El rechazo
El Día de Acción de Gracias es considerada una de las mayores festividades del país. En las
noches, las familias norteamericanas se reúnen en sus casas para celebrar de una grata cena compuesta de calor y alegría fraternales.
Grato es lo último a lo que se podía llamar esta reunión.
Y alegría era lo que me faltaba.
¿Se trata de una celebración pequeña? No. Debido a que es el primer festejo en la familia, mi
madre se tomó la responsabilidad de exage… engrandecer cada bizantino detalle.
En el interior, la casa cuenta con limpieza impecable. Se podía percibir esa labor en la sala de estar, las escaleras y la entrada del comedor, donde se llevaría a cabo el festín. Los pisos de cerámica relumbran, y los cuadros enganchados en cada pared advertían menos polvo.
En lo personal, no me agradaba. Demasiado empeño para una cena.
Y eso que no veía el comedor…
De veras: la ensanchada espalda de Joshua inunda mi vista al
frente. Como si su presencia o gesto en la entrada no fueron suficientes.
Si me parecía demasiado en la sala, el comedor era excesivo. La mesa es cubierta de un grueso
mantel naranja y, encima, uno de encaje. El banquete era compuesto de galletas de trigo, frutos secos como aperitivo, canapés de espárragos, tarta en almíbar de calabaza, una botella de vino blanco y un enorme pavo como centro de mesa. De la misma manera, la vajilla y copas de vidrio eran dispersadas por la mesa.
Todo era tan selecto que me provocaba náuseas.
Mi madre corría de una zona a otra cerciorándose de que todo permaneciera en perfecto estado. Llevaba el cabello planchado. Su cuello, muñecas y orejas eran esclavas de una excelentísima pedrería. Y sus ojos celestes no podían poseer mayor vistosidad.
Intenté, juro que intenté, pero mi vista se había salido de los carriles y recayó un poco más
debajo de lo que se encontraría la zona lumbar de Joshua… después de haber detallado su trapecio, dorsales, omóplatos y resto de grupos musculares de su espalda. Ello me recuerda a las veces que circulaba detrás de él y siempre —no sé cómo— me pillaba con los ojos en su trasero, a lo cual me regalaba un guiño y yo moría de la pena y culpabilidad.
Cuánto habría entregado para que sucediese esta vez, si bien, sabía que no volvería a hacerlo.
Al notar que se estanca, mi paso se ralentiza. Sé a quién se ha detenido a saludar, y mi cuerpo
se sacude. El poderoso empresario y director ejecutivo de la marca de vehículos Hall se levanta a saludar a su hijo y su mirada pasa a mí.
No recuerdo la última vez que vi sonreír a Ewan Hall. Posiblemente, jamás lo haya hecho. Mi cabeza se encuentra muy enmarañada para escarbar en recuerdos.
Su traje de negocios y actitud
servicial se acercan hacia mí con, se puede decir, un espejismo de sonrisa.
—Lauper —me dijo con voz más gruesa que la de Dios. Me estrechó la mano y ese fue el
único gesto que hizo antes de retirarse a la desavenencia infinita.
Y así es que saluda Su Majestad a la hija de su esposa: nada más insensible. No me sorprendía su gesto irreverente. En la primera relación con mi madre, siempre me trató como un colega más. Y bien parece que soy la única que lo pilla.
La cena iniciba. Amanda tomaba asiento junto a su nuevo cónyuge en la mesa. Irremediablemente, mi puesto reside acá, con Joshua. Si encontraba difícil quitarle los ojos a su espalda, ni hablar de a su perfil. Por suerte, tenía mi madre y la comida al frente: dos cosas a las que iba a ser difícil quitarle el ojo.
Qué cuento: sabía perfectamente que ello no iba a pasar.
—Buenas noches, familia —anunció de pronto Ewan en inflexión Darth Vader—. Ya que
todos estamos en la mesa, es momento de continuar con la tradición: dar gracias —«como si
nunca hubiese celebrado el Día de Acción de Gracias». Elevó su copa llena—. Si no da importancia, comenzaré yo: Estoy agradecido por mis logros, por el veloz crecimiento de la
compañía y, por el año entrante, abrir una nueva sede con el mando de nuestro el futuro gerente, Joshua.
Señaló a su hijo con la copa. Casi se le percibía orgullo en las palabras. Todos teníamos los
ojos en el chico a mi costado. A diferencia de su padre, se mostraba demasiado indiferente ante el anuncio; diría que hasta enojado.
—También estoy agradecido por estar a punto de degustar una cena deliciosa, hecha por mi
querida esposa.
Mi madre le echó un codazo con la cara rojiza. Su romanticismo da ganas de salir corriendo.
La palabra se cedió a mi madre.
—Estoy agradecida por estar en compañía de ustedes y de este apuesto hombre —«que alguien los detenga, por favor»—. Por no sufrir ninguna enfermedad y por superar muchos desafíos. Pero, sobre todo, doy gracias a la vida por darme la mayor bendición: mi hija —me sonríe extrañamente—. Aly, sin ti, mi vida nunca sería la misma, y no podría haber superado tanto. Eres mi rayito de sol. Sigue siendo mejor que yo… Te amo.
Estoy perpleja. Ahora es mi turno de que todos en la mesa me miren. Mi madre no acostumbra
a ser tan sincera. Me tomo sus palabras como alerta.
Todos esperan mi señal. Me aclaro la garganta. Tener a tres personas mirándome como
halcones no hace la situación llevadera. Ni siquiera sé qué decir o cómo se habla.
Permanezco largos segundos en tardanza.
—Pues, estoy agradecida igualmente por estar aquí presente. Agradezco estar en una
universidad, cursando la carrera que me apasiona… Y por tener tanta seguridad en mí misma y a
mi alrededor para desempeñar mis metas.
No tengo una idea de lo que dieron como respuesta. No añadí nada y miré el plato que se
ostenta ante mí.
Alzando la coronilla, noté que él último en parafrasear era Joshua. No pude poner la vista en xona distinta. La espera es sempiterna mientras él se toma el tiempo para pensar. Está cruzado de brazos. Sus cabellos direccionan a puntos desemejantes. La mesa ha tomado un silencio
repentinamente insoportable.
Con la cara exenta de propósito, habló:
—Estoy agradecido por todo.
Y el silencio volvió a gobernar.
Nadie comentaba. Joshua se mostraba temiblemente sereno, y yo moría por saber las millones
de cosas que se le pasean por la mente.
—¿Y…? —Ewan fue el primero en decir algo. Parece que pretendía sacar más de la frase.
Joshua se encogió de hombros.
—Pues eso: doy gracias por todo.
Todos, a excepción de él, compartíamos la misma estupefacción. No hay lugar en el comedor que se vea libre de preguntas. Me encontraba examinando a fondo cada gesto imperceptible de Joshua para obtener respuestas de su actitud. Pero no duro ni tres segundos en ello antes de renunciar al plan y deleitarme en la espesura de sus cejas.
Santa María Hwa Sa, ¿había un ser más atrayente que él?
En ese momento, giró la cabeza y sus ojos se posaron en mí. Una descarga eléctrica se generó
en mi cuerpo a partir de ello. Progresivamente, sus labios se entreabrieron un resquicio, a una velocidad angustiosa que ralentiza todo lo demás.
Podía ver el aturdimiento en sus ojos, lo pillaba. A ese punto, quería que tomase un megáfono y me dijese a grito pelado todo lo que piensa. Quería oírle, embelesarme, envolverme en la oscuridad de su personalidad hasta extasiarme y que no quedase ni una gota de mí. Que me acabase del todo.
Lo necesitaba en mi vida, pero no como ahora: en un ser incapaz de expresarse. En un ser
intocable. En un ser profundamente herido por mí.
Y entonces, añadió mirándome a los ojos sin intercesores.
—Y estoy agradecido por no estar donde no hay nada y no puede haber nada.
Directo al pecho.
Sus palabras se repiten en mi cabeza. Su frialdad nunca había alcanzado un límite tan grave,
tan dañino. Los ojos me escuecen. Oh, no. Es imposible que en esta u otra vida solloce en este momento, a vista de todos.
El dolor estremecía cada una de mis extremidades. Tragué con la sensación de tener un bisturí
en la garganta y combatí por lucir impasible. De ninguna manera voy a mostrarle a Joshua el daño que me hizo.
Poco después, nos hallamos consumiendo la desdichada cena. La ausencia de hambre me
impidió meter un trozo de algo en mi boca, y la mayor parte del tiempo me vi engullendo agua
como pie de cascada. Gracias a Dios que nadie se percató de mí, pero, a la vez, ello me hizo
sentir terriblemente sola.
Joshua juntó las manos sonoramente sobre la mesa. Evité mirar alguna parte de su cuerpo. Ya no veía la hora de regresar al campus.
—Papá, ¿acaso no se te olvida algo? —Ewan alza la cabeza de su pieza de pavo—. Dijiste que
nos harías un anuncio importantísimo esta noche. Después de todo, es la razón relevante por la que estamos aquí, ¿no?
Mi madre le dirigió una mirada perturbada a Ewan. Él tragó y se enderezó para ajustarse la
corbata.
—Hablas a buena hora, Niall —el nombre me desconcertó un tanto. Mi madre le acarició
tiernamente una mano—. Amanda y yo hemos planificado algo los últimos días, y hemos llegado a concordar en que toda la familia viaje a Nashville, a casa de mis padres, para pasar las
Navidades.
Josh se atragantó con una espiga de trigo.
—¿Qué?
Esta gente me iba a volver loca.
Como Joshua, mantenía el mismo semblante de asombro y horror: todo junto. Nuestros padres
perdían esperanza en la mirada a medida que los segundos corrían.
¿Nashville? Algo me impedía tomar esa declaración como real. Es inadmisible que pueda partir a otro estado en las condiciones en que me encuentro. ¡Si apenas respiro encerrada cada fin de semana en aquella casa!
Recosté la espalda en el respaldo para recuperar el aire. Joshua negó con la cabeza y rio exento
de gracia.
—Es una clase de chiste, ¿no?
—Nadie aquí está jugando, Joshua.
—Pues me parece que ambos perdieron la cabeza —su ceño está más que fruncido—. ¿Cómo
se les ocurre planear un viaje así?
—Pensamos que quedaría bien como sorpresa —intervino mi madre.
Josh se tiró bruscamente hacia atrás y se pasó las manos por el rostro.
—Están idos, ambos.
—Repetimos que era inofensivo, hijo. No hay razón para enfadarse.
Josh perdió los estribos.
—Encima sin avisarnos, ¿no?
—Esa era la idea.
—¿Y te parece buena idea pasar la Navidad en casa de mis abuelos? ¿Qué tiene de malo
hacerlo aquí, en este estado?
—La misma manera que no tiene nada de malo hacerlo en Tennessee, ¿algún problema con
eso…?
—Ewan —dijo mi madre, ajustando el agarre que tiene en su mano. Se volvió a mirarnos—.
Tienes razón, Josh: no debimos tomar decisiones sin consentimiento de ustedes. Y ya que eso les parece importante…
Joshua negó. Se ha vuelto a cruzar de brazos, señalando que conservará la calma.
—No. La decisión está hecha. Ya no importa nuestra palabra aquí.
—Niall —recriminó su padre por lo bajo. Él ni lo miró: tomó el tenedor de nuevo y siguió
comiendo. A continuación, se dirigió a mí—: ¿Dices lo mismo, Alyssa? No debes venir con
nosotros si no lo deseas.
Elevé la vista a sus ojos, más envejecidos que los de su hijo. Miré cautelosamente a Joshua: no se veía interesado en nosotros en absoluto.
Saqué un suspiro decisivo de mis labios. Obviamente, no me sentía preparada para decidir ahora mismo. Pero creo que no sería bien visto pedir ese tiempo extra. Lo mejor para todos es que hable y acabe con las dudas que, de ambas opciones, revolotean en mi cabeza.
—No, deseo acompañarles a Nashville.
La respuesta les toma por sorpresa. Casi puedo sentir la mirada oculta de Joshua en mí, y no voy a mirarle. Ha sido suficiente el tiempo que hemos vivido bajo el mismo techo, y no
soportaría más palabras desagradables de su parte. Pero en la mirada de mi madre hay esperanza, y no soy tan cruel para pasar por encima de ella cuando solo quiere mi apoyo, igual que Richard.
Y estoy dispuesta a tomar la decisión que me llevará a la perdición solo por hacerla feliz.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top