Pávlov
Zonic lo es todo en el trabajo, pero no en el meticuloso arte de cuidar ciertas cosas en casa. Ante ello, Zails da un poco de sí para condicionar su buen comportamiento.
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Zails vio el saco de Zonic en el suelo, su pantalón en el escritorio que estaba utilizando poco antes de levantarse para recibirlo con un cálido beso en la mejilla, los platos sucios bocabajo, y pensó.
Zonic conoció a Zails luego de un tiroteo por atrapar a su propio hermano, Scourge, quien estaba con Miles, hermano del zorro al que terminaría invitando a salir. Zails no lo vio cuando el escenario ardió en llamas producto de la fuga que se estaba armando, sino gracias a los transeúntes heridos por bala cuando llegaron al hospital.
Al erizo se le dio la labor de acompañar a las desafortunadas personas. Zonic no sabía qué hacer, es decir, conocía el protocolo y entre los propios supervisores apostaban quién sería el siguiente que tendría que ocuparse de los desvalidos, porque de todas maneras llamarían a un oficial y este mandaría a otro; sin embargo, las personas lo miraban como si él fuera el malhechor al que trataron de capturar, además, uno de los señores no paraba de gritar que moriría y un enfermero pensó que sería prudente gritar que el personal presente lo asesinaría si no cerraba la boca.
Tomó asiento en una de las columnas, esperaba poder retirarse pronto, pero no supo si fue que no dejaba de agarrarse el abdomen o enderezarse sin evitar hacer una mueca, que la única persona que se percató de que Zonic también había recibido uno de los proyectiles fue Zails.
Zails se acomodó a su lado y le preguntó fríamente si prefería el agujero de sangre en su cuerpo en lugar de un tatuaje. Zonic se inclinó para mirar al sujeto con guantes quirúrgicos, pero sin quitárselos, beber el café que traía en la mano. Sus ojos azules cansados se dirigieron al vigilante a pocos metros de él y luego al cobalto que quería atender para evitar morir en el aburrimiento. Alentadoramente para su estado deplorable, Zails dijo:
—De la morgue.
—Buena presentación, Gracias. —Zonic retrajo una de las cortinas de los pacientes y volvió su mirada al más alto—. ¿Eres doctor?
—Cuando me contrataron, me indicaron que sería guardia, ahora abro cuerpos y les tomo fotografías.
—¿Eres doctor?
—¿Eres policía?
—¿Crees que te arrestaré por burlarte de mí?
—Creo que podrías llamar a una enfermera y decirle que adelanté mi hora de almuerzo.
—¿Por qué estás aquí?
—Para ver a las personas que estarán en mi mesa. No me dejan entrar a pediatría desde que olvidé cambiarme los guantes. Todavía no puedo relacionarme bien con los niños. —Zails señaló la herida de Zonic y se inclinó hacia él—. ¿Te ayudo con eso?
—¿Lo haces porque quieres que esté en una mesa?
—Zonic. —Leyó el vulpino en la placa de su pecho—. Si crees que solo quiero verte el torso, no tendría que esperar a que estés muerto para hacerlo.
Zails recordó el día en el que se enamoró de Zonic, y pensó.
Desde que el vulpino verdaderamente lo conocía, Zonic se había portado como el hombre con el que toda mujer anhelaría andar del brazo. Era atento, trabajador, cortés, pulcro, de buen porte y siempre dispuesto a hacerlo todo por todos, pero, ojo, la realidad del área de trabajo difería con el apartamento que compartían.
Zonic seguía siendo todo lo anterior, pero el orden. Zails no sabía de qué otra forma decirle que por algo existe un colgador al lado de la puerta, que las luces no se dejan encendidas por doquier, que el hervidor no se apagará solo.
—Los platos no se dejan en la mesa —comentó cuando el erizo se puso de pie y caminó hacia uno de los sofás.
—Zails, a nadie mata hacerlo al menos una vez.
No era solo una vez, era todas las noches. El zorro se acercó a él cuando dejó todo lo sucio en el fregadero y se recostó con la cabeza en su regazo.
—¿Cómo te fue hoy? —El cobalto acarició las colas de su pareja con dulzura, enrollando mechones y pasando sus dedos entre lo esponjosas que se mostraban.
—Bien, me gusta la morgue, son todos tan conversadores. —La vibración de las cuerdas vocales de Zails llegaron hasta la entrepierna del erizo, quien se inclinó por precaución. La última vez que casi copulan en el sillón, Zonic no despertó a tiempo para llegar al trabajo y Zails cojeó por la mala posición y la superficie dura—. Zonic, no.
—Me descubriste. —El erizo pasó su mano por los muslos internos del mayor y apreció su calor—. Pensé en ti todo el día.
—Miles dice que, si me siento en tu cara, se te romperá el cuello y será un hecho lamentable de explicar a los paramédicos.
—Tu hermano sale con un criminal —recordó el cobalto.
—No voy a tener nada hasta que termines de lavar las cosas —señaló el caño—. Te están esperando.
—¿Prometido?
—Si no te demoras...
Zonic usó su velocidad para dirigirse rápidamente al lavadero, lo cual fue motivador cuando se imaginó a Zails esperándolo, pero desalentador cuando vio la cantidad de platos, tazas, cubiertos y la olla que el zorro acomodó al filo.
—No me hagas esperar —murmuró el vulpino al pasar por su lado, pavoneándose para resaltar su figura hasta que llegó a la cama. Zonic miró a Zails, miró lo que debía lavar y miró su erección. Sintió que no podría encargarse de ninguno esa noche.
Abrió el caño y se sorprendió de no saber cómo se utilizaba, pero podía manejarlo. Abrir, cerrar, mojar, enjuagar. Tuvo que haber pasado media hora, pero todo lo que Zonic vio fueron tres cucharas limpias y lo dio por hecho: sería una noche sin Zoniconda feliz. Iría a ver las fotos que Zails le mandaba durante su cortejo y haría un vago trabajo manual.
Sin embargo, cuando se dio la vuelta, Zails salía de ponerse un bonito atuendo de coneja, con las mangas de látex negro, mismo material para el leotardo que ajustaba su delgado cuerpo, pero que dejaba al descubierto su pecho y acentuaba lo grandes que eran sus colas. No usó tacones oscuros, pero las pantimedias captaron toda su atención.
Zails subió los brazos para estirarse, lo que dejó ver más de lo esperado. A Zonic no le dio un ataque al corazón porque ni siquiera estuvo seguro de que tuviera uno, habría saltado de su cuerpo si así fuera.
—Aquí. —Zails señaló su boca—. Límpiate.
El zorro caminó hacia él con lentitud, pero se detuvo con una sorpresa simulada cuando el moño que no pudo colocarse se le resbaló de las manos y tuvo que agacharse para recogerlo. El ascenso fue increíblemente lento, la erección amenazó con tomar el control de Zonic si no hacía algo para tener al ojiazul en sus brazos.
—¿Cómo vas? —preguntó el más alto al inclinarse sobre la encimera. Zonic dejó de babear para poder contestarle, pero incluso así tartamudeó un poco y carraspeó mientras su mirada quería centrarse en el rostro de su pareja, pero se desviaba a su espalda curveada a propósito—. Oh, ¿qué es lo limpio? ¿Solo tres cubiertos, Zonic? —prácticamente gimió su nombre. El cobalto se fue al cielo por un instante y regresó a la cruda realidad de los trastes por lavar.
—¡No! Ahora... Ahora lo termino.
—Mmm, once y cincuenta de la noche. Tú sabes que, si no duermo para las doce, me dolerá la cabeza en el trabajo.
Zails siguió suspirando cada palabra que decía. Zonic se rindió.
—Zails, por favor.
—Ah, ah. —El zorro alejó la mano del cobalto de sí—. La promesa era las cosas por una ronda. Si no cumples, tú sabes que yo siempre cumplo con lo que digo. —Toqueteó la rigidez del falo de Zonic y se agachó para susurrar contra su ingle—: Será para otro día.
Zails acarició la barbilla de Zonic con sus colas mientras se alejaba hasta caer sobre la cama. El erizo se quedó expectante, porque el ambarino se puso bocabajo, levantando los glúteos para tentarlo.
Cuando el reloj marcó las doce y Zonic solo tenía una olla lavada, le dio un azote suave y fue a tomar una ducha fría.
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—No de nuevo.
Zonic vio a Zails vestido con una pequeña falda de colegiala y se apoyó contra la puerta que acababa de abrir para evitar descompensarse por la calentura.
—¿Ibas a dejar caer tu abrigo al suelo, cariño? —El mayor se dirigió hacia él para saludarlo con un beso como todas las noches. Esta vez sí hubo calzado, zapatos de escolar, traía su flequillo más desordenado como en una mañana normal, pero con los lentes puestos. Llevaba cubriendo su torso una camisa que Zonic usaba en la academia antes de graduarse—. Buenas noches.
Zonic lo vio alejarse y se percató que debajo de ese minúsculo pedazo de tela roja con blondas no había nada. Las pantimedias cambiaron de diseño y de color, siendo más atrevidas y blancas. El erizo sintió que se le secaba la boca hasta que Zails dejó de inclinarse al encontrar el control remoto y encendió la televisión.
—Te serví agua —comentó mientras tomaba asiento con las piernas abiertas. Zonic no podía verlo porque estaba justo detrás de él, pero podía imaginarse la vista y corrió hacia la cocina. Tomó el primer vaso de agua que encontró para calmar sus nervios, pero se sorprendió cuando su entrepierna volvió a doler—. Ah, perdón, creo que se me cayó la botella de viagra en una de las tazas, espero que no te moleste.
—¿Qué hice ahora?
Zails dio una risilla que no era habitual ver en él, con lo serio que era su perfil y lo profesional que actuaba siempre. Zonic iba a enloquecer si no ponía su polla en algo. Puso una mano en la mesa y vio a Zails agacharse con las colas en su dirección.
—Estos abrigos son todos tuyos. —El zorro levantó uno con su cola derecha y lo dejó caer de regreso al suelo. Si ordenar ello era todo lo que tenía que hacer, esta noche no sería tan terrible como la anterior. Prower tomó asiento delicadamente y comió una cucharada del helado cuya pequeña porción se deslizó a lo largo de su cuello.
Zonic no mintió, habría tardado menos de dos minutos y la entrada se encontraba despejada. Once de la noche: perfecto. Sin embargo, al acercarse para reclamar su premio, Zails señaló el fregadero.
—Zails. —Zonic jadeó antes de dejarse caer de bruces sobre sofá, al lado de los muslos de su pareja.
—Creo que voy a ensuciar todo. —El vulpino se puso de pie, dándole una apetecible vista, pero pasó de frente hacia la mesa y dejó la taza del postre frío sin terminar—. ¿Quieres que te sirva la comida o puedes hacerlo solo?
Zonic respondió algo inentendible por su posición, pero Zails entendió que lo llamaron "cruel" y se mofó por el comportamiento del menor.
—Mis dedos son pequeños, pero serán buenos por esta noche —comentó el ojiazul cerrando la puerta corrediza de vidrio que separaba la cocina-sala del cuarto donde solían dormitar. Zonic miró a un lado, no estaba seguro de poder culminar con el aseo antes de las doce, pero la práctica aportaría a que desarrollara la habilidad para hacerlo y en algún momento no solo impresionaría a Zails, sino que terminaría el juego que estaba formando.
Suficiente para él. Zonic intentó encontrar la manera de que su trabajo cobrara la menor cantidad de tiempo posible, pero calculó que al menos media hora se llevaba un plato y las ollas empeoraban sus posibilidades de complacer a Zails. De cualquier manera, para ser el primer día que sí terminaba con lo que empezó, dormir a las cinco de la mañana no se hizo tan malo.
Por lo menos, Zails estaba tan dormido que él mismo no sintió cuando abrazó a Zonic y le otorgó un lugar cómodo y tibio para pasar la noche.
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Zonic ingresó y nunca sintió tanto miedo como el momento en el que dejó caer su saco, el cual atrapó en el aire y colgó en su sitio antes de que Zails se percatara de lo que hizo.
—¡Buenas noches! —vitoreó, pero el vulpino no respondió. El erizo se preocupó por ello, al instante recorrió cada rincón del apartamento para encontrar a su compañero. Al no verlo en ningún lado, se detuvo frente a su mayor enemigo, aunque indefenso: el lavadero vacío, y encontró una nota pegada al cuadro que contenía una foto de ellos en el primer día que intercambiaron palabras.
"Buenas noches. Zonic, me informaron a última hora que llevaría un turno nocturno por hoy. Te dejé algo en el microondas. No olvides tu abrigo, apagar las luces, dejé el ventilador prendido, lo apagas, lavas las cosas, cierras las cortinas, desconectas la televisión, colocas seguro a la puerta, te cubres al dormir o despertarás con un resfriado que ya le dio a la vecina de al lado, cierras la puerta del perro que no tenemos, guarda la llave detrás del azucarero, no muevas las cosas de mi escritorio, trapeas el baño y coloca tu despertador: dos veces a las cinco y uno perpetuo a las 5:30. Si no despiertas, dejé un cu-cu que programé para que te golpee a las 6, duermes en el centro de la cama. Cuídate".
El teléfono de Zonic vibró de la manera particular que predeterminó para Zails. El zorro mandó una foto y un "buenas noches". Zonic descargó la imagen para poder verla y era una toma de lo que usó antes de tener que salir: una ropa interior tan pequeña que el erizo podía ver lo que se supone que debía cubrir. Solo de la cintura para abajo y, según podía observar, sobre el uniforme de trabajo del cobalto.
—"No tardes demasiado con lo que te dejé escrito".
—"Te amo".
Zails respondió con un corazón a su mensaje. Zonic dejó el móvil a un costado y volvió a leer la nota para no perder ningún detalle y evitar retroceder en su mínimo, aunque gran, avance.
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Zonic ingresó al cuarto y lo primero que hizo fue correr al lavadero porque sabía que llegó cuarenta minutos más tarde de lo previsto.
—¡Demasiado tráfico! —exclamó poco antes de sentir a Zails pasando detrás de él, pero en lugar de un suspiro, dio un estornudo, y luego casi se ahogó cuando giró para saludar a su pareja.
—No te cubriste para dormir y hablaste con la vecina.
El zorro lucía un vestido corto transparente de bordes rojos ceñido a su cuerpo. Llevaba cruces blancas cosidas en corazones de color vino, con el cierre hasta la cintura. Como no había algún orificio por el cual pasar sus colas, estas se asomaban por debajo y, al levantarse, jalaban el traje también y deleitaban la vista con lo altas de las medias impecables.
Zonic recordó el día en el que lo presentó como su pareja en una ceremonia gubernamental, y todo lo que recibió fue incredulidad hasta un comentario de que salió "ganadazo", seguido de más incredulidad. Sonic le contó lo lindo que era Tails en todos los sentidos, y Zonic no pudo decir lo mismo porque había un único sentido en el que nunca había disfrutado a Zails.
Zails esperó a que Zonic reaccionara, dejara de saborearlo con su mirada perdida y esperó la confirmación de su sentencia.
—¿Al menos hoy podré tocarte?
El reloj marcó las doce. Zails besó a Zonic en la mejilla y movió un plato a su lado para que el erizo lo tomara en cuenta.
—Muy tarde, qué lástima. Hace calor, creo que me quitaré todo esto y te esperaré para dormir —murmuró el mayor en su oreja para animarlo a actuar rápido con los trastes que lo esperaban.
—Sigue siendo un castigo. —Zonic miró al otro bajar la cremallera un poco más mientras suspiraba como si cualquier roce le hiciera cosquillas—. Zails, no me siento bien. ¿Ni un poco de ti?
—No es la primera vez que te advierto sobre algo y no me haces caso. Estás congestionado —comentó al tomar un frasco de lubricante que ocultaba en una botella de esencia de vainilla—. Continuaré esto dentro. Te puedo dejar mirar, pero no tardes.
La delgada división entre el resto del apartamento y su litera dejó ver la silueta de Zails retirándose cada prenda con sumo cuidado, cuando estiró un preservativo y lo tiró por sobre las paredes de vidrio se le hizo agua la boca. Una vez que su pelaje quedó expuesto por completo, lo vio abriendo las piernas y sacar de su cajón un pequeño juguete de forma inconfundible.
Zonic abrió el caño para amortiguar los gemidos de Zails en la cercana pieza, no molesto, sí bastante excitado, emocionado porque el tiempo a romper fue de una hora por todas las cosas. Mientras el zorro jadeaba su nombre con desesperación, el cobalto pensó que dos o tres días más y lo haría olvidar el dildo de plástico que servía para reemplazarlo desde que se conocieron.
En algún momento del pasado, aunque impulsivo de su parte, Zonic estuvo tan próximo a Zails que provocó que las colas ansiosas de atención temblaran por lo estimulante que fue su amor en ellas. No se trató de un lugar romántico, pero el acto fue provocador, el erizo estaba siendo cuidado por Zails luego de recibir otro disparo, hasta que el vulpino cayó sobre su erección al golpear su cadera con la esquina de una mesa de trabajo. Zails miró sobre su hombro sin poder descifrar si Zonic estaba fascinado, asustado o murió por tener su peso en él; no obstante, el dueño de las púas atinó a colocar sus manos en los hombros del vulpino y Prower se desconoció al comenzar un vaivén lento mientras restregaba sus colas contra la entrepierna de Zonic, soltando gemidos como un camino para llegar al punto más alto de su estimulación.
Zonic sacudió su mente para despejarse de la sensación.
Dos o tres días más.
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Zonic ingresó con entusiasmo. Zails no tenía que cubrir horas esa noche y estaría dispuesto para pasar el tiempo. El erizo colgó su abrigo, cerró la puerta, pero se aferró a ella con un salto cuando Zails apareció con los brazos cruzados a centímetros de su rostro.
—Zails. —Zonic respiró con calma, la primera impresión lo asustó demasiado. El ambarino llevaba un suéter largo cubriendo una corta longitud de sus piernas, las que el erizo no tocaba desde hacía mucho.
Y nada más.
—¿Dónde estabas?
Zonic calculó la hora que debía ser para que Zails haya hecho la pregunta, siendo que su horario habitual era arribar a las once y tener pocos minutos para mimar a su pareja. Se inclinó por la opción más probable.
—¿La una?
—Las cinco.
Zails miró el lado que usaban de comedor para dar una explicación sin dirigirle la palabra. Zonic se sintió peor que miserable: su aniversario. Lo había olvidado por completo, Zails no solo había sido considerado para crear el ambiente romántico ideal, sino que había esperado despierto hasta que llegara y, de acuerdo a algo que se enteraría después, había contactado hasta a su jefe de trabajo para saber a qué hora marcó la salida y le timbró a su madre para que estuviera pendiente en las noticias. En la mesa había dos velas, una de ellas con las lágrimas terminadas en un charco petrificado y otra apagada, limpia de todo calor como si no hubiera sido encendida. Había dos platos, dos copas, una torta, dos rosas, algo en las marcas en el cuerpo de Zails le revelaban que también lo había estado esperando con una vestimenta que emanaba lascivia por la noche especial. Zonic sonrió por la prestación a los detalles, pero volvió a la realidad cuando Zails le arrojó el abrigo que colgó.
—¿Todavía tienes hambre? —preguntó. Zails ni siquiera lo miró y agarró una almohada para acomodarse en el sofá que tanto detestaba—. ¿Zails?
—No me hables, no quiero hablarte. No dormiré contigo.
—Pero ¡ni siquiera tomé!
Zails regresó a su delante y se inclinó con el ceño fruncido.
—Sopla.
—¡No tomé, en serio!
—Porque dos botellas de alcohol son como el jugo de naranja, ¿no? —El zorro regresó al mueble rígido que semanas atrás prometió cambiar y se recostó con un golpe sordo. Zonic se acercó para disculparse por lo ocurrido, pero el mayor se giró hacia otro lado para no ver nada a su alrededor.
—Zails, era... Nos distrajimos hablando de otras cosas... Trabajo, el crimen, Scourge...
—Bota todo, en dos horas me tengo que ir a trabajar.
—¿Vas a desperdiciar lo que preparaste? Te invito a cenar mañana... hoy, más tarde, cuando regrese de trabajar... ¿Zails?
—Buenas noches.
Zonic durmió destruido por dentro esa noche. Zails no era detallista, se había esforzado por que resultara bien y el erizo lo compensó faltando a un día que no volverían a festejar hasta el año entrante.
Y él creía que el único idiota en su familia era Sonic.
Bien, tres o cuatro semanas más.
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Lo bueno de un domingo era poder desayunar juntos.
Sin embargo, Zails seguía enojado. Zonic podía jurarlo.
Zails había observado que Zonic dejó de requerir que fuera coqueto con él como fuente de inspiración para que se encargara de las cosas básicas del pequeño hogar. El día después de olvidar su aniversario, Zonic colgó su abrigo, trapeó el suelo, desempolvó los sillones, compró un ramo de flores y la colonia que al zorro más le gustaban, pero el ojiazul lo supuso, así que salió cuando el cobalto llegó para hacerle saber que no era el único que podía dejar plantado a alguien.
Zonic lo esperó despierto, no fue paranoico, pero lucía arrepentido. Zails no cedió de igual modo porque, como le dijo, perdió su confianza; claro que lo hizo por impulso, no porque realmente lo pensara. El cobalto lavó las cosas y, al no recibir ningún deseo de buenas noches, durmió con la idea de que su pareja lo asfixiaría con un cojín o se las cortaría mientras no estuviera consciente. Zails solo se había quedado dormido.
Así que el mayor despertó en la única mañana que podía usar para dedicarse tiempo y lo primero que encontró fue otro ramo de flores con un dulce enrollado en los tallos.
—Zonic —musitó en un suspiro. Solo quedaba un traje erótico de los únicos que llamaron su atención, sin embargo, ninguno de los anteriores tuvo la oportunidad de ser despedazado: Zails nunca se había acostado con Zonic más que para dormitar y esperaba darle el honor hace unos días, pero se arruinó la noche y el erizo temía hasta dirigirle la palabra.
Tomó suavemente la plancha de vapor conectada desde que Zonic salió. Respecto a ello, era extraño que se encontrara fuera de casa temprano el fin de semana. Acarició el delantal que dobló incorrectamente y llevó el objetó cálido en una sola dirección hasta que cubrió cada pliegue. Retiró el vestido negro francés de la envoltura rosa y se lo colocó con cuidado, palpando la falda para asegurar que la caída sea voluptuosa y adecuada. Posteriormente, dejó caer el delantal sobre sí y jugó tanto con la vincha blanca como con la campanilla de mano que le fue otorgada a manera de regalo.
Zails abrió las cortinas para que la luz natural alumbrara el espacio en el que se encontraba la cama, aunque olvidó su apariencia y a los vecinos curiosos por un corto instante antes de retirarse al cuarto de baño. La mala suerte de los edificios en U, aunque el parque compartido era el más tranquilo que podía existir.
La puerta se abrió. El vulpino oyó a Zonic colgar las llaves y resoplar por la fatiga.
Zails se asomó por el marco de la puerta para darle una sorpresa, pero la conmoción la ganó él cuando vio a Zonic en la posición más relajada en la que alguna vez lo había visto. Zails pocas veces podía verlo con su uniforme oficial porque se veían de noche más que de día y el abrigo o la oscuridad impedían que lo apreciara como hacía ahora.
Zonic tenía una mirada intimidante cuando olvidaba que no estaba en un patrullero o en el centro de mando. Esa mirada cayó sobre Zails y sus colas se sacudieron con anticipación. No más.
—Ven. –—Zails agitó la campana, pero como el erizo se congeló en el centro de la sala, tuvo que caminar hacia él para despertarlo—. ¿No crees que te he tenido dando vueltas por mucho tiempo?
Zonic negó y luego asintió.
—¿No quieres venir un momento?
Zonic besó toscamente a Zails porque sintió que le hacía falta, le pidió perdón cuando sus manos cayeron sobre las posaderas del más alto y apretaron todo lo que encontraron ahí. Zails mordió su pulgar por unos segundos al ver al erizo levantar su falda y se dedicarse por entero a lo había debajo de ella.
—¡Zonic! —El zorro golpeó su cabeza sin querer, no quería tener sexo frente a su puerta.
—Ven.
Zails no pudo moverse de su lugar cuando el ojiverde señaló su habitación, las piernas le fallaron por la sorpresiva felación que le prestaron, hizo falta que Zonic lo tomara de la mano y empujara contra la cama para que se diera cuenta de que estaba por ponerle fin a su pequeño experimento de dos semanas.
—¿Me dirás qué fue todo eso? —preguntó el cobalto separando los muslos del ambarino, las piernas en el aire a cada lado de su cabeza—. ¿Tengo que buscarlo por mi cuenta?
—Zonic. —Zails bajó la falda para cubrir la exhibición de su propia erección presente. Sonrió.
—¿Un juego? —Zonic apartó la mano de Zails y besó su rodilla—. ¿En el que me provocas y luego desapareces?
—¡Zonic! —Zails se golpeó con la almohada cuando el cobalto presionó con un dígito para ingresar en él.
—¿Me estabas educando? —El erizo metió la punta de su índice en el momento en el que Zails agarró su muñeca y tiró de él para intercambiar de lugar.
—Te estaba haciendo un favor.
El vulpino se sentó a horcajadas sobre él, lo que provocó que la falda se abriera en todo su esplendor, necesitando que la correa que el cobalto llevaba desapareciera de una vez y pudiera llenarlo hasta el tope. Zails tomó el cuero y lo tiró contra la pared, listo para bajar y atender lo que estaba esperando.
—En el hospital, el tamaño de esto no me decepcionó. No lo hagas cuando estés en mí. —El ojiazul tomó la espiga de Zonic en su mano y saltó ante el gruñido que este le dio. Primera reacción a la sensibilidad, notó, ignorando cómo se retorcía debajo de él para evitar perder la calma. Al vulpino le gustó, quiso que la perdiera a como diera lugar.
Zonic dejó de mirar el techo para observar a Zails en el preciso instante en el que llevó la polla a su boca. Zails no tuvo el tiempo para decirle que se trataba de los juegos previos a la verdadera razón de su encuentro, no creyó que le importara. El cobalto acarició su nuca con el pulgar y lo incitó a succionar más de lo que pensaba tomar en un comienzo. El mayor lo observó desde abajo e hizo su propio espectáculo al besar alrededor del glande, acariciando el eje de arriba abajo con una mano y satisfaciéndose a sí mismo con la otra.
Zails se quejó cuando el falo llegó hasta el fondo de su garganta, pero no dudó en saborear el presemen que se deslizó por la longitud húmeda. El vulpino relamió sus labios cuando se tomó un tiempo para masturbarlo. Creció en su palma y se endureció como Zails había esperado, mas Zonic se veía tenso debajo de él y solo pareció entrar en calma cuando el ojiazul se levantó.
Zonic entendió que era su momento de hacer que el acto no fuera doloroso para Zails, por lo que extendió la mano hacia la mesa de noche y sacó dos cosas: el dildo y el lubricante. Zails se preparó para recibir el pene de plástico, pero la idea se esfumó cuando Zonic lo arrojó por la ventana y echó el líquido grasoso en sus dedos.
—¡Zonic! —se alarmó, el erizo lo atrajo hacia él e ignoró sus reclamos—. ¡Le pudo caer a alguien!
El pecho de Zails sintió el aliento de Zonic cuando se introdujo con extremo cuidado. Las colas amarillas se erizaron y agitaron, golpearon la cama en sus respectivos lados, azotaron la espalda del portador y terminaron por enrollarse en el antebrazo de Zonic. El erizo sonrió por lo bajo y metió un segundo dedo. Zails exhaló su nombre temblorosamente, ambas colas lo abrieron para facilitar lo que su pareja se encontraba haciendo y golpetearon al mayor para obviar el escozor que sobrevenía.
Zails pensó que habría un tercero, pero Zonic se retiró y le sonrió con confianza. El mayor tomó asiento en sus caderas y se levantó un poco para guiar la polla real a la recompensa que estuvo guardando por mucho tiempo.
Zails era grande, más grande que Zonic en altura, pero, Chaos, que el cielo lo bendijo con una deliciosa erección que lo hizo estremecerse desde las orejas hasta los pies cuando atravesó poco a poco los límites y lo empujó para evitar que las cosas salieran mal. Zails no vio con claridad al comenzar a montarlo, sea por las pequeñas lágrimas o porque vio blanco cuando Zonic tocó fondo.
Miró abajo, al cobalto, quien gruñó una vez más sin poder creer lo que Zails le estaba regalando. Prower se levantó con la débil fuerza de sus piernas y se dejó caer para que la extensión regresara a su interior acogedor. Zails jadeó el nombre de Zonic mientras regresaba al mismo sube y baja, se inclinó con cada embestida hasta que estuvo sobre el pecho de Zonic para descansar de su casi agrio y gratificante trabajo, pero al instante el cobalto agarró la punta de sus colas y tiró sin compasión para provocar el mayor grito que dio hasta el momento. Zails reconoció la orden silenciosa y continuó meciéndose hacia atrás mientras Zonic se movía hacia adelante, impactando contundentemente.
Zails alcanzó la mano que Zonic tenía en sus colas y lo ayudó a jalar con más rudeza, perdido en sus pensamientos. Zonic tomó su mentón para besarlo, y el zorro no dejó de jadear en ningún momento, incluso cuando perdía el sentido y quería regresar la mirada a su entrada siendo fragmentada, el cobalto lo reorientaba a ver sus brillantes ojos verdes y seguir besándose mientras el desenfreno lo invadía.
Zonic apretó la erección de Zails al percibir que sería el primero en correrse, razón por la que Zails rodó los ojos al sentirlo, pero tampoco pudo hacer oposición ni pedir que lo soltara cuando la contención se sintió igual de bien que el eje que seguía entrando y saliendo de él. Zonic lo detuvo unos segundos, los cuales Zails aprovechó para recuperar el control de su cuerpo y de su respiración, paz quebrantada cuando Zonic levantó sus caderas y comenzó a ser quien lleve el poder de la velocidad con la que Zails enloquecía.
Zails se aferró a la cabecera de madera como si la vida se le fuera a escapar si no alcanzaba a sostenerse. Repetía en voz alta el nombre de su amado, quien tenía tanto del mayor sobre él que apenas si sabía qué tocar. Zonic pasó un brazo para curvar la espalda de Zails pocos yoctosegundos antes de tocar el punto más profundo del zorro, el punto que ahogó todos sus gemidos y lo cegó hasta que Zonic lo soltó para que pudiera liberarse y seguirlo en la misma cantidad de placer.
Zails casi había vuelto a su cuerpo desde el cielo cuando sintió a Zonic estremecerse y morder su cuello con desesperación. Demasiado. El erizo depositó en su interior el esperma que el vulpino anheló tener en la boca, demasiado caliente, demasiado en cantidad, demasiado para venir de alguien más pequeño que él.
Zails recordó este último detalle y dejó de deleitarse con la leche espesa que invadía su cuerpo para preocuparse por la vitalidad de su conviviente. Retiró la longitud ya menos dura que había ocupado su alma hasta quedar así y apoyó sus manos a los costados de Zonic para poder verlo.
El erizo quedó en estupefacto por lo ocurrido, pero recobró su energía para sonreír a su pareja. Zails se derritió de amor y ternura por dentro, cayó a su lado y se acurrucó tomando el brazo del cobalto.
—Zails, ¿sí me dirás que fue todo eso?
—Reforzamiento positivo y castigo negativo —contestó con la respiración acelerada, lentamente a la tranquilidad.
—¿Fui tu rata en la caja?
Zails carcajeó y atrapó su mejilla para besarlo. Zonic tenía nuevos planes.
—¿Sí sabes que puedo dejar de lavar las cosas si me quitas el reforzador? —cuestionó el azul de todas formas.
—Entonces, no verás un desayuno como este jamás —advirtió el ambarino con una afectuosa sonrisa.
Diferir. Si Zails podía jugar a ser Skinner, Zonic podía amarlo y jugar a ser Pávlov.
Fin
✧✧✧
Péguenle a KatheDoll, se acordó de todo menos de la portada.
Buenas noches, espero que se encuentren bien y hayan tenido un buen día. Pávlov.
Antes de que ocurra algo -a mí parecer, creo, creo que en esta pareja ven a Zonic debajo-, siempre vi a Zails como Tails, y Zonic en algún momento va a crecer. Además, Zails nunca fue confirmado como mayor hasta lo que recuerdo de hace pocos años, así que brinda libertad.
Las referencias fueron respecto al condicionamiento clásico de Pávlov y al condicionamiento operante de Skinner. Muchos recuerdan a Pávlov por el experimento del can o del perro, o por el otro experimento en humanos de Watson y asociación de estímulos. En el caso de Skinner, por la "rata" en la caja y las consecuencias de sus actos que reorientan su conducta.
Espero que les haya gustado.
La próxima obra debería ser Sontails, si no es publicada el viernes, estará el sábado.
Muchas gracias, tengan buena noche.
Cuídense.
=)
-KatheDoll.
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