente que nunca llegaría, era una cosa completamente distinta. Era cruel, no sólo porque era su amiga, pero para todo ser humano decente.

Necesitaba encontrar el modo de decirle que nunca sería correspondida.

No podía empezar a pasearse con otra chica, así sólo tendría el mismo problema pero con otra mujer. Necesitaba algo más que eso.

Un plan hábil y una buena excusa.


º・**。᪥。**・º


1904

Shun arrastró sus problemas cerca de dos meses. El asunto estaba volviéndose estúpido —si no es que ya lo era desde un principio— pero Shun aún tenía esperanzas de que le cayera un milagro del cielo.

A principios de febrero, su escape finalmente llegó.

Ikki entró estrepitosamente en la casa.

—¡Es oficial! Estamos en guerra con Rusia. —El tono del muchacho era alegre, casi celebrando el hecho.

Amamiya Shintaro se levantó de su lugar y respiró profundamente, como si estuviera disfrutando el momento y grabándolo en su memoria.

La señora Amamiya siguió con lo suyo y Shun permaneció pensativo.

—Partiré mañana a Fukuoka para recibir más instrucciones.

—¿Te enviarán a Manchuria? —inquirió Shintaro-san.

—Quizás a Corea, están reuniendo a las tropas en Jemulpo*. En fin, debo prepararme.

Ikki se dirigió decidido a su habitación, mientras el señor Amamiya caminaba de un lado a otro en la sala.

—Hoy comienza un nuevo capítulo en la historia del Imperio. Y tu hermano formará parte de ella —declaró Shintaro-san, dirigiéndose a Shun—. Hay que estar orgullosos de él, y de cualquier muchacho que quiera contribuir, claro está.

La señora Amamiya carraspeó levemente, acomodándose en su lugar. Luego se dirigió a su hijo menor.

—Shun, faltan algunas cosas para la comida, ¿puedes ir al mercado a conseguirlas? Quiero que la última cena de tu hermano antes de que se vaya sea especial.

Shun asintió. Las palabras de su padre seguían resonando en su cabeza.


º・**。᪥。**・º


Cuando Shun llegó al mercado, la gente estaba atiborrada cerca de un poste donde había colgado un anuncio.

Seiya y Shiryu se encontraban entre la multitud.

—¿Qué sucede? —inquirió Shun, abriéndose paso para llegar junto a sus amigos.

—Es la declaración de guerra —respondió Seiya, sin quitarle los ojos de encima al anuncio.

Shun comenzó a leer la declaración, en su mayoría un montón de términos burocráticos y mentiras adornadas. Aún así, sus ojos se posaron en el último párrafo:


『... Ahora, sólo podemos llamar a las armas. Es Nuestro más grande deseo que, por la lealtad y valor de Nuestros fieles súbditos, la paz sea permanentemente restaurada cuanto antes y la gloria de Nuestro Imperio preservada.


—Ikki irá a la guerra, supongo —añadió Shiryu, aún contemplando la enorme hoja de papel.

—Irá mañana a Fukuoka —respondió Shun, con el mismo tono perdido.

Los tres chicos permanecieron pensativos, probablemente por diferentes razones. Era evidente lo que se esperaba de ellos como jóvenes promesas del Imperio.

La edad para el servicio militar obligatorio empezaba a los 17, y dicho servicio duraba siete años en total. Los primeros tres años eran de servicio normal —que en tiempos de paz se reducía a tareas sencillas y rutinarias—, los siguientes dos años se servían en la Primera Reserva del Ejército Imperial y los últimos dos en la Segunda Reserva; esto significaba que durante los últimos cuatro años, un joven no sería reclamado por el ejército a menos que hubiera una guerra. Si el sujeto era afortunado, al término de los primeros tres años no volvería a saber nada de ese asunto.

Aunque no era imperativo que todos los jóvenes elegibles se enlistaran de inmediato —pues gracias a las reservas, el Ejército Imperial tenía soldados suficientes para la guerra—, sus acciones y decisiones estaban siendo monitoreadas por la sociedad. Si siendo jóvenes de 17 años decidían no enlistarse, aquello se interpretaría como una oposición a la prosperidad del Imperio.

Por supuesto, enlistarse no significaba ir al frente de inmediato; primero debían pasar un examen que determinaría si eran o no aptos para el servicio, y luego de un año de entrenamiento, podrían ser enviados al frente, si es que la guerra seguía para entonces.

Servir a la nación, quedar bien con las personas —y quizás evadir una o dos responsabilidades— sonaba a un buen plan. Sobre todo cuando la idea del Imperio era una guerra corta y una victoria asegurada.

Una decisión que no debería de estar en manos de adolescentes de 17 años, mucho menos con la información esperanzadora y probablemente errónea del gobierno.

Para Shun, era el escape perfecto.


º・**。᪥。**・º


—¡Tengo noticias! —Shun gritó, entrando muy vivaracho en la morada Amamiya.

—Encontraste todo para la cena, ¿verdad? —se apresuró a comentar la señora Amamiya, su hijo menor se portaba bastante despistado últimamente.

Shun abrió los ojos en sorpresa tras las palabras de su madre. La mujer, quien podía ver a través de su hijo, volteó los ojos al ver la cara del muchacho.

—Olvídalo, veré qué le cocino a Ikki.

—¿Finalmente te dignaste a arreglar las cosas con June? —preguntó su hermano, entrando en la sala.

Inmediatamente después, Amamiya Shintaro asomó la cabeza por la puerta de su estudio.

—¿Te casarás, Shun-chan? ¡Enhorabuena!

—¡No! ¡No tiene nada que ver con June! —corrigió el castaño al ver que la situación se salía de control.

—¿Entonces qué? Shun, no tengo todo el día. Gracias a ti ya no tenemos cena —reprochó la madre.

—Alcanzaré a Ikki nii-san en Fukuoka en unos días —soltó orgulloso.

Las caras de los tres Amamiya restantes dijeron todo lo que pensaban respecto a eso.

—¡¿Qué tontería estás diciendo?! —gritó la señora Amamiya.

—¿Te vas a enlistar? —inquirió Ikki, aún perplejo por la noticia.

—Sí.

—¡Sólo un idiota se enlista a la mitad de una guerra! —vociferó la señora Amamiya.

—Tengo 17, mamá. Es la edad para hacerlo.

—¡Es a partir de los 17! ¡Puedes hacerlo en cualquier momento hasta que mueras!

—¿No quieres que sirva a mi país?

—Tranquila, Hiroko, tal vez no lo manden al frente. —El señor Amamiya por fin había logrado reaccionar. Ikki frunció el ceño—. Quizás no pase el examen.

—¡Hey! —espetó Shun—. Soy perfectamente capaz de hacer cualquier cosa.

—Igual es un año de entretenimiento, ¡la guerra no durará tanto! ¡Estará bien! —volvió a reconfortar Shintaro-san a su esposa, después de una breve pausa.

—¿Esto es por June? ¿Desde cuándo eres tan patriota? —replicó Ikki con severidad.

—¿Por qué nadie te cuestionó cuando te enlistaste? ¿Acaso no están todos felices porque vas a Corea?

—¡Es diferente! —interrumpió la señora—. ¡Tú no estás hecho para la guerra!

—Ya tomé mi decisión, mamá.

—¡No te cases con June si no quieres! ¡Ya encontrarás a otra mujer que te guste!

—¡No me casaré con ninguna mujer! ¿Podemos dejar de fingir?

—Shun, haz lo que quieras. Enlístate si quieres, pero hazlo porque quieres y crees en esto, ¡no por June! —concluyó Ikki, interviniendo entre los gritos de Shun y su madre.

Shun retó a su hermano con la mirada. Él mismo se había intentado convencer de que hacía esto por honor y deber, justo como Shiryu y Seiya. Aunque la verdad era que deseaba escapar de la perspectiva de un matrimonio; quizás no sólo con June, con cualquier mujer.

La situación era demasiado conveniente y nadie podría decir que era mala excusa. Bueno, así lo había creído, la realidad claramente probó ser otra.

Había intentado engañarse a sí mismo pero no lo había logrado con su hermano. Y ahora, gracias a Ikki, sus padres conocían la verdadera razón.

Los Amamiya discutieron un poco más antes de que el asunto muriera. Hiroko-san improvisó una cena sencilla pero deliciosa para despedir a su hijo mayor.

Antes de retirarse a dormir, Ikki interceptó una vez más a su hermano.

—Buenas noches.

—Buenas noches, nii-san. Supongo que te veré en Fukuoka en un par de días.

Ikki suspiró. —Shun... ¿de verdad quieres hacer esto? ¿June es tan mala compañía? Solían divertirse juntos.

Shun rodó los ojos, aunque sabía que los comentarios de Ikki estaban perfectamente justificados.

—Estaré bien, no te preocupes por mí.

—La guerra no es un juego, Shun. Y es... más aterradora de lo que te imaginas.

—¿Me crees un cobarde? —El tono de Shun pasó del fastidio a la indignación.

—Claro que no. Pero la guerra hace... cosas en las personas. Cosas que no creías que eras capaz de hacer. —El rostro de Ikki se ensombreció.

—¿Lo dices por experiencia, nii-san?

La tensión en el rostro de Ikki aumentó; Shun frunció el ceño, jamás había visto a su hermano así. Aunque en realidad jamás habían hablado mucho entre ellos sobre la participación de Ikki en la guerra Sino-Japonesa, quizás algo de lo sucedido ahí le afectaba.

—Descansa, Shun.


º・**。᪥。**・º


A la mañana siguiente, Ikki partió a Fukuoka y Shun a casa de June, con una enorme sonrisa en el rostro.

—¡Shun! ¡Qué agradable sorpresa! —Los ojos de la chica se iluminaron al ver a Shun en su puerta—. ¡Pasa!

—No, June —se apresuró a decir el castaño—. Sólo vengo de paso.

June frunció el ceño.

—Como mi amiga, creo que necesitas saberlo. Yo... —Shun tomó aire antes de arrojar la bomba—. Me enlisté en el ejército, iré a Fukuoka mañana por la mañana.

—Pe-pero...

—Es mi deber, June.

—Pero... es tan... repentino. —La chica estaba entre el llanto y la desesperación de no entender nada.

—Así es la guerra —aseguró Shun con vanidad, aunque nada sabía de aquel asunto en absoluto.

Cuando se le bajó el orgullo de la cabeza y cayó en la cuenta de cómo estaba tratando a la que había sido su mejor amiga, suavizó su mirada y su tono.

—Tal vez ni siquiera me manden al frente, ya sabes, por ser un novato inexperto. Y según dicen, no durará mucho. Estaré de regreso antes de mi cumpleaños, seguro.

Se suponía que todo esto era para alejarse de June, pero con esas palabras únicamente le estaba dando esperanzas de que podrían estar juntos cuando volviera.

¿O es qué acaso no planeaba regresar?

No estaba seguro de nada en realidad.

—Una cosa más —agregó Shun—, no me esperes, June. Lo que sea que vaya ocurrir allá... no esperes a que vuelva.

June, quien ya se había comenzado a calmar, volvió a poner una expresión desesperada en su rostro.

—Pero... yo...

—Nadie sabe que va a pasar. Es mejor vivir en el momento, ¿no lo crees? —intervino Shun, limpiando una lágrima que se deslizaba por las rosadas mejillas de su amiga—. Si encuentras a alguien más, por favor no lo ignores —sonrió con suavidad—. Sé de buena fe que le gustas Teppei.

June se ruborizó y le regresó la sonrisa. Acto seguido, envolvió a Shun en un cálido abrazo.

—Te dije que te esperaría —susurró June al oído del castaño—. Tal vez no para siempre, pero por un rato sí, lo haré.

Shun sonrió ligeramente, no era una sonrisa particularmente alegre. June no se rendiría tan fácilmente, pero al menos no la tendría esperando por siempre. Eso era algo.

El chico se inclinó ligeramente para despedirse por última vez de su amiga.

Sólo le bastaba esperar que la guerra durara lo suficiente para hacer a June cambiar de opinión.






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Jemulpo o Chemulpo, hoy en día se le conoce como Incheon.

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