𝑅𝐸𝑆𝑈𝑅𝑅𝐸𝐶𝐶𝐼𝑂𝑁
"Entonces Jesús le dijo: -Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?" (Juan 11:25-26)
Jungkook salió casi disparado y sin despedirse de aquella casa, corrió unas dos cuadras y se sentó en la acera de una plazoleta, recapitulando todo lo que había vivido. Entró a un minisúper y compró una botella de agua y, al salir, hizo un cuenco con una de las manos y se echó el líquido justo en el rostro con la intención de despabilarse.
Después de llamar a un taxi y no seguir la conversación que el amable conductor tenía, llegó a su casa. La sentía diferente ahora, aunque por dentro y por fuera seguía siendo la misma. Ya estaba anocheciendo y él estaba muy cansado, así que tomó su ropa y se dirigió al baño a darse una ducha con agua caliente, pero su sorpresa fue grande cuando veía a su prometido cada que cerraba los ojos.
Incapaz de cesar el llanto, Jungkook caminó apresurado a su gran armario y sacó de una caja de zapatos la camisa blanca manchada que la anciana le mencionó. Se sentía un estúpido por lo que estaba por hacer, pero sus rápidos dedos ya estaban vistiendo a la almohada de plumas donde su prometido dormía.
-Hola, Tae. -lo saludó. -Te he extrañado mucho, amor mío.
Tomó la almohada entre sus brazos y le dio un fuerte abrazo, esta además se sintió húmeda pues se estaba llenando de las lágrimas del chico.
-Te amo, te amo muchísimo, por favor vuelve, Tae.
Se recostó en la cama y cerró los ojos, deseo con todo su corazón que al abrirlos nuevamente, fuera su futuro esposo a quien viera en lugar de esa almohada, murmuró cuánto lo amaba, cuánto le hacía falta, murmuró los planes que tenían juntos, los viajes que todavía no habían realizado, las anécdotas vividas, y abrió los ojos.
La almohada seguía ahí. Se sintió un estúpido, su enojo fue mayor, y no recordando la indicación de la mujer, sino más bien por iniciativa propia, caminó dando grandes zancadas hacia la sala para arrojar la almohada en el fuego ardiente de la chimenea, y llorar hasta quedarse dormido a los pies de esta.
No supo cuánto durmió, pero se despertó por el estruendo de un jarrón rompiéndose, por lo que se levantó rápidamente para ver qué había ocurrido. Entonces miró a través del gran pasillo, con los ojos bien abiertos, tanto así que tuvo que tallárselos dos veces para no pensar que era una alucinación de su mente, pero era real, era él.
-Tae...-su voz salió rota, estaba incrédulo.
-Sé que te gustaba mucho este jarrón, pero no toleraba el olor a flores hoy. Huelen a cementerio. -llevaba la misma ropa que el día en que Jungkook lo perdió, en su cuerpo no había ninguna señal de violencia o heridas, era como si el tiempo hubiera regresado y un gran milagro hubiera ocurrido. -Pero no llores, te compraré otro, Kookie...
Jungkook se agarró de la pared, pensaba que iba a desmayarse en cualquier momento. Con el otro brazo se pellizcó la pierna y saltó en su lugar por el dolor causado.
-¿Estás bien, Kookie? Parece que hubieras visto un fantasma.
Tae se acercó, dejando los restos del jarrón en el suelo. A la vez que él caminaba, las flores que estaban tiradas en el suelo se marchitaron. Jungkook tragó saliva ruidosamente, y cuando lo tuvo en frente y Tae posó una mano en su mejilla, supo que era real.
-Te extrañé mucho. - afirmó, cerrando los ojos y colocando se mano encima de la de su amado, sintiendo su toque.
-Pero si no me tardé tanto buscando tus bocadillos. - acusatoriamente lo señaló con el dedo. -Cuando regresé ya estabas dormido y no quise despertarte. Eso sí, tuve un sueño muy extraño al volver y...
Dejó de escucharlo. Lo que la anciana había dicho era cierto, Tae no recordaba nada de su muerte, y solo tendría un mes para despedirse, por lo que tenía que ser rápido y aprovechar todo el tiempo del mundo.
-¡Ya sé!, ¿Por qué no vamos al Central Park hoy? Sirve que te despejas un poco y yo puedo comer un hotdog, siento que no he comido en meses.
-¡No, no! -negó rápidamente Jungkook, recordando las reglas que le había mencionado la mujer. -Mejor cocino yo, hoy no tengo ganas de salir, y aún tenemos que ver los preparativos de la boda.
¿Es el amor capaz de sobreponerse al peso de la muerte? Jungkook llegó a la conclusión que sí, porque al pasar del shock inicial que la llegada de Taehyung, solo encontró en que todo parecía haber sido un mal sueño para ambos. Una semana rápidamente se convirtió en 15 días en los que ambos jóvenes estaban como si de su luna de miel se tratase, pero la mente de Jungkook se estaba volviendo celosa del presente, deseando quedarse así por siempre, por lo que perdió completamente su objetivo inicial. Ahora solo se dedicaba a disfrutar de la compañía de Tae.
En el día 27, escuchó unos toques en la puerta al medio día. Se levantó y se dirigió al recibidor, cerrando la puerta tras de sí. Se trataba de la doctora Smith, una de sus vecinas; portaba un cubrebocas y guantes de látex en las manos, además de unos lentes y una libreta.
-Señor Jeon. -lo saludó, su cara no era muy efusiva. -Hemos notado que no ha salido en estos días, también el olor putrefacto que proviene del humo de su chimenea, y el cúmulo de alimañas que crece y se entremete por sus coladeras. Si necesita ayuda, nosotros...
-¿Perdón, chimenea? - cerró y abrió los ojos con incredulidad, porque él recordaba haber apagado la chimenea hacía mucho tiempo atrás.
La mujer hizo un gesto de confusión y le señaló al techo de su casa, donde efectivamente, un humo denso salía de su chimenea.
-También hemos escuchado la tos, esa tos característica de la tuberculosis. Entenderá que estamos preocupados por la seguridad de nuestros niños.
-Estoy en tratamiento. -afirmó rápidamente. -Gracias por su preocupación.
Cerró la puerta tras de sí, hiperventilando. Nadie en la casa había tosido. Caminó con paso apresurado hasta toparse con Tae, que andaba sin zapatos. Lo tomó fuertemente por los hombros y después lo sacudió.
-¿Has encendido la chimenea?
-Claro que no. -le respondió instantáneamente, con el semblante confundido. Le señaló la chimenea, que tenía ya telarañas por el desuso.
Jungkook se sintió abrumado, abrió las persianas para poder salir al balcón. Tae hizo una queja y se alejó de donde la luz del sol daba. Jungkook cerró las persianas rápidamente al ver su reacción, si hubiera girado una milésima de segundo antes, se hubiera dado cuenta de los 13 pájaros muertos que estaban siendo ruñidos por ratas en su balcón, a tan solo unos metros de él.
-Hoy me ha dolido el estómago. - le notificó Tae, recostándose en el sillón de la sala.
-¿Has estado tosiendo?
-No, pero he vomitado sangre, quizá deba ir al médico.
-Probablemente sea por la cena de anoche, no te preocupes. -le respondió tranquilo, aunque para sus adentros era todo lo contrario. Cayó en cuenta de que solo le quedaban 3 días más, y que no había hecho nada de los que aquella mujer le había mencionado. ¿Es que Tae estaba muriendo otra vez? ¿Cómo se iría? ¿Tendría que pasar por el duelo otra vez?
-Tienes razón, Kookie, siempre tienes la razón. -el tono de voz que usó le pareció lúgubre, pero no hizo ningún comentario al respecto, más aún porque después le dio un beso que recibió gustoso, eso hasta el momento en que se separaron y momentáneamente miró la cara desfigurada de Tae.
-¿Qué?
-Nada, nada. -negó rápidamente, girando su cabeza y mirando otra vez la cara normal de su prometido.
-Estás muy raro, quizá debas dormir un poco.
Jungkook asintió y fue directo a la habitación que ambos jóvenes compartían, entró a su baño, no recordaba tenerlo tan descuidado. En el lavabo, algunos gusanos sobresalían por la coladera, lo que le provocó un asco terrible. Lo peor fue al abrir la tapa del baño, pues un montón de cucarachas salieron despavoridas, escalando algunas por sus brazos.
Asqueado por lo visto, se arrancó aquellos bichos y cerró la puerta del baño, dejándolos encerrados. Se quitó la camisa que había tenido contacto con las plagas y se recostó en la cama.
Un silencio sepulcral reinaba en esa habitación, se giró a la mesa de noche y con dos dedos levantó el polvo que estaba acumulado ahí. Con una de sus manos tomó extrañado la foto enmarcada de una de las vacaciones que habían tenido ambos chicos unos años atrás.
La expresión de Taehyung le heló la sangre, sus ojos desorbitados y los moretones en su cuerpo le recordaron aquel fatídico día, pero lo peor era mirar su propia imagen de esa forma. Lucía escuálido, incluso anémico, con unos rayones en sus ojos y la boca entre abierta, como si no pudiera respirar.
-Corre. -escuchó la voz de Tae y un aliento helado en su cuello. Se giró rápidamente, en el umbral de la puerta estaba Taehyung, tenía un cuenco con fruta picada que lucía mohosa e incluso tenía moscas sobrevolando el alimento.
-¿Perdón?
-Te he dicho que te traje algo para que comas. - su andar era débil, y con una mano se sujetaba la nuca. -Duerme un poco, yo limpiaré la cocina.
Jungkook no se lo diría, pero lo que más deseaba en ese momento era que se marchara por la puerta. Toda esa situación lo estaba sobrepasando. Tae le dejó en la mesa de noche aquel plato, le besó la frente y se marchó dejando la puerta cerrada tras de sí. Jungkook se tocó aquel beso, dándose cuenta de la mancha de sangre que había dejado tras de sí.
-Solo necesito descansar. -se intentó autoconvencer. -Solo eso.
Y se forzó el sueño, usando todas las técnicas que había aprendido en la universidad. Implorando poder conciliar aunque sea una pequeña siesta, y lo logró. Aquel sueño era en un parque hermoso, los pájaros revoloteaban gustosos alrededor de los bebederos, y había dos columpios, uno de esos claro, ocupado por el amor de su vida.
-Hola. -lo saludó Tae, con aquella tierna sonrisa que solo le dedicaba a él. -Te he esperado largo tiempo, pero no has venido. Dime, ¿qué te ha detenido?
-¿Estoy muerto? -preguntó, esperanzado.
-No, y no quiero que lo estés. -suspiró.
-Espera, Tae. -el miedo se apoderó de su mirada, por la cara que su compañero de vida puso, se dio cuenta de lo que sus palabras significaban. -Si tú estás aquí, entonces, ¿quién duerme conmigo?
-A nosotros no se nos permite volver, Kookie. - puso su mano encima de la de él, ese toque, ese toque inconfundible. -Lo que está en nuestra casa ahora, lo que se hace pasar por mí, eso no soy yo.
-¿Cómo, qué quieres decir? -su voz comenzó a desesperarse, admiró el cielo, que pronto comenzaba a oscurecerse.
-Piensa en las señales que te dejé, en todas ellas. Siempre te cuido aunque no esté ahí físicamente.
-¡No, no! - se despertó sobresaltado. A su lado descansaba el otro Tae, o fingía hacerlo, Jungkook estaba asustado. Se levantó cuidadosamente de la cama, tomó una de las hojas de su agenda y sin despegar la vista de aquel que dormía fingiendo ser su prometido, se dispuso a seguir las señales.
Rapes invocare, Rapes invocare, Rapes invocare. Se repetía una y otra vez, hasta que una idea le cruzó la cabeza, una que le estaba carcomiendo su ya casi nula salud mental.
Comenzó a reordenar las letras, una a una, logrando a su vez esclarecer su mente. No se dio cuenta de que Tae había abierto los ojos y lo miraba receloso.
Veronica Presa, el nombre de aquella mujer que trabajaba en la pastelería. Y luego recordó la frase que mencionó la anciana antes de él salir corriendo de aquella casa.
Pe Amare Mule; tomó su teléfono y buscó rápidamente, quizá se trataba de algún conjuro cubano, o de magia negra africana, pero no. Aquella palabra provenía de los gitanos.
Su postre favorito, además, era un postre gitano.
Quiso vomitar, atando los cabos uno a uno, se sujetó la cabeza con ambas manos, jalando sus cabellos en el proceso. La risa sardónica de Tae se intensificó, y se sentó en la cama mirando en su dirección.
-Amor mío. -dijo socarronamente, arrastrándose hasta los pies de la cama. -No luces muy feliz de verme.
-¡Aléjate de mí! - gritó Jungkook, percatándose de la situación. Temblaba en el suelo y buscaba con sus ojos la más próxima salida.
-Te has tardado mucho. - su voz y su rostro se desfiguraron, la palidez de aquella cara y el entrevés de un cadáver en putrefacción hicieron que Jungkook se levantara rápidamente, esperando cualquier reacción de esa cosa. -Es momento de que pagues.
Y la persecución inició, aquella cosa se abalanzó sobre él, pero Jungkook conocía su casa mejor que nadie, por lo que supo exactamente cómo llegar a la puerta de entrada, solo para darse cuenta de que estaba cerrada.
Escuchó los gritos de dolor y desesperación por detrás de él, intentó abrir la puerta del balcón, pero ya era de noche y con eso solo consiguió que las ratas ingresaran a su hogar.
-Kookie...-escuchó que lo llamaban desesperadamente. -¿Por qué huyes de mí? ¿Es que acaso no hiciste todo esto para que estuviéramos juntos otra vez?
Jungkook se encerró en el cuarto de servicio, intentando abrir la puerta de una forma agresiva. Los pasos en el exterior se escuchaban, aquellos chillidos de las ratas al ser pisadas acompañaban también la agitada respiración del joven.
-Ya sabes lo que dicen en la boda, Kookie.-la puerta se abrió, dejando ver a la cosa que se había hecho pasar por Taehyung todo ese tiempo. -Juntos hasta que la muerte nos separe.
Las largas y negras uñas de ese ser se acercaron y tomaron a Jungkook por el cuello de la camisa, elevándolo unos cuantos centímetros del suelo. Él murmuraba oraciones, murmuraba pidiendo perdón, pero aquello no fue escuchado en ningún momento.
Las malas lenguas dicen que esa noche, se vio un destello rojo en el cielo de Green Witch, otros dicen que las luces parpadearon unos minutos pasadas las dos y media de la madrugada. Que los perros ladraron desde sus hogares enloquecidos, y que las aves que volaban por la noche cayeron muertas.
Intentaron buscar explicaciones a todos estos fenómenos, pero lo que no pudieron explicar fue el olor nauseabundo que expedía la casa del joven Jeon y el fallecido joven Kim, a los 6 días, una brigada de salud pública tocó y tiró la puerta de la entrada de la casa. Encontraron el cuerpo de Jeon Jungkook carcomido por las ratas, con la boca entreabierta, pero lo peor fueron sus ojos. Aquella expresión no era de miedo, era de paz, quizá era la paz de que finalmente, al otro lado del filo de la vida, se reencontraría con el amor de su vida, y volverían a estar unidos.
Esta vez por siempre.
FIN
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