La intranquilidad

Joshua

—Gracias, Joshua —La voz de la madre de mi hermanastra se había opacado en efecto del
daño en su garganta.

Sacudí mi cabeza con ímpetu para que no siguiese. Hacía mucho esfuerzo con mis ojos para no escrutar su cuello, seguramente hinchado, y con un centenar de marcas rojas como
laceraciones. Mucho más daño debía provocarle el intentar hablar conmigo, por lo que me negaba a someterla a más dolor.
Sabía que lo decía por mi intervención hace unos minutos. No dudo en que hubiese pasado un poco más y su falta de aire podría haberla llevado a un estado peor que ni quería imaginar. Si bien, mucho no pude hacer para remediar el problema puesto que mi padre, quien se comportaba como desquiciado, había huido poco después, dejándonos a Amanda embargada con un daño
peor que el físico, y a mi sin saber sobrellevar su situación.

De algo que sí estaba seguro era que mi padre no desertaría sus desastres como si nada. No si
alcanzaba mi cometido como en un principio.

Suspiré sintiendo cómo el vapor del hervor del agua se introducía bajo mis fosas nasales, implantando algo más que irresolución en mi cuerpo. 
Estaba decepcionado de los pasos de mi padre en la empresa, y seguro era la culpa lo que le había llevado a darse la fuga. No era para menos llevarme aquel desencanto, y la manera en que eso repercutía en la imagen que hasta poco tenía de él era agobiante. 

Cavilaciones son los que llevan a la ruina al hombre, ¿eh?

Mucho miedo debió él sentir al dirigir la empresa de esa forma. Miedo de sus actos, de sus consecuencias, del daño que él sabía me haría al enterarme. De igual modo, eso no lo detuvo de cometer el peor error de su vida, y vaya que le valió la opinión de los demás cuando lo hizo.

Apagué la estufa. Un aroma herbal se extendió por todo el recinto al llevar la bebida hecha a la isla, donde se encontraba Amanda sumida en sí misma. Le cedí el té que aunque no lo tomó, no la cuestioné. Seguía reacia a contactar con el exterior.

Por un extenso momento, la cocina se ocupó de silencio.
Tomé asiento, haciéndole saber que permanecería atento a su estado. Aquella mujer no me
agradaba lo suficiente, probablemente nunca lo haría. Y no había que ser genio para saber que la situación nos superaba y no supe cómo abordarlo, pero acepté actuar tal y como hacía con Aly.

Sí, aún en momentos como aquel me permitía pensar en ella y en la inquietud que poseía al
desconocer su ubicación. Aunque viniendo de ella, sabía que acudiría a un sitio seguro, lejos del desastre que pasaba en casa.

Y cómo no evocar su recuerdo si su rostro grácil e inocente se parecía mucho al de la mujer
frente a mí, la cual frotaba sus brazos como si con el gesto pretendiese librarse de algo, de un pensamiento en concreto.

Opté por carraspear lo más suave que mi voz lo permitió.

—El té le aliviaría mucho. Lo he preparado suficientemente tibio.

Su mirada no parecía tan perdida entonces. Se tomó un tiempo para dirigir la mirada en
dirección a la taza. Una sensación agria me invadía al notar minúsculas gotas de sangre en su iris.

Asintió en señal de agradecimiento y dio el primer sorbo.

—Disculpa mi breve desconexión con el mundo exterior —Me informa en un tono bajo que
mostraba resequedad. Esbozó una sonrisa temporal—. Supongo que tras descubrir que la persona
que mejor conocía es totalmente distinta y al verme tan al borde del desvanecimiento…  me hallé
razonándolo todo.

Asentí, un tanto inquietado pues éramos conscientes que el fin de su episodio de tormento habría sido más que un desvanecimiento.

—Son razones comprensibles —dije en un intento por relajar su mentalidad.

Pese a atender mis palabras y hacerlo una evidencia, Amanda continuaba tan alterada como
antes y eso solo lograba acrecentar mi deseo por conocer la razón ambigua que tanto le
conmovía.

Le oí absorber aire por sus fosas nasales para expulsarlo con sutileza. Su estado mental se
asemejaba en diversos aspectos al mío, siendo las razones que ella ya había expuesto las causas
en común de nuestras perturbaciones.

—Lamento haber involucrado a Alyssa en esto —Se afligía de tal modo que no pude rectificarle nada. Sus ojos verdeazulados se sostenían en nada, y fue cuando supe que esa era la otra razón de sus preocupaciones—. Fue demasiado cuando observé el impacto que tuvo en ella
el haber presenciado todo. El shock en su cuerpo, las ganas en su mirada de intermediar y no
poder hacer nada… No acostumbra a sufrir situaciones intensas desde…

La pausa se tornó mayor con el pasar de los segundos. Sus parpadeos se hicieron más
nerviosos. No dudaba en que conocer la información que faltaba carcomía mi interior, pero estaría de acuerdo con su derecho a guardárselo.

—Ronan Lowell estaba en proceso de fundar su corporación petrolera cuando le conocí. Solía ser un hombre frenético, lo que particularmente me parecía una idiotez pero no le di mayor importancia. Debido a que tenía una jornada laboral intensa, nos instaba a pasar a mí y a mi hija los fines de semana en su vivienda. A Aly no le hizo gracia el asunto desde un inicio, pero yo seguía resuelta a hacer lo que él decidiera, si incluía beneficios.

Amanda negaba, arrepentida. Conocí al susodicho, figuraba como uno de los contactos de mi padre. No obstante eso no me informaba nada acerca de su presencia en el relato.

—Tras un extenso día de convenios territoriales, Ronan y yo acabamos durmiendo en su casa. Alyssa estaba tomando una ducha pues siempre dormía a altas horas de la noche. Estaba tan sumida en cansancio que no me percaté cuando me había dormido, Ronan estaba en el baño privado cuando sucedió. No me desperté hasta escuchar un alarido procedente de afuera.

No había notado el momento en que mis nudillos se aferraban con fuerza a la porcelana de mi
taza, volviéndose blancos. Amanda relataba la historia como si le pesase en lo más recóndito de sus memorias.

—Luego de una ardua búsqueda, hallé a mi hija y pareja dentro del baño de invitados. La entrada había sido violentada, y asumí era por él —Secó las lágrimas que amenazaban surgir de sus ojos—. El ruido de la ducha encubría el llanto de Alyssa. Sus piernas presentaban heridas graves a
causa de las manos del sujeto que la acariciaba sin intromisiones. Perdí el juicio y lo aparté de
ella. Él actuaba desproporcionalmente, sin llegar a ser agresivo, pero con una mente enfermiza.

»Esa noche me llevé a Aly y presenté el caso de intento de abuso, pero se movieron las cartas a su beneficio: el tribunal se puso del bando del hombre que manejaba el líquido más codiciado del mundo, después de todo.

La tragedia embargó los ojos enrojecidos de mi madrasta al acabar. Un torrente de impotencia se acumuló sobre mi costado, mi ceño y mi pecho.
Aunque había razones, me negaba a comprender el porqué Alyssa me había ocultado un
acontecimiento de tal severidad por tanto tiempo. Cierto, no podría haber hecho nada para que olvidase aquel suceso repudiable. Sin embargo, detestaba no haber hecho lo que sí estaba en mis capacidades: ofrecerle mi apoyo, hacerle saber que no se trataba de un peso individual.

Aquel trastornado que me relató Amanda me generaba pensamientos violentos. Y era por su culpa que la infancia de la chica que sacudía mis pensamientos había sido marcada por su cometido. Su
sucio cometido.

Las leyes podían ser una mierda cuando se mediaban con dinero.

El asunto me tenía al borde. ¿Por qué tanta relevancia a la fortuna? ¿Por qué fundar una
dinastía empresarial si se saltaba la integridad para ello? 
Los incidentes de mi padre y la familia Lauper rumian mi facultad de raciocinio. Ambos
estaban superándome e incitándome a actuar sin deliberaciones.

—No hay nada que asegure mis suposiciones, Joshua —Me sorprendí al volverle a escuchar.
La mirada de Amanda era dirigida hacia mí—. Sin embargo, hay algo en cuanto a la actitud de Alyssa que me indica que oculta algo, algún suceso reciente y significativo que ha rozado heridas y le ha puesto sensible. Temo por su posición mental en estos momentos. Y si ha ocurrido algo enlazado a lo sucedido con Ronan, no creo que sin el apoyo adecuado pueda sostenerse por sí misma durante mucho tiempo.

Por un breve período, su voz me inclina a valerme de un descubrimiento. Posiblemente me equivocaba, si bien el suceso que cruzó por mi cabeza
enlazaba a la descripción que ella me había dado.

Entonces procedí a preocuparme. Si mi hipótesis estaba bien fundada, podía ser que yo conociera el hecho al que Amanda se refería, un hecho que había lastimado a Alyssa y que se asemejaba mucho con el delito impune cometido en su infancia. Su estabilidad pendía de una pieza, y mi seguridad
en mis ideas se tornaba más firme.

No obstante, mi instinto deductivo sufrió un trompicón. La persona que protagonizaba el
acontecimiento en mi mente era la menos indicada para estar junto a ella. Su seguridad estaba
amenazada si se le acercaba…

La totalidad de mis alarmas se habían activado, maldije por lo bajo ante aquello. Amanda estaba en lo cierto: Alyssa había sufrido un intento de abuso sexual promulgado por Reese, pieza fundamental de mi anterior vida, a quien le tengo una deuda que no he podido pagar gracias a los interesantes ingresos de mi padre.

Hecha la conclusión, procedí a ponerme en marcha. Me cercioré que la madre de Aly
permanecería en buenas condiciones, pese a que declinase en acudir al médico. El sugerirle una siesta había sido exitoso para mí, por lo que luego de sumirse a ésta me apresuré a
alcanzar las llaves e ir a la cochera.

El Honda lucía impertérrito, tal como procuraba mantenerlo. En su interior, vislumbraba el
extremo de un objeto que por breves instantes me enajenó de mi objetivo principal. La voz
apasionada de Alyssa inundó mi sentido auditivo. Aquel artificio sería una de las razones por las
que ella se convertía en mi propósito.

Porque aseguré que en cuanto Reese la encontrara, no flaquearía en acabar lo que había
iniciado en aquel festejo en el campus.

Y yo estaría allí para evitarlo.

***

Descendí la velocidad al visualizar una zona policial próxima en la autopista en que conduzco. El promedio era sesenta kilómetros, y era precavido en reducir a ese cociente de manera eventual.

Cúmulos de sitios que frecuentaba y en los que Aly se podía encontrar avasallaban mi cabeza. La adrenalina tomaba riendas de mi organismo. Verme en aquel dilema no resultaba de mi agrado entretanto anduviese sin rumbo y sin conocer la ubicación precisa de ella. Sólo tenía claro que mi ventaja sería la prontitud.

Por ello, proseguí mi manejo a alta velocidad anhelando encontrarla antes que el bastardo pelirrojo.

Gruñí conforme mis esfuerzos decaían. La búsqueda exigía mucho más de lo que mi índice académico y destrezas algebraicas podían ofrecer. Sometido a contrarreloj, no vería
demasiados frutos. Por lo que prescindí de las adivinanzas, dispuesto a ir a cada lugar que cruzase por mi mente. Las probabilidades las dejaría en clases de cálculo.

El campus no generaba demasiada certidumbre en cuanto a mí. Y si había existido un mínimo porcentaje ya no, pues al advertir la única presencia de Sun Hee en el piso era definitiva la ausencia de Aly. Había contagiado mi preocupación en la joven de linaje asiático. Por suerte, mi prudencia obró bien al convencerla de lo contrario con prisa. Mis incursiones en el asunto ya eran arriesgadas, y
no pretendía integrar terceros a ellas.

El inconveniente crecía al direccionarme al alojamiento de Nessa. Lidiar contra su testarudez no convenía en mis planes, puesto que la pelinegra era tan intuitiva como yo y al tan solo echarme un vistazo hallaría algo mal respecto a su amiga. 
Por lo que fue igualmente prudente aparcar poco antes de llegar a su dúplex y desde allí,
advertir presencia en ella.

No las traía todas conmigo por lo absurdo del plan, pero así se había efectuado. Y muy a mi favor, pues había distinguido a la universitaria salir de su morada, sin compañía.

Uno de muchos bufidos fue emitido por mí tras ello.

Lo siguiente había sido contactar a Jade —disimulando cuidadosamente mi frustración—, y como había apuntado, nadie más que Shane estaba con ella.
Discerní que las opciones y tiempo se me agotaban al pasar inclusive frente a su sitio de
trabajo. Austin Central bien podría haber sido recorrido por mí que ya sopesaba la idea de
destinar al bar de Chanan, a extensos kilómetros de distancia.

Mayores iban las posibilidades en mi contra al desconocer la agenda de Reese, puesto que
nuestras vidas las enlazaba nuestro pasado en común. Jade había apagado el móvil cuando deseé plantearle la duda.

«¿Dónde te encuentras, Aly?»

«En un sitio lejos de mí...»

Revolví mi cabello, próximo a alcanzar un punto de ansiedad de no retorno. Mi frustración
daba base a la ira, mis extremidades se tensaban. El trayecto de la búsqueda había desgastado mis recursos y capacidades físicas y mentales, destinándome a un fracaso que
me negaba a asumir. No si podía evitarlo.

Mis cavilaciones habían rozado una zona de análisis crítica en mi mente. Poco después, y con
un tanto de ánimo recobrado, conduje hacia el lugar sospechado y estacioné delante de él.

Los pasos ansiosos que avanzaba debían reflejar un tanto de mis condiciones deplorables. No mentí en que el agotamiento se instalaba en gran parte de mi cuerpo.

Mi sentido visual era atestado de transpiración y máquinas de entrenamiento. El aspecto que
poseía no debía ser muy adecuado, pues unas cuantas miradas curiosas ya percibían mi presencia. Había pasado de ellas.

La música movida que emitían los televisores no se escuchaba en el momento. En su lugar, se
producía una transmisión de última hora a la que pocos atribuyeron atención al
principio.

Un set de grabación era vistoso en las pantallas, y frente a él se colocaba un reportero en
expresión crítica.

—En estos precisos momentos, se muestra una grabación aérea a tiempo real de la persecución
de un ex integrante de la banda delictiva de la ciudad de Houston Rattlesnakes, a quien nuestro
equipo de reportaje sigue de cerca... 

No me permitía creer lo que avistaba en las paredes.

Aprecio una imagen actual de Reese, en conjunto de lo que parecía un mapa en movimiento, donde figuras en concreto representaban la cercanía de las patrullas al convicto. Lo que había dicho el reportero posteriormente era una breve biografía del pelirrojo, lo cual no llegué a oír por la conmoción del momento.

—…La brigada policial de Austin no ha facilitado detalles al respecto, aunque se presume que
la causa del seguimiento se deba al ataque no especificado de Ellington contra una joven de la
ciudad, el cual tuvo lugar en el aparcamiento de un reconocido centro comercial y fue
presenciado por un transeúnte que no tardó en contactar a los guardias del establecimiento y
propiciar la búsqueda que presenciamos. La identidad y relación de la joven con el ex criminal son desconocidas.

Mi pecho ascendía y descendía con pesadez. Era evidente: Alyssa había sufrido una agresión, y muy posiblemente más de aquel pelirrojo.

Había fallado, había llegado tarde. No pude deducir el sitio en que ella se hallaba y la culpabilidad me embestía en una sensación desagradable.

Di traspiés contra el suelo, transpirando como los que se ejercitaban a mi redonda. Diversidad de sentimientos se hacían sobre mí, colocando mi cuerpo en una indisposición innata. Padecí pleno desbarajuste en un gimnasio, sin nada que pudiese sacarme de aquel sufrimiento o aligerar la pesadilla tan real que apreciaba.

De sopetón, el momento de desazón e intranquilidad puras hacia Alyssa se envió a otro plano. De los centenares de asuntos que cruzaban mi mente, unos cuantos habían sido suficientes para paralizarme del todo. Las representaciones habían sido claras y demasiado definitivas.

El temor hizo una mezcla desapacible en mi paladar junto a demás sensaciones por aquello que mi mente cavilaba. No
obstante, me vi dispuesto a llevar las ideas a cabo, y fui directo a realizarlo.

Fuera del sitio, mi mandíbula se tensaba entretanto mis palpitaciones aumentaban al subir al vehículo y partir a un lugar específico. A partir de aquel reportaje, no existió margen de error para mis acciones ni instrumentos que midiesen las consecuencias de ello. Los cuestionamientos se
habían bloqueado, no habría nada que evitase la ejecución de mi idea.

Tomaba un suspiro colmado de incertidumbre. Por lo menos, podía mediar en algo más aquel
día, evitar otra tragedia. Podía hacer algo que valiera suficiente para actuar de un modo tan
insensato… mereciendo todo, mereciendo incluso el pesar.

No estaba preparado… pero estaba absolutamente resuelto a hacerlo.

Había tenido que arriesgarme y sobrepasar el nivel de velocidad para llegar a tiempo. Los entes de seguridad seguro estaban muy atentos a la persecución en sus oficinas para percibir el
desenfreno que tengo al volante. Así deseé creer.

El GPS me mantenía al tanto de la senda que llevaría a mi destino. El acceso a la salida de la ciudad era directo por la autopista, de la cual había salido sorprendentemente ileso.

Llevé una mano a mi sudoroso rostro. A un ritmo más ligero, aparqué en diagonal hacia un
extremado de la intersección. La misma era solitaria para no incidir en la carretera, y debido a la persecución, el sitio había sido previamente desocupado.

Era asombroso que no hubiese presencia de policías de la ciudad adyacente en donde me posicionaba.

Afiancé los dedos al volante, con el único ruido de mis pulsaciones alteradas. El viento daba de lleno contra el pavimento. Me resolví a encender el móvil y estar alerta del seguimiento en cuestión. Restaba poco tiempo para que los vehículos llegasen, y debía tener aguzados todos los sentidos para eso.

Poseía una oportunidad única, y por ella, procedería como correspondía.

El recuerdo de ondas rubias en abundancia me recalcó mis razones de hacerlo. Mi pecho
constreñido sintió calidez en un instante tan crítico. Actuaba por ella, por más desalmado que pareciese. Le consideraba demasiado importante en
mi vida para apartarla de mí, para conservar la integridad que emanaba cada poro de su dermis.

Integridad que yo había perdido hace mucho, y que debido a ello me había destinado a lo que era, a la frialdad que me caracterizaba, pese a que ella se culpara constantemente de ello. 

Mi vida y futuro se movían de un modo despreciable en el que no deseaba ver a Alyssa
involucrada de alguna manera. 
Por eso estaba allí: asumiendo mis consecuencias, aceptando mis errores y corrigiendo los
desvíos que había trazado.

Vi la persecución acercarse y me preparé.

Los cálculos no definían mis actos. Posiblemente, esto no remediaría nada. Posiblemente se trataba de una decisión insurrecta, un acto impulsado por las emociones del momento.
 
Ella, la persona a la que atribuía mis actos quizás nunca me perdonaría por lo que haría. Sin
embargo, rogué que el tiempo y las reflexiones posteriores le otorgasen las respuestas que
requería, en caso de que no me hallase junto a ella para concedérselas.

Y estaba seguro que sería de ese modo, pues en el momento en que el Corolla de Reese cruzó frente a mí y aceleré con todo ímpetu contra él, la muerte de mis sentidos y oscuridad en mis ojos me lo habían confirmado.

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