COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ
- ¡Haya va! – grito Sango desde las alturas montada en Kirara junto a Miroku y Shippo. Abajo, abriéndose paso entre los árboles, Inuyasha cargaba a Aome, la cual tenso el arco e intento precisar su tiro directo a donde le fragmento de la perla brillaba.
- ¡Intenta darle esta vez! – le riño él entre dientes.
- ¡Lo estoy intentando! – se defendió ella soltando la flecha; su tiro falló y fue a incrustarse en el tronco de un árbol.
Llevaban bastante tiempo intentando dar caza a aquella serpiente gigantesca, cuya piel se había endurecido como un caparazón de tortuga y tres cuernos habían salido en su cabeza. Era tan escurridiza que apenas podían seguirle el paso.
Sango lanzo el hiraikotsu para intentar cortar el paso del monstruo, pero con un movimiento audaz, saltó por encima de la copa de los árboles, dejando muy atrás a Inuyasha.
- ¡Lo perderemos si no hacemos algo! – dijo Aome.
- ¡Bájate Aome! – y se detuvo en seco. – no puedo darle alcance si te llevo conmigo.
- ¿Pero vas a dejarme aquí?
- Tenemos que atraparlo si queremos ese fragmento. Los demás vendrán por ti, yo iré solo.
No le dijo más palabras y apenas ella puso los pies en el suelo, Inuyasha se alejó veloz.
Aome se sintió molesta y pateo una piedrecilla del suelo frustrada.
El atardecer se había iniciado e Inuyasha apareció junto con él.
Pese a los esfuerzos, la serpiente se le había escapado. Todos suspiraron con decepción.
Antes de entrar la noche Aome se dirigió al pozo; llevaba muchos días sin visitar su mundo y era hora de ir por ropa limpia y comida, además los exámenes estaban cerca y no podía faltar.
- Regresaré en un par de días, cuando los exámenes hayan terminado. – les dijo. Y agitando su mano para decirles adiós, salto para ir a su hogar.
***
La vida del colegio era tan monótona que en ocasiones Aome extrañaba mucho la época feudal. Mientras la maestra de literatura explicaba algo a lo que ella no prestaba atención, se preguntó que estarían haciendo sus amigos.
"¿Inuyasha estará bien?... Debo recordar llevarle esa sopa instantánea que tanto le gusta. Se pondrá muy contento cuando las vea..." – y sin poder evitarlo sonrió.
- ¡Higurashi! – le grito la profesora – ya que pareces tan atenta a la clase, por favor inicia la lectura de tu libro.
- Si, profesora. – titubeante, se puso en pie y tras pasar unas páginas dio con la lectura que le solicitaban, tomo aire e inicio.
Tres días y apenas ya soportaba el estrés de su vida normal.
Aome se dejó caer sobre su cama; se sentía tan agotada que no podía explicárselo. La habían reprendido por no prestar atención a las clases, en los exámenes había sacado notas promedio y aún faltaban dos días para que la semana terminara.
Nuevamente Inuyasha apareció en su mente.
De inmediato ella paso de un estado melancólico a uno de frustración. Se incorporó para sentarse al borde de su cama y finalmente, tuvo que reconocerlo:
- Me he enamorado de Inuyasha y él ni siquiera lo nota. Si he de ser tonta... ¿Cómo pude hacerme ilusiones con alguien que ni me mira? – suspiro – y, sin embargo, en ocasiones hace cosas lindas por mí, ¿no podrá ser ese un indicio que también le gusto? – pero nadie le dio una respuesta. Sintió que el aire de la habitación la asfixiaba; abrió la ventana y el aire le rozo el rostro. – Quizá... si me enamorara de alguien más... ¡pero que estoy diciendo! ¡¿de quién podría enamorarme?! ¡No tengo tiempo de conocer chicos! ¡¿Y quién podría enamorarse de mí?! – se sintió agobiada y sumamente deprimida. ¿acaso era tan poco hermosa como para no hacer que alguien se fijará en ella? ... en ese instante, una estrella fugaz surco el cielo y por primera vez, Aome se permitió ser frágil y sucumbir a sus sentimientos. Cerro los ojos y juntando las manos deseo en susurro – deseo encontrar a mi verdadero amor...
***
La semana había terminado y era hora de regresar a seguir recolectando los fragmentos.
Aome se había despedido de su familia hacia poco más de media hora, pero por alguna razón seguía clavada ahí, al borde del pozo, sin atreverse a saltar en él.
Aunque detestaba la monotonía de su vida ordinaria, se resistía a seguir poniéndole más sal a la herida.
- Seguramente me encontraré con Kikyo muy pronto... – se dijo en voz baja – después de un largo tiempo siempre aparece en nuestro camino y entonces Inuyasha volverá a correr tras ella... y entonces yo seguiré corriendo tras él.... ¡Ahg! ¡Soy una tonta! – y se golpeó la frente con la palma de la mano. – Ni hablar. Tengo trabajo.
Y saltó.
De un brinco salió del pozo en la época feudal, pero no tuvo tiempo de recomponerse del viaje en el tiempo, ya que un golpe la derribo de inmediato y la arrojó muchos metros en el aire hasta impactar contra el suelo.
Su rostro se frunció en una mueca de dolor y confusión.
Abrió los ojos y vio aproximándose hacia ella a la enorme serpiente que habían estado persiguiendo días atrás. El fragmento aun brillaba justo en su frente.
- ¡Inuyasha! – grito con todas sus fuerzas mientras rodaba hacia un lado para evitar el ataque, pero de nueva cuenta, la cola de aquel animal la golpeo arrojándola por el aire en medio de un grito de dolor.
Aome cerró los ojos esperando su inminente caída. Si perdía el conocimiento, estaba perdida.
Podía sentir como su cuerpo rompía el aire con fuerza, hasta que finalmente se impactó.
Abrió un ojo primero y luego el otro. Aquello no se sentía como si estuviese en el suelo.
Lo primero que vio fueron los ojos ámbar de Sesshomaru observándola y entonces sus sentimientos se mezclaron. Una pizca de terror en conjunto con la vergüenza le enrojecieron el rostro, más aun cuando fue consiente que ella estaba sujetándose a él en un fuerte abrazo.
- Se...Ses...Seshomaru... – articulo con dificultad.
La embestida de la serpiente rompió el instante. Sesshomaru aparto con brusquedad a Aome y un látigo azul se liberó de sus dedos para atacar al monstruo.
- ¡Señorita Aome, por aquí! – le grito Rin para que fuera con ellos a ocultarse. Pero Aome seguía clavada al suelo observándolo todo.
Estaba sumamente impresionada. Aquella serpiente que tantos problemas les había causado días atrás a sus amigos y ella, Sesshomaru la había derrotado en tres movimientos.
La serpiente se desplomo sin vida en el suelo, mientras él recuperaba su eterna postura elegante. Se giró y quedo de frente con ella.
Por segunda ocasión en aquel día sus miradas se cruzaron.
- ¡Si! ¡El señor Sessomaru gano de nuevo! – celebro la pequeña Rin dando saltos mientras abrazaba a Jacken y lo jalaba de un lado a otro.
Sesshomaru comenzó a andar. Aome pudo sentir un ligero roce de sus prendas cuando paso a su lado, y el aroma a sándalo blanco se percibió en sus sentidos. ¿Por qué era la primera vez que se daba cuenta de aquellos detalles sobre él? ¿Acaso no se haya encontrado muchas veces antes? Y sin embargo aquello era como si lo viese por primera vez.
- ¡Sesshomaru! – exclamo, pero él no se detuvo. – ¡gracias! – y tampoco obtuvo respuesta.
- ¡Adiós señorita Aome! – solo la pequeña Rin se despidió. Jacken en cambio, le observo con desprecio.
Mucho rato después de que la silueta de Sesshomaru hubiese desaparecido en medio de la penumbra del bosque, Aome seguía viendo en su dirección, con una mano en el pecho intentando controlar un dejo de tristeza que repentinamente le había inundado. ¿Por qué se sentía de repente melancólica? No tenía sentido.
- ¡Aome tonta! – la voz de Inuyasha rompió sus pensamientos – pudiste haberte lastimado.
- ¿Venciste a la serpiente tu sola? – pregunto Sango.
- ¡Es increíble! – exclamo Miroku.
- ¡Qué bueno que estés de regreso! – le abrazo Shippo.
- ¿Qué tanto estas mirando? – pregunto Inuyasha - ¿Por qué no has purificado el fragmento? ¿Esperas acaso que otra bestia la robe? - Aome lo miro de forma extraña, como si apenas fuese consciente de lo que ocurría - ¿Aome? ¿Estás bien? – la voz de él se suavizo.
- Si. Creo que sí. – la voz de la joven fue casi un susurro. Fue hasta el cadáver de la serpiente, tomo el fragmento e instantneamnete fue purificado. Luego, aquella pasividad se tornó en ira y gritando se dirigió a Inuyasha – ¡ya está! – y le arrojo el fragmento de forma grosera – ¡ahí tienes tu fragmento purificado, ahora déjame en paz! – y entonces Aome emprendió el camino con dirección al pueblo.
Esa noche mientras todos dormían una estrella fugaz atravesó el cielo nocturno.
Solo Sesshomaru, siempre en vela y vigilante, fue testigo de su fulgor.
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