La alegría
Para poder describir los siguientes días, mi vocabulario era verdaderamente incompetente. No podría dar nombre a nada, a excepción de una palabra, una abreviación muy impropia de mí:
incomparable.
Las calles de Texas pronto celebrarían la llegada de un gran evento, el Carnaval Brasileiro. El hecho había plantado mucha emoción y expectativa en las mentes de sus residentes, especialmente para los jóvenes adultos, hambrientos de júbilo y festejo.
Personalmente, no tenía ni un plan para el evento en cuestión. Opinaba que, como mucho,
podría salir del piso a dar una vuelta junto a Sun Hee, si es que se animaba. Las fiestas realmente no eran lo mío, y los pendientes me atosigaban de sobra para ocuparme en otros asuntos.
Luego del día de pintar el piso de mi mejor amiga —lo cual concluyó en un desastre fortuito
que prometimos pagar—, Joshua no había vuelto a cruzarse en mi entorno. Sobrellevábamos nuestra situación lo mejor posible y de manera discreta como, a decir verdad,
siempre había sido.
Como joven adulta sujeta a alguien como Joshua, era de esperarse que en sus momentos de ausencia lo desease más que nunca. Había muchos factores que procuraban alejarnos, y debíamos vigilar nuestros pasos. Las visitas se habían reducido a mensajes cotidianos que poco
compensaban mis deseos por verle.
Poco hasta poco después.
El día del Carnaval todos se hallaban fuera de la casa y el campus. Quedé en finalizar
algunos deberes respecto a mis estudios. Debía agendar una entrevista a una figura importante del campus, y no tenía ni idea de a quién contactar.
—¿Ni siquiera un par de horas? Es suficiente para despejar tu mente: te irá bien —me aseguró
mi roommate preparándose para salir.
Alcé la vista y podía asegurar que sentía la pesadez de mis ojeras. Difería mucho de mi idea de
acompañarla de hace unos días. Lo menos que pensaba era en formar parte del alboroto que se
desarrollaba afuera y dejar el informe en blanco.
—Disculpa. Te debo mi acompañamiento para otro momento.
Las horas transcurrían en unos pronunciados dolores lumbares y de cabeza, provocados por la inmovilidad. Desde allí se escuchaba el bullicio del festival, y me comenzaba a arrepentir por haber rechazado la
invitación. Mi cuerpo gritaba movimiento.
—Deseosa de saltar de aquella silla, ¿eh?
El que me había sobresaltado e irrumpido mi labor fue el chico Glaciar. Su presencia habría
tomado por sorpresa a más de uno, sobre todo porque se le acoplaron una Jade y Sun Hee
resueltas y agitadas.
A resaltar que no entendí nada de lo que veía.
—Si te preocupas por los deberes, ya está cubierto —dijo Jade—: para mi padre será un honor que la futura promesa de la comunicación, Alyssa Lauper, quiera entrevistarlo para el canal
universitario.
—Y qué honor —agregó la surcoreana.
Miré a Joshua. Me brindó una de sus tan autosuficientes sonrisas… que se me hizo muy difícil
negarme a su petición.
Pronto me enteré que todo había sido planeado: hasta el detalle de que Sun revisase mis apuntes para enterarse de la entrevista, a lo cual ella me profesó sus profundas disculpas, alegando que había sido idea del elocuente Glaciar.
Las semanas de espera se habían acortado. Joshua por fin regresó a quedarse los fines de semana en casa de mi madre pues había estado ocupado con las prácticas y la universidad. Ambas le exigían mucho, y sus capacidades estaban trabajando a su mayor eficiencia por ello, por lo que nuestro pequeño tiempo juntos se efectuaba en las noches, tras las extensas faenas estudiantiles.
Un día, él había aparecido después de clases. Los jueves acostumbraba a tornar al campus para dedicarme a los deberes o al boxeo, y aquella vez, él se tomó el atrevimiento de revolver mis planes ya que no le restaban prácticas ni obligaciones que atender.
Así que me introdujo al Honda nuevamente sin conocimiento de nada y colocó 2U, de Justin
Bieber, a todo volumen durante el viaje.
El trayecto se había extendido a la totalidad de los centros turísticos de la ciudad: todos los
que desconociésemos, y los que la tarde nos permitiese contemplar, sin parar o descender del automóvil. El momento se adueñó de instantáneas no muy nítidas y anécdotas nada novedosas,
pero que me arrancaban risas y a él, sonrisas deleznables.
Más de una vez, asomé la cabeza por la ventanilla, agradeciendo a Dios y Santa María Hwa Sa por poder disfrutar de instantes tan breves como aquellos, pero intensos en mis memorias.
Los eventos, gimnasios, mensajes de texto y pasillos desiertos de la casa o del set: eran los
ambientes donde se desarrollaban nuestros más penetrantes encuentros. Donde
los muros o sitios no concurridos se auscultaban de nuestros besos y acercamientos más que sensoriales.
Dentro de cada momento había un gesto, una mirada, un sentimiento correspondido que, por un corto período de tiempo, me hacía suponer que nuestras circunstancias eran distintas. Que la exhibición de un tal vez podía no ser juzgado, o cuestionado de algún modo.
Y había sido al cabo de tres largas semanas de disfrutar de nuestro propio modo de definirnos juntos, que nuestra propia construcción había decidido caer sobre nosotros.
Mi frente descansa sobre el vidrio polarizado de la ventanilla a mi derecha. Tenía los ojos puestos sobre la infinidad de astros y constelaciones que, para ese momento, componían la mayor parte del cielo. Pasadas de las doce de la noche, la autopista central aún tenía mucha presencia humana a su alrededor, y eso le sacaba un gordo peso a Joshua de encima, a pesar de que no lo exprese
como es debido.
Llevábamos alrededor de dos horas conduciendo. El inofensivo viaje de tarde al final había
sido antesala de un tour exclusivo, reducido a dos personas, las cuales se habían hecho cargo de los destinos y el medio de transporte. Muchos de los lugares a los que fuimos no tenían nada de especial, como zoológicos o paradas reconocidas de la capital. Sin embargo, aquello no aminoró de ningún modo lo fascinante del viaje, el que con nuestra interacción y sentido del humor constantes, acabó por superar con creces cualquier otro que había
realizado junto a mi madre. A cualquier padrastro que se atrevió a costearnos un tour de lujo por todo el condado.
No deseaba sonar sosa, pero Joshua podía hacer, con su mera presencia, que un paseo de no
más de cuatro destinos se convirtiese en algo gratificante. Todo de él lo hacía, y por eso me
encontraba sujetando su mano en el espacio de en medio de nuestros asientos, expresando todo lo que me hacía sentir en un gesto, sin la necesidad de ocultarlo. El hecho de que la mayoría de los sitios y personas que visitamos eran desconocidas,
fue una ventaja para ambos; pudimos abandonar aquel pudor por acercarnos, y expresar nuestros sentimientos por el otro en público.
Un tirón proveniente de al lado me hacía volver la vista hacia él. Los orbes oscuros que tenía
como ojos brillaban como las estrellas que hace poco me ocupaba en mirar, y no me perdieron de vista cuando alzó nuestras manos entrelazadas y depositó un casto beso en ellas.
La acción me provocaba chillar de la emoción, pero más lo por lo que añadía después.
—Te adoro, Aly. Y si lo que sea que tenemos juntos no está destinado a fluir en un futuro,
quiero sacar todo el provecho posible en este momento.
Si no fuese porque un beso le habría hecho perder control del volante, sin duda se lo habría
dado como respuesta. Sus palabras me generan tanto regocijo como nostalgia, pues precisamente estábamos
regresando a casa, y al pisar suelo de casa, él y yo sabíamos muy bien que debíamos
permanecer bajo las vistas de nuevo, aún luego de sentirnos tan libres como en ese instante.
Por su vida y la mía, por la relación entre nuestros padres, y por un sinfín de razones.
Esa era la realidad.
Notó que mis emociones daban paso a que mis ojos se cristalizasen en lágrimas. Sé que ha sido así, pues es cuando me ve que su rostro se endurece, bajo sus ojos se forja un ceño fruncido
y en una maniobra mecánica torna su mirada ahora fría al frente.
El cambio de ambiente es repentino. Ambos permanecemos en silencio: él conduciendo y yo con la vista fijada en la ventanilla, reprimiendo toda lágrima o gimoteo embargado por el
momento.
Poco después, el Honda da un frenazo que me impulsa hacia adelante. Ha sido de improviso.
Dirijo una mirada cautelosa hacia Joshua por el rabillo del ojo. Éste se muestra impertérrito,
podría decir que mucho más que antes. Sus penetrantes ojos están clavados en el espejo retrovisor,
muy concentrado en ello.
Echo un vistazo general al panorama. El sitio en el que nos hemos detenido abruptamente está ajeno a la actividad vehicular de la autopista. Aquella zona se vislumbraba solitaria y lóbrega. ¿A qué se debía aquella parada?
De pronto, Joshua se había enfundado en un gabán de azul eléctrico. Las dudas que me había levantado no disminuyeron, menos cuando, antes de que pudiese decir algo al respecto, abriera la puerta y saliese del auto, dejando el seguro puesto en ella.
—No te atrevas a salir de aquí —concretó antes de echar a andar hacia atrás.
Podría afirmar que me quedé boquiabierta, sin palabras. Y con unas cuantiosas ganas de saber
qué estaba sucediendo.
Entonces, visualicé algo irregular hacia donde se encaminaba. En el espejo retrovisor alcancé a notar un auto tras el Honda, a muy pocos metros de donde Joshua aparcó. De él había salido un
hombre que resultaba desconocido, pero al que pronto su identidad saltaba a la vista por el indiscutible color rojo de su cabello. Mi corazón se encogía al reconocerlo. ¿Qué hacia Reese hablando allí con Joshua? ¿Acaso habían quedado? ¿Nos había seguido hasta acá?
Lamenté el no estar lo suficientemente cerca para averiguarlo. Por suerte, sus voces gruesas eran algo destacable en el silencioso lugar.
—¿Huyendo de tus responsabilidades, Niall? —vociferó el pelirrojo, abriendo los brazos en serenidad. Traía una chaqueta cazadora semejante a la del Glaciar—. ¿Necesito buscarte para refrescar tu pésima memoria?
—Soy muy consciente de lo que te debo actualmente, Reese.
—Claro. No digo lo contrario… A no ser que una cosa sea estar consciente y otra que desees
pagarlo.
Mi vista desde los asientos delanteros presentaba dificultad. Ansiaba saber a qué se referían
precisamente. Me desplacé con velocidad a la puerta con seguro para intentar abrirla y gruñí sin
obtener resultado alguno.
—Sabes con exactitud que no es de ese modo.
—Por algo hay una fina línea entre querer y deber, ¿cierto, Niall? —El pelirrojo habla de
manera presuntuosa contra su cuello—. ¿Debo recordarte dónde estás ubicado?
Joshua aparenta no estar muy tranquilo ante la situación, si bien sé cuánto se esfuerza en que no salga a la luz. Se aparta de su compañero y forma distancia con él.
—He estado puesto en ello, ¿de acuerdo? Sabes que mi situación no es nada comparable a
como era anteriormente en Houston.
—Las deudas tienen intereses, Joshua Hall —Se aproxima su compañero ladeando la cabeza—. Soy un hombre modesto al que le gusta hacer su trabajo y ser pagado. No te gustaría alargar ese plazo pues, ya lo sabes…
De un momento a otro, Reese introduce una mano bajo su chaqueta y abro mucho los ojos al ver que saca un arma blanca con la que procede a apuntarle a Josh sin ningún remordimiento exterior. Mi vista se nubla en esos momentos.
La adrenalina cobra aumento entretanto no dudo en abrir la guantera. Con los nervios por los aires, me apresuro a abrir la puerta de copiloto y apearme del
automóvil para ir en dirección a ellos. Las palpitaciones de mi corazón no tienen control. Me encuentro muy insegura pero decidida en tragar el nudo que obstaculiza mi voz. Exclamo con firmeza.
—¡Procede a bajar el arma cuanto antes!
Ambos volvían la mirada a mi encuentro. Mis piernas tiritaban al percibir la sonrisa que surge de parte de Reese. Joshua parece escandalizado y encolerizado al momento. Entre los dos no hallo el que me genere más terror. No obstante, el arma y mis manos continúan en su sitio.
—Debo admitir que me pone verte apuntándome de esa forma, preciosa —Me obligo a no
reaccionar a su voz y comentario que me regresan a la importuna fiesta de hace meses—.
¿Interrumpía algún viaje post-sexo, Josh…?
—Te prohíbo referirte o hablarle de algún modo —Los ojos oscuros de Joshua me reclaman
desde la distancia—. ¿Se te es muy difícil obedecer una petición?
—No la regañes: si su presencia ha sido muy oportuna —El arma tiembla bajo mis dedos. Afianzo el enganche al gatillo, sin perderle de posición. Es
imposible no hacerlo bajo su mirada penetrante—. ¿Qué te parece sumarla al pago, Niall? Mis intereses aumentan al ver que no he puesto fin a algo que tuvimos una noche, ¿no, preciosa? Este no es el lugar más adecuado, pero eso será lo de menos cuando…
—No deseo continuar escuchando tus palabrerías: apártate a Joshua.
Mi tono es alto y determinante, mucho más que mi cuerpo sumido al temblor involuntario.. Los ojos desvariantes del pelirrojo evalúan mi aspecto con lascivia, de pies a cabeza. Aquello me provoca miles de sensaciones perturbadoras de las que me cuesta poseer en control.
De un momento a otro, Reese ha alzado la mano con la que sostiene su arma. Ésta la
direcciona de golpe hacia abajo, proyectando contra la sien derecha de Joshua y provocando que aterrizase a sus pies, soltando un gruñido de dolor.
Mi mente no podría haber estado en peores condiciones. Avancé hacia él sin intermediarios. Sus manos sujetaban su cabeza con fuerza y me alarmé al notar que a través de sus dedos gruesos
emanaba un líquido carmesí.
—Tres semanas, Niall: o pagas mis labores, o me veo obligado a descontarlo con la chica.
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