El sobresalto

Inspiro y espiro con vehemencia.
La habitación de Josh es semejante a la mía: paredes ocres, pisos tersos y dos puertas a un extremo que llevan, respectivamente, al dormitorio y al baño. Me encuentro dentro de la segunda, con el corazón a velocidad hipertensiva y una coleta más baja que otra.

Deposito el teléfono en algún lugar del lavabo. Seguidamente, me miro al espejo. Mi aspecto
es el de una Harley Queen más desconcertada de lo establecido. Su Joker ha estado disfrutando
junto a ella de una fenomenal noche de Halloween. A pesar de ello, ha alcanzado una reflexión
de sus perversidades.

Desde hace poco, Harley se encontraba insegura con respecto a su nueva vida académica. Su madre había conocido a otro empresario de élite y se preguntaba hasta cuándo continuaría viviendo de esa manera. La vida adulta le extasiaba y a su vez, horrorizaba. Se sentía tan libre y
aprisionada a la vez… Su estabilidad decaía constantemente.

¿Qué había hecho esos aspectos más llevaderos?: Guasón, quien irónicamente había hecho
que Harley viera su situación desde una nueva perspectiva: una más hilarante y no tan fatal. De ese modo, ella decidió unirse a la demencia de él y, a raíz de ello, ambos mostraron una fuerte
atracción por el otro.

Harley no tenía dudas: estaba enamorada de aquel payaso destacado por su frialdad.
Conoció muchos de sus gustos y formas de ver la vida, y eso era justo lo que le encantaba: que
fuese capaz de darle segundas oportunidades a sus dificultades.

Ella lo amaba. Y no había pasado mejores rapacidades en su compañía.

Pero no todo era color rosa: los villanos eran hermanastros, y por donde se viera, su relación
no podía suceder. Sin embargo, una nueva heroína apareció en la ciudad y le brindó a Harley la
motivación que necesita para continuar. Además, ella ama a su Pudín con locura, y de veras
ambicionaba destruir el mundo a su lado.

La ciudad tenía esperanza. ¿Y Harley? Ella no era capaz de arruinar el exitoso futuro que le
espera al Joker. Ni siquiera quería pensar que él sbandonaría su carrera y a su padre por ella, para estar juntos. Quería verlo haciendo logros, enorgulleciendo a su familia, alcanzando la realización personal… No existía manera de que ella formase parte de esa felicidad, mucho menos que rebajara los esfuerzos que su amado ha hecho para alcanzar sus sueños.

El amor es intenso, igual que las consecuencias. ¿Habrá algún héroe que salve el día?:
ninguno… a excepción de ella.

Suspiré nuevamente. No tengo la capacidad de tomar una decisión. Allí fuera se hallaba un
apuesto Joshua a la espera de mi elección. 

Se tomaba o se dejaba. No había marcha atrás. O continúo con la relación o le fracciono el
corazón, corriendo riesgo de que aquel hombre jamás sea el mismo o haya oportunidad de un
perdón posterior.

Una gota de rímel corre por mi pómulo derecho. El tiempo corría. Eran las últimas páginas
de la historieta… y, Harley elegía destruir la ciudad junto a su estimado Pudin, a pesar de los
riesgos que ello conllevaba.

Las vacaciones decembrinas llegaron más rápido de lo previsto.

Y me apetecía que no fuese así.

Las semanas sucedían con demasiada velocidad. Me era trabajoso dejar la cabeza en algo que no fuese el viaje a Tennessee. Nos había sentado remotamente igual a Joshua y a mí. Decidimos
seguir los planes de nuestros padres al pie de la letra, si bien, ello conllevaba muchas molestias. Por hacer mención de un ejemplo, pasar muchas más horas e inclusive días juntos.

He anhelado poner a Richard al corriente. Sin embargo, cada vez que he tomado el teléfono con fin de llamarle, recuerdo la serie de trámites y jornadas que debe estar realizando en la empresa. De ninguna manera quiero estorbar, por más que él alegue que soy mucho más relevante que sus gestiones.

Debido a que la visita a Nashville se introdujo en los planes de todos, he aplazado la reunión
que tendría con Nessa hasta después de las fiestas. Mis ganas de contarle muchas cosas se han
hecho tremendas, y ya son tantas que es obligatorio hacerlo cara a cara. Es un paso atrás descomunal en nuestro plan de hacer las paces. Y por más que Nessa ha dicho que no le importa, a mí me hace sentir deficiente.

La soledad estaba haciendo calamidades, y no sé adónde correr.

Anclé las suelas de mis deportivas al suelo. Mi pecho subía y bajaba incansablemente, y sentí un mareo espeluznante que bamboleaba a mi cuerpo.

Estaba en plena ejecución de mi asiduo entrenamiento cuando Dumb Dumb, de Somi. me interrumpió.

El volumen de mi celular era elevado, y no me apetecía que medio gimnasio se enterase de
mis gustos musicales, por lo que enseguida abandoné lo que estaba haciendo y fui directo a él.

Suspiré en desaliento. Otro mensaje de Jade. No dudé en devolver el móvil a su lugar. Ya pensé en bloquear el número o responderle y dejarle claras mis decisiones. Hartaba recibir los mismos textos una y otra vez. Una pequeña parte de mí reprocha mi conducta y exige que acepte sus disculpas. Al fin y al cabo, no hay persona que no se equivoque en el mundo. Por si fuera poco, nos venimos conociendo. Y muy al fondo, no me parecía correcto sacarla de mi vida tan vertiginosamente.

Pero también tengo presente el dolor de aquella noche y lo que ella podría haber aportado. Puede que ese dolor haya sacado heridas antiguas, y ello me esté impidiendo distar la opción más
viable. No obstante, al mirarla recordaré esa noche y la anterior a esa, y prefiero conservar a
ambas lo más lejos posible.

Y si ello incluye apartar a Jade, la persona más apacible y dulce de trato, será de ese modo.

Opto por dejar el entrenamiento aquí y regreso los guantes a recepción. El lunes era largo, y
pese a que el semestre y los deberes no inician hasta el año próximo, aun me queda una gran
carga física por realizar en el piso. Dicho de otra manera: me toca ir haciendo maletas.

Me pregunto cómo serán los abuelos de Josh. Indirectamente, suena a algo que debería haber
hecho él, singularmente, conmigo como pareja. Pero las cosas son como son…

Agradezco no estar donde no hay y no puede haber nada.

Con la negrura de aquel chico puedo hacerme la idea.

Santa María Hwa Sa, no me dejes caer en confusión y líbrame de la frialdad.

Guardo las vendas en la bolsa para conducir mi cuerpo agotado hacia la salida. Al caminar,
tanteo un poco las máquinas y los ventiladores colgados del techo. No me percaté cuando mis
ojos se cruzaron con la zona de pesas y me la quedé mirando. No a causa de la inspección o
porque me recuerda a Joshua, sino porque unos rizos pelirrojos se asoman sobre las maquinarias.

El aire es sacado de mis pulmones. Mi sistema respiratorio vaguea. Me cuesta permanecer en pie o centrada en el alrededor. Siento sus dedos nuevamente sobre mi tez. Su hálito embriagante en el borde de mi escote. La sangre emanando de mis piernas en aquella ducha...

«Sal de allí, Aly.»

A ello me aventuro, poco antes de que notase mi presencia, o se acrecentara la posibilidad de
bloquearme y no divisarlo hasta demasiado tarde. 

Las puertas francesas del gimnasio hacen cierre a mis espaldas. Pese a que me hallo a una distancia conveniente de ese chico, mi corazón prosigue llevando adrenalina por mis venas. Una nueva causa para transpirar se adiciona a mi cuerpo.

Acuosidad se acumula en mis ojos. No puedo más. Soy incapaz de seguir tolerando esta
amargura. Demasiado sucede en mi mente, demasiado se acopia en mi memoria. Mi mente
necesita una balanza donde sea posible apoyar mis cargas para que me permita organizar mis
ideas. 

Ya se me está yendo más allá de los frenos.

Si contase con alguien capaz de echarme una mano, o el brazo entero…

Repentinamente, mi cabeza abre un recuerdo impreciso, sobre una vez que me sentía con esa
seguridad, ese apoyo moral que tanto requiero en estos momentos.

Joshua.

El chico que no deseaba tenerme ni en pintura. Con él tuve la confianza de decir todo. Podía
considerarlo mi soporte, cinta preventiva y pañuelo de lágrimas a la vez, sin temor de que contase
algo o no pudiera comprenderme del todo.

No. Ese no es el Joshua actual. El Joshua que tengo a mi lado no es nada de lo que he descrito, pues lo destruí. Lo he herido y sacado de mi vida para siempre y no hay manera de que pueda volver a confiar así en alguien. Ni siquiera en Richard, mi madre, Sun o Nessa: las personas más
importantes en mi existencia.

No sé por cuánto tiempo más me sentiré de esa forma.

Los grados han vuelto a descender. Atesoré cada pequeño rastro de clima Blue Norther cuando se pudiese, puesto que la época decembrina no sucede igual que en el resto del país. Por si fuese poco, el frío me distraía de la escena detestable que acababa de ocurrir en el gimnasio.

Que quede claro: es muy diferente experimentar el frío con ropa deportiva.

Mientras mi cuerpo intentaba resguardar lo mejor posible el calor que le resta, me envolví en las paredes del ascensor, completamente desierto. La mayoría de alumnos ya había emprendido viaje a la casa de
sus familiares para pasar el mes junto a ellos. Y cada vez se me hacía más cercano el momento de partir también a Nashville.

Froté mis manos en signo de impaciencia hasta generar un calor breve. Las puertas del
ascensor me dejaron vista abierta a mi parada. Descendí de él. El piso parecía barnizado, y los marcos de las puertas se adornaban de guirnaldas y decorados navideños recibiendo el último mes del año; una llegada que me traía de los nervios desde hacía un tiempo.
Por supuesto, había estudiantes realizando los últimos detalles de su decoración. Todos ellos
fueron enviados a un plano lejano cuando se me aproximó esa chica de mechas coloridas en
compañía de un chico de reflejos dorados.

No pude seguir avanzando. En ese instante, nuestros ojos se encontraron y no recibí mejor
orden de mi cerebro: huir.

—¡Aly, espera!

Todos mis músculos se habían vuelto a ejercitar en una corrida. Miré al frente y tropecé con la
puerta de mi piso. ¿Por qué no seguí huyendo? 

Era demasiado tarde para retomar los planes: Jade se deslizaba por el umbral sonando sus botas de invierno, completamente forrada en piel. Yo me deshice de su mirada, fijándola en el tapete violáceo de bienvenida. Mis dedos en la perilla.

—Aly, no te vayas —me suplicó—. Déjame explicarte todo —tosió. Ni me sacudí por ello—. Sé que estás muy molesta conmigo. Y no te culpo: estuve de lo peor. No quiero que superes el hecho de la fiesta pensando que me fui a propósito. Ojalá pudiera cambiar lo que pasó porque, si pudiera, te juro que regresaría en el tiempo a darme unos buenos madrazos.
Su sentido del humor no cobrara ninguno de sus propósitos. No es oportuno, como tampoco lo
era buscar relación entre sus declaraciones y aquella fatídica noche. 

El dolor regresaba con más potencia y no pude evitar temblar.

Escuché unos pasos acercarse hacia nosotras. Asumí que procedían de aquel chico que le
acompaña.

—Aly, la he regado horrible, terrible, espantosamente… ¡Lo admito! Ya te demostré dos veces
que no cumplí mi palabra y eso te pareció suficiente pero, de verdad, quiero que te lo pienses otra vez, solo una vez, y me digas lo que quieres hacer. Prometo no fastidiarte nunca más, respetar tu decisión y no… no volver a tener contacto, si así quieres.

Como no encontraba manera de equilibrar mi mente y lo que escuchaba, acabé cerrando los
ojos. Jade se hallaba en lo cierto: he pasado los últimos días rememorando el acontecimiento e ignorado su preocupación aparentemente irracional. Eso me brindaba la oportunidad de ahondar en sus deseos y descubrir numerosas razones en
mi corto tiempo de suspensión.

Si hubiera sucedido como dijo y, en cambio, se habría apartado de mí con verdaderas intenciones, no habrían llegado esos mensajes y llamadas perdidas a mi buzón, exigiendo respuestas. Por encima de lo demás, manifestando una profunda aflicción e interés por mi estado luego de aquella noche.

Sus ojos cafés me lo dejaron expuesto en ese mismísimo momento: ella de veras no deseaba lo que me ocurrió. Jade ha sido una caja de sorpresas en el primer momento que compartimos palabras. Asimismo, me ha demostrado una efusividad y dulzura desmedidos, a mi y a todo lo
que crea y hace.

Un corazón como el de ella no me habría dado más dudas.

Ello me impulsaba a reconsiderar mi postura. ¿Hacía lo correcto? Soy conformista. Prefiero colocar las cartas sobre la mesa para así, seguirle el juego a la lógica. Lo razonable para mí en este momento sería ahorrarme el agotamiento y negarle lo que, desde un punto de vista técnico, ya le he dado mucho.

¿El asunto lo ameritaba realmente? Eso me llevaba más profundo: ¿valía la pena arriesgarse a otorgar otra oportunidad?

Agradezco no estar donde no hay y no puede haber nada.

Fruncí el ceño. No me hacía falta más tiempo para pensar. Giré la cabeza hasta situar la mirada por encima de mi hombro. La joven castaña tenía un gesto muy emocional en el rostro; nada comparado con el de Joshua.

Pestañeó repetidas veces a
la espera de mí y pasé la vista a sus espaldas. Al chico de ojos verdes que me defendió en aquella fiesta.

Miré mis zapatos y observé cómo se volvían en dirección a ellos. Fruncí mi entrecejo nuevamente.

—No: aún quiero que continúen llegándome tus mensajes.

Jade me mostró una sonrisa tal que sus ojos se entrecerraron, una sonrisa que me enterneció
profundamente y me indicó que había tomado la decisión correcta.

Joshua se equivocaba: allí existía algo, o por lo menos, estaba a punto de existir.

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