El alivio

—¿Qué tal la siguiente pieza? Se localiza en una zona interurbana de Bajo Austin. Sistema eléctrico deficiente, sin registro de sanidad, además de que el arrendador solicita un hospedado que no ejerza prácticas sexuales artificiales.

—¿Y qué diablos se supone que significa eso?

—Homofobia: no quiere a alguien homosexual en su propiedad.

—¿Y dónde queda la libertad de expresión de este país con esa pauta?

—En realidad, el hospedador tiene libertad de expresión para exigir algo así.

La persona que llamaba mejor amiga dirigió las manos a la cabeza y se dejó caer sobre el
patchwork al costado. De un soplido, apartó el mechón violáceo que caía sobre su rostro mientras que, en cuanto a mí, me dispuse a regresar la vista al encabezado de la página web.

Nessa y yo habíamos iniciado la búsqueda hace unas cuantas horas. Sun Hee se había
marchado del piso con el objetivo de hacer su primera salida del edificio luego de haber
pasado tanto tiempo recluida en mis cuidados.

La razón del proceso se trataba de encontrar un alojamiento adecuado para Ness. Sucede
que se ha hartado de hospedarse en el apartamento de Tyler. Y  razones suficientes había respaldado para ello, comenzando con las molestias que le generaba dormir en la misma cama que su hermano, o lo mantenida que se sentía cuando él se empeñaba en hacerse cargo de sus
necesidades, negándole que colabore con el mantenimiento del piso. Y debido a que conocía a mi mejor amiga de lleno, bien supe que el sentido de independencia pronto le arrasarían.

Por lo que aquel domingo, llevábamos a cabo sus planes residenciales. Habíamos platicado sobre ello la noche anterior, momento en el cual me enteré de sus disgustos y consecuentemente, ofrecí mis aportes de investigación como apoyo. Debía esforzarme un tanto para hallar un sitio que les favoreciese tanto a ella como a sus bolsillos. Y teniendo en cuenta su inconformidad y falta de flexibilidad, no sería una labor sencilla.

Sobre todo porque no podía expulsar a Joshua de mi cabeza.
Nuestro encuentro más reciente me había sobrecogido a tal intensidad que no podía
desconectar la mente de aquella noche inestimable. Divina María Hwa Sa: él me había confesado que continuaba teniendo sentimientos hacia mí. Sencillamente, no podía  hacer cosa alguna sin cavilar lo que
sucedería en el próximo encuentro, cuando le hallase de frente.

Por un lado, era una cuestión que me colocaba irremediablemente eufórica. Al fin y al cabo,
las idealizaciones que poseía no eran desacertadas del todo: nuestra minúscula chispa continuaba allí. Me idicaba que quizás habría posibilidad alguna de un nuevo nosotros... O algo más.

Abrumada e intranquila, alcanzo el soporte pop-socket que poseía mi celular para ingresar al
archivero. Estaba resuelta a encontrarle un sitio a Nessa, y si eso contribuía de buen modo a mi desasosiego, pues mejor que mejor.

—¿Cómo es que puedes insistir en encontrarme un piso sin frustrarte con mi testarudez? —manifestaba mi compañera impacientada—. No creo que una persona sea capaz de sobrevivir a eso por tanto tiempo.

—Poseo las razones: doce meses de sometimiento a un autoaprendizaje psicológico intensivo para tolerarlo.

Le percibí alzar la coronilla desde el reposacabezas de la queen size.

—Consideraré eso como un «que alguien me salve.»

Paulatinamente, deslicé el móvil a nivel del pecho para arquear una ceja. Recibí risas como
contestación.

Un estentóreo pitido proveniente del pasillo había penetrado la estructura de los muros. Mi compañera había cesado las
risas recién atendido. A distinción de ella, las comisuras de mis labios se elevaban sutilmente.

—Si deseabas que tuviera un medio de salvación, ya lo poseo —alegué al colocar el celular en
las sábanas. Sus ojos colmados de incertidumbre rebuscaban los míos.

—Lo juro: si detrás de esa puerta no aparece Dios, no creo que otra cosa te pueda servir.

Las plantas de mis pies tamborileaban sobre los tabloides del piso. Sentí un suave cosquilleo en el área del cuello al detectar la moqueta de la sala.

Una afectuosa chica de pardos ojos se estacionaba en el umbral.

—Perdona la tardanza: tuve que esperar un buen rato para poder venir.

Los labios de Jade se desplegaban grácilmente, direccionando hacia arriba durante unos
momentos, puesto que más temprano de lo esperado se retrajeron en un mohín. Pronto
advertí a su cuerpo inclinándose a un costado, y había tenido que espabilar para sostenerle una mano y prevenir que cayera de bruces.

—Ciertamente, tu alegación sobre tu torpeza no se trataba de meros engrandecimientos -
constaté entretanto balanceaba mi peso y el suyo de vuelta a su sitio.

Jade oscilaba sobre sus pies. Hecho unas vistas precavidas hacia la engrosada talega que puedo descubrir, es la culpable de su desestabilización.

—Definitivamente bienes raíces no es lo mío —Repuso.

Me disponía a enganchar los dedos hacia el extremado opuesto de su cargamento y, en coordinación, procedíamos a ingresar al domicilio. Nessa se mostraba asombrada a causa del nuevo compañero que se nos unía, además de la llamativa chica a mechas. No requerí de presentaciones o vastas
formalidades puesto que ella y mi antigua amiga ya se habían conocido. Entre ambas no percibía alguna muestra de desencantos o rencores entre sí, por lo que ello me ahorraba mayores molestias. De eso cabe resaltar  a Nessa, pues sus ánimos hacia desconocidos e interés hacia el compañerismo no se encontraban en sus mejores posiciones.

—¿Por qué diablos traen una talega? ¿Acaso hay un cadáver dentro?

Jade y yo nos limitamos a afianzar el enganche en las correas del pesado objeto, cruzando apresuradamente la pieza, hasta finalmente juntar nuestras fuerzas al depositarle sobre las sábanas de mi colchón.
La desairada castaña atribuyó unos momentos a jadear.

—Debo exponer mi concordancia hacia las dudas de Nessa: ¿qué es eso que traes, Jade?

—Vale, vale. Lo sabrán desde ya —respondía ésta para inclinarse hacia el equipamiento. Alzó brevemente la coronilla—. Y no: no tengo tanta sangre fría para matar a alguien, a menos que no esté bueno y me quiera violar... Mierda. No quise decir eso. No es que de su belleza dependa si me dejase... Olvídenlo.

Declarado aquello, se apresuró a tirar lentamente del cierre de la bolsa y dejarnos anonadadas con su contenido: cúmulos y más cúmulos de manuscritos y documentos de directorio que parecían luchar para salir de su lugar. Se encontraba tanta cantidad y desorganización que resultaba escuetamente absurdo divisar el contenido de alguno desde la perspectiva que poseía.

Nessa se incorporó velozmente sobre la cama de Sun Hee para observar el descubrimiento. La joven castaña procedió a enviar las caderas hacia atrás e introducir la mitad del cuerpo en el interior de la bolsa.

—¿Se pueden conocer los objetivos de aquellas documentaciones?

Jade necesitó de unos momentos para emanar respuesta. Reincorpora su cuerpo a su sitio, saliendo del equipamiento.

—Aly, me dijiste que necesitabas un poquín de ayuda para conseguir pisos, ¿verdad? Luego de que lo dijiste, corrí a pedirle ayuda a mi papi. Habló con unos agentes, hizo un par de llamadas y vòila: me dio las hojas.

El rostro de Nessa y el mío reflejaban más que asombro. Por ende, las tres nos proponíamos a acumular el mayor conjunto de documentos posible sobre las sábanas del colchón. Durante el fatigoso proceso, tanteé los encabezamientos de unos cuantos papeles, se trataban de cuartillas de alojamientos, sorpresivamente actuales y disponibles en mercado.

—Tu padre es la caña —suelta Nessa totalmente boquiabierta—. ¿Cómo es que consiguió
todo esto?

Jade se limita a encogerse de hombros.

—Digamos que cuando eres dueño de la residencia más grande del campus, tienes muchos contactos.

Luego de largos minutos vaciando la talega y procurando mantener el mayor orden posible, habíamos culminado el proceso. Los manuscritos se
habían revuelto, producto del recorrido, por lo que nos veíamos en obligación de acomodarles manualmente, sin desaprovechar momento para agradecer a Jade y para sondear y descartar cada posible vivienda a selección.

—Pero, cariño, mira la terraza: nuestros once hijos cabrían allí perfectamente.

—Espera, ¡tenemos ocho hijos: no once!

—Por supuesto que no, a menos que... —Nessa dejaba de impostar la voz para llevarse una mano dramáticamente al pecho—. Margaret Lucena de Livingston, ¿has abortado a los trillizos sin mi consentimiento?

No había podido reprimir las risas durante más tiempo. El período de búsqueda se atestaba
de una placiente compañía cargada de comentarios y desdeños humorísticos que  produjeron grupos de lágrimas en mis cuencas. De veras reí ante las deducciones que Jade y
Nessa podían generar, y la manera en que habían fingido una plática entre cónyuges no tenía precio.

Las elitistas actrices habían acabado por acompañar mi reacción, riendo sin filtros. Jade había sido la primera en
retomar control absoluto sobre sí y retomar la palabra.

—Hablemos de cosas no tan ñoñas, ¿sí? Hay que empezar contigo, Nessa —La nombrada se volvió plenamente anonadada a su compañera. Un centelleo de picardía adolescente cruzaba el rostro de la castaña—: Anda, cuéntanos sobre tu vida amorosa.

—¿Eh?

—Si sales con alguien, tontillla. No me digas que eres la aburrida que nunca tuvo un pretendiente por ahí en su vida.

No me hallaba del todo segura sobre ello. Sin embargo, me daba la inconstante impresión de
que las direcciones que daban aquellos picoteos no le sentaban
demasiado a la receptora.

Aprecié el breve impulso de frenar las especulaciones de Jade que tanto había tensado el agradable ambiente. No obstante, preferí no derrumbar del silencio.

—No tengo novio —cortó Nessa, con patente molestia y una luz de dolor que solo yo parecí apreciar.

Haber tocado el tema era lo peor que se podría haber hecho.

Una opresión dolorosa en mi pecho dificultaba mi correcta respiración. Jade podría haber
escarbado en las antiguas heridas de Nessa, pero en realidad, su voluntad se ejerció de la manera más inocente. Muy en cambio, el recuerdo más reciente que tengo de Adler me sobrevenía junto a la culpa de ocultarlo. Mi mejor amiga sabía que había recibido el Año Nuevo en una gala. Sin embargo, desconocía los detalles de aquella fatídica noche y el embarazoso encuentro que había compartido con su ex pareja.

Mis intenciones eran evitar precisamente eso: trasladar su pasado al presente. Sabía lo
demasiado que a ella le perturbaría saber a que la persona que más daño le había hecho, le había desfavorecido la vida y además, deseaba recuperarla en todos los sentidos de la palabra. El porrazo emocional que le daría haría que le cueste proseguir su recomposición personal.

No obstante, de cuanto en cuanto opinaba lo contrario. La amistad
que poseía con Nessa había avanzado demasiado, a tal nivel que no desearía por ningún motivo hacer nada para perjudicarle, y ocultarle intencionalmente aquel evento estaba repercutiendo de mal modo en mí.

Sería devastador para ella, tanto si lo descubriese por mí o sus propios medios.

—¿Estás bien, Aly? Mira cómo te has puesto.

La voz enternecida de Jade fue lo que me expulsó de mi ahondamiento mental. El nerviosismo que anteriormente sentí se dispara con las miradas atentas de mis compañeras. Sabían que algo no iba bien en mí.

Mis pupilas direccionaban hacia la joven de estatura prominente. Noto cómo aumenta la traspiración en la superficie de mk cuello. Con mirarle solo divisé lo bien que le había sentado la ruptura amorosa: había aumentado de peso, se apreciaba más agradable y abierta. El mechón violáceo en su cabello era prueba de ello.

De ningún modo quise restar valor a eso.

—Aly...

—En absoluto —Repuse aireada. Noto la bilis chamuscar mi garganta, y les echaba un
vistazo a ambas para forzar una sonrisa—. ¿Por qué mejor no continuamos el registro de
residencias? Se debería estar realizando en estos precisos...

—Aly, no mientas —Los dedos de Nessa me atrapaban una palma con determinación—: Recuerda, puedes contarme lo que
sea.

—Sí: confía en nosotras. Este es un lugar seguro, emocional y ambientalmente hablando.

El comentario de Jade ni siquiera alcanzaba a producir un atisbo de sonrisa verdadera en mi rostro. Dedico una estremecida mirada a la extremidad de Nessa. La agitación que me recorría las arterias se empeñaba en declinar la situación en cada sentido. Y la desconcertada mirada que Nessa
dirigía hacia mí me impulsaba a enterrar la cabeza entre las piernas.

La pelinegra que continúa mirándome determinante habla.

—Sé que no es el mejor momento para rememorar pero, ¿recuerdas cuando me costaba tanto hablarte sobre mí? Tú lo hacías ver tan fácil... —su suspensión perdura más de lo esperado—. ¿A dónde se ha ido esa confianza al contarme sobre tu atracción por Joshua? ¿Al hablar sobre los problemas familiares?

Noté cuando hizo esfuerzos en no entrar en detalles en los últimos comentarios por Jade. Ésta no añadió —ni juzgó— nada al respecto.

No conocía precisamente las razones, pero llegaba a comprender que sus dudas no se dirigían a mí. Con total retraimiento, me atrevía a alzar la mirada a sus extraviados ojos.

Pareció percatarse del acecho visual cuando se volvía a mirarme. Me había sumergido en cada parte de su globo ocular.

Temerosa, me dirigí a ella.

—No quiero lesionarte.

Su rostro dio una interesante expresión.

—No puedes lesionarme sin que tenga idea de lo que hablas —Ladeaba la cabeza—. ¿Quieres hablar de ello?

El pulso me propasaba en estatura, pese a ello alcanzo a responder su gesto y asentir a la sugerencia.

Nessa me había funcionado de apoyo para erguir la columna. Jade nos echaba una ojeada interesada para inmediatamente adoptar un semblante serio. Mi
mejor amiga procedía a asentarse su costado y, así, darme mayor espacio.

Sinceramente, me urgía liberar aquella zozobra en mi mente a causa de la noche de Fin de Año. Como se verá, había sido muy difícil recomponerme de todo lo que sucedió allí, aunque sabía que contarlo era el acto que aseguraría ese proceso.

Porque la soledad, por más horrible que sonase, la engendraba nuestra mente, y quedaba en nuestras manos actuar para eliminarla en realidad.

No me percaté de los segundos en que las palabras fluían de mis labios, pero lo hacían. Mi organismo laboraba con intensidad, y el fluido que se apresuraba a asomar
entre las declaraciones eran mis lágrimas. Por suerte, la confianza que tenía en mis receptoras me permitía abrirme paso entre aquel agónico momento. Más cuando me vi agradeciendo por primera vez un abrazo asfixiante de Jade cuando creí que me bloquearía.

Había preferido confesar cada suceso, incluyendo los celos que
había apreciado hacia mi hermanastro con aquella castaña y los sollozos que le siguieron durante el conteo, en vez de recurrir únicamente al encuentro
con Adler que, de cierta forma, resultó ser lo menos escandaloso de lo demás.

Finalmente, había acabado. Había sido potencialmente dificíl explayar tales acontecimientos frente a Nessa, pero de algún modo, lo había hecho. Ya no había culpa que me persiguiese por ello, a excepción de mi preocupación por cómo tomaría el hecho ya que, muy para mi asombro, se había mostrado serena. Pero sabía muy bien que un derrumbe hacía devastaciones en su interior, que ya no habría marcha adelante. Que los avances que hizo ya no serían tan significativos porque el encuentro que siempre dio por imposible, iba por amenazar su estabilidad. Si bien, a un extremo me hallaba intranquila, algo incierto me indicaba que aquella desolación suya pronto encontraría mejoría.

Pronto.

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