La vitalidad
Antes de asir mis dedos a la bolsa que yacía sobre la colcha, visualicé mi aspecto frente al
tocador que Richard me regaló. Las luces blancas a sus orillas creaban un lindo y delicado
bordeado que, además, funcionaba como medio de iluminación extra para mi perfil.
Aquella ocasión, recogí mi cabellera en un deshecho moño. Mi vestimenta tampoco constaba de mucho esmero. Con sinceridad, era la primera vez que vestía de aquella manera, y me agradaba.
Me apresuré a finiquitar cualquier preparación al atender el ruido ensordecedor del auto.
Sacudí mis jeans y sudadera desgastados para salir desbandada de la pieza. La sala y el pasillo se hallaban desiertos para entonces. Mi madre y Ewan acudían a actos benéficos con mayor frecuencia, pues ello estaba siendo muy favorable para la empresa. Por lo que la ausencia de ambos en cada se convirtió en algo común.
Descendí las escalerillas a gran velocidad con la bolsa saltando tras mi espalda. Un aire violento dio de lleno contra mí al salir de la vivienda. La bolsa parecía haber cobrado pesadez en cuanto había cesado de moverse. Posiblemente me había pasado con la cantidad de objetos.
Sin más afanes, procedí a andar sobre el pavimento de la acera. Las nubes se presentaron en
cúmulos, casi sin dejar rastro del cielo. Me aseguré de haber oído bien el pronóstico climático
antes de ver un auto e introducirme en él.
Alguna canción de los Beatles se reproducía en la radio. Podría haberla reconocido, pero siquiera me había percatado de cerrar bien la puerta cuando unas manos firmes encontraron mi barbilla, provocando que unos labios frígidos tomaran posesión de los míos.
Llevada por el instinto, dirigí mis dedos a su cabello al tiempo que él hundía sus labios en mi
paladar. Éstos estaban fríos, y eso me paralizaba de a momentos. Tuvo el atrevimiento de acercar su cuerpo al mío, de forma involuntaria, y descendió sus dedos contra la piel de mi cuello.
Todo en él era tempestuoso. Un estruendo entre temperaturas corporales.
Entre hálitos desiguales, y un ambiente agitado, colocó su frente contra la mía. Percibí una
sonrisa traviesa en aquella voz suave y glacial.
—Buenos días, Aly.
Estaba incapacitada para hilar una frase coherente cuando había caído en cuenta.
—Joshua.
—¿Eh?
—Las ventanillas… —pronuncié evidentemente alarmada.
—Están cerradas.
—¿Y la puerta?
—Igualmente —rió en aquel tono desequilibrante, volviendo a atrapar mi barbilla y acariciar mi labio inferior con el pulgar—. Todo se halla en orden, Sol. Ni un detalle se me habría escapado.
Mi corazón palpitaba de a trompicones. Asentí perturbada por su toque.
Él esbozó otra sonrisa antes de rozar el puente de su nariz con la mía y reacomodarse en su sitio. Su atractivo habitual realzaba con la camiseta abotonada color champán que llevaba. La misma que había usado durante el Día
de Acción de Gracias.
—Abróchate el cinturón —Dijo. Aguardó a que lo hiciera, y lo cierto es que en el estado en que me había dejado lo intentaba con gran dificultad. El muy jovial sencillamente se rió para encender el auto—. Me encantas.
Y justo allí iba el Honda junto a mi delirante corazón.
***
Favorite Crime se reproducía en los altavoces del vehículo para cuando habíamos llegado a
nuestro destino. El vecindario era compuesto de un silencio y tranquilidad extenuantes. Un parque quedaba a unas cuantas manzanas, y fácilmente se podía llegar a cualquier zona a pie.
Joshua revisaba la hora constantemente. Me había mencionado que debía ir a la empresa, por orden de su padre, para observar cómo se desenvolvía todo al mando de su hijo. Sin dudas, era un mandato relevante que no podía aplazar, y que de seguro había esperado desde hacía mucho.
Durante el trayecto, habíamos departido sobre mucho: Me había dicho que le gustaba realizar prácticas en Hall Motors, y que todos estaban muy satisfechos por su trabajo. Yo comenté un tanto sobre las mías, si bien dudé en tocar el tema de las ofertas de empleo pues aún cuestionaba mi postura ante ello. Por suerte, el Glaciar no objetó nada contra mi falta de información.
Una puerta se abrió y una muy enérgica Jade emergió de un dúplex. Sus reflejos coloridos —
definidos por ella como «vómito artificial»— fulguraban contra el sol, controlados por una
bandana gris sobre su cabeza. Saltó sobre su sitio para agitar una mano al aire.
—¡Lauper Gaynor!
El último no era mi apellido, pero me causaba gracia la forma en que lo exclamaba.
Me volví hacia Josh con un sabor agrio en el paladar. Me afectaba que no pudiese participar de aquella reunión. Eran circunstancias como esa las que echaban abajo mis dudas
sobre nuestra nueva etapa sentimiental, por así llamarle. Circunstancias que resaltaban la realidad de nuestras vidas y un posible futuro.
Procedí a sacar aquellos pensamientos fatalistas de mi mente: no me permitirían sentirme mejor por nuestra decisión de darnos una nueva oportunidad y atrevernos a enfrentar precisamente eso.
—Te acompaño a la entrada —pronunció el Glaciar claramente tenso por su obligación—. Luego, pasaré a recogerte por la noche, si así lo quieres.
Asentí cabizbaja para aguardar a que él saliese primero y me ayudase con la bolsa al
bajar.
Jade, básicamente al aproximarme, me envolvió en uno de sus abrazos fraternales que hasta al mismísimo Joshua podían incomodar. Su pequeño cuerpo se acunaba de un lado a otro para revolver su cabeza y ceñirse de nuevo a mí. Le dediqué una mirada de calma a él, en cuanto la castaña me soltaba y comenzaba a hablar.
—Llegaste mucho antes de lo esperado. ¿A qué carajos vino eso?
—Joshua me ha traído con antelación —expliqué—. Se ha ofrecido a hacerlo antes de acudir a una reunión laboral.
—¡Señor Agrio, nos complaces con tu presencia! —exclamó ésta brindándole un abrazo asfixiante a él—. ¿Por qué no te nos unes? ¡Todavía no hemos puesto manos a la obra!
—Lo siento, pequeñaja. La agenda no me lo ha permitido esta vez.
—Tonterías, sé que quieres entrar. ¡Vengan, saludemos a los muchachos!
Haciendo caso omiso a todo lo que dijimos, Jade nos impulsaba hacia el interior de la morada.
Paredes ocres y sin mucha vivacidad nos envolvían en un diseño interior íntimo y afable. La entrada daba a una clase de vestíbulo que desemboca hacia una sala de estar amplia, con montones de cuñetes y papeles periódicos dispersos de cualquier modo sobre el suelo.
Allí se encontraban Sun Hee y Chelsea, preparando todo para pintar. Una llevaba el cabello
trenzado en un trenzado veloz mientras que la otra se cubría con prendas que no correspondían a su talla… ni de su sexo.
—¡Bienvenidos a new étage Harding! —vitoreó la pelirroja, o el tono que fuese su cabello—.
No creo que esa ropa le sienta al momento, Glaciar.
Joshua se echó un vistazo cabizbajo. Al parecer, nadie comprendía que no venía a hacerse de pintor. Jadeé al rememorar el momento en que la chica hispana le dio aquel característico apodo.
—¡Síganme: los demás están en el jardín trasero preparando el porche!
—Jade, no creo que sea…
Mi voz quedó aplazada cuando ella se acercó a unas ventanas corredizas que, en efecto,
llevaban hacia la parte trasera del lugar. El césped cubría precisamente una hectárea del cercado: lo demás se trataba de árboles y una hoguera sin motivo aparente.
—Jade, no creo que ni a los vecinos ni arrendadores les agrade escuchar tus gritos —reprochó Nessa tras lavar una brocha llena de pintura carmesí en un grifo. Casi quedó boquiabierta al notar a Joshua junto a mí—. Diablos, hola... No estoy en mis mejores fachas —se quejó al comparar su
sudadera manchada con la vestimenta de él. Se enderezaba a consciencia—. ¿Traigo una muda de ropa para ti?
Joshua se volvía a quedar con la palabra en la boca. No estaba allí para quedarse, y me
inquietaba que nadie comprendiera ese hecho.
Esta vez, hablé por él, y pareció que se me iba la vida en ello.
—Disculpa, Nessa, pero Joshua debe acudir a otros asuntos. Realmente, le escasa el tiempo. Y
si tuvieses la capacidad de comprender, agradecería que…
—Claro, tráeme la ropa —Nessa y yo habíamos caído en igual desconcierto. Nuestro
acompañante había sacado su celular del bolsillo y procedía a pulsar sobre él—. Enseguida llamo al gerente para avisarle que, desgraciadamente, no podré asistir a la junta.
Tuve la impresión de que me quedaba sin habla al escucharle. ¿Había oído bien? ¿Faltaría a
aquel evento en la empresa de su padre?
—Me alegra escuchar eso de ti —Se oyó una voz masculina a sus espaldas. Shane le daba
continuos golpes al hombro en modo de saludo—. Seas bienvenido, Glaciar.
Jade se abalanzaba sobre su novio al escuchar lo mismo que todos. Ambos cayeron de
espaldas contra el césped mojado, sumidos en protestas y risas, entretanto yo aún no alcanzaba a salir de aquel mundo paralelo.
Joshua había rechazado una junta laboral circunstancial por mí, por formar parte de un día
absurdo para pintar un dúplex.
Poco después, el mismo chico Glaciar se aproximaba a mi
encuentro, fundido en una sonrisa genuina. Combinación celestial con sus ojos brillantes.
—No ahondes en ello —farfulló—. La suspenderé hasta la semana siguiente —De
improviso unió, de forma breve e inesperada, sus labios a los míos. Un hormigueo recorrió mi cuerpo entero por ello. Luego, atendí el leve ruido de los mismos al separarse—. Voy por la ropa.
Me había atolondrado sobre mi sitio a causa del gesto, y mientras me tomaba mi tiempo para procesarlo, me limitaba a observar su espalda retirarse de mi lado.
Y era así como se daba inicio al día de pintar... O de «pintación», términos de Jade.
La jovencita de mechas californianas se apresuró a conectar mi móvil a unos altavoces que nos cedieron los propietarios, e hizo selección de It’s You, de Super Junior, canción a la que reaccionó de buen modo y que, de inmediato, se encontró tarareando a grito pelado y oído de todos —incluyendo
probablemente, los de los vecinos más cercanos—.
La vivienda fue atestada de la melodía a gran volumen, y su jugosidad oscilaba dentro de todos, pues el ritmo había puesto a pintar y danzar a más de uno.
Joshua había desaparecido en busca de las prendas junto a la nueva dueña del piso, por lo que
Jade, Sun Hee y yo nos concentramos en hacer desmadre con nuestras voces y agitarnos al ritmo de la hipnotizante música.
Pronto la canción había acabado, y Jade se encargó de repetirla de forma automática. Muchos
habían protestado por ello, en especial su pareja, quien entró hastiado luego de que escuchase por tres veces la misma melodía y reprendiese a su novia manchándole el moflete de pintura en aceite,
accidentalmente, sí.
Por supuesto, el gesto nos había producido risas a las chicas que seguíamos en la labor a
excepción de Jade, quien no tardó en asir su brocha para atacar a su ahora contrincante, justo en el cabello. Una vil mancha color turquesa cubrió sus mechas rubias.
Lo que había comenzado como una venganza, había dado paso a un ataque. Chel le pintó la gran camisola a Sun Hee, a lo cual ésta se defendió tomando un cuñete y lanzándoselo en corto. Un muro y media Chelsea habían sufrido los resultados.
Las risas y amenazas se colaban a la sala. Los periódicos volaron fuera de su sitio, y los pares
de cubos de pintura eran propinados hacia zonas que no debían pintarse. Nessa finalmente había retornado y, al observar tal panorama, intermediaba con muy mala expresión.
—¿Pero qué demonios están haciendo?
En ese instante, acudí a su lado. Era la única que no formaba parte de la batalla sin
armamentos que se efectuaba en la sala.
Los chicos habían dejado de atacarse mutuamente para mirarnos fijamente. Nessa arrugó su frente al no comprenderles, y todo quedó
claro al distanciarme de ella. Había abrazado su estómago y, por ende, le había llenado de pintura blanca su camiseta descolorida.
Todos nos quedamos viendo la obra expectantes. No me había percatado del momento en que la pintura había llegado a mí, y estaba petrificada ante el error... A lo que ella respondió soltando un suspiro y cogiendo un balde sin usar.
—A la mierda con todo.
La batalla prosiguió luego. Retrocedí para eludir cualquier nueva embestida y sin haberme percatado, mi columna se había
encontrado con una pared carmesí, la de la cocina. La textura espesa y gélida del líquido fresco de la pintura me había aturdido brevemente, causando que intentase apartarme de allí.
No obstante, esos no parecían ser los planes de Joshua, un alto e impoluto Joshua sin camiseta.
Trago grueso ante su presencia. Su cuerpo acorralaba al mío de un modo perfecto, como si éstos encajasen cual molde. Sus brazos saltaban a la vista, incluyendo la tinta incoherente que exhibía uno y la perspectiva favorecedora que poseía de su tronco y demás grupos pectorales.
—¿Huyendo, Aly?
Mis nervios se habían puesto a flor de piel. ¿Cómo pretendía que le diera una respuesta si estaba,
evidentemente, invadiendo todo mi espacio personal?
De un gesto veloz, visualicé una brocha sobre la alacena. No tenía idea sobre cómo había llegado allí, pero eso no impidió que ejecutara mi plan sin premeditar, pues la había tomado y trazado una línea curva sobre su pecho.
Santa María Hwa Sa, era un pecho muy duro.
Joshua me miró atolondrado mientras que yo reía de mi acto.
—Toda una listilla, ¿eh?
Dio un paso amenazador hacia mí y comencé a alarmarme.
—No. Joshua Niall, paraliza el paso... ¡No!
Esperé recibir el contenido de un cuñete en mi cabeza. Sin embargo, el chico Glaciar se había vuelto a acercar, tomándome por sorpresa al apretujar mis caderas con sus brazos y alzarme con una facilidad resaltable. No soporté más su cercanía pretenciosa y tomé la iniciativa a impulsarme hacia su pecho y unir mis labios a los suyos.
Nuestras lenguas se hallaron en una sintonía procelosa, dominante. Desatando toda clase de deseos en cada sitio de nuestros cuerpos. Esta vez, la pintura no tenía clemencia con mi cabello.
Sus manos se colaron bajo mis glúteos y me impulsaron más contra él. Un gemido gutural profirió su boca sobre la mía al arquear mi espalda hacia su pecho y rodear su cabeza con mis dedos.
El momento inoportuno fue finalizado cuando alguien nos lanzó un cuñete de pintura. La
espalda de Joshua quedó cubierta de ella, y éste enseguida me soltó.
—Súbete.
—¿Qué?
—Súbete a mi espalda. Hallaré al culpable de esto.
Eso hice. La pintura dificultaba mi aferre a su cuerpo, pero él se encargó de sujetarme
firmemente por las piernas.
Correteamos como un par de idos tras todo el que estuviese cubierto de pintura, atacándolo, fundiéndonos entre carcajadas y súplicas inherentes bajo la melodía de I'ts You de fondo, algo en lo que sin dudas me agradó ver a Nessa tan enfrascada y alegre.
Eso éramos él y yo: un torbellino sin clima definido. Una fusión de temperaturas que podía hacer
estragos contra cualquiera que se nos rebelase, y a su vez, un proceso perfecto en sí mismo. Un evento sin precedentes, una lucha a lo incierto.
Éramos un Glaciar y un sol inminentes.
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