𝐈𝐕
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IV. TWO BANDS FIGHT BETTER THAN ONE !
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Hipódromo de Cheltenham.
Adalia.
El dedo pulgar de su mano se desliza por el cristal de la copa frente a ella, posada en la dicha mesa de madera mientras observaba el líquido transparente que antes solicitó. Dirigió sus orbes grisáceos en dirección al atractivo hombre de traje cuyo color se asemejaba a los ojos de este.
Tras verlo en las imágenes de tinta negra, encabezan las noticias de ciertos periódicos de Londres. Definitivamente no se comparaba con verlo en persona, era el cuádruple de atractivo de lo que se miraba en una simple hoja informativa de papel. A pesar de que se encontraba lo suficientemente lejos de él, la belleza de este se destacaba de formas increíblemente espléndidas que te dejaban nada más y nada menos que boquiabierta.
No sabía ni a qué horas, ni en qué momento había llegado. Pero de algo si estaba segura y es que Thomas Shelby, la dejo hipnotizada desde su lugar.
¿Ella es su novia? ¿Amante? ¿Esposa?
Parecía verse cómodo tras la compañía de la rubia frente a él, además de agregar que era una mujer sin duda atractiva.
¿Acaso los gangsters como el podían entablar una relación formal con otra persona? Los Vegnov prohibían esto. Nada de relaciones formales o amistades joviales. El dictamen de un carácter fuerte y firme era la evasión de cualquier tipo de sentimientos que puedes unir junto a otra persona y peor aún, se considera aberración si aquel sentimiento es recíproco.
La confianza fuera de la banda no existía, sólo en su círculo familiar. Quienes eran Adalia, Zane, Orión y Edevine. Inclusive con los hombres que trabajaban no eran nada más que simples empleados, esclavos bajo la autoridad de estos.
Los Vegnov se consideran demasiado ocupados como para poder darse el tiempo de amar seriamente a una persona.
Solo son boberías que te terminarán a la melancolía, dolor y sufrimiento. En fin, una pérdida de tiempo que no te llevara a nada. Según Edevine.
Y nunca falta que finalice lo último dicho con un típico «Rubia, te lo digo por experiencia»
Hace ya muchos años, cuando Adalia cuidaba de Edevine tras la bala incrustada en su muslo. Así como la escocesa le había compartido información de su vida personal, dada la confianza que se obtuvieron en ambas. Edevine hizo lo mismo, de un mil y un cosas que está le compartió, la castaña le comentó que durante el periodo de guerra había conocido a un teniente llamado Nikolai Petrov, este pertenecía a la misma alineación rusa donde Edevine también estaba. Por lo tanto, no sólo durante los entrenamientos se tenían que encontrar, si no también durante la guerra.
No añadió muchos detalles respecto a su amorío con este. Solo había afirmado que tuvieron una relación formal de tan solo dos semanas, y a pesar de ser poco lo que sentimentalmente vivió con él, para Edevine fue lo suficiente.
Suficiente como para decir que le dolió más ver su cuerpo fallecido en batalla que la misma bala impactada en su muslo.
Impresionante como ciertos pequeños períodos de tiempo pueden marcarte para toda la vida. Por eso, nunca se sabe que puede pasar.
¿Por qué el Shelby estaría acompañado de una mujer en un lugar como este? Sabiendo que detrás de un hombre con faceta sosiega y auras sensatas se encontraba un individuo de compostura bestial, con dejes ásperos, excesivamente amargos y rudos.
¿Ella trabaja para el? Las sospechas eran tan altas que mentalmente tuvo una lucha en su cabeza entre afirmarlo o negarlo.
Tras ver como este le extendió la mano a la dama frente a él, dio la suposición de que se trataba una amena invitación a la pista de baile. Esta no dudo en aceptarla.
Adalia posó ambas manos en la mesa que se encontraba frente a ella para poder darse el impulso de ponerse de pie. Se apresuró en dirigirse a las escaleras antes que estos, mientras trataba de no impactarse accidentalmente con los presentes quienes subían y bajaban por la planta alta, evadiendo el olor a cigarrillos que transpiraban por los trajes de estos que se conservaban en ellos.
Aceleró su paso en dirección a la castaña quien se encontraba exactamente en el mismo sitio donde anteriormente había estado. Pero, algo en ella no estaba bien. Aquella fría y neutra energía que emanaba su semblante se preservaba de formas altamente notorias bajo esa mirada de orbes avellanas.
Tras ver de quien se trataba, culpable de dicha extraña aura de la castaña. Ignoro aquel hombre al posar sus ojos en los grisáceos de ella, evadiendo la depravada mirada de este quien se encontraba observándola de pies a cabeza, escaneándola como si de un código se tratase.
Billy Kimber si era definitivamente un hombre de apetito alto hacia las mujeres hermosas. Así como lo último dicho lo afirmó, Kimber también hizo lo mismo al percatarse de la inesperada y exquisita presencia de la escocesa, dio por confirmar que los Vegnov estaban aquí en Birmingham. Los rumores de estos que había escuchado desde la mañana eran ciertos.
Mientras nuevamente se preguntaba con soberbia dónde se encontraba el ruso de mirada asazmente intimidante y el gitano de figura imponente. Detrás de este, sus hombres se helaron al ratificar que la banda más peligrosa del Reino Unido estaba en las carreras de Cheltenham. Carcomiendo sus curiosidades del porque demonios estaban aquí.
—Edevine.
Al sentir la suave tela del guante blanco de Volskaya posarse en su muñeca, la rusa desvío su mirada en la de Kimber para posar sus orbes en los de la rubia.
—Los Shelby están aquí.
Su vista se situó por todos los rincones, hasta los más lejanos que sus ojos se los podía permitir divisar. Sus orbes avellana se frenaron con desdén, observando al gánster en la pista de baile moviéndose con su acompañada al compás de la música. La ceja de la rusa se elevó en dejes de arrogancia al ver una gran fingida faceta radiante en esa sonrisa jovial que el Shelby dejaba notar.
Como si absolutamente nada ilícito este sucediendo.
Por otro lado, Billy informó a sus hombres que no sólo los Shelby estaban aquí, si no también los Vegnov.
—Impactante—. Agregó.
El mundo estallaría.
Dos de las más peligrosas y poderosas bandas ubicadas en el mismo lugar, en el mismo evento. Involuntariamente no pudo evitar pensar quién en una guerra entre estos dos grupos ganaría. Balas y filos finos combatiendo de forma voraz en busca del ambicioso poder de el mundo ilícito e ilegal.
—Madicion.
Para Adalia, no hacía falta comprender ruso con totalidad para poder darse cuenta que Edevine maldijo en su idioma natal. Faltaban 4 minutos para que el reloj detenga su mancilla a las 12 en punto, lo cual daba el significado que el arduo trabajo de Zane junto a su hermano habían finalizado.
Ambas observaban los movimientos del Shelby ubicado antes en el centro de la pista, apresurado comenzó a dirigirse hacia la puerta trasera arrastrando a la acompañada de este.
—Que novia tan bonita tiene Thomas.
Edevine observó a la rubia en altos dejes de irritación, era imposible no exasperarse ante una persona tan incrédula como Adalia. Desearía tener la misma paciencia que su hermano.
—No seas estúpida, por supuesto que no tiene—pausó—. Ella trabaja para él.
¿Qué acaso no es muy obvio?
El mayor de los Shelby se dejó ver tras esa puerta. Edevine observó como este dejó caer con cólera sólo una bolsa del anterior dinero robado al mármol del suelo. La rusa se limitó a fruncir su ceño y Volskaya la imitó.
—Ed, ¿No se supone que todo el dinero lo tendrían Orión y Zane?
—Parece ser que Zane se olvidó de uno—añadió refiriéndose a los Lee—. El lugar es sumamente grande.
Sabía perfectamente que a Orión no se le escapaba nada, por lo que dedujo que ese error fue del gitano. Igual ambas se sintieron extrañadas por la falla de este.
Pues Zane era líder del plan que se estaba llevado acabo. Siempre él era quien organizaba los planes dada a su inteligencia para planificar estos.
La incertidumbre de el rostro del mayor era inaudita. La confusión para el Shelby se dejaba ver notar con perplejidad. Al recorrer el hipódromo, se había encontrado diversos cadáveres por diferentes rincones del evento, adornando en sus cuellos una gran y agrietada cortada en estos. Dichas personas asesinadas eran la protección de Kimber. Los Lee. Objetivo de los Peaky Blinders.
Al ver cómo Arthur le informaba de lo ocurrido a su hermano, este con soberbia creía saber de quién se trataba. Dado a que su mente intervino en aquel amargo pensamiento del culpable de sus planes, una malograda y firme mirada se interpuso. Comenzando a sentir vistas desconocidas detrás de su dorso.
Al girar su cabeza en la incógnita de quien se trataba creyó a ver observado a la mismísima Edevine Vegnova junto a Adalia Volskaya antes situadas en el establecimiento de bebidas alcohólicas, debido a la multitud de personas quienes danzaban en la pista de baile a unos cuantos centímetros frente a él, estas daban por cruzarse por el campo de sus ojos, impidiendo observar hacia donde se dirigían la rusa y la escocesa.
Con dificultad logró divisar como ambas damas se adentraban a la puerta que solo personal autorizado del evento tenía permitido acceder. Parecía ser el sótano del hipódromo, por lo que dedujo que algo tenían planeado.
Thomas posó sus orbes celestes en los del mayor con molestia, transmitiendo exceso de disgusto y pesadumbre.
Con amargura decidió escupir con impertinencia.
—Arthur, fueron los Vegnov.
Cada sereno pasó que daba por los estrechos rincones, las monedas dentro de las bolsas se golpeaban unas con otras provocando un ambicioso eco en las cuatro paredes del sitio.
Su vista se dirigió hacia su regazo, observando como la sangre se perdía en el guindo de su traje. Recuerdos se impactan en su cabeza disparados como una bala y de la manera más burlesca posible, una sonrisa se dibuja en su rostro. Había sido sencillo a ver despachado de su camino la inútil protección de Kimber.
Zane Evenson no tenía miedo de tener ahora a los Lee tras de él, tras de los Vegnov. Ahora sólo eran parte del montón de imbéciles que querían desaparecer a la banda del mapa británico.
Les espera una larga fila para eso.
Su mano encubierta con el guante oscuro de cuero se movió con sigilo hacia el arma antes preservada detrás de su saco. Girando sobre sus talones, provocando un molesto chirrido por la fricción de sus zapatos al suelo. Exhibiendo el artefacto, apuntando en dirección al proveniente ruido que sus oídos habían escuchado.
¿Acaso alguien lo estaba siguiendo? Imposible. El gitano se había asegurado que nadie lo hiciera.
—Ya es la edad.
Finalizó culpado sus años en vida al alucinar ruidos inexistentes detrás de él, creyendo a ver escuchado cautelosos pasos por el tierrazo y húmedo suelo de mármol. Sus fosas nasales no tardaron en percibir aquella dulce fragancia a levadura con tintes de robles, caramelos y vainillas; escancia mezclada con la madera de los grandes barriles que contempló al caminar por el paso del personal autorizado.
Dicho olor fue lo suficientemente exquisito para hacer que el paladar de su boca deseara gustar aquel líquido preservado en los recipientes frente a él. El punto de encuentro era el sótano del evento, pero no había ningún rastro del ruso. Ni de Edevine o de Adalia. Observó su reloj de bolsillo y dada a la hora planeada, estos llevaban 6 minutos atrasados.
No quería pensar de forma negativa. Evadía cada mal pensamiento de que algo grave pudo a verles sucedido, pero aquello le resultó imposible al escuchar como el sonido del seguro de un arma adornaba un silencio arrebatador. Logrando percebir el ruido específicamente en el área de su nuca.
Zane no tenía miedo de morir ahí mismo. El tenía miedo en morir y no saber nada de quienes consideraba sus hijos: Orión, Edevine y Adalia.
—Jamás fue tú maldita imaginación, jodida cucaracha.
No era Arthur Shelby, tampoco Thomas. Esa voz extrañamente le resultaba familiar. Aquel soneto de carácter burlesco en la que habló, más la poca dificultad que tuvo para hacerlo. Parecía ser que algo en su boca conservaba.
¿Un cigarrillo tal vez? Zane lo dudo. Sus fosas nasales no percibían el humo del tabaco, solo aspiraba el aroma a alcohol de los barriles llenos de estos.
Era John y su característico palillo jugando en el área de sus dientes.
Cada Peaky Blinder que conformaba a la dicha banda se había dado la tarea de estudiarlo bien. Por lo que no dudo que el gánster que tenía detrás de él fuese el menor de los Shelby entre sus demás hermanos, Arthur y Thomas.
El suspensivo ritmo que el ambiente no tardó en tomar, transcurrió una gran incertidumbre en sus vacías emociones. Recorriendo un ligero escalofrío por el área de su columna vertebral, encontrándose así más amenazado de lo que ya parecía lucir. La adrenalina de su torrente sanguíneo se desplazaba de forma acelerada, provocando su corazón latir con fuerza en su pecho.
En desasosiego, logró percibir el detenimiento de este por un tan ahogado mili-segundo de tiempo al escuchar como otro seguro de arma acompañó el absorto silencio que dejaba en tensión al ambiente antes angustiante.
—Si yo fuera tú, no haría eso.
El ególatra tono arrogante del ruso no tardó en irritar al Shelby, gruñendo como si de una bestia se tratase. Los papeles parecieron a ver girado de forma inesperada, pues ahora este era el quien se encontraba en aprietos tras tener al Vegnov detrás de su dorso apuntando su artefacto de igual forma en la que el Shelby tenía al gitano.
Un largo vestido rojo cereza se posaron en su campo de visión, observando como de los barriles frente a estos se dejaba ver el tan necesitado suspiro de alivio exhalando proveniente de la boca del mayor.
Adalia, Edevine, Orión. Estaban bien, sus hijos.
John se había quedado maravillado desde su lugar al contemplar la implacable y fina presencia de la rusa frente a él. La tan poca distinguida luz del lugar no hacía falta iluminar con claridad al ya tener a Edevine quien era el centro de brillo en este. Su belleza radiaba más allá de cualquier inútil rayo de luz escapado en las grietas de las tan húmedas paredes del sitio.
Su perfecta figura parecía irreal. Cualquier dama a su lado luciría común al tan atractivo de su apariencia.
¿Cómo ese vestido puede hacerla ver tan malditamente bien?
A John, a pesar de verse en una situación de costarle la vida completa. No le importo a verla imaginado sin esa prenda que llevaba puesta con encanto.
Era hermosa y ella lo sabía. Todos lo sabían.
Aquellas benditas imágenes que aparecían en su cabeza, provocó que ignorara el entorno a su alrededor. Absorto en su lujurioso mar de pensamientos, olvido completamente como sus hermanos aparecieron de forma desapercibida detrás de él.
Orión se movió en dirección hacía su hermana, mientras que Zane se coloco detrás de la escocesa. Lo suficiente como para ocultar la figura de esta en la del gitano, tras el escaso humor amenazante que Adalia restaba. Sabía que la rubia podría verse intimidada ante los Shelby frente a ella, por lo que Zane quiso obstruirle ese sentimiento.
La atmósfera se tensó de maneras verosímiles, colosales. Los grados de intriga desistían un resultado de entorno rígido, comprimido por la eufórica tensión al tener dos de las más peligrosas bandas frente a frente. Cara a cara. Observándose mutuamente, alerta ante cualquier perjudicial suceso que pudiese desencadenarse.
Los dedos contraídos en la palma del Shelby mayor, era señal que estaba molesto tras ver ambos puños castañar debido a la gran fuerza en la que aplicaba para oprimir y su malgastado rostro transmitía ira. Edevine le resultaba gracioso como la impotencia del hombre se dejaba ver con transparencia, expuesta como una peligrosa advertencia.
Sabia del porque tan impertinente sentimiento golpeado la poca serenidad del Shelby, ¿Quién no estaría sumamente furioso al sabotear sus perfectos planes? Más aún le resultaba divertido saber que fue la causa de aquella emoción.
Thomas optó por posar sus luceros oceánicos en los prados del ruso. Desde su lugar se balanceaba ligeramente de un lado a otro mientras sus mejillas se oprimían con profundidad al dar grandes caladas a su cigarrillo. Su compostura era energética, pero atroz. Estaba ansioso y su rostro lo dejaba notar. Algo que lo dejó atónito fue su altura y su nacionalidad lo dictó, parecía aún más intimidante de lo que ya lucía.
Dirigió una mirada rápida hacia la castaña frente a él, observando cómo sus largos mechones marrones los retiraba de su rostro. Contemplando facciones duras como una piedra y una mirada profunda. La más vacía que pudo a ver visto. Conservaba un abismo en el diamante de sus ojos. Hervían en chispas de luz como la venturina al sol.
La apariencia más sofisticada que jamás haya optado por ver. De seguro tiene a millones de hombres regocijados a sus pies. Detrás de ella.
No se equivocaba en aquel meloso comentario que su cabeza agregó de manera impertinente. Lástima que para estos Edevine es un hueso duro de roer y vaya que es bastante duro.
Delante de este, había dos grandes guerreros de batalla. Los hermanos Vegnov, primogénitos de la leyenda: Rigel Vegnov. Nunca había imaginado pensar a verlos conocido de esta forma. Les tenía el merecido respeto como cualquier militar sobreviviente osado a defender a su país en valentía. Como Thomas y sus hermanos. Pero al sabotear su plan, lo único que los Vegnov tenían merecido en aquellos precisos momentos era una bala en sus cráneos.
—Lamentamos a ver interferido en sus ilícitos planes—Orión agregó sin importar el humo antes conservado en su boca—. Teníamos que llamar su atención de una manera u otra.
El engreimiento en su voz irritó al mayor de los Shelby junto al menor de estos, aún en su forma de hablar conservaba aquel acento de su país natal. Principal cosa que más odio.
—Si vas a arruinar nuestros planes, por lo menos has bien tu trabajo. Basura rusa.
Arthur escupió frenético, con suma rabia. Provocando que dicho insulto hiciera reír al Shelby menor. Mientras este dejaba caer una bolsa con todo el dinero robado a los apostadores. A Arthur no le importaba con quien estaba tratando—por lo menos en esos momentos—estaba prepotente justo ahora.
Orión no se molesto al escuchar tal ofensa. Nunca evadió su rostro altanero. Ese encantador destello en el esmeralda de sus ojos daba la adelantada impresión de una personalidad antipática. Pues bajo su paladar, saboreaba en titánica vanidad las próximas palabras que su boca estaba a punto de recitar con egocentrismo.
—La sed de sangre para ustedes, de seguro es algo bastante cotidiano. No quería que se sintieran tristes por hacer mal su trabajo, así que les deje a una bazofia en el camino. Considérenlo las sobras de mis exquisitas comidas por las mañanas—se acercó a Arthur lo suficiente como para quedar pocos centímetros del rostro de este—. No fue un error si sus ineptas e inservibles mentes lo llegaron a suponer. Que quede claro... A mi jamás se me escapa nada.
Giro su cabeza en dirección a la de John, para desprender la corta calada a su cigarrillo en el rostro de este, aspirando el tabaco. Contemplando aquel rasgo facial hilarante que en las facciones del ruso mostraba enfáticamente. La línea que sobrepasó las escasas paciencias de ambos Shelby fue superada por la irritación que recorrían sus torrentes sanguíneos de manera abrupta.
Estos se acercaron al Vegnov de forma intimidante, mientras las manifestaciones lingüísticas de mal gusto no tardaron en recitar sus bocas en murmullo. Evadiendo el poco espacio que los separaba. Dos rostros sumidos en rabia no tardaron en hacerse notar, causando que el ruso se complaciera por esto. Sonriendo victorioso.
—Bien, ¿Qué demonios quieren?
La impaciente voz de Thomas se dejó escuchar. Mientras ya cansado de la situación, separó a sus hermanos del ruso frente a ellos.
—Nosotros no necesitamos presentación—continuó—. Ya saben exactamente quienes somos nosotros y lo que hacemos. Igual que ustedes, estamos sumergidos en la codicia, avaricia y el poder. Por ello, seguir hacer crecer nuestros legados se ve en complicaciones al tener a cierta rata de alcantarilla desesperada en busca de parar los ámbitos ilegales, corrompiendo su trabajo y complicando este. También el nuestro. Así que respondimos al llamado de la Srta. Gray por medio de esta carta escrita con su puño y letra.
De su larga gabardina expuso la hoja de papel mencionada y antes de que se pudiese desdoblar mostrando su texto escrito, Thomas frunció su ceño. Arrebatando está.
Dado al rostro en confusión que los Shelby dejaban manifestar. Los Vegnov dieron a suponer, que no estaban enterados de esto.
—Si no fuera por la Srta. Gray, sus planes seguirían al pie de la letra.
Zane agregó en murmullo, uno poco audible. Captando la atención de los Blinders frente a este. Esa manera de proteger a la rubia detrás de su gran y ancho dorso, el rol de la figura paterna del grupo se dejaba notar en todo resplandor, sus auras lo afirmaban con seguridad. Provocando ver una faceta más soberana e independiente.
Thomas estaba absorto, mortificado. También sumamente molesto e indignado. ¿Cómo es posible que Polly los haya llamado sin su consentimiento? Además de proporcionarles toda información de sus planes.
—Quien lo diría, los Vegnov necesitan ayuda.
Una risotada se expresó en los labios desgastados de Arthur.
—Le invitó nuevamente a leer esa carta, Sr. Shelby. Su falta de comprensión lectora me causa disgusto. Los que en verdad necesitan ayuda son ustedes.
Orión poseía una labia inaudita, junto a una verbosidad plana y divisada. Su facundia versificadora lo hacia conservar una habla fluida y claras redacciones. Proporcionando ser voz de la organización criminal que su familia entablaba. Dar comienzo de las conversaciones y liderar estas, era uno de los tantos mejores dones del ruso.
—Bien podría evitar todo esto, tomar el dinero robado y seguir con mis dichosos planes, sin antes clavar una bala en cada uno de sus malditos cráneos por arruinar estos.
—Usted no haría eso—la serena voz de Edevine se hizo presente—. Somos los Vegnov, no somos como cualquier criminal que a tratado. Sabemos cuando un terrible suceso como esos puede llegar a desencadenarse, corre por cada célula que nos compone. Así que mientras planea como asesinarnos, de seguro nosotros... ya lo sabríamos.
Thomas había mordido su lengua con ímpetu, ahorrando palabras altisonantes que su boca podría manifestar. Se estaba haciendo tarde. Tenía que seguir con lo planeado antes que sucediera otro acontecimiento que dificultará este.
Pensó rápido.
Formar alianza junto a los Vegnov incrementaba más hombres a los mandos de los Blinders y viceversa. Además de poder expandir más su nombre por los rincones de Londres y las ciudades cercas de este. Así como los Vegnov en Birmingham. No obstante, la cantidad de armamento aumentaría. La policía serán eslabones fáciles de manejar, ya que los Vegnov les proporcionarán el mando del ministerio. Con estos en unión, podrían detener al Inspector y sus hombres. Transportar ilegalmente armas y alcohol a los países vecinos sería sencillo.
Las dos bandas saldrían ganando. Juntas serían poderosas. La idea podría ser bastante buena.
—Aceptamos.
Arthur y John posaron sus orbes fulminantes en los de su hermano. El brillo de sus claros luceros, comunicaban indignación tras aceptar sin antes consultar con sus respuestas. Sus quejas no tardaron en escucharse, reprochaban en susurro. Inclusive la molestia del menor de los Shelby se dejó ver al retirar de manera exasperante el palillo antes jugando en la zona de sus dientes.
—Estaría encantado de firmar el contrato en una reunión formal de negocios, ¿Qué tal en el pub Garrison? ¿Lo conocen?
—Hemos oído hablar de él—Orión pausó, dejando caer su cigarrillo al suelo—. Escuche que no es tan bueno como nuestro pub en Londres.
Arthur respiro profundo, la respiración más aguda que sus pulmones se los había permitido dar. La vena superior hallada en el área de su frente se exaltó tomando la exacta forma de un relámpago con curvas variadas. Sus jadeos repetitivos lo hacían parecer una bestia, un rabioso animal. Orión había encontrado su pasatiempo favorito, molestar al mayor de los Shelby. De mil y un formas en la mente de Arthur divagaron amargas imágenes de como terminar con la vida del ruso.
Estrangularlo sería perfecto.
—Los veremos haya entonces.
Zane se movió ligeramente, dejando caer los maletines de dinero hacia los Shelby. Orión lo imitó. La figura de Adalia se dejó ver con totalidad, captando la atención del Shelby mayor. La ira antes contenida, desaparecieron como un irreconocible recuerdo. Esfumándose de sus prepotentes emociones. Sumido en la fascinación de la frágil figura frente a él, sus radiantes cabellos dorados lo dejaron petrificado.
Los luceros grisáceos resplandecían como un ecosistema marino, penetrado la luz del sol debajo de él océano. Sucedía un hermoso espectáculo de agua bajo esos orbes que contemplaba.
Había escuchado lo hermosa que era la escocesa de la banda gangster donde provenía esta. Pero, maldito infierno, no sabía que tanto.
Adalia se ruborizó ligeramente tras el extenso contacto visual con este. Arthur lo notó y sonrió de la forma más discreta posible tras ver que de su tez blanca dejaba hacer notar dos rojizas mejillas en esos delicados rasgos que transmitían timidez.
Los Shelby tomaron los maletines robados y no tardaron en retirarse del lugar sin antes observar fríamente a los Vegnov como despedida. Admirando sus facciones duras y ambiguas. Recordando que, aquellos rostros volverán a verse de nuevo y si se firmará el contrato, se verán de forma continua. Preocupando ligeramente a Thomas.
Si piensan formar una alianza, los Vegnov tendrán que familiarizarse con los Shelby y los Shelby con los Vegnov. Algo sin duda alguna muy complicado si se trata de obtenerse mutuamente confianza entre ambas bandas. Comenzaba a arrepentirse.
—Y si es una trampa—Adalia dramatizó—. Fue demasiado sencillo, ni siquiera tuvimos que convencerlos.
—Lo sabríamos—Edevine agregó con obviedad—. Somos los Vegnov, actuaríamos antes que ellos.
—Pensé que algo les había sucedió, ¿Por qué jodidos se tardaron tanto?
—¿Así es como me agracedes por salvarte la vida?—Orión pregunto de forma sarcástica, fingiendo un tono de tristeza. Llevando una mano hacia su pecho para agregar una actuación convincente—. Sabes que yo me tomo mi tiempo en desplazarme sin presiones. Detesto cuando implementas una hora exacta para llegar.
—¿Y ustedes? Más vale que tengan una buena razón.
Los orbes avellana de la rusa se posaron en el gitano con irritación. Dada a la compostura de este, parecía un padre furioso regañando a sus hijos pequeños por no obedecer sus indicaciones. Detestaba cómo en algunas ocasiones se tomaba el innecesario papel de la paternidad muy en serio.
Cuando la madre de Orión y Edevine falleció a causa de la gripe española. Zane se hizo cargo de estos. Aunque no necesitarán un adulto responsable dada a la mayoría de edad de los Vegnov, el gitano siempre estuvo para ellos. Cualquier mínima cosa que necesitarán, Zane se los daba en un santiamén. De la forma más inmediata posible.
Su rol creció volviéndose aún más protector cuando conoció a Adalia. Su exceso de amabilidad y generosidad la hacían vulnerable, así que siempre trata de protegerla ante cualquier aprovechado individuo.
—Error nuestro—Adalia se rió ligerando el ambiente—. No sabíamos que el sótano fuese demasiado extenso.
—Ustedes me provocan migraña—Zane suspiro colérico, llevando la yema de sus dedos en dirección al puente de su nariz inferior—. Necesito un brandy justo ahora.
—Yo invitó. Escuche que las bebidas del hipódromo son exquisitas—pausó, el rostro de picardía se dibujo en las facciones del ruso—. Como las bellas damas que abundan por aquí.
—Agh... Y yo alejarme de ustedes.
Edevine se dirigió a la puerta donde anteriormente había entrado. La pista de baile la había tentado desde el momento que había puesto un pie al lugar. Estaba inquieta y estresada, necesitaba bailar o tomar el mismo tentoso rumbo que estaba planeando su hermano. Al contrario de él, tomar la compañía de diversos hombres en busca de unos efímeros placeres sumidos por el hoyo de la lascivia. Indagando en remediar su malograda búsqueda de paz.
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